Los escenarios actuales y futuros son importantes para el gobierno, pero tal vez no tanto como el respaldo popular que históricamente ha conseguido en el conurbano bonaerense. En esta publicación, analizamos la campaña del Frente de Todos a tres semanas de las elecciones legislativas de noviembre. Cambios de gabinete, Alberto Fernández y su cuaderno de demandas, y surgimiento de expresiones liberales que rozan lo fantástico.
Por Pablo Lapuente
Si hay algo en lo que piensan las dos principales fuerzas políticas es en el largo plazo, mucho más allá de las tres semanas que faltan para las elecciones, y menos de dos meses para la conformación de las nuevas cámaras legislativas. Aunque es el Frente de Todos el que se juega parte de su futuro político y los dos años que le quedan de mandato, que podría atravesarlo bajo el slogan en marcha de la reconstrucción social y económica que pregona o, por el contrario, estancado en la crisis provocada por la pandemia y los desatinos de gobierno y franqueado por una oposición cada vez más dura y envalentonada por el triunfo de las primarias.
Acaso los cambios de gabinete de Alberto Fernández y Axel Kicillof, el giro en la estrategia de comunicación de campaña que pergeñó el asesor catalán Antonio Gutiérrez Rubí, y la aceleración de las políticas de gestión van en ese sentido: el de mantener la unidad del frente oficialista en las diferencias, sobre todo después de la tormenta posterior a la derrota que amenazó con un quiebre político, y persuadir nuevamente al electorado históricamente afín al peronismo, sin que eso signifique un triunfo el 14 de noviembre. En otras palabras, quienes lideran el Frente de Todos sintieron el temor de volver a perder el gobierno ante una oposición mucha más unida y extrema que la que enfrentaron en 2015 cuando Mauricio Macri y María Eugenia Vidal eran todavía una promesa de prosperidad y no cargaban, como hoy, con el pesado currículum del ajuste, y advirtieron que el objetivo es intentar minimizar la diferencia electoral del 12 de octubre pasado y comenzar a pensar en la reelección en dos años.
Para eso, en la provincia de Buenos Aires hubo cambios trascendentes: el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, se sumó como jefe de Gabinete en reemplazo de Carlos Bianco; su par de Malvinas Argentinas, Leonardo Nardini, como ministro de Obras Públicas en el que lugar que ocupó desde el inicio de la gestión Agustín Simone. Los desplazamientos, más que las incorporaciones, fueron resistidos por el gobernador, que finalmente cedió ante la necesidad de ganar volumen político y acelerar la apesadumbrada burocracia estatal que impedía avanzar con obras públicas o aplicar políticas sociales con la rapidez y la eficacia que requería un contexto de crisis excepcional.
Buena parte de los jefes comunales del Frente de Todos, e incluso varios de la oposición, festejaron los cambios que tuvo su correlato no sólo en la reactivación de obras y en el diálogo directo entre las distintas fuerzas que componen la coalición oficialista, sino también en el avance de proyectos legislativos. De hecho, la semana pasada el Ejecutivo logró que la oposición, que controla con su mayoría los movimientos del Senado bonaerense, acompañara un pliego para designar a Alejandro Formento, un abogado que responde a Kicillof, como director del Banco Provincia, y un proyecto de ampliación de la eximición del impuesto inmobiliario para distintas actividades afectadas por la pandemia, sobre todo hoteleros y gastronómicos.
Quizá la incorporación de Cristina Álvarez Rodríguez, sobrina nieta de Evita con larga trayectoria en el justicialismo, en reemplazo de Teresa García en el Ministerio de Gobierno merezca algunos párrafos aparte. Es que pese a que se descuenta que la sanisidrense volverá al senado bonaerense en diciembre, su rol dentro del gabinete era destacado a un lado y otro de la grieta. Incluso el intendente de Lanús y jefe de Gabinete de Juntos, Néstor Grindetti, le dijo a este cronista que la solía llamarla “Santa Teresa”, en referencia a que era de las pocas que se prestaba al diálogo y las intenciones de resolver problemas propios de los municipios, sin importar el color político. Probablemente la flamante designación de Álvarez Rodríguez, como las de Insaurralde y Nardini, respondan a una decisión más amplia en la que juega también la estrecha relación de los tres, y sus vínculos con el líder de La Cámpora, Máximo Kirchner.
