La estación de Lomas de Zamora fue uno de los epicentros del Trenazo rumbo a la movilización. La agrupación Oleaje, el ala feminista del frente político Seremos (peronismo), protagonizó un pañuelazo frente al ingreso de la estación donde las mujeres expusieron sus pañuelos verdes y alzaron sus puños a favor de la legalización del aborto. Veintenas de mujeres, lesbianas, travestis y trans empezaban a agruparse en el hall ferroviario y llenaban cada uno de los trenes con destino a Constitución.
“Estar en una agrupación es esperar”, repitió Patricia más de una vez. La joven militante de Oleaje se destacaba entre el montón por su cabellera colorada. Tomó la posta de la organización y trataba de juntar a las chicas de su frente para que todas subieran juntas al mismo vagón. Habían preparado folletos y cintas violetas para repartir y atar en los agarres de la formación como parte de la visualización que implica el Trenazo.
Las agrupaciones político-partidarias feministas avanzan en manada y esperan a estar completas para hacer el próximo movimiento. Una de las chicas se comprometió a través de las redes sociales que encontraría al resto directamente en la estación terminal, por lo que por unos largo minutos, toda la comitiva de Oleaje se dispuso a esperarla allí. También es parte del quehacer del feminismo: no exigirle demás a una mujer, ser paciente y comprensiva con las compañeras, lo que puede conocerse como “sororidad”. La sororidad es una de las palabras que ha ganado potencia del 2015 hasta esta parte y se ha instalado en las conciencias de las mujeres, aunque busca ganar más territorio. Refiere a la hermandad entre los géneros femeninos por compartir el hecho de ser mujer y las presiones que aquello conlleva.
La movilización del Día Internacional de la Mujer del 8 de marzo tomó este año una dimensión incalculable, el microcentro porteño se plagó de mujeres, lesbianas, travestis y trans en reclamo de sus derechos. Las agrupaciones políticas marchan en una hilera compuesta por la concatenación de frentes. La fila ocupa el largo de las cuadras necesarias para que puedan acomodarse todas las agrupaciones a participar. Las primeras en la fila siempre son las agrupaciones organizadoras y convocantes, en este caso la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, y el movimiento Ni Una Menos. Colocan el estandarte en primera fila y detrás de éste todas las militantes y el resto de las agrupaciones. El orden del resto de los frentes es definido por el azar. En una de las asambleas previas al 8M (en referencia a la fecha) se sortean los lugares y es comunicado a una referente de cada espacio que se encarga de transmitir la indicación.
Las agrupaciones deben respetar su lugar asignado por sorteo pese a quedar cercanas a otros espacios con el que presenten diferencias partidarias, cuenta Patricia, y asegura que esa condición es aceptada sin problemas. Cada agrupación tiene una bandera, estandarte o pasacalle de referencia que es colocado no bien arranca la columna compuesta por sus militantes, ese espacio termina cuando aparece la pancarta de otra agrupación a su espalda.
Este año la movilización fue desde el Congreso Nacional hacia Casa Rosada sobre Avenida de Mayo. “Le paramos a Macri”, identificó la joven militante como consigna principal de la medida de fuerza. En coincidencia a la marcha, se decretó un Paro Nacional de Mujeres, por lo que se desarrolló un cese de las mujeres en sus actividades laborales durante todo el día. Incluso la dirección hacia dónde apunta la manifestación no es inocente. La última marcha del 8M se tiñó de críticas al gobierno y las políticas del presidente Mauricio Macri. La presión y la contundencia de las mujeres aquel día fue ejercida hacia al Poder Ejecutivo, nivel del Estado al que se reconoció como responsable de la opresión sobre mujeres, lesbianas, travestis y trans. En 2018 -en un contexto de impulso en la lucha por la legalización del aborto y a poco de una nueva presentación de un proyecto de ley para su regulación- el sentido de la marcha fue al inverso: de Casa Rosada, al Congreso. “Los ojos estaban puestos sobre el Poder Legislativo”, indicó.
En palabras de Patricia: “Estar en una agrupación es esperar”. Esperar a que estén todas las compañeras porque “ser un grupo que busca crecer y llegar a más personas” implica tolerar a las integrantes que se suman por primera vez. Esperar a que avance la movilización y esperar el momento de la desconcentración para que sea lo más ordenada posible.
Una vez que las militantes de la zona sur alcanzaron -con algunos minutos de retraso- a la columna central con el resto de las seccionales de Oleaje permanecieron estáticas por más de dos horas. La marcha avanzó apenas un metro en todo ese lapso de tiempo. Por razones desconocidas para las militantes, las asistentes permanecían en el mismo lugar, pero no parecía que les incomodara.
Las mujeres están construyendo feminismo en el Conurbano y están expandiendo el fenómeno hacia el interior de sus agrupaciones partidarias. A fin de esta investigación se intentará recontrsuir algunas de las características de los espacios que se autodenominan “feministas”, cómo sus militantes ganan terreno en la puja política y de poder y por qué -tras varias décadas de militancia al margen del reconocimiento- las mujeres se mantienen firmes dentro de las organizaciones.
La columna de Oleaje estaba compuesta en 95 por ciento por mujeres. Si bien el espacio está abierto a la participación masculina, desde la agrupación buscaron “hacer entender a sus compañeros que ese día las mujeres debían ser las protagonistas y que su presencia no era necesaria”. Ese fue más o menos el espíritu general de la movilización. En las primera filas estaba el “agite”, las compañeras entonaban canciones, gritos, saltos y danzas. “Abajo el patriarcado se va a caer, arriba el feminismo que va a vencer”, se coreaba a lo largo de las cuadras y las letras se mezclaban con cánticos de otras agrupaciones. La consigna “¡Mujer, escucha, únete a la lucha! se mantuvo a lo largo de las cuadras para incentivar a más mujeres que circulaban por la zona se sumaran a la movilización y a los reclamos. Más atrás había mujeres con sus familias, hijos o hijas menores que marchaban de la mano con sus madres o a upa, y algunos pocos esposos. Las trabajadoras de un merendero barrial marcharon con un delantal como símbolo del valor de las tareas de cocina.
Era la primera marcha de Lola que a sus siete años acompañó a la mamá y se encolumnaron con Oleaje, pero fue la segunda marcha de Nahuel, un bebé de dos meses que tuvo su primera gran movilización dentro del útero de Candela, su mamá, también militante de Oleaje. Las mujeres marchaban con sus familias, con sus parejas, con sus compañeras de militancia, con amigas.
La marcha avanzó lento. Costó cruzar la avenida 9 de Julio. Incluso por el horario alcanzado y por el largo viaje que algunas militantes tienen para volver hacia sus domicilios (algunas deben hacer hasta cinco combinaciones de transporte) la desconcentración para Oleaje comenzó una cuadra antes de pisar Plaza de Mayo, centro de la jornada. Tras la foto final en una de las cuadras paralelas a la marcha, las mujeres se fueron cada cual con la referente de su sección/distrito en búsqueda de las paradas del transporte público que se vieron modificadas por los cortes de calles resultados de la movilización. Pero la agenda feminista no se cortó. Siguió con mensajes al grupo de whatsapp para avisar que todas llegar bien a destino, con la publicación de selfies en las redes sociales, con posteos y reflexiones sobre lo que significa la marcha y con el anuncio del próximo gran plenario de Seremos que las encontraría el día siguiente y pondría a prueba el hacer práctica sus ideales.
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