Los cuentos Los trenes no duermen, de Adrián Marcelo Fernández, recorren devastaciones y esperanzas del pasado argentino y se detienen en varias estaciones conurbanas para indagar en los sentimientos y anhelos de sus trabajadores y visitantes.

Por Germán Ferrari*

 

Hace más de una década, Adrián Marcelo Fernández eligió vivir con su familia en una ciudad sin trenes, San Martín de los Andes. Por eso, cada vez que regresa a su conurbano sur natal se da una vuelta por las estaciones añoradas y aprovecha para hacer algún viaje largo y descubrir ramales que fueron reinaugurados en los últimos años. 

Hijo y nieto de ferroviarios, Adrián trabajó en la base Remedios de Escalada durante cinco años, mientras estudiaba Locución. En ese punto estratégico de la Línea General Roca, Hugo, su padre, se desempeñó como conductor hasta que las políticas neoliberales del menemismo lo jubilaron de prepo.   

Eran los ’90, años en los que cualquier cosa que oliera a Estado caía en el desprecio, el achicamiento o el descarte. Las privatizaciones encandilaron; el engaño funcionó, pero tuvo consecuencias: se estima que 80 mil ferroviarios perdieron sus empleos tras los continuos cierres de ramales y cerca de 500 pueblos de todo el país quedaron aislados por la ausencia del tren. Aquella amenaza que aún duele, “ramal que para, ramal que cierre”, pronunciada por Carlos Menem cuando comenzaba su gestión presidencial, quedó grabada en el imaginario social argentino como símbolo de la prepotencia del mercado.

En ese tiempo, Adrián colgó la ropa de ferroviario y se calzó el atuendo de periodista. Desde ese rol también sufrió el desguace del sistema ferroviario a pesar de la resistencia obrera. “Junto a miles, protesté, marché y lloré”, confiesa orgulloso.

No abandonó su pasión por los trenes cuando se convirtió en un hombre de prensa –actualmente trabaja en la filial que Radio Nacional posee en San Martín de los Andes–. Se desempeñó en Rieles, Tren Rodante y Latin Tracks, tres revistas especializadas en la temática.

Las historias que componen Los trenes no duermen (Sudestada) comenzaron a brotar en esa época tremenda. “Pero los relatos más antiguos los empecé a escribir hace 18 años, cuando murió mi viejo”, aclara. Fue un camino necesario “para zafar en mi cabeza y hacer mi propio proceso”.

“Maquinista 4112” es un homenaje a su padre. Un extenso monólogo recrea desde la ficción el fin de un ciclo para un trabajador abatido por la claudicación de su sindicato, La Fraternidad, ante la entrega del patrimonio: “No quiero que me descuenten más la cuota sindical. Ni quiero que me representen más. Me cagaron con Menem. Me vaciaron el ferrocarril. Me destruyeron la obra social. Me vendieron el hotel al que íbamos con los compañeros en el verano. No tengo ni un puto pase para viajar gratis en los trenes que yo mismo manejé durante cuarenta años”. 

Después de la pandemia, Adrián sintió la necesidad de “echar mano a esos textos y actualizarlos”. El taller que realizó con el escritor Marcelo Gobbo le sirvió para dar forma definitiva a la veintena de cuentos que componen su primer libro.

En ese taller nació “Señales del silencio”, que recibió el primer premio en el Certamen Nacional de Literatura Osvaldo Bayer 2022: «Historias de Malvinas». El jurado estuvo integrado por Stella Calloni, Mempo Giardinelli y Rubén Szuchmacher.

Ficción y realidad se entrecruzan en estos “relatos de devastación y esperanza”, historias de lucha cargadas de nostalgia y futuro, que recorren la destrucción de un sistema que llegó a contar con 45 mil kilómetros de vías, cuando se nacionalizó en 1948, y hoy alcanza a sólo 8 mil kilómetros.

Varios de los relatos transcurren en el conurbano: “El otro tren de la costa”, “Linternas”, “La ventana del tiempo”, El baúl de Pedro” y el ya mencionado “Maquinista 4112”.

“Una lectora me dijo que había mucho de conurbano en el decir, en la mirada de los relatos, y me pareció piola, porque me identifico con el conurbano. Nací, me crié y trabajé en el conurbano. Es parte de mi esencia, de mi vida”, reflexiona Adrián.

La mayoría de las fotos que ilustran el libro pertenecen a otro apasionado por los trenes, Darío Saidman. La tapa lleva una de sus imágenes: una locomotora descansa en los talleres de Remedios de Escalada. Descansa, pero no duerme.

 

Estación Sur

El cuento que abre el libro, “El otro tren de la costa”, encierra una prehistoria. Tiene una fecha de nacimiento precisa: diciembre de 1995. O al menos esa es la fecha en que salió publicada la nota periodística con ese mismo nombre en la revista Estación Sur, un emprendimiento periodístico cooperativo surgido en Lomas de Zamora el año anterior, del que Adrián formó parte. La nota es una crónica de un viaje en “el expreso de Costapobre” –una humorada que remitía al recién inaugurado Tren de la Costa–, que unía Puente Alsina y Aldo Bonzi –con paradas en Villa Diamante, Villa Caraza, Fiorito, Ingeniero Budge, La Salada y Kilómetro 12–. Tres décadas más tarde, ese ramal fue cerrado por el macrismo.

En uno de los recuadros, Adrián contó la historia de Pedro Martínez, que había sido jefe de la estación de Ingeniero Budge y que ya jubilado había montado un museo ferroviario frente a su antiguo lugar de trabajo. Aquel tramo del Midland era lo único que quedaba del viejo ramal que llegaba hasta Carhué. “Ese ferrocarril desapareció físicamente, porque la dictadura hizo arrancar las vías y ya no está más”, señala el autor. Ese drama también está reflejado en su relato.  

Pedro se convirtió en un personaje que recorre varios cuentos –vuelve a ser protagonista en “El baúl de Pedro”– en los que describe “la devastación del cordón industrial del conurbano con dos golpes muy marcados: la dictadura, con la apertura de las importaciones y la caída del aparato productivo, la primera gran crisis neoliberal, y el segundo golpe, mortal, el del menemismo, que se cargó a los trenes y a ese conurbano industrial poderoso”.

En el último cuento, “De regreso”, Zavala, un ferroviario jubilado, retoma el análisis histórico de Pedro: “Creo que no había en Argentina una familia que no tuviera algún pariente ferroviario. Sin embargo, muchos se hicieron los boludos. En mi propia familia había gente que apoyaba el cierre de ramales. Nos metieron el verso de la modernidad y a la mierda con todo. No sé qué me dolió más, si el cierre de los ferrocarriles o que la gente mirara para otro lado”.

Duele la queja, la derrota, pero reconforta la dignidad y la enseñanza que sobrevuela para no repetir esa mala historia.


Germán Ferrari es profesor de Periodismo Gráfico y Taller de Periodismo Gráfico en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ). Sus últimos libros son Osvaldo Bayer. El rebelde esperanzado (2018), Pablo Rojas Paz va a la cancha. Las crónicas futbolísticas de «El Negro de la Tribuna» (2020) y Raúl González Tuñón periodista (en prensa).