Por Patricia Aguirre*

 

Este año, La Plata se convirtió en uno de los epicentros de mayor convocatoria por el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras: en medio de la lluvia, la capital de la Provincia demostró que el contexto de motosierra encendió a la marea verde en un escenario distinto al de años recientes, esta vez atravesado por el ajuste, la crisis económica, los despidos masivos y la amenaza reiterada a los derechos conquistados por las mujeres y disidencias.

Es inevitable no comparar la marcha de este 2024 con la de 2023, cuando la sensación y el gusto a poco fueron generalizados. Esta vez, hubo mucho más de todo: más presencia, más energía y los feminismos, en sus múltiples versiones, coparon la Plaza Moreno frente al Palacio Municipal y a la monumental Catedral, lugar de encuentro para movilizar en una única marcha por las mismas calles y con la misma dirección. Esto no había ocurrido en las últimas manifestaciones en defensa de los derechos de las mujeres y las disidencias. Tanto las últimas marchas por el 8M como las de Ni una Menos, cada 3 de junio, habían dejado acentuadas las diferencias aparentemente irreconciliables entre distintos grupos feministas, que van desde organizaciones sociales, gremios, partidos políticos, centros de estudiantes, centros culturales, los que están más o menos cerca del peronismo, las versiones ultra kirchneristas, los de izquierda, los radicales, entre otros. Las discrepancias muchas veces cobraron más protagonismo que los legítimos reclamos, devaluando la lucha y abonando el desprestigio que fogonean los medios masivos de comunicación, siempre más indignados por las paredes grafiteadas que por las desigualdades que nos afectan. 

Esta vez, el sentido fue uno. Una única marcha que nacía en un punto y amuchaba, desordenadas, a las distintas columnas, que se movilizaron juntas y emocionadas. Jóvenes buscando a sus amigas por las calles, otras debutando en la magia de marchar por primera vez, muchas con sus hijxs o compañerxs de trabajo. Cerca de las 16, las banderas de las diferentes organizaciones sociales comenzaron a marchar por Diagonal 74 hacia Plaza Italia, para luego, en 44 y Avenida 7, subir hasta Plaza San Martín, mítico punto de “separación” de las columnas, donde algunxs se quedaron bailando bajo la lluvia frente a la Casa de la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires. Otras tantas, doblaron por la calle 50 y a los pocos metros se desconcentraron. 

Estuvieron juntxs lo máximo que pudieron. En algún momento necesitaron diferenciarse. Y eso está muy bien. Ya hemos hablado de los matices del movimiento y las divergencias que nos atraviesan. Hay un adversario histórico que nos unió en la diferencia: el patriarcado. Y bajo las distintas estrategias de hacerle frente e identificarnos, fuimos construyendo los antagonismos hacia el interior del feminismo, atravesadas por la interseccionalidad, de clase, género, etnia y raza. En la actualidad y puntualmente en una acción concreta como lo fue la marcha del 8M, las diferencias tuvieron un papel secundario, no estuvieron ausentes, pero sí a un costado.

El paro de mujeres trabajadoras y disidencias se sintió fuerte en la ciudad de La Plata, signada por la actividad administrativa de la provincia de Buenos Aires, y por ser sede de distintas áreas del ejecutivo y el legislativo, por su ciudad universitaria y su alto despliegue cultural. 

El mismo 8M, mientras la marea verde tomaba las calles bajo la lluvia en defensa de las conquistas y los derechos adquiridos, la Secretaria General de la Presidencia de la Nación y hermana del Presidente, Karina Milei, dispuso transformar el “Salón de las Mujeres” de la Casa Rosada en «Salón de los Próceres», y remover los cuadros de Lohana Berkins, Diana Sacayán, Juana Azurduy, Claudia Pía Baudracco, Mercedes Sosa, María Elena Walsh, entre otros. La provocación toma niveles preocupantes y atrasa años luz. Sus voces, sus cantos, su legado hablan de quiénes eran y a quiénes representan en la memoria colectiva y a través de las generaciones. Pero para este Gobierno, no deben ser destacadas. 

Fue imposible no recordar a Néstor Kirchner bajando el retrato de Videla del Colegio Militar. La identidad política se construye a partir de la historia, de los relatos, los lugares, los olores y las imágenes, de los bustos en las plazas y homenajes. Como respuesta a la decisión oficial comunicada el mismo 8M, desde la Gobernación provincial, Axel Kicillof anunció la creación del Salón de las Mujeres en la Casa de Gobierno platense. Con esto no se le quita importancia a la gravedad simbólica y cultural de la decisión de Milei, ni deja de reconocerse la  decisión de la Provincia, sino que preocupa, al menos un poco, que el Gobierno Nacional marque la agenda a partir de la confrontación explícita y solo haya una acción en términos de respuesta a esta decisión.

