Cuando hablamos de unos días extra de descanso, nuestra mente vuela inmediatamente a la Costa Atlántica, a horas en la ruta con ganas de hacer pis y a pagar un precio exorbitante por dormir a veinte cuadras de la playa. Por suerte, en los últimos años comenzaron a aparecer distintas propuestas turísticas que se salen de lo común y que no implican tanto padecimiento. En este recorrido virtual, Juanita Groisman invita a conocer nuevos destinos a poca distancia de la Ciudad.

Por Juana Groisman

Se acerca el fin de semana largo y muchos porteños huirán de la gran ciudad hacia la Costa Atlántica. Los más afortunados, quizás, puedan hacer una escapada más cercana, a alguna casa de campo en un country suburbano para hacer lo mismo que todos los fines de semana. Pero la gran mayoría buscará un poco de naturaleza en el sur de la provincia de Buenos Aires.

Para quienes no cuentan con tanto tiempo como para manejar hasta Mar del Plata, o están cansados de caminar por las librerías de la peatonal viendo libros de ex-famosos, este recorrido puede ser la solución. En esta nota, intentaré recomendarles cinco opciones turísticas en el Conurbano bonaerense, algunas más cercanas al Obelisco que otras, para disfrutar de estos días de descanso sin alejarse demasiado.

San Miguel del Monte

Empezamos nuestro recorrido por un lugar muy cercano. A dos horas de la Ciudad, aparece un destino ideal para disfrutar de unos días de descanso, alejado de la gran urbe pero sin la exigencia (ni el golpe al bolsillo) de tener que recorrer muchos kilómetros.

El mayor atractivo de San Miguel del Monte es su laguna, alrededor de la cual aparecen varios campings y opciones de recreos para pasar el día. Muchos cuentan con parrilla y servicios, por lo que son ideales para disfrutar del finde largo en familia o con amigos. Nobleza obliga: el exceso de aire libre puede volverse algo desesperante, así que no es un paseo recomendado para parejas en crisis.

Para los no tan amantes de la naturaleza, que buscan alejarse del ruido pero sin perder la conexión a Internet, Monte puede ser un destino apropiado. Cuenta con varios hoteles de alta categoría, con pileta y demases, que también suelen realizar actividades como cabalgatas y trekkings.

Y si tampoco son amantes de la parrilla, hay algunas opciones gastronómicas que se salen de lo tradicional y tienen un toque moderno sin el delirio de los precios porteños. Quizás la más recomendada sea Pandora, ubicada en el centro del Mercadillo de las Luces, que cuenta con variedades de pastas (se destacan los ravioles de cordero con salsa de hongos), tragos algo más elaborados y una carta de postres que ofrece algo más que una porción de almendrado que quedó de la Navidad pasada.

Carlos Keen-Luján

Un clásico difícil de no recomendar, por más obvio que suene. Carlos Keen es un famoso destino gastronómico, pero incluso quienes no se destacan por su paladar negro

pueden disfrutar de un recorrido por esta localidad, ubicada a tan sólo 85 kilómetros de CABA.

La propuesta gastronómica es tan amplia que el finde largo no alcanza para conocer todos los restaurants de la zona. Si hubiese que hacer una lista de prioridades, Algo con Selva ocuparía el primer lugar. Picadas de campo, ricas empanadas y mucho aire libre son los tres elementos clave de esta propuesta.

Si buscan un plan que incluya algo más que comer (insólito, pero hay gente que no lo considera una prioridad), pueden sumarle a su finde largo un paseo por Luján, a sólo 15 kilómetros de distancia. La oferta hotelera es mayor y cuenta con varias actividades para los más chicos… algo infaltable si la escapada los incluye. Aunque, claro, en ese caso la idea de descanso quedaría en un segundo lugar.

Lobos

Si te agarran ganas de manejar un poquito más, Lobos puede ser una propuesta interesante. Es una localidad con una importante oferta gastronómica y hotelera y si bien cuenta con mucho verde y actividades al aire libre, también es interesante para quienes buscan estar a una sana distancia del pasto e insectos varios.

La ciudad cuenta con museos, bibliotecas y varios restaurantes que vale la pena conocer. Cantina VillaPicante (imperdibles las empanadas de dorado), El Refugio del Lupo (si les gusta el pescado, hay que probar el pacú Paraná Guazú) y 12 Servilletas (para deleitarse con su tortilla de papas y sus chipirones al alioli). Y si les queda lugar para el postre, tienen que visitar la heladería Trapani.

