En este nuevo informe de María Natalia Mazzei (Ecointensa) para Revista Cordón, vamos a conocer la importancia de la flora nativa en nuestra región, el trabajo que se realiza desde diferentes organismos y organizaciones, y la creación de bosques comestibles, para que “nos reconectamos con los saberes de nuestros antepasados y volvamos a desarrollar el hábito de cultivar y cosechar nuestros propios alimentos”.
Por María Natalia Mazzei
Quienes habitamos el conurbano, sabemos que no es lo mismo recorrer las veredas desiertas de Lanús, que las tupidas cuadras de José Marmol. La presencia de árboles habla de la identidad de los barrios, de su historia, de conservación, de desidia y también de revolución.
Según Cornelia Witschi, Coni (@co.niwi), bióloga y miembro de la Red de Jardines Silvestres de Almirante Brown, “la relación de las personas del conurbano con la flora nativa es ambigua. Por un lado es una zona en la que naturalmente crecen muchas plantas (tanto exóticas como nativas), y si bien históricamente, se nos impuso un modelo de ciudad con plantas traídas de otras regiones o continentes, cada vez hay más personas interesadas en conocer las plantas nativas”.
Pero, ¿qué es una planta nativa? Según el INTA (Instituto nacional de tecnología agropecuaria), “son aquellas que crecieron en un lugar determinado antes que llegue la llamada civilización”.
Respecto de la importancia de la flora nativa, la bióloga afirma que “brinda alimento y refugio, ya sea para aves como para insectos, entre ellos los polinizadores como las abejas, las avispas, los escarabajos voladores y las mariposas. Hay muchas de estas especies que necesitan de estas plantas para poder sobrevivir”.
Sin embargo, esto no es todo. Sembrar y proteger a las plantas nativas, tiene una relevancia cultural. “Cultivar plantas nativas es una especie de rebeldía, es una forma de reivindicar lo propio, lo originario y previo a la imposición de plantas de otras culturas y de otro modo de vida como una forma de colonización. Volver a lo original nos conecta con lo ancestral, con las características medicinales de muchas de nuestras plantas nativas, plantas que muchas veces se han ocultado o se las ha indicado como ‘yuyos’ o ‘malezas’.”
En plena crisis climática, cabe resaltar que nos encontramos frente a la urgencia de fomentar y conservar los espacios verdes, más aún en las grandes ciudades, donde la aglomeración de personas y la demanda habitacional va en aumento. En este contexto, una de las enseñanzas de la pandemia son los beneficios de contar con espacios naturales en las grandes ciudades, tanto para la recreación como para la conservación de la biodiversidad. Estos cumplen funciones vitales, como ser “amortiguadores de los impactos ambientales en las ciudades, así como también brindarnos servicios como la filtración del agua, la absorción de los ruidos y contaminantes, entre otros”.
A tal fin, actualmente participa en la red de jardines silvestres de Almirante Brown. Ésta es una red de vecinos y vecinas que se reúnen a intercambiar plantas y a divulgar conocimientos dando charlas y cursos. Asimismo, trabajan en conjunto con la granja municipal, con la que dan cursos sobre la flora nativa y su interacción con la fauna. Todo esto lleva a aportar a la conservación de estas especies.
En este sentido, a lo largo del municipio van formando pequeños espacios que funcionan como albergues y corredores, para que las especies puedan trasladarse de un espacio verde al otro. Trabajan en conjunto con la futura Reserva camino de las flores, sita en Longchamps, que fue declarada de interés municipal y nacional. Respecto de la misma, explica que este “es un predio que va a proteger pastizal, que es uno de los ambientes más amenazado en el país, ya que tiene muy poca protección a nivel nacional por ser de los primeros ambientes sobre los que se avanzó para la urbanización y el desarrollo de actividad agropecuaria. Los pastizales le dan refugio a aves que no pueden prosperar en otros ambientes, ya sean ciudades o bosques, permitiendo su conservación y desarrollo”.
Otras reservas con las que contamos son la Reserva Santa Catalina (Llavallol), Laguna de San Vicente, y Costera Municipal (EcoArea) de Avellaneda, todas ellas vitales para el desarrollo de una vida sana. No puede obviarse que, como expone Cornelia, “el mayor conflicto en el conurbano es el negocio inmobiliario que busca avanzar sobre la naturaleza y puja por sus propios intereses, sin contemplar la necesidad de conservar estos espacios que son fundamentales para nuestro propio desarrollo”.
Con la vista puesta en la difusión, la conservación y la generación de conciencia, Hernan Sforzini, forestador y productor musical oriundo del barrio de Lanús, dio nacimiento al movimiento “Planta y canta” (@plantaycanta) que, usando la música como puente, busca transmitir los beneficios, las bondades y la necesidad contar con árboles en el ámbito urbano.
Describe este espacio como “una red de vecinos conscientes, que cultivan árboles mayormente nativos, como así también frutales, medicinales y comestibles, de manera espontánea”. El movimiento nació aproximadamente en el 2013, en Lanús, que es el barrio donde más acciones han realizado, convocando artistas de la música que se acercan a cantarle a los árboles y colaborar en la reforestación a través de la plantación de nuevos ejemplares. Asimismo, elaboran material de difusión para las escuelas barriales, generando conciencia y denunciando la falta de árboles en el municipio, donde históricamente se han erradicado sin reposición, perjudicando así a todos los vecinos y a la biodiversidad de la zona.
Los beneficios de sembrar y plantar árboles nativos, son que, por un lado, “requieren de poco mantenimiento, se adaptan rápidamente a los suelos locales y a los regímenes de lluvias, por lo que no requieren de tanto riego. Asimismo, son más resistentes a las plagas”. De esta manera, no precisan de tanto trabajo por parte de los vecinos a la hora de cuidarlos una vez plantados. A su vez, otro beneficio es que “este tipo de árboles, permite una forma de interacción con la fauna que no se da con las especies exóticas. De hecho, al plantar árboles nativos, se puede observar cómo paulatinamente se van poblando de nuevas especies de aves nativas que hasta entonces no encontraban refugio”.
No obstante ello, también trabajan en la creación de bosques comestibles, y explica que esta decisión tiene como objeto “poner a disposición de las personas el acceso a alimento en forma gratuita, ya sean árboles de manzanas, de naranjas, de moras, de pitanga, etc. Es una forma de alimentar tanto a los seres humanos como a las aves de la zona”.
Pensar en veredas que brinden comida, es una forma de democratizar el alimento, de profundizar el el concepto de soberanía alimentaria y de apostar a un paradigma diferente al actual, en donde las personas nos reconectamos con los saberes de nuestros antepasados y volvamos a desarrollar el hábito de cultivar y cosechar nuestros propios alimentos.
Finalmente, Hernan comentó que para él, la relevancia de sembrar en el conurbano radica en “brindar soluciones en zonas donde pocas veces los municipios se comprometen con la conservación de la biodiversidad”, y es así como una vez más, los vecinos del conurbano se organizan y forman comunidad con un objetivo de bienestar y bien común.
María Natalia Mazzei, oriunda del partido de Lanús, es abogada egresada de la Universidad Católica Argentina y diplomada en el Programa de actualización de Políticas Públicas y Cambio Climático en la Universidad de Buenos Aires. Desde mayo de 2019, es activista ambiental y generadora de comunidad en redes sociales. Su trabajo puede encontrarse en distintas plataformas como Instagram y YouTube, así como también en su página web (www.ecointensa.com). Asimismo, es columnista de la sección EcoPerfil del Diario Perfil y colaboradora en la Agencia Nacional de Noticias Télam en la sección audiovisual “Ecointensa”.
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