En esta nueva nota para Revista Cordón, Waisgold analiza el discurso del presidente Javier Milei en la apertura de la 142° Asamblea Legislativa en el Congreso, emulando la liturgia estadounidense, con enemigos y resultados desplazados.

Por Julieta Waisgold*

 

El viernes 1 de marzo, minutos antes de las 9 de la noche, con la banda presidencial puesta y emulando la liturgia estadounidense, Javier Milei subió un escalón para ubicarse detrás de un atril y comenzar su discurso.

Torcuato Di Tella decía que los incongruentes, los que no cerraban y no podían acomodarse del todo en su propia clase eran el factor movilizador del populismo. Milei es un incómodo. Incómodo en su vida personal, e incómodo también en su trayectoria profesional porque pertenece a una escuela económica ultraminoritaria y marginal.

En el discurso de apertura de sesiones reforzó su posicionamiento. Polarizó, pero con la particularidad de que el eje de su polarización apareció desplazado. La casta no está ahí donde esperábamos encontrarla. La casta de Milei no coincide con la clase.

La casta de Milei no son los empresarios, ni los ricos, son los políticos de los cuales a pesar de ser presidente también se excluye. Son los “formadores de opinión ensobrados”, los “empresarios prebendarios”, los que cobran planes y hasta el modelo del “Estado presente”.

La casta es un significante abierto de dónde podrían entrar y salir uno, dos, tres o más actores nuevos.

Mientras el Mauricio Macri del 2016 discutía de frente con la pesada herencia del kirchnerismo, Milei reafirma su propia identidad, en contraste directo con el kirchnerismo pero también más allá de él.

A la par del antagonismo, el presidente libertario delimitó su propio lado de la discusión política cuando se volvió a referir a “los argentinos de bien” y hasta usó la idea de “mayoría silenciosa”. Una mayoría silenciosa que no estuvo ayer acompañándolo en la puerta del Congreso, en una pista más que parece señalar que el paso del tiempo le requerirá resultados para afianzarse.

Foto: Infobae

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La rara aritmética de la lógica política de Milei hace esperar que los resultados que ofrezca tal vez no sean los mismos que los que los argentinos están diciendo necesitar y que puede que a la vez eso no signifique que no vaya a ofrecer resultados.

El viernes, a falta de cambios positivos para el bolsillo de la gente, se centró en el control de las cuentas del Estado, presentando una vez más al ajuste como la única solución para el resto de los problemas y a él mismo como el único capaz de ejecutarlo. Así se da una nueva paradoja, lo que está llevando a miles a la pobreza es lo mismo que es presentado como solución.

En el discurso de Milei los enemigos están desplazados y los resultados también. Si esos desplazamientos seguirán alcanzando para responder a la insatisfacción democrática de una parte de los argentinos es una pregunta.

Lo cierto es que con un presidente que ocupa todas sus apariciones públicas en reforzar su marco político e ideológico, y que en poco tiempo pateó la agenda pública del país más a la derecha, será difícil para la oposición jugar el juego de perseguir sus incongruencias y sus deslizamientos.

Porque mientras se denuncian sus discursos agujereados y cada vez hay más y más argentinos que no llegan a fin de mes, el presidente incómodo sigue refrendando sus propias ideas. Más que denunciar en un terreno por momentos inasible, parece ser hora de que la oposición se empiece a ocupar de construir su propio enfoque de los problemas argentinos.


*Es periodista de TEA, abogada de la UBA y diplomada y maestranda en Comunicación Política de la Universidad Austral.

Siempre le gustó la política y hace más de 15 años empezó a trabajar en comunicación buscando conocer y entender el detrás de escena. Sus primeros pasos fueron en el Congreso de la Nación y más tarde se desempeñó como asesora y coordinó equipos en distintas áreas del Estado Nacional. Trabajó en el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, en ACUMAR y en el Ministerio de Salud de la Nación.

En 2019, coordinó el equipo de discurso de la campaña presidencial de Alberto Fernández.

Hace ya algunos, junto a dos socios, creó Alaska, una consultora especializada en Comunicación Política, donde trabajan con distintos clientes del ámbito público y tercer sector en el diseño de estrategias de comunicación, comunicación de crisis y riesgo.

De manera autodidacta, en los últimos años se formó en lecturas sobre populismo y nuevas derechas. Y fueron esas lecturas las que la llevaron a hacer un curso de posgrado sobre teorías sociales y políticas posestructuralistas en Flacso. Está en desarrollo de su tesis de maestría.

Además, fue ponente en distintos congresos de Comunicación Política, como el de la Asociación Latinoamericana de Investigación en Campañas Electorales (ALICE) y la Cumbre Mundial de Comunicación Política. Escribe con cierta periodicidad en distintos medios nacionales, como Perfil y Página 12.

Los que no la conocen suelen preguntarle si es politóloga. Ella contesta que es poeta y justiciera