Nina Ferrari nació en Capital Federal, pero con tres días de vida ya era conurbana. Criada en Moreno, hoy vive a seis cuadras de la casa de su infancia. Y en ese conurbano se inspiró para re escribir “Mariposas Negras”, su última publicación. 

Escritora, teatrista, docente, clown y dramaturga, se sumergió en una cálida charla con Revista Cordón donde habló de su trabajo “quirúrgico” para unir historias diferentes pero parecidas, de su identidad conurbana y del rol social de la literatura.

-Si bien naciste en Capital, sos 100% conurbana. ¿Qué significa para vos eso?

Para mí significa mi identidad, mi pertenencia, es una forma de habitar la vida. Yo siempre digo que tenemos una mezcla entre el campo y la ciudad. Hay mixtura, se produce un criollismo dentro del criollismo. 
Lo porto con mucho orgullo, pero entendiendo que estamos en una situación marginal: estamos lejos, las condiciones de vida no son las mismas y no tenemos los mismos accesos. Tratamos de ponerlo en discusión y que no quede invisibilizado.
Llevamos con orgullo nuestra identidad, nuestra raíz, pero sin dejar de mencionar que nos afectan un montón de desigualdades sociales, políticas. 

-Contanos un poco sobre “Mariposas negras”…

Es el primer libro que saqué, y este año publicamos una versión extendida. Tiene diez textos más. Es el último libro en el que estuve trabajando, pero es el primero que escribí. Arranqué con microrelatos, me interesaba que estén situados en el conurbano para que den testimonio de nuestra vida. Me pasaba que en la literatura no hallaba mucho material sobre la particularidad del conurbano, y me interesaba eso.
También me picó el bichito de la poesía, y empecé con eso que es un viaje de ida. 

-Es un libro con relatos cortos, de fácil lectura, que hacen que te enganches y leas uno atrás del otro… ¿Cómo fue unir esos microrrelatos en un libro? ¿Hay un hilo conductor?

Lo fui escribiendo por separado, eran historias con distintas situaciones: cosas que me habían pasado, que le habían pasado a amigos, historias que me contaban, todo en el marco de la vida del conurbano. Y después, cuando surgió la posibilidad de la versión extendida, intuía que podía haber un hilo conductor, es algo que me gusta mucho trabajar. En el verano hice un trabajo de conexión casi quirúrgico, para que las historias estén unidas: están en el marco del partido de Moreno, en un momento histórico específico, hay mucho guionado y otro de realidad, y todas las historias se rozan. Hay un guiño al lector, se le hace una propuesta: podés leer cada relato pero también te estoy contando una historia más grande que enmarca a los relatos.
Tengo un postulado que en lo micro está lo macro, y viceversa. En la historia de cada uno de juegan las situaciones culturales, políticas, sociales de la época; todo lo que nos va pasando está impregnado por un clima de época. Nadie tiene una vida individual y particular, estamos conectados e inmersos en un momento social. Quería que se pueda leer esa relación que tenemos todos. Trabajé en esa idea, quería que se viera. 

-En este sentido, hay muchos relatos que tratan temas de género: violencias, embarazos, cuerpos, 8M. ¿Qué significó escribirlos desde dicha perspectiva?

Es super interesante, porque es una manera de dar testimonio de cómo las mujeres sufrimos esa violencia y desigualdad, en el contexto del conurbano, desde el planteo de clase. Son historias de mujeres obreras, lo que a cualquier mujer en el barrio le puede pasar, los distintos sufrimientos e injusticias a las que está expuesta por su condición de mujer.
Se ven también los distintos momentos de la vida, como afecta a una niña, a una adolescente, a una mujer, a una anciana. El patriarcado te atraviesa transversalmente. 
Quise que sea testimonial y sencillo, para que aparezca la identificación. Es un problema social, no es individual, mi idea era aportar a esa discusión. 
No tengo un argumento acabado ni vengo a decir la verdad, ni vengo a iluminar a nadie. Soy parte de un colectivo que está discutiendo un montón de cosas, y como mujer del conurbano que tiene cierta experiencia, que sufrió ciertas cosas y tuvo otras oportunidades, doy mi testimonio, y trato que aporte y sume. 

-El libro arranca con un relato basado en tu historia. ¿La carta que presentas es real? ¿Cómo fue la idea de incluirla?

Ese relato surgió un día que cumplía años, que me agarró tristeza porque hacía poco que había fallecido mi papá, y yo me imaginaba lo que me hubiese gustado que me escribiera. La literatura tiene también esa función, rellenar agujeros que tenemos para que sea lo que no es. Un lugar donde sucede lo que no puede suceder en la vida real.
Imaginando eso, empecé a recopilar historias que nos habían contado mi papá y mi mamá a mis hermanos y a mi sobre nuestros nacimientos, e hice una mezcla y traté que incluyan guiños históricos para que se pueda comprender de qué generación soy, qué sucesos me marcaron y me hicieron lo que soy ahora. Es un texto que quiero y es muy movilizador, de alguna manera hago una carta de presentación al lector: soy esto y es quien te va a contar toda esta historia.

-En ‘Milanesas’ hablas de una “vergüenza infantil” hacia el barrio en el Conurbano. ¿Es algo que suele pasar cuando unx es chicx? ¿Se reivindica de grande el Conurbano?

Sí, totalmente. Esa historia es una pequeña anécdota que contaron en una clase de teatro. La extendí y ficcioné, pero siempre hablamos de que uno muchas veces lleva el conurbano con cierta vergüenza, porque hay una imagen estigmatizada. Nunca se da testimonio de las bellezas, de las buenas acciones, de la organización social, pareciera que siempre se nos menciona para marcarnos como el bárbaro y el ejemplo de lo que no hay que hacer, desde una visión de los medios hegemónicos.
Ahora hay un movimiento de reivindicación, lo estamos trabajando desde lo artístico, lo político, lo cultural y lo social; pero muchas veces nos pasa que sentimos vergüenza de lo que somos, como que tenemos que estar pidiendo disculpas.