Cristina Fernández de Kirchner se enfrenta a un escenario político protagonizado por una crisis económica a nivel nacional, y de comunicación con el presidente Alberto Fernández. En esta nueva entrega para Cordón, el autor analiza la imagen y los movimientos de la actual vicepresidenta, de cara a las elecciones del 2023.

Por Pablo Lapuente

 

La interna a cielo abierto en el Frente de Todos, entre albertistas y cristinistas, sacó en la última semana un capítulo hasta ahora inédito sobre las candidaturas de cara a las próximas elecciones y que lleva como título “Cristina Presidenta 2023”. Así lo hicieron saber uno detrás de otros dirigentes de distintos puntos de la provincia de Buenos Aires, muchos de ellos con puestos relevantes en el gobierno, que van desde el jefe de Asesores bonaerense, Carlos Bianco, hasta los intendentes Mario Secco y Pablo Zurro, y el diputado nacional Walter Correa. Sin eufemismos, a más de un año del inicio de la campaña ejecutiva, le pusieron nombre y apellido a la posible postulación, acaso atentos a buscar otra salida a la grave crisis económica de la actualidad que, pese a las muestras de recuperación, todavía se lleva puesto el salario real, hoy hundido en el quinto subsuelo del edificio nacional por la inflación, la deuda con el Fondo Monetario Internacional, que no hay que olvidar es la más grande de la historia del organismo, y la herencia macrista en otras áreas.

Si bien es cierto que el propio Alberto Fernández aseguró que quiere una gran Primaria Abierta, Simultánea y Obligatoria (PASO) el año que viene, las diferencias entre las partes, y el desgaste de su imagen presidencial, hicieron que el clamor por Cristina hiciera más eco del esperado. «Quiero que en 2023, desde el Presidente al legislador, lo elijan los compañeros del Frente de Todos”, había dicho el exjefe de Gabinete de Néstor Kirchner el 21 de noviembre del 2021 en el marco del Día de la Militancia Peronista, rodeado de sus incondicionales, la CGT y los movimientos sociales, que después de aquella fecha volvieron a diferenciarse del ala kirchnerista en el Día del Trabajador y la Trabajadora con un acto propio.

El único cristinista que fue a contramano de las voces que pedían por Cristina 2023 fue el ministro de Desarrollo para la Comunidad, Andrés Larroque, que hizo raid mediático un par de días después de Bianco para decir que no era momento de hablar de candidaturas y que pretendía que todas y todos los funcionarios se concentren en la gestión.

Pese a eso, aquel grupo no fue el único que pensó en las urnas del próximo año. De hecho, el propio Axel Kicillof dio numerosas señales de avanzar en una estrategia reeleccionista, que incluye desde su plan 6×6, del que dio cuenta Revista Cordón, hasta la reanudación de las recorridas por la provincia de Buenos Aires en modo 2019: mateadas con vecinos y vecinas y encuentros en lugares públicos, muchas veces escoltado por su mano derecha, que volvió a cargar nafta al Clío y salió otra vez a la ruta. Lo mismo Mayra Mendoza. Mucho más explícita, adelantó hace poco que intentará ir por un mandato más en Quilmes, después de que la boleta legislativa del Frente de Todos en 2021, que no llevaba ni su nombre ni su rostro, pero sí su respaldo, lograra revertir un resultado adverso frente a Martiniano Molina.

Al igual que Kicillof, otro indiscutido del justicialismo bonaerense, Martín Insaurralde tampoco se quiere meter en la discusión electoral, ni en público ni en privado, pero algunos de los que lo conocen lo ven concentrado en la gestión pública bonaerense y en el ordenamiento político de Lomas de Zamora sin perder de vista su viejo anhelo de sentarse en el sillón Dardo Rocha el 10 de diciembre de 2023. Quizá lo aliente ahora sus años de experiencia en un distrito complejo, pero también su estrecha relación con algunos de los otros líderes del espacio como Máximo Kirchner o Sergio Massa, ambos, por ahora, sin un hombre o mujer en condiciones de pelear por la Gobernación en el caso que Kicillof no se anote.