Cualquiera de los recientes eventos de público conocimiento oscilan entre la tragedia y lo bizarro: Milei y el “confuso” aumento de los sueldos a sí mismo y su gabinete mientras la inflación pulveriza los salarios y jubilaciones; Milei amenazando de madrugada a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner; Milei promoviendo la burla ante la descompensación de dos estudiantes en la que fuera su escuela y haciendo chistes “verdes” frente a adolescentes; Milei atancando a Lali; Milei contra la jubilación de las trabajadoras domésticas; Milei llamándonos asesinas públicamente por haber conquistado el derecho al aborto, advirtiendo con todas las letras que viene por nuestros derechos y por nuestros cuerpos. Es la máxima expresión del machismo al poder. Y todo lo que rompe tiene que ver, en algún punto, con la lucha de las mujeres. 

La hiperinflación y las medidas adoptadas en estos tres meses de gestión nos dañan con mayor intensidad por el sólo hecho de ser mujeres. La desigualdad sumada a la crisis económica nos afecta en potencia: somos las que trabajamos formal e informalmente más tiempo y por menos plata; nos cuesta más “dar cuenta” de las habilidades a la hora de conseguir trabajo; nos despiden por embarazarnos, o no nos contratan si tenemos hijxs a cargo; trabajamos gratis en el hogar; ad honorem en tareas de cuidado, o en espacios que hemos construido también por ese don mágico que nos da ser portadoras de útero (como merenderos y comedores); mentalmente desarrollamos un esfuerzo inusitado para cubrir los baches que nos deja el sistema laboral y ni hablar del sistema vincular. Todo lo enunciado se redobla si además formás parte del colectivo de trans y travestis.

“¡¿Te acordás cuando en 2020 conseguimos que sea ley el aborto y nos preguntamos, ¿y ahora qué?!”, me dijo una amiga antes de la marcha. “Ahora un montón, ahora a defender las conquistas”, nos dijimos entre el estupor y la emoción que se siente en cada previa al aquelarre. Todo pende de un hilo: la ESI, los programas que proveen a comedores y escuelas, la Ley Micaela, las paritarias, las cooperativas, los empleos formales e informales y la lista sigue con final abierto. Los espacios de asistencia a las necesidades primarias donde se contiene a las personas más vulneradas están a cargo de mujeres y disidencias, son espacios que emergieron al calor de la necesidad, del hambre y el cuidado. Las infancias van en busca de alimentos, de ropa, de útiles, de repelente. Quienes organizan y distribuyen los recursos son estrategas del sistema, golpeadoras de miles de puertas, completadoras seriales de planillas para que les llegue mercadería. Y no cuentan con un mayor poder adquisitivo que el de quienes ayudan. 

En La Plata, gobierna nuevamente Julio Alak, representante del peronismo y quien ya había sido intendente de manera consecutiva desde 1991 hasta 2007. La ciudad cabecera de la administración pública provincial no puede ocultar el impacto de la motosierra y durante la semana previa al 8M, áreas del Gobierno bonaerense dependientes de salud, cultura y educación, entre otras, se vieron sacudidas por el cese de contratos provenientes de partidas presupuestarias del Gobierno Nacional. A nivel local, el municipio de la ciudad capital no quedó afuera de estas demandas, ya que trabajadorxs de distintas oficinas se vieron obligadxs a realizar retención de tareas y defender sus puestos. Hicieron pegatinas en solicitud de mayores ingresos (algunxs cobran 100 mil pesos por mes) y rogaron que no se continuara con la ola de despidos por el cambio de color en la administración. 

Por todo esto, el 8M en La Plata se vio inevitablemente desbordado en términos de reclamos, porque sin dudas, el espectro de problemática se intensificó desde la llegada del anarcocapitalismo que plantea Milei y su voluntad de reducir el Estado a su mínima expresión. A las demandas históricas, se les sumaron las urgencias del contexto actual.

