Desde el satélite es una mancha, una bestia negra que no detiene su marcha; supera los límites artificiales –rutas y caminos– y avanza quién sabe hasta dónde. Las urbanizaciones populares, los lugares con déficit de redes cloacales y agua potable, las poblaciones con necesidades básicas insatisfechas y los altos índices de desocupación tiñen el mapa de color oscuro cuanto más lejos está la avenida General Paz -la frontera política con la ciudad de Juan de Garay y Carlos Gardel. El Gran Buenos Aires es un escenario en construcción, una realidad que está a las puertas del Río de la Plata con lo urbano como provisional, nunca definitivo.
Cuando acercamos la lupa y el territorio se transforma en barrio ahí están los lugares que caminamos día a día y que, de tan cotidianos, resultan invisibles. Nada más obvio que la calle de nuestra casa, el almacén, la parada del colectivo o la estación ferroviaria. Se trata del paisaje de la vida que permanece más o menos igual –o eso creemos– en la rutina que supone ir de casa al trabajo y del trabajo a casa, en el mejor de los casos.
Sin embargo, la monotonía del viaje interminable que cruza la geografía del conurbano hasta llegar al destino, se transformó en una excusa para detener la mirada. El hombre y la mujer suburbana ponen el ojo y apuntan la cámara del teléfono inteligente para registrar algo que les llama la atención, que los convoca. De inmediato lo comparte por las redes sociales –que tiene como estrella indiscutible a Instagram– y ese ejercicio trivial se transformó en un posteo con decenas de comentarios de usuarios que aseguran haber visto lo mismo una y mil veces.
Así, el paisaje del barrio se transformó en una fuente de recursos estéticos donde intentamos que una coordenada resulte una revelación, algo único e irrepetible. Se trata de buscar una condición distintiva, lo particular de nuestro lugar en el mundo. Con ese acto, queremos develar un misterio y decirle al mundo que encontramos, de pura casualidad, el Santo Grial.
¿Cómo se elige un paisaje en un territorio tan extenso que convierte lo particular en invisible? Noelia Gómez integra Canción de radio –un proyecto de autoedición– junto a Darío Oliva y sostiene que “se trata de un paisaje que transitamos constantemente. Sin embargo, hay un criterio para elegir las imágenes porque la idea es retratar nuestra vida cotidiana. En el Gran Buenos Aires hay un montón de estéticas que diversas. Elegimos determinados lugares, cosas que nos llaman la atención y se nos ocurre que son características, como los cables enredados en un poste de madera que se está cayendo; uno pasa por ahí todos los días como si nada.Es un recorte de la realidad que tiene su poética, por eso el dibujo tiene que ver con cómo nos involucramos en el territorio donde vivimos, un lugar tan amplio que no lo podríamos abarcar en una sola producción”.
Leonardo Marino es fotógrafo y vive en Monte Grande. Hizo varias exposiciones con registros del conurbano y fue premiado por el Fondo Nacional de las Artes. Lo atrae el segundo cordón donde lo urbano se mezcla con lo rural. “Un día entendí que tenía que fotografiar lo que hablara de mí, por eso empecé con los lugares que transité toda la vida; primero fue el Camino de Cintura y ahí encontré la clave para el resto. Por otro lado, crecí con la cuestión de la vivienda en la cabeza y por eso tengo tantas imágenes de casas y barrios sociales. Además, mi familia viene de un pueblito del sur bonaerense así que la mirada la poso desde el campo hacia la ciudad”.
El método de trabajo de Marino es singular: “Siempre me involucro, no voy de turista por los barrios; hablo con la gente, me acerco para después alejarme. Armo una especie de ‘zona de confort’, genero una reciprocidad con quien hago la foto, lo hago cómplice de la toma y le pido que haga algo, aunque muchas veces interviene el azar y cambia los planes. Con todos interactúo, les pido permiso, retrocedo y les hago la foto; incluso tengo sus WhatsApp y les comparto la imagen. Armo una especie de mix entre lo documental y la puesta en escena, estoy en el límite”.
