En medio del debate por la suspensión de las clases presenciales en el AMBA, un meme plagado de estigmatizaciones puso en el centro de la escena a Zamba, el famoso y querido personaje del canal infantil público y educativo Pakapaka, en una reversión que estereotipa a los jóvenes de sectores populares. En este texto, el investigador deconstruye los sentidos puestos en juego en torno al rol social de la educación.
En las últimas horas, circuló un meme que, como todos los memes, suele embutir sentidos más o menos profundos que surcan los imaginarios sociales. La imaginación de sus diseñadores no cae del cielo, sino que suele ser la expresión de estereotipos y prejuicios del entorno del que forman parte. La cultura del meme es una forma rápida y barata de descalificar los debates públicos. No nutren ni robustecen las discusiones, sino que tienden a clausurarlas cuando se ríen del otro. No se trata de pensar de manera ampliada, poniéndose en el lugar del otro, sino de reírse del otro, de las dificultades o las desgracias que tiene el otro, de sus puntos de vista diversos que se apartan de la media que consume “la gente como uno”. La cultura del meme es tributaria del titeo – una categoría utilizada por David Viñas para nombrar el humor de los oligarcas- propio de las elites de principio de siglo XX. Pero también le debe mucho a las gastadas y pioladas de los Tinelli y Pergolini y su larga cohorte de herederos.
En el meme al que me estoy refiriendo ahora, que los lectores y lectoras tienen frente suyo porque ilustra este artículo, se ve a Zamba vistiendo ropa deportiva, con un corte de pelo tumbero, empuñando un arma de fuego. Leemos: “Zamba, después de estar 2 años sin ir al colegio”.
El meme empezó a circular después de que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires resistiera la medida dispuesta por el Presidente de la Nación para suspender las clases presenciales en el AMBA por 15 días a partir del próximo lunes. Hay que reclutarle adhesiones a la judicialización que dispuso Horacio Rodríguez Larreta para oponerse. No vamos a endosarle al jefe de Gobierno porteño los sentidos que allí sugieren, pero el meme deja entrever algunos prejuicios que, sospechamos, tienen los votantes de Juntos por el Cambio, aunque no solamente los de Juntos por el Cambio.
La oposición al decreto del Gobierno nacional, seguramente, debe tener muchas justificaciones. Algunas las hemos escuchado en boca de los principales funcionarios de la Ciudad. Otras, las encontramos en las redes sociales, esa cloaca infecta donde se vierte el resentimiento que se va secretando impacientemente todos los días, muchas veces, avivado por el periodismo de opinión en la televisión argentina, que se encarga de echar leña al fuego, enloqueciendo a sus audiencias.
Zamba es un personaje de la cadena de televisión infantil Pakapaka creado para Canal Encuentro por el Ministerio de Educación nacional y estrenado a principio de 2010. Una serie de animación que recrea, en capítulos de media hora, los principales sucesos históricos de la Argentina. Una serie que reversiona y completa la historia Billiken con la que a muchos nos tocó crecer. Su desafío no es sencillo. No sólo se mete con muchos sentidos comunes que busca discutir y desarmar, sino que debe hacerlo creativamente para ganarse la atención de les niñes entrenades en otras destrezas, con otras atenciones. En muy poco tiempo, y debido al éxito que tiene entre les niñes y sus familias, Zamba se convirtió en un símbolo del kirchnerismo. A partir de entonces, Zamba fue reversionado numerosas veces, no sólo para burlarse de las políticas de esos gobiernos, sino de gran parte de su audiencia.
El meme sobre Zamba no es original, vuelve y expone uno de los lugares comunes que comulgan determinados sectores de nuestra sociedad sobre los jóvenes varones y morochos que viven en barrios pobres. Se dirá: si tienen determinados estilos y pautas de consumo, son villeros y se mueven en grupo, seguro que son chorros; o tarde o temprano, son los mejores candidatos a convertirse en vándalos o pibes chorros.
Para estos emprendedores morales, la escuela forma parte de la filantropía financiada por el Estado pensada para sacar a los pibes de la calle. Si hay que evitar el ocio forzado, hay que llenar a los pibes de actividades y completar el horario escolar con otras actividades en el contraturno porque, de esa manera, se evitará que frecuenten las malas yuntas, que prueben la droga, que empiecen a flirtear con las transgresiones. La escuela, entonces, es una manera de interrumpir el destino manifiesto que la marginalidad y la falta de autoridad familiar depara para estos jóvenes pobres: el delito callejero.
Las interpretaciones llegan en cadena, y una vez que salen a la luz, empiezan a ser propaladas con efecto dominó: villa/asentamiento + declive de la familia nuclear con jefatura masculina + ocio forzado + calle + adscripción a grupalidades con determinados estilos + drogas + violencia = ¡pibes chorros! Esos encadenamientos sólo necesitan un tirabuzón que las extraiga. Y un meme, semejante meme, es la manera de interpelar esos sentidos comunes que se han venido ensayando en torno a les niñes y jóvenes de los sectores populares. Si hay que agarrarlos de chiquitos, hay que desautorizar también su palabra y la mejor forma de hacerlo es burlarse de estos pibes, parodiarlos, estigmatizarlos.
Detrás de esta interpretación simplona y racista, continúa resonando la cháchara sarmientina: hay que educar a los soberanos. Y si falla la educación, entonces habrá que bajar la edad de punibilidad y neutralizarlos por una temporada.
Esteban Rodríguez Alzueta es investigador de la Universidad Nacional de Quilmes. Director del Laboratorio de Estudios Sociales y Culturales y de la revista Cuestiones Criminales. Además, escribió, entre otros libros, Temor y control, La máquina de la inseguridad; Vecinocracia: olfato social y linchamientos, Yuta: el verdugueo policial desde la perspectiva juvenil y Prudencialismo: el gobierno de la prevención.
Comentarios recientes