Hace años, en Argentina se habla de la salida de la grieta y se ensayan caminos del medio. Sin embargo, siempre terminan ganando los extremos, aunque también es cierto que desde 2019 “la moderación” viene haciéndose un lugar más notorio en el debate público. ¿Cuál es el lugar del centro y cuáles sus recorridos posibles en la Argentina de hoy?

Por Julieta Waisgold*

 

Detrás de la idea de la unidad, hace más de diez años en Argentina intentaba aparecer un espacio de representación política para aquellos que no se sentían interpelados por la grieta. “La antigrieta”, “La avenida del medio” buscaba capturar la atención del tercio de la población que no estaba “ni de un lado ni del otro”.

Siguiendo la lógica de la tercera vía teorizada por Anthony Giddens, estas posiciones partían de la base de la superación de los antagonismos, lógica política que en otro contexto ya había sido ensayada por Fernando De la Rúa con su propuesta de “Nuevo camino”, con el que prometía compatibilizar crecimiento económico con desarrollo social.

Gran parte del discurso de estos terceros sectores se sostenía en la distinción con las otras dos propuestas. Los temas, los tonos y los enfoques parecían seleccionados para marcar la diferencia. Pensada como algo distinto, pero construida en una paradójica oposición a lo que existía, la “avenida del medio” no logró por sí sola, hasta ahora, ganar elecciones.

Sin embargo, desde 2019 y por distintas razones, las opciones moderadas cobraron más notoriedad en el debate público. El puntapié, quizás, fue la candidatura de Alberto Fernández, ungido ese año por su antigua enemiga política y actual vicepresidenta, Cristina Kirchner, y la rearticulación del peronismo detrás de esa candidatura. Pero ya en el poder y casi hacia el final de su mandato, el Presidente no logra posicionarse exitosamente como moderado, y con un discurso zigzagueante, su imagen quedó más asociada a los problemas de gestión y a la falta de narrativa que a sus otros atributos iniciales.

Al revés, con los gobernadores manteniendo perfil bajo y un Frente de Todos tensionado, en estos tres años Sergio Massa conquistó lugares dentro del Gobierno bajo la figura de moderador. Pero más allá de lo simbólico, no hay en el Frente de Todos un estilo de centro. No hay una voz cantante, no hay tampoco un discurso público en ese sentido.

Desde el lado de la oposición, en los últimos años también ganó terreno Horacio Rodríguez Larreta como la opción moderada de Juntos por el Cambio. Compartir escenario con el actual Presidente primero, y diferenciarse después, dinamizó la vocación presidencial del Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, quien hizo crecer el discurso de centro en un contexto en el que todo su partido, inclusive el expresidente Mauricio Macri, se empezó a desplazar hacia un lugar más radical.

Durante los comienzos de la pandemia, su discurso parecía sintonizar muy bien con la narrativa de los primeros pasos del PRO en la Ciudad. Ese partido que oficiaba de vecinalista y desideologizado e intentaba mostrarse como un hacedor eficiente. Sin embargo, con el paso de los meses e impulsado por el crecimiento competitivo de las opciones radicalizadas, entró en un registro altisonante en el que combinaba un tono medido con decisiones como la de la prohibición del lenguaje inclusivo en las escuelas.

«Gran parte del discurso de estos terceros sectores se sostenía en la distinción con las otras dos propuestas. Los temas, los tonos y los enfoques parecían seleccionados para marcar la diferencia. Pensada como algo distinto, pero construida en una paradójica oposición a lo que existía, la “avenida del medio” no logró por sí sola, hasta ahora, ganar elecciones».

Tal vez una de las consecuencias de ese zigzag haya sido que mientras antes subía en las encuestas, ahora baja sostenidamente y es opacado por Patricia Bullrich, expresión del ala dura de su partido. Cabe preguntarse entonces si es un haber de Larreta la construcción de un discurso de centro, o si la mayor novedad es en realidad la existencia de sectores radicalizados por los que el Jefe de Gobierno termina apareciendo como moderado.

Lo cierto es que si bien hoy, a diferencia de 2019, los dos partidos políticos mayoritarios tienen las opciones moderadas y las más ideologizadas puertas adentro, las segundas son las que tienen más peso público.

Por fuera de esas dos opciones, crece la figura de un candidato, Javier Milei, que tiene como principal atributo fundacional haber sido panelista de un programa de televisión. Un candidato que propone medidas extremas y difícilmente practicables, como la dolarización y el cierre del Banco Central. El electorado argentino se está moviendo, sí, pero ese corrimiento no parece apuntar necesariamente al centro.

Se habla en todo el mundo de la derechización social y Argentina no está exenta de ese fenómeno. Pero además parece haber algo que el ensayista español Santiago Alba Rico llamó “episemia” o dispersión del sentido, y tal vez por eso además de la derechización, en las encuestas aparecen algunos hallazgos sorprendentes, como que el 45% de los votantes posibles de Milei cree que el Estado debería tener un papel más activo en la economía  (Alaska/ Trespuntozero, febrero 2023).

Más allá de lo ideológico, los sectores duros de la derecha responden al descontento y a la apatía con tonos exasperados y formas estridentes. En este país en el que crecen las opciones radicales y en el que el clivaje de la grieta aún hoy se sigue llevando alrededor del 50% de las adhesiones, parece que no son los discursos que marcan diferencias espejadas, sino los disruptivos, los que están cobrando más volumen.

Cuando Tony Blair fue teorizado por Giddens con la tercera vía, había una nueva tradición para crear que Giddens veía en el fracaso de las experiencias socialdemócratas. La tercera vía no buscaba ser una alternativa más, sino que tenía en sí misma una vocación hegemónica.

Tal vez se trata de que el centro se tome a sí mismo más en serio y que si quiere ser una opción de poder, busque la forma de tener una gestualidad, pero sobre todo una voz política propia. La tarea no va a ser fácil si los que piensan la moderación creen que en un país con alrededor de un 40% de personas por debajo de la línea de pobreza la política puede funcionar como si fuera un desafío de gestión administrativa.

 


*Es periodista de TEA, abogada de la UBA y diplomada y maestranda en Comunicación Política de la Universidad Austral. 
Siempre le gustó la política y hace más de 15 años empezó a trabajar en comunicación buscando conocer y entender el detrás de escena. Sus primeros pasos fueron en el Congreso de la Nación y más tarde se desempeñó como asesora y coordinó equipos en distintas áreas del Estado Nacional. Trabajó en el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, en ACUMAR y en el Ministerio de Salud de la Nación. 
En 2019, coordinó el equipo de discurso de la campaña presidencial de Alberto Fernández. 

Hace ya algunos, junto a dos socios, creó Alaska, una consultora especializada en Comunicación Política, donde trabajan con distintos clientes del ámbito público y tercer sector en el diseño de estrategias de comunicación, comunicación de crisis y riesgo.
De manera autodidacta, en los últimos años se formó en lecturas sobre populismo y nuevas derechas. Y fueron esas lecturas las que la llevaron a hacer un curso de posgrado sobre teorías sociales y políticas posestructuralistas en Flacso. Está en desarrollo de su tesis de maestría.

Además, fue ponente en distintos congresos de Comunicación Política, como el de la Asociación Latinoamericana de Investigación en Campañas Electorales (ALICE) y la Cumbre Mundial de Comunicación Política. Escribe con cierta periodicidad en distintos medios nacionales, como Perfil y Página 12. 

Los que no la conocen suelen preguntarle si es politóloga. Ella contesta que es poeta y justiciera.