 

Dos madres con miles de hijxs

“Nos preocupa el escenario actual por nuestras infancias, que no son sólo el futuro, son el ahora, el presente”, dice a Cordón Paula Kriscautzky, la fundadora de la ya legendaria Biblioteca del Otro Lado del Árbol de La Plata, ubicada frente al Hospital Sor María Ludovica. Encolumnada en la Red de Bibliotecas Populares, marcha también porque este contexto de desfinanciamiento que activó el Gobierno Nacional afecta a este espacio, pero advierte que el ataque no es únicamente hacia las bibliotecas barriales, sino a la cultura en general y eso es grave. La “Biblio” como se la conoce en La Plata, es un espacio para las niñeces, nacido en homenaje a Pilar, la hija de Paula que fue diagnosticada con cáncer y recibió tratamiento en el Hospital de Niñxs. Luego de su fallecimiento, Paula promovió un proyecto para humanizar el sistema de salud, defender los derechos de las infancias e institucionalizar espacios de amorosidad. El lugar recibe a cientos de niñxs durante todo el año y forma parte de visitas guiadas que realizan las escuelas, jardines y ha replicado la experiencia en otras ciudades. Esto es también lo que está en riesgo en este momento. 

Llegamos al 8M algo cuestionadas, ¿dónde están las feministas?, pero una vez más quedó claro que estamos donde tenemos que estar. En La Plata, el clima fue emocionante, festivo y por qué no reflexivo. Seguimos preguntándonos cómo fue que ocurrió lo que ocurrió y hoy nos gobierna la ultraderecha. Algunas responden a esa pregunta con distintas teorías, debaten, se enojan; otras no logran quitarse responsabilidad, aunque no la hayan tenido. Si bien los cantos contra Milei fueron lo más escuchado y repetido en la marcha, también sabemos que muchas de las que estábamos juntas bajo el agua no habían ido a votar, votaron en blanco, o incluso votaron al actual presidente; si no, los números no cierran. Las contradicciones siempre fueron parte de nuestra misma existencia. Pero hay límites, y si se esfumaron hay que volver a marcarlos.

Pasadas las 16, con la marcha avanzando, el agua trajo la mística necesaria para encender a la muchachada que gritaba ante los rayos y truenos con más bravura que el cielo, queriendo contestarle con la misma potencia. En el centro de Plaza Moreno, Cordón también habló con Rosa Schoenfeld, mamá de Miguel Bru, estudiante detenido, torturado y asesinado en la comisaría 9 de La Plata en 1993. Su cuerpo aun no aparece y desde entonces, Rosa se ha convertido en un símbolo de la lucha contra la violencia institucional. Lleva puesta una remera blanca con la cara de Miguel a sus  23 años, está sentada bajo un árbol esperando a otras mamás que también piden justicia, y “tienen menos experiencia en marchas”, dice.

Rosa, como nuestras Abuelas y Madres, transformó su lucha personal en acción colectiva. Hoy es bandera de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, donde estudiaba Miguel cuando aún era Escuela Superior. “Hoy marcho para pedir justicia para todas las mujeres que sufrieron y sufren violencia, y para las que perdieron la vida”, señala Rosa. “Tengo preocupación, hay que pensar en el otro, no hay que mirar sólo para adentro. Tenemos que marchar todas para el mismo lado, la lucha es una sola, hoy en día nos están cagando de hambre”, sentencia y reflexiona que siente el privilegio de tener un plato de comida caliente, pero que no es ajena a la necesidad del resto: “Si mirás hacia el costado, no muy lejos, ves las necesidades. Lo ve todo el mundo menos los responsables de que esto suceda. Los jubilados no pueden comprar sus remedios, se están fijando si compran uno hoy y no saben si mañana van a tener para comprar el otro”.

A este contexto de crisis generalizada que impacta en las mujeres, se suma la peor cara de la violencia machista: fueron 49 los femicidios registrados en los dos primeros meses de 2024 por el Observatorio Ahora que Sí Nos Ven, uno cada 29 horas. 

Mientras el gobierno de Javier Milei desmantela las políticas públicas en materia de violencia de género, a nosotras nos siguen matando y desapareciendo. Las medidas económicas nos endeudan y deterioran cada día un poco más nuestras vidas. Pero por si queda alguna de duda dónde estamos, nos pueden encontrar en cada lugar donde hace falta un plato de comida, una merienda, ropa, haciendo malabares con los recursos. Estamos donde hace falta una palabra y haciendo lo que mejor sabemos hacer, luchar en las calles y en las tareas cotidianas, desde nuestros trabajos (las que aun los tenemos) y oficios. Los derechos conquistados no se negocian y los vamos a defender juntxs.  


*Licenciada y Profesora en Comunicación Social (Universidad Nacional de La Plata), y Especialista en Educación, Políticas Públicas y Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (Universidad Pedagógica Nacional). Participó de los testimonios que reunió la psicóloga y escritora María Dolores Galiñanes en su libro “Incesto. Una tortura silenciada”. Es feminista y militante de los Juicios por la Verdad, en casos de delitos de abuso sexual prescriptos.