El oficialismo intenta juntar sus partes y desandar sus internas para mantenerse competitivo en el test electoral de este año.

Por Pablo Lapuente*

 

En el inicio del año electoral, la inconexa coalición de gobierno del Frente de Todos (FdT) intenta plantearse reconciliar sus partes y volver a marcar en conjunto un rumbo político y electoral. Si bien ese objetivo fue deseado desde hace al menos dos años – cuando el oficialismo perdió la elección en la provincia de Buenos Aires y Cristina Fernández comenzó a marcar posturas cada vez más críticas sobre el rumbo de la crítica economía – recién ahora comenzó a tomar forma, aunque aún no se sabe si tendrá éxito. Por necesidad y urgencia, los líderes partidarios que el 17 de febrero se reunieron en la sede del PJ porteño lo necesitan: por un lado, la inflación no cede, y los salarios no logran recuperarse después de cuatro años de gobierno de Cambiemos, y otros tres de desatinos de Alberto Fernández; y, por el otro, Juntos por el Cambio, pese a todo, se volvió a entusiasmar con la idea de que uno de los suyos vuelva a sentarse en el sillón del poder después del 10 de diciembre.

Ayer, en el discurso que brindó en la apertura de sesiones, Fernández sumó algunos gestos: defendió a Cristina –quien lo escoltó en el Congreso y acompañó todo su discurso sin mostrar desaprobación-, expuso fuertes críticas a la Justicia y habló de la “inhabilitación política” de la expresidenta, en lo que algunos leyeron como un intento de sanar la dura interna oficialista de cara al desafío electoral de este año, al tiempo que ponderó sus tres años de gestión, signada por la crisis económica heredada, la pandemia y la guerra en Ucrania, pero que aún así le permitió mostrar crecimiento económico y algunos otros logros a los que la inflación, sin dudas, destiñe.

En la reunión de la calle Matheu para definir la estrategia del FdT, la postura pública más clara fue la de pedirle a vicepresidenta que “revea” su decisión de no competir en las elecciones de este año, y definir a partir de ahí una “estrategia contra su proscripción”. A principios de diciembre, al exponer a través de YouTube una serie de puntos sobre la causa Vialidad y tras varias críticas al partido judicial, Cristina había asegurado: “El 10 de diciembre del 2023 no voy a tener más fueros, así van a poder dar la orden de que me metan presa. Sí, presa, pero nunca una mascota. No voy a ser candidata a nada, ni a presidenta, ni a senadora, mi nombre no va a estar en ninguna boleta. Termino el 10 de diciembre y me vuelvo a mi casa”.

Si bien, en rigor, Cristina puede presentarse a elecciones, ya que su condena a no ejercer cargos públicos debe pasar todavía por otras dos instancias superiores -la Cámara Federal de Casación y la Corte Suprema de Justicia de la Nación- hay en torno a ella una movida político-judicial que intenta marcarla con la mancha venenosa en un año determinante. De ahí que la mesa política del FdT haya estado integrada por todas sus partes, con especial presencia de dirigentes que responden al ala cristinista, y que el oficialismo intente aunar una estrategia para no cederle el poder, nuevamente, a Juntos por el Cambio.

Dijeron presente en aquel encuentro que duró cerca de seis horas 33 personas, 12 de ellas parte del armado íntimo de la expresidenta: el líder de La Cámpora y presidente del PJ bonaerense, Máximo Kirchner; el ministro del Interior de la Nación, Wado De Pedro; el ministro de Desarrollo de la Comunidad bonaerense Andrés Larroque, la senadora Anabel Fernández Sagasti, los gobernadores Axel Kicillof y Jorge Capitanich, el intendente de Ensenada, Mario Secco, la intendenta de Quilmes Mayra Mendoza y los representantes sindicales Pablo Moyano, de Camioneros, Hugo Yasky, de la CTA, Sergio Palazzo, de los Bancarios y Abel Furlán, de los metalúrgicos.

La fotografía de la cumbre sirvió también para mostrar nuevamente al cristinismo y lo que queda del albertismo en un mismo plano. De hecho, Máximo Kirchner y el Presidente se volvieron a ver después de mucho tiempo: la última vez había sido cuando el diputado lo visitó para anunciarle que renunciaría a la presidencia del bloque oficialista por disidencias con el ministro de Economía, Martín Guzmán, que por ese entonces estaba negociando con el FMI la deuda que le dejó la gestión macrista.

Por supuesto, también estuvo el presidente de la Nación, Alberto Fernández, varios de sus escoltas como el flamante jefe de Gabinete, Agustín Rossi, y la ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz; y la presidenta de la Cámara de Diputados, Cecilia Moreau, principal representante del ministro de Economía y líder del Frente Renovador, Sergio Massa, que llegó al encuentro en su tramo final.

