Mientras el Gobierno Nacional y el Gobierno porteño anuncian que revisarán los contenidos oficiales de Educación Sexual Integral y empiezan a bloquear y dar de baja el acceso a los materiales, una respuesta desde la experiencia docente: ¿por qué es tan importante defenderla en las aulas para que las chicas y los chicos puedan ejercer sus derechos con libertad?

Por María Fernanda Berti*

 

Soy maestra hace 20 años en uno de los barrios más vulnerados del Conurbano.

Hoy tuve mi primera sesión de terapia del año, y a pocos minutos de cortar el meet, hablamos de abuso. De abuso infantil. Le conté a M. (mi psicóloga) que hace pocos días, yendo en el auto con una amiga que también es maestra, me dijo que el episodio de abuso que había vivido en su infancia había vuelto a su cabeza por el caso de una estudiante de su escuela que fue abusada por un vecino.

– ¿A todas nos pasó algo que haya violentado nuestra sexualidad en la infancia?, digo.

– Se repiten los modelos patriarcales, me contesta M.

Pero volvamos a la escuela. La escuela pública. La que conozco, defiendo, habito y critico. Cada día la critico más, reniego de su infraestructura, de la falta de mantenimiento, de la comida que le dan a los pibes y a las pibas, pero sobre todo de la incapacidad de poder generar buenas prácticas docentes. Hay excepciones, claro.

En una nota que le hicieron hace poco, la reconocida escritora Camila Sosa Villada dijo acerca de su niñez: “La escuela también se encargó de abrirme un camino. Era mejor el mundo. Pasaban otras cosas en la escuela. Todavía éramos una generación que aprendía algo en una escuela pública”.

Las palabras de la autora de “Las Malas” me parecieron un poco injustas, pero también coincidentes con la idea que me llevo a casa después de cada jornada escolar y que comparto con muchos y muchas colegas del pensamiento educativo.

Así que empecé a pensar en qué cosas salen bien hoy en la escuela. Entonces se me ocurrió detallar un día X en la escuela X del barrio X:

8.15 am: S. tiene 10 años y nos avisan que está internada. Dejó de hablar, de escuchar, de comer, de contener esfínteres debido a una serie de situaciones de abuso sexual por parte de tres hombres de su entorno familiar.

9 am: Los y las auxiliares sirven el desayuno, el que para muchos y muchas es la primera comida desde el almuerzo escolar del día anterior.

10 am: La seño de primero cuenta que M. tiene un moretón en la cara y que le dijo que su mamá lo golpeó por no “hacer caso”.

10.30 am: La seño de tercero, después de hacer el juego del semáforo en una clase de ESI, se acerca con R. para dar intervención luego de que el nene le contara que su padrastro le da besos que son ROJO.

Horario de salida: Una mamá pide mercadería porque está en situación de calle y no tiene para comer.

Entonces, ¿qué hace la escuela pública? ¿Para qué sirve? ¿Cuánta razón hay en los dichos de la escritora de “Las Malas”? ¿Y en mi propia experiencia? 

Comienza el año, y hay mucho por lo que batallar. Entre tantas otras cosas, ahora se suma la ESI, que implica garantizar derechos. Y ya es hora de que digamos ¡basta de perder derechos! En la escuela, a los niños y a las niñas los cuidamos, los escuchamos, los abrigamos, comen, juegan, aprenden, ríen. La escuela, a pesar de todo, sigue siendo el lugar más seguro y la vamos a defender: PÚBLICA, LAICA Y CON ESI. 


*María Fernanda Berti nació en Lomas de Zamora. Es docente, investigadora y co-autora junto a Javier Auyero de “La violencia en los márgenes” y de “In Harm´s Way”.