La laguna de Lobos queda a pocos minutos de la ciudad y es un lugar mucho más tranquilo, ideal para fanáticos de la pesca… o de ver gente pescando. Si no tienen caña encima, o si la sola idea de pasar horas esperando que algo ocurra les genera ansiedad, también pueden sentarse a tomar mate frente al lago con algunas delicias de La Silenciosa, una histórica panadería de la zona muy recomendada por sus cremonas, sus alfajorcitos de maicena y su budín de limón.

Tigre

Un clásico tan obvio que es berreta, diría Moria Casán. Sería ridículo intentar enlistar todos los hoteles y restaurants que vale la pena visitar en las cercanías del Delta, pero vale la pena remarcar algunas ofertas en particular que quizás no están tan a la moda. En general, se lo considera un paseo de domingo, pero las propuestas son tantas que no es una mala idea instalarse varios días para no dejar nada sin conocer.

La Isla El Descanso cuenta con un atractivo especial para los fanáticos del arte. Tiene varias muestras y es un recorrido que cautiva a grandes y chicos por igual. El Museo de Arte también suele tener actividades para los más chicos, además de estar ubicado en una zona perfecta para quienes vayan en auto. Esto último no es un dato menor: cuenta la leyenda que el 50 por ciento del finde largo se pasa buscando dónde dejar el coche.

Si seguimos pensando en familias con chicos, vale la pena rescatar algunos restaurants niños-friendly: Danilo, que cuenta con opciones de pasta divertidas, originales y amigables con los más chiquitos, y la parrilla La Flaca, que tiene una entraña tierna y papas a la española casi perfectas.

¿El Mercado de Frutos? Mejor dejarlo para otro día. Los fines de semana suele tener la misma densidad poblacional que Bombay y tampoco se destaca por su oferta comercial. Un pequeño tip de porteña: la mayoría de las cosas que allí venden pueden conseguirse, a la mitad de precio, en Once.

Uribelarrea

Llegando al final de esta lista descubro que el foco parecería haber estado puesto principalmente en la gastronomía. Habiendo alcanzado este punto del recorrido, ya es demasiado tarde para dar marcha atrás, así que qué mejor que darle la estocada final con un pueblo conocido nacionalmente por sus chacinados y su dulce de leche.

Hay opciones de hospedajes como posadas y campings, pero quienes estén buscando un poco más de comodidad pueden instalarse en Cañuelas y manejar la corta distancia que separa ambas localidades. Aunque si siguen todas estas recomendaciones gastronómicas, quizás el estómago lleno les quite las ganas de ponerse tras el volante.

Algunos puntos clave de este pueblo gastronómico: la parrilla El Palenque, para probar su bondiola al asador, Café La Aurora para la hora de la merienda y Pueblo Escondido para probar picadas bien completas.

Para llevarse algunos recuerdos a casa pueden pasar por La Pulpería de Uribe, donde encontrarán unos alfajores imperdibles y la Escuela Agrotécnica Don Bosco, que tiene un dulce de leche que justifica los kilómetros recorridos, buenos embutidos…y mejores precios. No pierdan tiempo y dinero buscando imanes, vírgenes que dan el estado del tiempo o remeras con frases insólitas: es sabido que el único souvenir turístico que vale la pena es el que puede comerse.

Para cerrar, nos acordamos una vez más de las familias con chicos: un lindo paseo para hacer con ellos es Valle de Goñi, una suerte de granja en la que también pueden comprarse algunos artículos regionales. Los quesos son un infaltable, aunque seguramente no lleguen a la heladera de casa.

Dejamos afuera infinidad de opciones que los invito a descubrir por su cuenta. Ingeniero Maschwitz, Campana y San Pedro son tan sólo algunas de las que no entraron en este primer recorrido pero, por suerte, ¡quedan muchos fines de semana por delante!


Juana Groisman es periodista, estudia Psicología y pasa varias horas al día exponiendo sus pensamientos en Twitter. Escribió para sitios como La Agenda y Revista Kunst, además de ser redactora en Pronto. Nació en 1996, tiene algunos recuerdos del menemismo y abolló una flanera durante los cacerolazos del 2001. Vivió toda su vida en la Ciudad de Buenos Aires, le gusta cocinar aunque no siempre tiene éxito y su hobbie es mirar por la ventana para espiar a sus vecinos.