Una de las cuentas de Instagram que registra la región es @en_el_conu. La administra Federico quien vive en Monte Chingolo. Es autodidacta, “aprendí lo poco que sé sobre fotografía sobre la marcha”. “Se generó una especie de estética conurbana donde parece que prima lo decadente, lo bizarro, lo ridículo. Pero para mí la ‘estética conurbana’ es heterogénea y ecléctica producto de la diversidad de su población. Comprende las casonas en decadencia y las iglesias evangélicas. Según quién lo mire, el conurbano tiene una paleta distinta. Para algunos quizás sea gris y apagada, en blanco y negro. En mi caso lo veo a puro color, el de los carteles en las rutas, las flores en los jardines, el verde de los árboles un día nublado de verano, el colorido de los afiches de los boliches tropicales”.
@thewalkingconurban en Instagram se define en el perfil como “un paraíso pos-apocalíptico a minutos del Obelisco”. Tiene más de treinta mil seguidores y unas mil seiscientas publicaciones con decenas de comentarios y “me gusta”. Quienes arman el proyecto consideran que “hay un conurbano que vive en el siglo XXI, hiperconectado, que accede a formas de consumo propias del primer mundo y otro que vive en el siglo XIX, sin acceso a los servicios básicos y con una expectativa de vida de país subsahariano”. Otro fenómeno “es la fragmentación de identidades en un archipiélago de pequeñas pertenencias. Esa multiplicación de municipios y barrios genera que la percepción de la identidad, entendida como la pertenencia a un colectivo con un origen común, con problemas similares y con la misma capacidad o incapacidad de acceder a soluciones sea de un localismo cada vez más extrema. La razón por la que en la cuenta no damos la ubicación de las fotografías es por esto: cuando desnaturalizamos que una fábrica abandonada, que una zona deprimida no está en una zona en particular sino que es el paisaje que se repite ‘de Dock Sud a Tres de Febrero’ –parafraseando a Hermética–. Así, aquello que parecía parte normalizada del paisaje se convierte en una particularidad en sí misma, recobra su historia, pierde la excepcionalidad y se puede reconstruir el camino por el cual el conurbano se hizo y deshizo tantas veces”.
Joaquín es arquitecto y @exploradorconurbano que hace foco en la “arquitectura del conurbano bonaerense”. Considera que “con Instagram empezamos a observar más detenidamente, a mirar hacia arriba” en un territorio “bastante desigual y que parece infinito”. “Está lleno de joyas arquitectónicas, siempre encuentro algo digno de retratar”, asegura. Sus registros son de casas y edificios que en su conjunto resulta un catálogo sorprendente por la diversidad estilos. Los usuarios le recomiendan lugares “que anoto en el mapa y luego las cito al pie de la foto”.
La cuenta que utiliza un recurso inusual para retratar el territorio es @conurmaps, un “Google Maps del Conurbano”. “Me parece una locura que uno puede conocer de manera directa las calles de casi cualquier país del mundo. A veces encontraba cosas raras o graciosas, capturaba la pantalla del celular y las pasaba a amigos y amigas hasta que uno me recomendó la idea de abrir la cuenta de Instagram. Así nos entusiasmamos con la idea de mostrar este lugar al mundo, representarlo lo más real posible”. Las imágenes son capturas de pantalla de Street View. “El auto de Google Maps tiene una cámara 360º pegada al techo y captura una especie de video detenido en el cual uno puede avanzar y recorrer las calles. Esto me encanta porque es imparcial, captura todo lo que está a su alrededor sin ninguna intencionalidad e irrumpe muy poco con el entorno. Es un auto que pasa, capta a las personas de improviso en distintas situaciones que no son actuadas ni exageradas por nada ni nadie”.
Sobre la selección de fotos “puedo decir que hay cosas que se ven muy seguido como los autos antiguos, las piletas ‘Pelopincho’ en la vereda o en el patio de adelante, chicos sentados en la vereda, perritos sueltos, mucha casa en construcción con obreros trabajando. Y algo típico es ver en las puertas de las casas las botellas con pis de mujeres que lo donan”.
La fotografía y el dibujo son herramientas para contar una épica urbana que se multiplica por millones y tienen tantas facetas como barrios y territorios. Lo importante es contar una historia que condensa migraciones internas, inmigraciones que suponen desarraigos, industrializaciones fallidas, edificaciones precarias o definitivas, abandonos y reencuentros, victorias y derrotas. En definitiva, un proceso colectivo de construcción de un bien social como el barrio o la ciudad que nunca será descubierto totalmente porque muta y se transforma permanentemente.
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