Cómo fue la hazaña de Claudio Marraspín, un kickboxer cuya característica principal es que tiene el miembro superior derecho amputado

El kickboxing es un deporte de contacto nacido en Japón en el que los competidores pueden usar tanto los puños como las piernas para llevarse la victoria. A pesar de tratarse de una disciplina que a simple vista es individual, en esencia es colectiva, puesto que el practicante depende de la ayuda de sus compañeros para pulir su técnica y desarrollarse como profesional.

Es a través de la ayuda de sus colegas que un kickboxer pule una de las claves de la disciplina, la coordinación de las articulaciones, a las que el atleta debe re-acostumbrar a una postura que por naturaleza es incómoda para poder salir airoso de las múltiples peleas que tendrá a lo largo de su carrera.

Los dos brazos funcionan como escudo de la cabeza y el cuerpo, a la vez que cumplen la función de estocar al oponente para debilitar su guardia y poder atacarlo para llevarlo lenta o rápidamente a la derrota. Por su parte, las piernas no solo son clave para el movimiento en el ring, sino que también pueden infligir mucho daño al rival si se golpea con ellas correctamente.

Ahora, ¿es posible competir si a uno le falta una articulación? Obvio que no es lo mismo que a un atleta le falte un brazo que una pierna, pero el día que quien escribe estas líneas vio a Claudio Marraspín le quedó en claro que, incluso sin un brazo, uno puede destacarse en este deporte.

El evento Grecia XXII en el Club Larralde congregó un domingo a la tarde a varios competidores amateurs, semi-profesionales y profesionales de múltiples escuelas (como en Karate Kid) .

Para pasar el rato, los allí reunidos también tomaban algún que otro mate y discutían sobre la acción desencadenada en el cuadrilátero. Sin embargo, llamó la atención un comentario de un compañero del gimnasio Calacas, cuyo profesor disputaba un título en la contienda principal del show. En una de las peleas pactadas de Grecia XXII se anunciaba a Marraspín, un competidor al que le habían amputado el brazo derecho cuando era un niño, pero que a pesar de eso logró entrenar y se convirtió en un reconocido peleador del circuito regional.

“¿Y es bueno?”, le preguntaron a aquel compañero y él asintió seriamente. Su oponente era Germán Figueroa, “El Bendecido”, aunque entre los alumnos del Calacas hubo chistes respecto a su calidad como peleador. “De bendecido no tiene nada, es un muerto”, comentaban entre carcajadas.

Hubo que esperar algunas horas para presenciar esa batalla. Antes, algunos competidores del Calacas como los jóvenes Esteban y Diego se subieron al ring para pulirse como peleadores semi-profesionales. Esteban salió victorioso por decisión de los jueces, pero Diego no tuvo mucha suerte, puesto que fue noqueado con un brutal gancho al hígado. La preocupación por Diego distrajo a sus compañeros de lo que sucedía en el show. Para los practicantes que van a ver a sus colegas a los “torneos”, como se les dicen a los eventos como Grecia, nada es más importante que asegurarse de que sus amigos estén bien física y anímicamente para pelear, eso puede incluso hacer la diferencia en el desempeño del atleta.

Finalmente llegó la esperada contienda de Marraspín. Lo primero que llamó la atención fue que en el lugar donde debía estar su brazo derecho sólo había un pequeño hueso (el acromion) en el hombro que, si se elevaba, alcanzaba a cubrir la perilla del competidor. Por otro lado, sus macizas piernas daban a entender que cubría la falta de la articulación con un rápido movimiento de pies, algo vital para evitar la presión de su oponente.

Si bien su apodo lo vendía como un prodigio del kickboxing, su despliegue en el cuadrilátero mostraba todo lo contrario. “El Bendecido” no pudo evitar el aluvión de patadas a las piernas que se le vino. De hecho, la derecha le quedó tan lastimada que el árbitro estuvo a punto de parar la pelea. No obstante, quizás por un acto de torpeza más de que ingenio, Figueroa quiso continuar tras permanecer inmóvil por varios segundos y siguió siendo el receptáculo de las feroces patadas de su rival.

El ritmo del enfrentamiento fue el mismo a lo largo de los tres rounds de tres minutos, y así Claudio se llevó la victoria por decisión de los jueces. Además, se llevó un trofeo llamado “Copa Motivación” y una ronda de aplausos por parte de las 100 personas que había en el club.

Al día siguiente en el Calacas, la pelea de Marraspín y Figueroa fue de lo más comentado por los practicantes. Lo que al profesor le llamó la atención fue que el “Bendecido” nunca tuvo la intención de propinarle a su oponente una patada al cuerpo, sino que intentó en reiteradas ocasiones volarle la cabeza, a pesar de que eso “era más difícil” porque el hueso del hombro le permitía cubrirse, cosa que no podría haber hecho si las patadas se hubiesen dirigido a las costillas.

Lo interesante es que unos meses más adelante volvió a pelear Figueroa, y los Calacas no pudieron evitar acordarse (con cierto tono jocoso) de la derrota que tuvo frente a Marraspín. “Pasa que el tipo estaba en una situación complicada, si le ganaba (a Claudio) quedaba como un forro porque se aprovechó de un discapacitado, y si perdía quedaba como un salame por haber perdido con un manco”, explicó Manuel, un veterano del gimnasio.

Más allá del tono bromista, lo cierto es que Marraspín logró superar una importante adversidad a través del apoyo de su gimnasio y el de los fanáticos, dejando en evidencia que el kickboxing no sólo tiene una cuota individual, sino que los mecanismos de contención y apoyo que se generan a su alrededor son igual de importantes que el esfuerzo personal. Así fue como Claudio logró realizar la hazaña.