En cualquier caso, en el gobierno saben que deben desprenderse del microclima político que se esconde tanto detrás de los muros de la Quinta de Olivos, como de los de Calle 6, donde se encuentra la Gobernación bonaerense. Los cambios mencionados tanto como la política parecieran ir en ese sentido, y el cuaderno en mano de Fernández en el que anota problemáticas y demandas de la población en sus nuevas charlas con vecinos y vecinas, o el regreso de Kicillof a las plazas públicas y las mateadas, son un ejemplo de eso.
Por supuesto que quedan agendas más difíciles de resolver. La propuesta de un acuerdo amplio tanto de Sergio Massa como de Horacio Rodríguez Larreta parece ser necesario en este momento histórico, aunque no son pocos los que dicen que irá irremediablemente al fracaso si lo llevan a cabo, ya que es muy probable que no se pueda sostener en el tiempo hasta que Cristina Fernández y Mauricio Macri se sienten en una misma mesa, y de ahí salga una fotografía que se enmarque en algunos puntos que sirvan para edificar políticas de Estado. Por ejemplo, cómo se parará la Argentina frente al Fondo Monetario Internacional, una entidad que Néstor Kirchner le quitó su poder de influencia sobre las medidas nacionales y el macrismo devolvió en todo su esplendor al solicitarle el préstamo más grande de su historia. Un tema complejo que incluso tiene sus diferencias dentro del propio peronismo.
De todos modos, la cúpula moderada de Juntos pareciera cada vez más inclinada a pedir un acuerdo que a llevarlo a cabo realmente. La cercanía de las elecciones, el resultado triunfante de las primarias, y el instinto de volver a saborear el poder en tan sólo dos años, los lleva a mostrar una postura cada vez más radicalizada, que se acrecienta día a día ante la amenaza de perder votos por derecha, con el surgimiento de expresiones liberales que rozan lo fantástico como las de José Luis Espert en la provincia o Javier Milei en la Ciudad. En este contexto, es una preocupación real para el oficialismo las advertencias que hicieron en la oposición de ir por la presidencia de la Cámara de la Nación, e incluso replicar la misma modalidad en otros ámbitos legislativos.
Los distintos escenarios actuales, tanto como los posibles resultados de noviembre, son importantes para el gobierno, pero tal vez no tanto como el respaldo popular que históricamente ha conseguido en el conurbano bonaerense, esa región enormemente poblada que rodea a la Capital Federal y que ha sido el sustento de las políticas más audaces del peronismo. No por nada, ya en su momento, Néstor Kirchner lanzó su campaña presidencial en Lanús, distrito que este fin de semana fue elegido nuevamente por el kirchnerismo para realizar un acto homenaje bajo el lema “imitemos el ejemplo”, del que participó el hijo del expresidente, la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, la diputada nacional Daniela Vilar, y numerosos dirigentes territoriales.
Iniciativas políticas de este tipo se replican en otras ciudades, conscientes de que en los últimos comicios votó apenas el 66,7% del padrón electoral del país, en el que el conurbano bonaerense que concentra el mayor porcentaje no fue la excepción. Fueron las primarias con menos participación desde que existen las PASO. En el Frente de Todos saben que todavía hay un enorme caudal de personas por ir a buscar y, acaso, persuadir con un argumento que se entremezcla entre las propuestas propositivas de salir de la crisis, del #Sí que diseñó Gutiérrez Rubí y la advertencia siempre latente de que puede regresar el macrismo al poder.
Pablo Lapuente es redactor acreditado en la Legislatura de la provincia Buenos Aires. Licenciado en Periodismo (UNLZ), productor en radio y televisión. Trabajó en medios de comunicación bonaerenses y nacionales.
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