La historia escrita poco dice sobre sus experiencias, vivencias, aprendizajes y recorridos. A 20 años de la crisis económica, social y política que sacudió a todo un país, esta nota recopila las voces de mujeres, lesbianas, travestis y trans que fueron protagonistas. Nadia Fink, Ivanna Rezano y Florencia Vespignani nos cuentan cómo fueron esos días en la que los feminismos fueron protagonistas, y cómo impactaron en la actualidad.

Por Jésica Rivero

Días antes a las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001, las marchas y piquetes en distintos puntos del país crecían con potencia. La participación de las mujeres, lesbianas, travestis y trans en esa etapa histórica no fue secundaria. Las voces de las que protagonizaron esos días, asumiendo tareas importantes dentro de sus organizaciones en distintos territorios así lo demuestran. Militantes incipientes o ya experimentadas, los relatos que surgen de aquella etapa las muestra en roles determinantes. Sin embargo, la historia escrita poco dice sobre sus experiencias, vivencias, aprendizajes y recorridos a partir de aquella etapa.

Desde que comenzó la pandemia por Covid 19 las cosas se parecieron un poco al 2001. Incertidumbre y crisis económica, sumado a la sensación de desazón por no saber que pasaría en el futuro. Las diferencias, sin embargo, están claras: cuando el pedido oficial fue “Quedate en casa”, en los barrios populares las mujeres, lesbianas, travestis y trans sabían lo que había que hacer. Pensaron sus barrios como una gran casa, una que alojara a todes garantizando cuidados, comida y educación. Así como a fines de los noventa las casas más humildes de los barrios más pobres se abrían para prender un fuego y parar la olla con lo que se podía, la pandemia en Argentina expuso que la memoria es de carne y hueso, y que lo aprendido en otras crisis, como la del 2001, fue fundamental para sobrellevar el caos.

¿Por qué pensar las huellas del 2001 en los feminismos populares? O mejor dicho ¿Es posible pensar el 2001 sin la participación de mujeres y LGBTIQ+? Ese año, la crueldad neoliberal puso en escena a muches que vienen pujando por estar y no lo conseguían. Desde ese momento ya no se pudo ocultar. El 19 y 20 de diciembre de ese año, las broncas se multiplicaron pero las formas de organización también. Las peleas de las mujeres y diversidades encontraron un escenario con micrófono abierto para potenciar todas esas luchas que acarreaban, la mayoría de las veces en soledad. 

Hace veinte años algo se derrumbó pero también de esas ruinas algo nació para siempre. Dice Susy Shock en el libro “2001. No me arrepiento de este amor” que “en el 2001 se sellaron muchas cosas, que creo que nos fortalecieron para todo lo siguiente.Yo no me sentí sola nunca más a partir de ahí”. 

Muchas otras tampoco.

 

Una época en la que pensamos que podíamos cambiar el mundo

El libro “2001. No me arrepiento de este amor” fue publicado recientemente por Chirimbote y la editorial El Colectivo. A modo de presentación, sus autorxs se preguntan “¿Cómo contamos el 2001? O, mejor dicho, ¿por qué queremos hablar del 2001 después de veinte años?”.

Nadia Fink es periodista y escritora, profesora de nivel inicial y una de las referentas de las nuevas narrativas para las infancias con perspectiva de género. Con sus libros nos trajo a las bibliotecas, con palabras amables y desacartonadas, las historias de las Antiprincesas y los Antihéroes y otras tantas historias que la Editorial Chirimbote se propueso contar desde una mirada feminista y popular. Nadia también es una de las una de las realizadoras del libro, que busca repensar desde distintas voces lo que se vivió en aquel entonces.

“Para las infancias y adolescencias de hoy, lo que pasó en aquellos años no es algo que recuerdan, entonces también es importante contarlo otra vez. Fue una época en la que pensamos que podíamos cambiar el mundo. Por un lado de mucha solidaridad porque había tanta pobreza y tanto hambre, que donde más solidaridad había era entre quienes menos tenían”, cuenta Fink en diálogo con Cordón.

Libro 2001 No me arrepiento de este amor - Chirimbote

Libro 2001 No me arrepiento de este amor – Chirimbote

 

Para ella, la pregunta inicial que se hicieron desde Chirimbote al momento de pensar el libro fue “¿Qué tenemos para aportar?”. En ese sentido, afirma que “siempre desde la perspectiva de género, que la tenemos como bandera, porque es imprescindible ver la realidad desde ahí. Esa mirada nos permite ver cómo veíamos las cosas hace 20 años y cómo las pensamos hoy. Revisamos para atrás y nos preguntamos qué no mirábamos en ese momento, quiénes éramos nosotras en ese 2001, por qué las mujeres eran las doñas y los varones eran los que tenían la palabra pública. No para juzgar lo que se hizo en ese momento, pero sí para decir qué no vimos en ese momento y hoy tenemos la capacidad de mirar gracias al desarrollo del feminismo popular. Ese es el cambio más grande que sentimos”.

