Etnografía en el tren

El ramal de trenes Temperley-Haedo, de la Línea Roca, cuenta con 11 estaciones. En ellas, dilemas interminables de lo que pudo ser y nunca fue. Reflejo de una idea trunca, de una visión de país de tiempos pasados, que reclama un lugar en la historia.

La estación de trenes de Temperley cuenta con 10 andenes. Que prestan servicio a los atiborrados ramales eléctricos hacia las estaciones cabeceras de Bosques, Alejandro Korn y Ezeiza, por ejemplo. Uno de estos andenes, el número 1, toma otra dirección. El trayecto va en sentido opuesto al resto: el ramal Temperley-Haedo se dirige a zona oeste, cortando de forma transversal los partidos de Lomas de Zamora y La Matanza.

Este tren, mejor conocido como ‘’La Chanchita’’(al igual que otros servicios diésel) cuenta con una frecuencia de poco más de 60 minutos. Hay 10 servicios diarios entre las cabeceras del trayecto y se prestan con un cronograma fijo sin importar cuál sea el día ni la circunstancia. Se trata de tres vagones Materfer y un furgón, impulsados por una locomotora diésel General Motors GT-22.

Primeras impresiones

Estación Santa Catalina

Unos minutos luego de tomarme el tren noté que, poco después, el trayecto se desvía por un empalme cercano y atraviesa, en una curva, el Parque Finky de Temperley. Las familias se detienen a metros del tren y observan el monstruo de metal, chirriante sobre las vías, lento, pesado. Algunos miran desconfiados, otros indiferentes, otros tantos (niños en particular) lo saludan.

Después el tren atraviesa la estación Hospital Español (Turdera). Corta por la mitad la Av. Hipólito Yrigoyen. A tan solo dos cuadras, el Hipermercado Coto de Temperley. Este cemento será lo primero y lo último que los pasajeros verán en el trayecto, al menos hasta llegar a zona oeste. Observando detenidamente el vagón y sus ocupantes, noto un ambiente sumamente tranquilo pero, producto del riesgo que dicen que se experimenta en el tren, sigo manteniendo la tensión a cada instante.

El tren abandona la estación luego de unos segundos. Se dirige ahora hacia la estación Santa Catalina (Llavallol). Una vez atravesado el paso a nivel de la calle Garibaldi, el tren se adentra en la Reserva Municipal Santa Catalina. La estación pareciera estar detenida en el tiempo. De no ser por los dos o tres carteles que rezan ‘’trenes a Temperley’’ fácilmente podría ser confundida con una estación perdida en el interior de la provincia de Buenos Aires. Como me esperaba, nadie subió ni bajó en ese andén. La ubicación, considerando el difícil acceso de cualquier persona a ese lugar de la Reserva, es pésima.

El tren, en el medio de la Reserva, continúa su marcha hacia Juan XXIII (Parque Barón).

Debajo de la Av. Juan XXIII, la estación del mismo nombre es un humilde apeadero erosionado por el tiempo. La basura y escombros por doquier, y un auto ocasional que pasa por debajo del puente, es lo único que acompaña a los tres o cuatro pasajeros que puedan llegar a subirse al tren. La poca accesibilidad y desconocimiento de la estación, considerando que está justo debajo de la avenida, la hacen casi invisible. A menos de 10 minutos a pie de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, la estación Juan XXIII es un potencial en el transporte sumamente desaprovechado en la zona.

Andén de la estación Juan XXIII

Mala fama

Pasando Juan XXIII se hace presente el tramo que le ha dado al tren su fama de inseguro y peligroso. En dirección a Haedo, del lado derecho del tren está la Reserva Provincial Santa Catalina, del lado izquierdo, Villa Albertina.

En este vasto territorio comienzan a verse, de a poco, personas, barrios informales, contaminación y, por sobre todas las cosas, la cara visible del margen en toda su dimensión. La concatenación de casillas, basurales, animales y personas conforman el panorama de un auténtico desastre ecológico y humano. Es en este lugar en donde empiezan a verse modificadas las interacciones entre los pasajeros. Algunos miran con asombro, otros son indiferentes. Se acomodan en sus asientos para observar el caos o se alejan de las ventanas por temor a los frecuentes piedrazos.

A lo largo del trayecto junto a la Reserva, yacen autos quemados, pilas de basura, caballos enfermos que vagan solitarios junto a un arroyo a metros del tren. En Villa Albertina la situación no es mucho mejor. Si de un lado hay espacio de sobra, del otro lado el espacio falta. Las chatarras que invaden el terreno ferroviario revelan extensos pasillos y casillas en donde, además de vivir muchas personas, conviven una enorme cantidad de enfermedades y contaminación. Unos minutos después, el lado opuesto al tren replicará ese escenario. Esta vez, aún peor.