A propósito de esto, hace unos meses, algo antes de que estallara la crisis que cortó la comunicación entre Alberto y Cristina, un hombre de la extrema confianza del tigrense aseguró a este medio que el objetivo político de Massa, por sobre todas las cosas, es llegar a la Presidencia y si, para lograrlo debía ceder en acuerdos tanto la pelea por la provincia de Buenos Aires como la posibilidad de disputar distritos, lo iba a hacer. Algunos hechos parecen demostrar esta idea: hoy el Frente Renovador no tiene dirigentes propios para la provincia, cuando hace siete años tenía una larga fila de aspirantes entre los que se encontraban Felipe Solá, Darío Giustozzi, Francisco De Narváez y Mónica López, y tampoco los tiene en la amplia mayoría de los distritos gobernados por la oposición. Con chances reales de llegar a un Ejecutivo local se puede contar a Nicolás Russo por la sucesión de Néstor Grindetti en Lanús y no mucho más.

Por su puesto, el caso de la vicepresidenta es paradigmático. Hace falta una simple mención en medios o redes sociales para que la oposición rabiosa que la enfrenta especule con una ingeniería electoral detrás de eso. Incluso, una fuente relevante que trabaja junto a un intendente del PRO en el conurbano reconoció a Revista Cordón que analizaron la posibilidad de una candidatura de Cristina a la Gobernación, para retener así el principal padrón electoral del país. Improbable, y hasta ¿descabellado?, tal vez sustenten este escenario después de haber sido testigos de una serie de movimientos de la expresidenta a lo largo de los años que obligó a todo el arco político a adecuarse o cambiar estrategias para contrarrestarla.

Cristina presidenta, gobernadora o primera candidata senadora nacional al margen, vale recordar el hermetismo con el que diseñó – junto a Massa – quedarse con el lugar de la segunda minoría en el Consejo de la Magistratura o, por supuesto, la fórmula que armó con el ex funcionario de su esposo en plena decadencia macrista. “Le he pedido a Alberto Fernández que encabece la fórmula a presidente que integraremos juntos, él como candidato a presidente y yo como candidata a vice en las PASO”. Aquella frase todavía exalta a muchos funcionarios y legisladores del Frente de Todos por su ingeniosa salida, casi tanto como hoy los desanima por el rol moderado que tomó el presidente en las políticas de gobierno después de haber sido bendecido por su dedo.

Si de algo aprendió Cristina del pasado, o eso parece por cada nuevo camino que toma, es de los grandes errores. Hace unos días un dirigente que fue funcionario de Daniel Scioli recordó en diálogo con este medio una reunión privada en 2015 entre la presidenta, el gobernador bonaerense y su par de Tucumán, Juan Manzur, en el que tenían como tema de debate el Impuesto a las Ganancias. Proponían subir el piso, que miles de camioneros dejen de pagar el impuesto en una Argentina creciente, con un dólar de una cifra, y sin deudas, y ganarse así nuevamente la confianza de Hugo Moyano. El rechazo de la primera mandataria en aquella reunión, que debía dejar el sillón de Rivadavia algunos meses después, fue implacable. Seis años después, otra vez con el peronismo en el poder, y en plena pandemia acompañó la propuesta de Massa para que un millón 300 trabajadores y jubilados dejen de pagarlo. El tiempo dirá si para ella el presidente, elegido por el voto popular pero entronado por su volumen electoral, fue una falla en las piezas de la ingeniería que tenía en su mente, o no.


*Pablo Lapuente es redactor acreditado en la Legislatura de la provincia Buenos Aires. Licenciado en Periodismo (UNLZ), productor en radio y televisión. Trabajó en medios de comunicación bonaerenses y nacionales.