Por Julieta Waisgold*

Hay una sola forma de resolver el problema de la agitación de las masas, y ella es la verdadera
justicia social en la medida de todo aquello que sea posible a la riqueza de su país y a su propia economía (…)
Ir más allá es marchar hacia un cataclismo económico; quedarse muy acá es marchar hacia un cataclismo social;
y hoy, esos dos extremos, por dar mucho o por no dar nada, como todos los extremos, se juntan y es para el país,
en cualquiera de los dos casos, la ruina absoluta.

Discurso de Juan Domingo Perón en la Bolsa de Comercio, agosto de 1944.

 

En 1944, Juan Domingo Perón formuló, sin decirlo explícitamente, un teorema: era necesario ocupar una posición que permitiera que, desde la política, se articularan intereses hasta ese momento contradictorios.

La idea central era devolverles la dignidad a los trabajadores sentándolos en la cabecera de la mesa, y a su vez, de cara a los empresarios, funcionar como garantía de que en Argentina habría un freno a la “amenaza del comunismo” que crecía y se potenciaba en el mundo. Esa posición le permitió fundar una nueva mayoría política en la Argentina, y hoy, ochenta años después, vuelve a ofrecer una clave de lectura.

En el artículo “Las bases sociales de los partidos políticos en las elecciones presidenciales de 2023 en Argentina”, del Instituto de Investigación en Gestión de la UBA, los investigadores Martín Astarita, Daniela Barbieri y Pablo Garibaldi planteaban que ya en mayo de 2023 Javier Milei tenía una distribución homogénea del voto a lo largo de la sociedad en términos socioeconómicos. O sea, La Libertad Avanza no era un partido sólo de clase media-alta ni sólo de sectores bajos, sino que su voto se distribuía de forma relativamente pareja entre una y otros, y el respaldo que logró no dependió de ningún subgrupo en particular.

A diferencia de Cambiemos, que concentró su electorado cada vez más en sectores de clase media-alta, Javier Milei llegó al gobierno sumando votos también en sectores medios- trabajadores que en otro momento podrían haber votado al peronismo. Sectores que con la crisis, ahora, tal vez hayan sido los primeros en sentirse desalentados a ir a votar al partido violeta, aunque por motivos diferentes el gobierno también haya sufrido una caída en los votos amarillos.

Con una lógica de apoyo más parecida a la de un fandom —basada casi exclusivamente en la identificación con la figura de Milei y no en la organización política tradicional—, el desgaste de los últimos meses bastó para que las adhesiones a La Libertad Avanza empezaran a retirarse, como quedó evidenciado con los más de 13 puntos de ventaja que Fuerza Patria le sacó en las elecciones bonaerenses del 7 de septiembre.

En medio de esta crisis del partido violeta, se abre camino para que el peronismo recupere su propio código genético y vuelva a plantearse como la fuerza que pone a los que trabajan en el centro. Pero no solo eso.

Si en los ‘40 el fantasma del comunismo funcionaba como horizonte de amenaza para las élites, con un estallido de lucha social que desbordara al sistema, hoy el riesgo podría volver a ser que un gobierno de derecha convierta el descontento en una olla de presión que termine en alguna forma de descomposición social.

Si en el siglo pasado el peronismo fue el reaseguro para empresarios y para el poder económico de que no habría revolución y al mismo tiempo la garantía para los trabajadores de que tendrían derechos y dignidad, hoy podría volver a operar bajo la misma lógica: ser el reaseguro para que la presión social encuentre cauce en una mayor dignidad, paz social y orden, en lugar de hacerlo en el caos.



*Es periodista de TEA, abogada de la UBA y diplomada y maestranda en Comunicación Política de la Universidad Austral.
Siempre le gustó la política y hace más de 15 años empezó a trabajar en comunicación buscando conocer y entender el detrás de escena. Sus primeros pasos fueron en el Congreso de la Nación y más tarde se desempeñó como asesora y coordinó equipos en distintas áreas del Estado Nacional. Trabajó en el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, en ACUMAR y en el Ministerio de Salud de la Nación.
En 2019, coordinó el equipo de discurso de la campaña presidencial de Alberto Fernández.
De manera autodidacta, en los últimos años se formó en lecturas sobre populismo y nuevas derechas. Y fueron esas lecturas las que la llevaron a hacer un curso de posgrado sobre teorías sociales y políticas posestructuralistas en Flacso. Está en desarrollo de su tesis de maestría.
Además, fue ponente en distintos congresos de Comunicación Política, como el de la Asociación Latinoamericana de Investigación en Campañas Electorales (ALICE) y la Cumbre Mundial de Comunicación Política. Escribe con cierta periodicidad en distintos medios nacionales, como Perfil y Página 12.
Los que no la conocen suelen preguntarle si es politóloga. Ella contesta que es poeta y justiciera.