Salud sexual y reproductiva: implicancias y tensiones del uso de métodos anticonceptivos

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha definido a la salud sexual como la posibilidad de tener relaciones sexuales gratificantes y enriquecedoras, sin coerción y sin temor de infección ni de un embarazo no deseado; poder regular su fertilidad sin riesgo de efectos secundarios desagradables o peligrosos; tener un embarazo y parto seguros y criar hijxs saludables.         

Es un estado de bienestar físico, emocional, mental y social relacionado con la sexualidad; no es la ausencia de enfermedad, disfunción o debilidad. Para que la salud sexual se garantice y se mantenga , los derechos sexuales de todas las personas deben ser respetados, protegidos y cumplidos.

Siguiendo a la socióloga María Paula Draghi -en su trabajo para las jornadas de sociología de la Universidad Nacional de La Plata “Los métodos anticonceptivos en las representaciones y prácticas de las y los profesionales de servicios públicos de salud”-, podemos decir que a lo largo de nuestro trabajo de campo han aparecido algunas ocasiones en las que aparece la responsabilidad y la necesidad de políticas activas del Estado en la promoción e información del uso adecuado de métodos anticonceptivos (de ahora en más MAC). Inclusive, la idea de una necesidad de reestructuración del sistema de salud pública y de la práctica médica. Sin embargo, parece ser que, en última instancia, es la mujer quien tiene la responsabilidad definitiva en cuanto al uso y la eficacia de los MAC.

Existe, en este sentido, una construcción social de la sexualidad a partir de las diferencias biológicas de los cuerpos que adjudica determinados roles y predeterminadas funciones cada a “sexo” en la reproducción social. Los roles del “ser mujer” establecen que ellas son las encargadas de la atención, el cuidado y la planificación familiar, entre otras responsabilidades.

A lo largo de toda nuestra investigación en un barrio de la zona lindera al Riachuelo al sur del conurbano bonaerense, pudimos observar que este territorio no es una excepción. La división sexual de las responsabilidades en torno a la salud reproductiva recae, como dijimos, sobre las mujeres, ya sea para decir que “son unas irresponsables” porque “no agarran” los MAC, o para lo contrario, es decir, que son mujeres muy responsables porque sí lo hacen. En todos estos casos, se deja entrever que el (no)acceso es consecuencia de una elección y decisión propia de cada una de las mujeres del lugar, privilegiándose y naturalizándose el rol de control reproductivo-materno culturalmente a ellas asignado.       

Así, los varones aparecen como acompañantes de las mujeres en su toma de responsabilidad sobre aquello que les corresponde. Y, si bien existe una cierta preocupación en torno a la falta de acercamiento de varones solos a los centros de salud en busca de MAC o Consejerías, no se considera tan urgente atacar este problema, ni se los critica con la misma dureza y se los responsabiliza tanto como a las mujeres.

Retomando la definición de Salud Sexual de la OMS, entendemos que “el acceso a métodos anticonceptivos es un derecho” (Fundación Huésped). Comprender el acceso a los MAC y a la salud sexual como derechos implica tratar esta temática desde una perspectiva de ciudadanía política, estrechamente vinculada a la cuestión del reconocimiento, promoción, el acceso a la información y el cumplimiento de los derechos sexuales, el lugar que ocupa el Estado (a nivel nacional, provincial y/o municipal), y cómo esto es llevado a cabo a nivel formal, burocrático y territorial.

Teniendo en cuenta esto, se pone de manifiesto que cualquiera sea el abordaje discursivo (que observamos en nuestro trabajo de campo), se apela a la individualidad para garantizar el cuidado de la salud, desdibujándose, ignorándose y desligándose, de esta manera, la responsabilidad y el rol del Estado. Como bien explica Draghi, las consecuencias ‘no deseadas’ de lo que aparece como un uso incorrecto o no-uso de MAC dependerían de la elección consciente e individual del sujeto en cuestión (en este caso cada una de las mujeres del barrio), quedando así el auto-cuidado en primer plano. Se parte de la concepción de que para evitar un estado ‘no deseado’, hay que hacer lo que ‘se debe’; de lo contrario, si hay contagio, embarazo no buscado, etcétera, es por propia responsabilidad.

La población del barrio que se encuentra en edad reproductiva es el núcleo central de nuestro trabajo, y por tanto atendemos a las particularidades que la misma presenta, así como también algunos desafíos. Uno de ellos está relacionado al inicio de las prácticas de su sexualidad con otrxs y los riesgos a los que pueden enfrentarse respecto de su salud reproductiva. Nos resultó central dedicarnos al debate alrededor del acercamiento a MAC, la información que circula acerca de y en torno a ellos, la utilización correcta de los mismos, el interés y el control médico en torno a la salud reproductiva.

Dentro del amplio espectro de MAC que se ofrecen gratuitamente en los centros de salud del barrio encontramos: orales (las llamadas “pastillas anticonceptivas”), inyectables mensuales o trimestrales, implantes subdérmicos (más conocidos como “chips”), DIUs, anticonceptivos hormonales orales de emergencia (“pastilla del día después”) y preservativos. La realización de una breve encuesta sobre salud sexual y reproductiva en las salitas de este barrio nos permitió ver que los MAC más utilizados por las mujeres allí son el implante subdérmico, el preservativo masculino y los inyectables orales.

Cada persona posee un criterio diferente al momento de elegir qué MAC o MACS (doble método) utilizar. Lo importante es que para poder tomar una decisión, elegir juiciosamente, en este respecto, se necesita información. ¿Cómo se accede a esa información en el barrio? ¿Quién la distribuye? ¿Cómo lo hace? ¿Desde qué lugar? ¿Cómo perciben esto lxs receptorxs de la información? ¿Y lxs emisorxs? Son algunas de las preguntas que atraviesan nuestra investigación.