Fink destaca dentro de las distintas voces que componen el libro, particularmente las de Marlene Wayar y Susy Shock. “A partir de querer rastrear la experiencia piquetera de Diana Sacayan, ellxs nos contaron qué hicieron las travas en aquel 2001, que es algo que no está muy contado tampoco. Nos contaron lo que hacía Lohana Berkins también en ese entonces, cómo se organizaban contra los edictos policiales y cómo esos recorridos las puso en diálogo con muchxs vecinos y vecinas. Las voces de ellas son vitales, porque sobre todo, venimos con ganas de aportar este punto de vista. Queremos contar la historia de los que no ganaron porque está latente y hay que contarla”.

Otro de los libros que se propone recuperar esa historia, la de lxs no contados, es “Generación 2001. Historia. Metodología. ¿Actualidad?”, del sociólogo y escritor Matías Cambiaggi. En él, el autor define al 2001 como un año fundante de “nuevas realidades, pero con tradición y un largo proceso detrás y en sus cimientos”. 

En los relatos sobre aquella época de piquete y cacerola no solo hay rastros de la travesía que implicó organizarse para superar el hambre y la apatía generalizada. Los relatos de las militantes y referentas feministas de hoy dan cuenta de su nivel de  formación en ese ayer, pero no de esa que se consigue tomando cursos, sino la que otorga la experiencia concreta.

Tanto en el libro de Cambiaggi como en el de la Editorial Chirimbote, actuales funcionarias, concejalxs, referentas de distintos espacios políticos aportan datos, conceptualizan las prácticas y crean nuevos marcos para repensar no sólo los aprendizajes sino también las deudas de aquellas épocas. Muchas de ellas también marcan la necesidad de mostrar que el 19 y 20 no se limitó a Plaza de Mayo. Explotó en los márgenes de “la capital”. El conurbano también escribió su capítulo y ellas fueron protagonistas. 

Porque en cada nueva pueblada crece la organización 

Ivanna Rezano es concejala del Frente de Todos en Almirante Brown. Su trayectoria se compone de distintas facetas: es referenta de la Agrupación Juana Azurduy y de la Unión de Trabajadores/as de la Economía Popular (UTEP), periodista y docente de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, y desde hace un tiempo Subsecretaria de Economía Social de Brown. Se nombra “militante popular y feminista no gorila” y desde el vamos, en dialogo con Cordón avisa: “Yo estoy siempre en modo aprendiz”.

Ivanna Rezano - Corte Puente Alsina 2001

Ivanna Rezano – Corte Puente Alsina 2001

 

Cuando estalló la crisis neoliberal a fines de los ´90, Ivana se organizó en los barrios humildes de Lomas de Zamora, muy parecidos al suyo en Monte Chingolo. “Yo siento que siempre estoy aprendiendo de las compañeras de los territorios, que siguen abriendo sus casas y sus hijxs crecen y siguen su camino”, dice Ivana y reflexiona: “Ese aprendizaje es el más significativo de mi militancia y de aquel tiempo. Para nosotras, como generación y militantes del 2001, que vimos la generosidad absoluta de nuestra compañeras, que no es algo que se ve en general y mucho menos en el ámbito de “la política”. Ese es un rasgo distintivo del 2001 y de hoy también. En los barrios siempre se puede ver como son las mujeres las que abren sus casas y sus corazones. Lo poco que tienen lo comparten”. 

Rezano recupera esas experiencias, que en el 2000 se nombraban como barriales, comunitarias o solidarias, y muchas veces parecían estar desvinculadas a “la política”. y cree que son el sustento de lo que tiempo después se pudo nombrar y reconocer como feminismo popular. “Los feminismos populares o comunitarios como algunas nombramos dentro de la UTEP también tuvimos la oportunidad de aprender en diálogo con compañeras de otros países, sobre todo de la región, que también estaban afrontando procesos similares al nuestro”, comparte. Sostiene que la tarea de quienes se encuentran en algún lugar de representación institucional es “apoyar y escuchar a las feministas que están en cada espacio comunitario. En esos lugares yo creo que además está lo más puro de la política, lo más generoso. Tenemos mucho que aprender de esas experiencias”.

Ivanna Rezano - 2000

Ivanna Rezano – 2000

 

La forma de pensar el 2001 para la referenta de la UTEP no es solo en términos de lo que nos afectó, sino también desde la valoración del impacto de esa historia en las dinámicas actuales. En ese sentido afirma que “las redes feministas sobrepasan lo partidario, pero no desde la negación de la política ni de la ideología,sino en términos de estructura. Los feminismos populares rompemos barreras que en la política no se rompen por mezquindades y hegemonías en las representaciones”. Para ella, esas redes además impulsan a las que están en lugares de visibilidad política. “Las redes que tejemos rompen barreras que nos potencian y eso hay que valorarlo”.

