Por Claudia Bracchi*

 

El 23 de abril compartimos una jornada histórica y necesaria. La Marcha Universitaria Federal fue esperanzadora y provocadora de sentido profundo. Más allá de las especulaciones injustas, el hostigamiento y las difamaciones, allí estuvimos todas y todos, presentes, unidos más allá de las diferencias, alzando fuerte nuestra voz. La comunidad en su conjunto, desde cada rincón de la Patria, salió a la calle con un mensaje claro: la defensa de la Universidad Pública, la Ciencia y la Educación Pública como lo que es y será siempre, un derecho.

En las aulas de las Universidades se aprende a comprender la complejidad del mundo. Allí se construye la educación pública, libre, gratuita y de calidad, aquello común que nos llena de orgullo y que nos hace distintos a otros países, a tantos países. De ahí la histórica movilidad social ascendente, una educación enraizada en ampliar las posibilidades para todas y todos: para el hijo del albañil, de la enfermera, o para la hija del comerciante o de quien trabaja en casas particulares. Todas y cada una construcciones sociales potentes, una síntesis que simboliza los sueños y anhelos de este pueblo argentino orgulloso de su educación pública, esa que torció destinos, que abrió puertas, que posibilitó mejores condiciones de vida de tantos.

Tal vez por eso tuvo lugar lo masivo y lo contundente. Fue un punto de inflexión.

Frente a los discursos mesiánicos, a los ademanes irracionales e histriónicos, a la “fe en el mercado”, a las “fuerzas del cielo” y a la “motosierra eterna”, el pueblo argentino eligió la liturgia de preservar aquello que siempre resultó una verdadera y real esperanza en un futuro mejor: estudiar. Ya no se trata de una fe ciega que nos trasciende y nos esperanza, se trata de confianza. No es una confianza ciega. En ese sentido, y recuperando a la filósofa francesa Laurence Cornú, la confianza es una condición de posibilidad indispensable para que la enseñanza y el aprendizaje ocurran, no puede imponerse ni exigirse.

Por eso la confianza del pueblo argentino es una construcción, el pueblo confía en la educación y en la universidad pública, y otorga esa confianza porque reconoce en ella las condiciones de posibilidad para que sus hijos tengan una vida mejor.

A contrapelo de las acusaciones de “adoctrinamiento”, el pueblo argentino elige dejar su ingenuidad en las aulas, aprender, indagar, discutir. Esto siempre ha incomodado a un sector de la sociedad. Un personaje del emblemático “M’hijo el dotor”, de Florencio Sánchez, dice: “Estudiar, estudia, pues tiene buenas clasificaciones y los diarios hablan de él, pero se le han metido en el cuerpo unas ideas descabelladas y hasta creo que le da por ser medio anarquista o socialista y no cree en Dios”. Esa obra fue escrita en 1903 y nos deja claro que siempre existió este discurso del estudiante como “sospechoso”: claramente, es quien se opone a creer por creer, a reproducir, a adorar ídolos falsos, se toma el trabajo de informarse, indagar, poner evidencia las falacias y exige argumentos serios. Si eso es “adoctrinar”, ojalá sigamos haciéndolo.

Es por ese motivo que no aceptamos que se avance contra las Universidades. Porque se trata de un límite identitario. Porque nuestra convicción está puesta en ese derecho, en esa esperanza. Nos encontró a todas y a todos en nuestro irrenunciable.

Lo que acontece no son casualidades y el ataque a la educación pública, a las Universidades y a sus docentes es una decisión política porque a lo largo de la historia no pudieron con ella, ni pudieron con las maestras y los maestros, las profesoras y los profesores.

En las escuelas, desde que se comienza hasta cuando seguís formándote en instituciones de Formación Docente o Técnica o en las Universidades, aprendés a pensar, a discutir, a preguntar, a disentir, a defender tus ideas, a revisarlas y a argumentar lo que se piensa y se cree. Esto da cuenta que allí, todos los días sucede y acontece el conocimiento. Lejos de adoctrinar, allí se enseña y se aprende.

Además, en las instituciones educativas de todos los niveles de enseñanza y ámbitos donde se desarrollan las actividades educativas, hay quienes piensan como vos y otros que no. No todos piensan lo mismo. ¿Es eso lo que los enoja, o es que no pueden con ello?

 

El tiempo de las calles

Este breve texto se propuso analizar el contexto actual, la Marcha Federal Universitaria, la Educación Pública, la insistencia sobre el adoctrinamiento. Se buscó, además, ir un poco más allá, para dejar explicitado qué se busca y qué se dice con todo esto.

Ante el avasallamiento, se ocuparon las calles en un canto unificado que dio cuenta de la potencialidad de la educación pública, la fuerza emancipadora que tiene. Se defendió lo que sucede todos los días en las miles de escuelas argentinas y de las Universidades todas, orgullo nacional.

No lo lograron en el pasado. No lo lograrán en el presente, más allá de los medios de comunicación, más allá de los recursos tecnológicos y las redes, más allá del cierre de los medios públicos, más allá de los despidos, maltratos y destratos, la educación pública tiene la fuerza de dar la batalla simbólica y cultural de seguir formando a millones de niñas, niños y jóvenes para la Democracia, para ejercer su ciudadanía plena y para enfrentar adversidades.

La unidad como esperanza nos moviliza, como la justicia social, el bien público, en un proyecto de país donde haya acceso universal a la educación, a la salud, al bienestar. Esa gran diferencia nos define y nos obliga a unirnos. Tenemos que hacer frente a sectores muy poderosos, que como ya demostraron, tienen todas las herramientas para devastar el país de manera impune e irrestricta. Mientras seamos cientos de miles, tenemos la responsabilidad de custodiar el bien público.

Es el tiempo del pueblo, de las y los estudiantes, de las y los docentes, de las trabajadoras y los trabajadores, es el tiempo de las calles y los lugares de trabajo para analizar y debatir. Serán las escuelas y las Universidades los espacios desde donde seguir construyendo.

Argentina y los países de la región, sin dudas, siempre son una esperanza, el sueño que no han logrado destruir. Que la fuerza de las mayorías sea un destino inexorable.

 


*Es Profesora en Ciencias de la Educación por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FAHCE) de la Universidad Nacional de la Plata (UNLP) y Magíster en Ciencias Sociales con orientación en Educación por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).

Además, es Profesora Titular de Política e Instituciones Educativas del Profesorado de Trabajo Social (Facultad de Trabajo Social, UNLP), en la Cátedra Fundamentos de la Educación de la Facultad de Bellas Artes (Facultad de Arte, UNLP) y del Seminario de Posgrado “El derecho social a la educación. La escuela en perspectiva de derecho”, de la Especialización en Educación, Políticas Públicas y Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes (UNIPE); y Profesora Adjunta en la Cátedra de Sociología de la Educación de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UNLP).

También es docente de distintos seminarios de grado y posgrado de la UNLP, de la UNIPE y de la UNLZ, investigadora de la UNLP/UBA y autora de libros y capítulos de libros, artículos en revistas especializadas y materiales didácticos.

Coordinó la elaboración de diseños y propuestas curriculares de niveles y modalidades del sistema educativo bonaerense y fue responsable de la elaboración y aprobación de normativa educativa. Fue Directora Provincial de Educación Secundaria (2007-2015) y Subsecretaria de Educación (2019-2023), en la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires.