Las políticas públicas en Argentina sufrieron infinidad de transformaciones a lo largo del tiempo. Es por esto que los programas sociales merecen un capítulo aparte.

En estos párrafos se intentará un acercamiento al trabajo etnográfico que tiene como objetivo determinar el impacto real que generan las políticas públicas sociales en la economía familiar de la población más desprotegida que habita el conurbano bonaerense.

El tema que se aborda aún tiene aspectos que requieren un análisis mayor, ya que fueron poco indagados.

Este proceso comenzó hace varios meses: la recolección de información y entrevistas a distintas familias del conurbano fueron las actividades centrales realizadas hasta el momento. Es por esto que se buscaron personas que percibieran algún programa social en la actualidad.  

El trabajo de campo permitió dar cuenta de que el tema abordado no involucra solo el aspecto económico de las familias involucradas, sino que atraviesa de manera transversal las trayectorias personales y familiares de cada uno de los entrevistados.

Silvia, beneficiaria del programa “Hacemos Futuro”, describe lo siguiente: “A partir de mi ingreso al programa, generé amistades entrañables“. Y agrega: “Estoy muy fortalecida, más plantada en la vida… nos han empoderado”.

Las historias de vida de las personas entrevistadas se encuentran atravesadas por diversas problemáticas. Lo que resulta sumamente llamativo en esta instancia preliminar es que deciden ponerlas en juego a la hora de ser entrevistadas: cuentan historias, detalles que quizás están por fuera de lo que se viene preguntando, incluso sin conocer previamente a quien los entrevista.

Un ejemplo de ello se evidencia en el relato de Norma: «Estuve detenida con prisión domiciliaria durante dos años. Fui víctima de violencia por parte de mi ex marido durante más de 20 años. A mis hijos los tuve todos con él, y después de algunos años empezó a vender drogas». Estos son sólo fragmentos de largas entrevistas que permiten aproximarnos a las realidades cotidianas con las que conviven estas personas.

En las experiencias descritas con las que se estuvo trabajando hasta el momento se podrán encontrar señales de estigmatización, no sólo percibidas por los entrevistados, sino también de ellos hacia otras personas que cobran algún programa social, por lo que resulta interesante profundizar y focalizar sobre este aspecto.

Varios de los titulares de derecho entrevistados que perciben algún programa social son vistos o estereotipados por gran parte de la sociedad como “vagos” que cobran esos ingresos porque no quieren trabajar. Luego de analizar varios programas de televisión y recortes periodísticos, se llega a la conclusión de que se construyó un imaginario social en donde los medios masivos de comunicación influyen directamente, instalando y sentando las bases de que quienes perciben programas sociales utilizan esos ingresos para destinarlos a «gastos innecesarios» -drogas, alcohol, zapatillas, entre otros ejemplos-. Es llamativo que en alguna de las entrevistas los entrevistados le asignan la misma visión estigmatizante que dicen padecer, cuando se les consulta sobre otras personas que perciban algún programa social. Es decir, observan a los que reciben alguna política pública con la misma visión estigmatizante que sobrecae sobre ellos por el resto de la sociedad.

Asimismo, las entrevistas permitieron identificar varios puntos en común entre los temas abordados por los entrevistados. La violencia de género aparece como factor vinculante, ya que la mayor parte de las entrevistadas accedió a un programa social por haber sufrido alguna situación de violencia. Los programas sociales mencionados a lo largo de las entrevistas tenían dentro de sus requisitos de ingreso haber sido víctima de violencia de género, como, por ejemplo, el programa “Ellas Hacen”, dependiente del ex Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.

Otro punto en común  entre los entrevistados  es el nivel educativo alcanzado. La mayor parte de ellos al ingresar al programa no tenían sus estudios secundarios finalizados y en muchos casos tampoco el primario.  A partir de las oportunidades que les ofrecía esta política pública pudieron reinsertarse al sistema educativo y no sólo finalizar sus estudios, sino en muchos casos continuar con el nivel  terciario o universitario.

También se presenta como tema transversal la permanencia en los programas sociales a lo largo del tiempo. Nos encontramos con entrevistados que se encuentran formando parte de algún programa social desde hace más de 15 años. Esta continuidad se da a lo largo de distintos gobiernos.

Si bien en todos las entrevistas se buscó centralizar las preguntas sobre el impacto del programa sobre el presupuesto familiar, una vez más la realidad y el contexto más allá de lo económico se sumaron a los relatos. Surgía en cada entrevista una necesidad de contar situaciones que dejan abiertos varios interrogantes. ¿Qué espacios se podrían generar o reconstruir en el interior de estos programas para contener a estas personas más allá del dinero que reciben?

El desafío de esta etnografía será profundizar sobre los aspectos planteados, sabiendo que cada una de las experiencias recolectadas no suelen ser titulares en los grandes diarios, ni tampoco salen en los zócalos de los noticieros centrales, pero viven y conviven en esta realidad, existen y persisten en todo el territorio nacional.

La realidad de cada una de estas personas nos permite ver cuánto camino queda por transitar en materia de políticas públicas en nuestro país. Si bien es cierto que durante estos últimos cuatro años hubo modificaciones considerables en los objetivos de los programas sociales, como por ejemplo, en “Argentina Trabaja” que proponía la implementación de obras públicas y pasó a centralizar sus objetivos en la capacitación, e incluso en muchos casos limitarse solo a la transferencia de dinero. Hay que destacar que estos programas continúan siendo, en muchos casos, el único sostén económico de miles de familias y al mismo tiempo divisar que la permanencia en los programas les permitió a estas personas adquirir distintas herramientas como por ejemplo la terminalidad educativa. Por lo cual, podríamos arribar a una hipótesis preliminar que nos permite comenzar a desconfiar del imaginario social que los medios hegemónicos de comunicación crearon sobre la población que percibe programas sociales.