Este año, en la movilización del 7 de agosto por “Pan Techo y Trabajo” organizada por la UTEP, Ivana se reencontró con una de esas mujeres de las que siente que sigue aprendiendo. A fines de los noventa, uno de los primeros barrios en los que comenzó a militar fue La Loma. Ahí iban con un grupo de estudiantes universitarias, en su mayoría mujeres, a realizar trabajo solidario en esas casas que no tenían nada pero que lo ofrecían todo. En esos días de apoyo escolar, meriendas comunitarias e inundaciones, Ivana conoció a María, una de las vecinas con más necesidades de ese barrio y que además sufría violencia machista de parte de su marido. Una de las tantas veces que era golpeada hizo que estuviera internada en terapia intensiva con graves lesiones en su cabeza. “Uno de los triunfos de todos estos años es que María vivió. Pese a esas violencias, pese a todas las necesidades y pese a todo, ella sigue en las calles. Ella es una sobreviviente y una guerrera de los barrios populares y yo una aprendiz de ellas”.

Ese 7 de agosto se encontraron y lloraron. 

Ivanna Rezano - Asamblea de Mujeres

Ivanna Rezano – Asamblea de Mujeres

 

Cerquita del barrio de origen de Ivana, en el Barrio La Fe también de Monte Chingolo, Florencia Vespignani comenzó su militancia a fines de los ´90 y ahí conoció a Luisa Canteros. Ella decidió contar la historia de Luisa porque la de ella, como la de tantas otras está invisibilizada “por ser mujeres, lesbianas y del sector popular”, cuenta a Cordón. Para Vespignani, aunque el movimiento de trabajadores desocupados desde sus inicios fue bancado y organizado por mujeres y disidencias, eso aún no está contado. “Luisa era lesbiana y feminista, disidente en su forma de vincularse y construir relaciones no normadas y rompía con el sistema cishetero en su vida. Su participación en el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) fue central y sin embargo no estaba valorizada”, analiza la artista y muralista, autora del mural icónico que recuerda a Maximiliano Kosteki y a Darío Santillán en Avellaneda.

Luisa Canteros

Luisa Canteros

El MTD fue una de las tantas organizaciones que nacieron en los noventa con la intención de resolver los problemas de hambre y desocupación de manera colectiva. En la historia de este movimiento, como en la de tantos otros, Florencia cree que la participación de sus integrantes mujeres y disidentes no está lo suficientemente contada. “Luisa se salía del rol de “la doña del barrio” como a veces se menciona a las compañeras que ponen la casa para hacer la olla. Su participación merece estar puesta en el lugar militante política porque su participación fue central desde los inicios. En su casa se organizó todo el inicio en el barrio La Fe a fines de los 90 y todo lo del 2001. Los momentos más difíciles los bancó ella en su casa, fortaleciendo la organización popular. Ella con su participación bancó los momentos más difíciles. La confrontación con el poder político fue fuerte y peligrosa, y en esos momentos nada era fácil y Luisa bancó igual. Hacía más de 15 años vivía en el barrio, los vecinos/as la conocían y eso fue muy importante para la organización”.

La llegada del feminismo popular a la vida de Luisa fue potente, recuerda Florencia. “Luisa abrazó el feminismo popular en esos primeros años y desplegó toda su identidad lesbiana, rompiendo con su presencia la hegemonía  de la mujer cis heterosexual”.

Hablar hoy de patriarcado, de diversidades y disidencias y de lo no binario es algo mucho más común que hace 20 años. Recién en 2002 se creó, por ejemplo, el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable, y aún faltaban cinco años para que fuera ley la Educación Sexual Integral. Sin embargo, Luisa en plena crisis económica y social ya había impactado en la subjetividad de sus compañeras y compañeros de organización, y fundó con su vida una forma de pensar los feminismos desde lo colectivo y popular. 

Florencia rememora este aniversario del 2001. “Sobre todo recuerdo la previa y cómo surgieron las asambleas, y desde ahí la fuerza de la organización popular. Todo eso nos dejó una enseñanza. Nosotras tuvimos una influencia muy fuerte de todo lo que pasaba en las provincias, con las puebladas. El 2001 fue una rebelión que se gestó en todo el país, en las provincias, en los barrios, y ese 19 y 20 estalló en la capital”.

 

También recuerda con amorosidad las ideas de generar instancias de participación genuina en los barrios. “No es casual que allí, en esos espacios, haya surgido el feminismo popular”, afirma. Para ella, “esas instancias de organización popular propició que muchas conocieran el feminismo y fundaran el propio, desde las identidades propias. Ver la forma en que los feminismos irrumpieron en el  2018 con el debate por el aborto y la forma en que se organizó esa marea verde fue muy parecido a todo aquello que hicimos en las calles en el 2001”.

Todos los aportes y conocimientos acumulados que el 2001 sintetizó en las militancias feministas actuales es innegable. La memoria está en el cuerpo, en los cuerpos, y ponerle nombre y apellido a las historias personales que nutren esa memoria colectiva también es hacer un poco de justicia.


Jésica Rivero es periodista feminista y estudiante avanzada de la Licenciatura en Periodismo de la Universidad Nacional de Avellaneda. Integra la Red Par (Periodistas de Argentina por una comunicación no sexista) y trabaja en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, donde desde hace 15 años hace trabajo territorial en articulación entre distintas temáticas: comunicación comunitaria, salud mental y géneros. Fue parte del equipo de asesoras de la Secretaría de Políticas de Igualdad y Diversidad del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación y colabora en medios como Cosecha Roja, Tiempo Argentino y LatFem.