Los enigmas de la derecha liberal y el aprovechamiento de la agenda pública. Los otros actores de los extremos y las políticas de shock en una Argentina que no da para más.
Por Pablo Lapuente*
La ultraderecha minarquista-paleolibertaria, como llama el periodista Marcelo Falak a los espacios políticos que conducen personajes como Javier Milei o José Luis Espert, pareciera tener lugar ascendente en la política nacional sólo por la creciente crisis económica y social que pareciera no tener una salida ni en el corto ni en el mediano plazo. Es decir, mientras se hunde la economía familiar en el quinto subsuelo del edificio nacional y aumenta la inflación a números que ningún centenialls puede recordar, crece el descontento de quienes padecen esta dramática realidad y con ellos los sectores políticos que mejor capitalizan ese mal humor. Quizá por eso no hicieron falta desastres ambientales o guerras, como lo planteó otra colega, Naomi Klein, para imponer salidas antipopulares como las que proponen los auto denominados libertarios, sino simplemente siete años de ajuste consecutivos: cuatro de ellos provocados por la desventura en la gestión de Mauricio Macri, que incluyó la toma de deuda más grande de la historia con el Fondo Monetario Internacional (FMI), y tres por la falta de determinación en el sillón del poder de Alberto Fernández, que no tuvo la épica del peronismo esperado sino más bien las estrofas resaltadas de canciones de Luis Alberto Spinetta y Lito Nebia. Y a todo esto le podemos sumar la pandemia, que aún no terminó. Una amalgama perfecta de variables que, todo indica, dieron nacimiento a una furia liberal que no sabemos si es un fenómeno pasajero, una amenaza real al sistema democrático o, como cree este cronista, una posibilidad concreta de preparar las condiciones necesarias, y su relato, para que otro partido político, también de derecha y liberal, pero no tan extrema, aplique medidas de shock antipopulares en los próximos gobiernos. Ajuste feroz sí, pero sin destrucción completa del Estado.
Y es en torno a estos actores desquiciados, verborrágicos y soberbios que miden muy bien en el prime time de los canales de noticias y en las tendencias de Twitter justamente por capitalizar bien este descontento, que emergen también otros nombres que hablan de temas sensibles como la inseguridad, los privilegios de la clase política, o la incongruencia de tener sindicalistas multimillonarios que se sientan a las mesas paritarias para pedir por favor que la inflación esta vez no le gane a los salarios. La palabra que se repite es «hartazgo» y recuerda bastante al que surgió de la crisis de los 2001. De hecho, respecto a la seguridad, un tema especialmente ostensible en el conurbano, se hacen de este discurso algunos dirigentes de segundas líneas en la oposición. El jefe de Gabinete de Lanús, Diego Kravetz, la mediática abogada de Juntos por el Cambio, Florencia Arietto, o el diputado provincial de Avanza Libertad, Guillermo Castello, son algunos ejemplos. Con perfiles distintos, unos proponen mano dura, mientras que otros el desguace del Estado.
De todos modos, en el inicio de la campaña hacia el 2023, Milei pareciera haber encontrado un techo a su crecimiento. De hecho, un informe de la consultora privada Zuban-Córdoba al que accedió Revista Cordón, que fue una de las que mejor pronosticó los resultados de las presidenciales en 2019, indica que la negatividad sobre este dirigente creció más de 10 puntos en los últimos 30 días, mientras su imagen positiva se redujo de 47% a 41%. Los resultados surgen de una encuesta realizada a dos mil personas de todo el país, entre el 23 y el 31 de mayo. Otro dato que se desprende es que la imagen del Gobierno Nacional sigue en un 68,5% de desaprobación.
Por otro lado, dentro del Frente de Todos, Cristina Fernández es quien tiene mayor imagen positiva con un 34,8%, seguida por Eduardo “Wado” de Pedro con un 33,7. En tanto, Alberto Fernández tiene una imagen positiva del 27,7%, mientras que la imagen negativa asciende a 71,1%. Al otro lado de la grieta, dentro de Juntos por el Cambio, se destaca Patricia Bullrich con una imagen positiva del 53,9%, por encima de Horacio Rodríguez Larreta que alcanza el 49,3%. La mayor imagen negativa es la de María Eugenia Vidal (57,6%).