“Quienes integramos esta mesa tenemos como responsabilidad disponer las acciones necesarias para impedir la proscripción de la compañera vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, cuyo liderazgo y potencia electoral no nos puede ser arrebatado”, plantearon en el comunicado que firmaron en conjunto, titulado “Democracia sin proscripciones, unidad para transformar”, un título y contenido que fue leído como un triunfo de los sectores cristinistas por sobre sus aliados del frente.

La fotografía de la cumbre sirvió también para mostrar nuevamente al cristinismo y lo que queda del albertismo en un mismo plano. De hecho, Máximo Kirchner y el Presidente se volvieron a ver después de mucho tiempo: la última vez había sido cuando el diputado lo visitó para anunciarle que renunciaría a la presidencia del bloque oficialista por disidencias con el ministro de Economía, Martín Guzmán, que por ese entonces estaba negociando con el FMI la deuda que le dejó la gestión macrista.

Pese al clamor por Cristina de sus incondicionales, aún no se sabe si la vice volverá a integrar una boleta, y este escenario limita al oficialismo a construir una estrategia electoral, casi tanto como el titubeo del Presidente de competir por un nuevo mandato. Dicho de otro modo, los líderes partidarios, movimientos sociales y sindicatos, algunos de ellos con candidatos propios a la presidencia, no pueden avanzar con propuestas electorales hasta no saber si Cristina será candidata o no, ya que es hoy la figura con mayor caudal de votos, muy por arriba de Alberto, que, hay que decirlo, tampoco se sabe qué hará de su futuro político.

Aún así, el entorno del primer mandatario lo empuja a que vaya por la reelección, incluso si eso significa competir dentro de una PASO. Hay que recordar que hasta ahora ningún presidente argentino tuvo internas con su propio espacio, lo que hace este escenario muy improbable. Algunos creen incluso que someter al Presidente a esa instancia, en la que no tiene asegurado absolutamente nada, lo pone en una situación muy crítica, que podría agravarse en términos institucionales si es que pierde la elección. Las PASO serán el 13 de agosto y las generales el 22 de octubre, y el traspaso de mando recién el 10 de diciembre.

Por fuera del Presidente y la vicepresidenta, hay otros nombres que, cada uno a su manera, también intentan seguir todos los pasos del manual clásico de candidatos presidenciales. El primer lanzado de manera pública fue el embajador argentino en Brasil y exgobernador bonaerense, Daniel Scioli, que ya se midió durante la temporada en Mar del Plata: paseó por la rambla, se dio un chapuzón en la playa ante la mirada atenta de miles de turistas y curiosos y se abrazó con dirigentes de distintos espacios.

Si bien no lo expresan de manera explícita también se puede contar a De Pedro, uno de los principales exponentes del cristinismo; el exjefe de Gabinete, Juan Manzur, que había llegado a la Casa Rosada con la idea de darle volumen político al gobierno y se fue de la gestión nacional sin mérito alguno y con la esperanza de ganar la vicegobernación de su provincia; y el ministro de Economía, Sergio Massa, quizás el candidato mejor posicionado después de Cristina, que no compite sólo contra sus pares del FdT sino, fundamentalmente, contra el tiempo.

… los líderes partidarios, movimientos sociales y sindicatos, algunos de ellos con candidatos propios a la presidencia, no pueden avanzar con propuestas electorales hasta no saber si Cristina será candidata o no, ya que es hoy la figura con mayor caudal de votos, muy por arriba de Alberto, que, hay que decirlo, tampoco se sabe qué hará de su futuro político.

Es que, el exintendente de Tigre sabe que si desea ser competitivo, y meterse de manera natural en la contienda por el sillón de Rivadavia, primero deberá frenar la inercia inflacionaria que empuja desde varias gestiones económicas anteriores. Hasta ahora no lo logró, pero en el equipo de Massa aún se muestran optimistas, y remarcan que desde que tomó las riendas del Ministerio logró no sólo acumular reservas y dar cierta previsibilidad económica, sino que también contribuyó a ordenar la política interna.

Como sea, todo indica que más allá de estos gestos públicos de mostrar unidad, a la amplia mesa de Todos deberán sentarse nuevamente las tres principales figuras de la coalición – Alberto, Cristina y Massa – si quieren presentar una propuesta competitiva para enfrentar a la principal alianza opositora, Juntos por el Cambio, que también atraviesa una fuerte interna por sus propias candidaturas y tampoco parece tener propuestas que lo reconcilien con el electorado después de su fallida experiencia de gobierno.

 


 

Pablo Lapuente es redactor acreditado en la Legislatura de la provincia Buenos Aires. Licenciado en Periodismo (UNLZ), productor en radio y televisión. Trabajó en medios de comunicación bonaerenses y nacionales.