La estación Km. 34 es la primera en aparecer luego de Juan XXIII. En la confluencia de Villa Albertina e Ingeniero Budge, los andenes de la estación, casi sin previo aviso, aparecen de golpe. La fotografía no deja mucho a la imaginación:

Andén de la estación Km 34

En esta zona el movimiento es intenso. Los banderilleros del tren se bajan para cortar el tránsito e impedir accidentes mientras la formación, sin barreras a sus lados, atraviesa lentamente la calle y amenaza con llevarse puestas a las motos que, desafiantes, se filtran en el paso a nivel. Mientras tanto numerosas familias suben y bajan de los vagones. Bicicletas, bolsos, bolsas con ropa, cartones, todo ocurre en cuestión de segundos y modifica radicalmente la paz previa que todavía podía vivirse dentro de los vagones.

Pasando Km. 34 la situación no hace más que empeorar. Las vías siguen teniendo basura a raudales y los chicos juegan sobre montañas improvisadas. El tren avanza lentamente sobre rieles viejos y se bambolea en algunos tramos. La siguiente estación, P. P. Turner (en pleno Ingeniero Budge) se encuentra en la Av. Olimpo y a tan solo poco menos de un kilómetro de La Salada. Como hacía mención anteriormente, el panorama sigue empeorando. El andén carece, incluso, de una separación con la calle de tierra que está a su lado. Es, sin más, un terraplén sin iluminación de ningún tipo y apenas señalizado con el nombre de la estación.

Andén de la estación P. P. Turner

Una vez dejada atrás esta parada en el trayecto, lo siguiente serán más casillas a la vera del arroyo y debajo de las inmensas torres de alta tensión que cruzan transversalmente la zona. Unos 10 minutos después, el Camino de la Ribera Sur es la frontera que separa lo que se conoce como ‘’zona sur’’ del Río Matanza, y este último con ‘’zona oeste’’. La importante avenida carece de un paso a nivel, por lo que los banderilleros del tren deben bajarse de la formación antes de cruzar para detener el tránsito y así poder avanzar por el puente.

Zona Oeste

Al pasar el Río Matanza el viaje entra en una ‘’meseta’’. De un lado de las vías hay un extenso campo con árboles que pertenece a la localidad de Aldo Bonzi. Del lado opuesto, un barrio marginal de la localidad de Tapiales. También confluye aquí la localidad de Villa Celina.

La próxima parada es la estación Agustín De Elía, en esta estación convergen, no solo las tres localidades mencionadas anteriormente, sino también dos ramales de tren activos de la Línea Belgrano Sur, un ramal inactivo, la Au. Pablo Richieri y el Mercado Central de Buenos Aires. Todas estas conexiones y pesadillas de la movilidad urbanas yacen en una extensión territorial menor, por ejemplo, a la de Ciudad Universitaria (CABA).

Los andenes de las distintas estaciones de trenes se conectan en un laberinto de escaleras y cruces ferroviarios sobre varios niveles. Es un punto clave del viaje para entender el dinamismo en el transporte de la zona y, además, visibilizar las contundentes diferencias que hay en las formas de viajar (algunos trenes son eléctricos y otros, servicios diésel). Se trata de un lugar que revela las dinámicas de la economía y el traslado en el viaje. Los pasajeros aprovechan la ubicación para hacer transbordos con los ramales de la Línea Belgrano Sur y, sobre todo, las compras en el Mercado Central.

Después de Agustín De Elía comienza el tramo final hasta llegar a Haedo. La primera de las tres restantes es la estación Tablada. Ubicada en la localidad homónima, la estación tiene un mantenimiento aceptable. La estructura es humilde en su concepción, con un color rojo ladrillo característico. Tiene una valla que divide los dos andenes y, dicho sea de paso, uno de los dos no tiene ninguna edificación propia.

Estación Tablada

Unos minutos después el tren se detiene en la estación San Justo. El andén está erosionado por el paso del tiempo, apenas se distingue la línea amarilla que lo separa de las vías. Sin embargo, no debe pasarse por alto la ubicación estratégica en la que está emplazada la estación.

Inmediatamente frente al andén se encuentra el Cementerio de San Justo. Y, no más de 10 cuadras en dirección a Haedo, se encuentra la Universidad Nacional de La Matanza, que puede apreciarse junto a la formación cuando pasa por el lugar:

Universidad Nacional de La Matanza

La siguiente parada será Ingeniero Brian. Ubicada a las afueras de Ramos Mejía, lo destacable en la estación es que recientemente estuvo ocupada por una familia en situación de calle que vivía en ella. Sin embargo, hoy en día cuenta con seguridad permanente y ha sido levemente renovada (trabajos de pintura menores y desmalezamiento). Es pequeña y de un color ladrillo pálido.

Haedo es el final del recorrido. La estación es un importante nodo ferroviario en la zona. Contiguo al andén del ramal Temperley-Haedo, se encuentran los andenes (casi nuevos, altos, con mucha gente, con trenes eléctricos) de la Línea Sarmiento.

Así comienza la eterna marcha de este tren por el Conurbano. Ha sido y será un viaje colmado de innumerables acontecimientos sucediéndose de forma simultánea que conforman un denso entramado de relaciones sociales en donde se hallan pasajeros ocasionales, pasajeros frecuentes, guardas, policías, personas del ferrocarril, cartoneros, etc. Las interacciones entre las personas y la manera en la que han construido su propio paradigma de normas son los temas centrales de la investigación.