De alguna forma esto demuestra que pese al estancamiento de Milei, prevalecen las figuras a los extremos de la grieta y, también, aunque no lo marca el estudio, algunos temas que el economista de pelos revueltos instaló en la agenda pública, y con la que obligó tanto a otros opositores como oficialistas a debatirlas o, cuando menos, rechazarlas de plano. Algunas descabelladas e irrisorias como la posibilidad de abrir un mercado de órganos, en el que uno puede comprar un brazo si hay alguien dispuesto a venderlo; otras que no prendieron tanto a la polémica, pero que tampoco son discusión en ninguna parte del planeta como la eliminación del Banco Central; e incluso otras algo más discutidas como la dolarización de la economía, que encuentra apenas un puñado de ejemplos en el mundo, y que en nuestro país recuerda directamente a la convertibilidad del menemismo, que ya sabemos cómo terminó. También, la libre portación de armas, que tiene como modelo cercano a Disparos Unidos de Joe Biden.
Acaso por el contexto descripto más arriba, en el que se ve desgastada la clase política toda y se escurren diálogos públicos impensados hace tan sólo cuatro años atrás, es que también se percibe en un sector de la sociedad una búsqueda de salida a la crisis a través de políticas antipopulares. Al menos así también lo remarca Zuban – Córdoba. Hoy el 58% de los encuestados cree que el próximo gobierno post 2023 deberá imponer medidas de shock para estabilizar la economía. Sólo un 33% se inclina por el gradualismo.
Aun así, son pocos los dirigentes de la oposición que se animan a hablar de reformas de shock. Desde el expresidente Mauricio Macri, el responsable de la deuda, hasta Horacio Rodríguez Larreta, su sucesor en la Ciudad de Buenos Aires, que ahora busca no sólo cortarle al egresado del Cardenal Newman la posibilidad de tener un segundo tiempo, sino de sentarse él mismo en el sillón de Rivadavia el año próximo. Pero ni uno y otro, más duro o más moderado, precisan los alcances de esas reformas: Ajuste ¿qué tanto? ¿Incluye despidos masivos? ¿Cierre de ministerios, de empresas públicas y desfinanciamiento de las políticas sociales?; Reforma jubilatoria, ¿abarca algo así como un regreso a las AFJP, al sector privado, a las cajas de los trabajadores y trabajadoras inactivos controlados por una empresa? ¿Y qué hay de los salarios, las indemnizaciones, y otros derechos consagrados del sector? Las preguntas se pueden extender por largos párrafos, pero hasta ahora no encontraremos respuesta. Tampoco en Milei, aunque queda claro que el extremo de su proyecto pretende la eliminación completa del Estado.
Una postura que, incluso para otros dirigentes de la oposición que pretenden sumarlo a sus filas les parece ridícula, pero que trastoca una parte importante de la agenda pública mediática. Tal vez por eso es que no son pocos los referentes del PRO que analizan acompañar un desdoblamiento de las elecciones bonaerenses de las nacionales, aunque no les convence del todo regalarle a Axel Kicillof la posibilidad de desprenderse de la boleta de Alberto Fernández. Pero si se separa la elección de la provincia de Buenos Aires, que concentra el 40% del padrón electoral del país en 135 municipios, una boleta libertaria sin la cara de Milei probablemente no encuentre gran adhesión, por lo que también es probable que Juntos por el Cambio no pierda tantos votos por derecha. Como sea, el escenario político de cara a las elecciones aún es muy cambiante y nos falta, todavía, un año y medio más por delante. En el medio continúa la agenda real, la de los salarios, los precios y la crisis.
*Pablo Lapuente es redactor acreditado en la Legislatura de la provincia Buenos Aires. Licenciado en Periodismo (UNLZ), productor en radio y televisión. Trabajó en medios de comunicación bonaerenses y nacionales.
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