Nuestra consciencia ambiental puede llevarnos a realizar muchos cambios: abandonar los plásticos descartables, separar residuos, compostar y también a preguntarnos qué comemos y cómo podemos obtener mejores productos. Mercado Territorial y una forma de consumir que es mucho más que una transacción.

Por María Natalia Mazzei*

 

Cuando era chica, ir al supermercado era una actividad regular: algún día del fin de semana, acompañaba a mi papá hacer las compras. Allí empecé a preocuparme por el cuidado del planeta. Una de las primeras cosas que intenté aplicar a mi día fue evitar los plásticos descartables. Primero, evitando las bolsas a la hora de hacer las compras, y después, evitándolos en todos los aspectos posibles. Me encontraba en esa lucha, ya frecuentando la verdulería con mi bolsa de tela y llevando mi botella reutilizable a todas partes, cuando me encontré con un problema mayor.

Me acuerdo perfectamente la sensación que tuve en el 2019 cuando entré al supermercado al que había ido toda la vida dispuesta a comprar un par de productos. Plástico. Todo era plástico.

Tomar consciencia de eso hizo que tuviera que buscar alternativas, y esa fue la primera vez que tuve que salir del automático en lo que a hacer las compras respecta. Creo que cuando se trata de cambios de hábito, es frecuente que una cosa lleve a la otra, y en esa época, impulsada por la curiosidad de saber qué más podía hacer, qué otra cosa estaba mal y podía hacerla bien, me empecé a preguntar no solo por los plásticos que envuelven los productos, sino también por los alimentos en sí mismos.

¿Qué impacto ambiental tienen los productos que normalmente consumimos? ¿Cuál es el daño que generan los ultra-procesados en nuestra salud? ¿Cuáles son las consecuencias del uso de agrotóxicos y pesticidas en el ambiente y en nuestros cuerpos? A partir de estas preguntas y de algunas de las respuestas que empezaron a aparecer, entendí que era importante empezar a buscar productos libres de plásticos, y de químicos.

Creo que fue una amiga de mi mamá, que vive en Banfield, que me contó que hacía un tiempo compraban alimentos agroecológicos a través de un grupo que se llamaba Mercado Territorial. Fue ahí que conocí una nueva forma de consumo, totalmente distinta y lejana de aquellas jornadas de compra entre las góndolas del supermercado.

 

Mercado Territorial es, en palabras de Analía Adamo, “una organización de trabajadores que hace una comercialización solidaria entre productor y consumidor”. Este sistema se organiza a través de nodos de consumo, que funcionan como una red que adhiere a esta forma de comercialización y que implica un involucramiento y rol activo por parte de los vecinos.

Cuando conocí esté sistema, me encontré justamente con una comunidad que hacía mucho más que organizar transacciones de productos. Adquirir alimentos a través de esta red implicaba acercarse cada 15 días a la casa de una persona (administradora del nodo, como lo es Analía), que abría sus puertas los viernes a la mañana para que los vecinos que habíamos hecho nuestro pedido pasáramos a abonar y retirar nuestra compra. Esta no solo involucraba el bolsón de frutas y verduras agroecológicas, sino también otros alimentos de producción local como conservas, mermeladas, harinas agroecológicas y hasta productos de cosmética natural.

Para explicar esto podemos recurrir al término prosumidor: todos producimos y consumimos. En los nodos, los consumidores retiran su compra y dejan su propia producción. De esta forma se genera otro tipo de red dentro del nodo: la gente se encuentra y sociabiliza, alimenta la red, entendiendo que no solo somos productores de alimentos u objetos, sino también de comunidad y de conocimientos. Hacer de la economía algo más social, no sólo mercantil.

Cuenta Analía que Mercado Territorial nace desde la Universidad Nacional de Quilmes en 2015, como un proyecto de incubación, pensando en la dificultad que tienen los productores hortícolas del conurbano para distribuir su producción agroecológica como un valor agregado. Este surgió en el contexto de “Cambio rural”, una política pública que existió hasta ese mismo año impulsada por el INTA, que incentivaba a los productores a abandonar el paquete tecnológico para que migraran a la agroecología.

Este sistema no implica solamente el acceso a productos agroecológicos, sino que, principalmente, busca que este intercambio sea justo para todas las partes. Y este es uno de los puntos más importantes e innovadores de esta red: la cooperación, la solidaridad, la no explotación, la agroecología, reconocimiento del trabajo de la mujer, la no violencia, la participación asamblearia y comercio justo son principios rectores de este sistema de comercio.

Hay un reconocimiento de la importancia para que los productores reciban un pago justo por su trabajo, a diferencia del modelo más tradicional y extendido que les deja a los pequeños productores un porcentaje muy bajo de las ganancias, por los múltiples intermediarios que participan de la comercialización.

 

Es por eso que Analía afirma que el consumidor es un actor político y que puede decidir con su compra ser parte un mercado especulativo o de un mercado justo, como así también participar en la asamblea en la que se decide el precio del bolsón. “Estas asambleas reúnen a productores, consumidores y otros actores con el fin de lograr la transparencia y de establecer un dialogo entre actores para que se entienda cómo se conforma el precio final y qué porcentaje del mismo le corresponde a cada quien, priorizando que más del 50% vaya al productor. La idea es generar un consumidor crítico que aplique esta misma lógica a otros aspectos de su vida”, dice Analía.

Otro punto importante es el alto costo del transporte, por eso organizar el traslado y comercialización en nodos ayuda a economizar. ¿Cómo? Mercado Territorial coordina los nodos a través de los administradores, que a su vez coordinan con los vecinos. Estos últimos realizan sus pedidos con anticipación y Mercado Territorial toma los datos de la compra que se le entrega a los productores. El día de la entrega se recogen los alimentos de las quintas y se trasladan a los nodos, a donde los vecinos se acercan a retirar y pagar los productos.

¿Es más caro consumir agroecológico? La respuesta es simple: no. Está comprobado que en la producción agroecológica el rendimiento puede ser igual o mejor que en producciones del agronegocio, además de tener menos costo por no usar paquete tecnológico. Las redes de economía social no buscan especular con los productos.

Analía comenzó como consumidora, encontró un nodo amigo, conoció el proyecto, comenzó a participar en el centro cultural Juana Azurduy y decidió replicar el funcionamiento allí. En algún punto, esa es la historia de muchas de las personas que actualmente administran los nodos, y puede ser la historia de cualquiera de las personas que lean estas líneas y sientan ganas de formar parte de la red. El primer paso es buscar un nodo amigo.


María Natalia Mazzei, oriunda del partido de Lanús, es abogada egresada de la Universidad Católica Argentina y diplomada en el Programa de actualización de  Políticas Públicas y Cambio Climático en la Universidad de Buenos Aires. Autora del libro “Una vida sustentable”, publicado por Penguin Random House bajo el sello Vergara en el 2022. Desde mayo del 2019, es activista ambiental y generadora de comunidad en redes sociales. Colaboradora en la Agencia Nacional de Noticias Télam en la sección audiovisual “Ecointensa” y columnista ambiental en el programa radial “Pasaron cosas” en Radio con vos. 

Su trabajo puede encontrarse también en distintas plataformas como Instagram y Youtube, así como también en su página web (www.ecointensa.com).