La oposición intenta resolver, a los codazos, la transición en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, uno de sus territorios fuertes. La UCR, despechada por lo que fue su lugar relegado en Cambiemos pero entusiasmada por el porvenir, se ilusiona. El oficialismo (en todas sus variantes) amaga con un ordenamiento que no termina de derramar. Se multiplican las internas en la provincia de Buenos Aires. El caso de La Matanza.

Por Leandro Alba*
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Una de las preocupaciones más grandes en la vereda de Juntos por el Cambio es de qué manera se hará de la jugosa herencia que representa la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El bastión del PRO se encuentra atravesado por una compleja transición. El de la UCR y el PRO es el caso de un matrimonio que se patea bajo la mesa para evitar el mal trago ante los presentes. Aunque a veces no tanto.

La UCR, luego de ocupar un rol secundario en materia de gestión durante la era Cambiemos (pese a respaldar en público a Mauricio Macri), salió del cuarto del fondo con nuevos músculos y anhelos de conducción. En el medio, el expresidente se garantizó un eterno lugar en los libros de Historia por haber recibido el préstamo más grande que otorgó el FMI. Uno que se aprobó con la minuciosidad con la que se otorgan los créditos personales para sacar zapatillas. El crédito, según palabras del Presidente Alberto Fernández, actuó en “abierta violación” a la propia Acta Constitutiva del FMI. El resultado: la suerte depende de los dólares que las potencias le pasan al país por un tubo de oxígeno prestado para inflar las reservas. En ese escenario, la foto de Macri hundía a los propios.

Mientras, los planteos del diputado nacional y vicerrector de la UBA, Emiliano Yacobitti, y del senador nacional, Martín Lousteau, ambos referenciados en Evolución, encontraron más flexible y generoso el diálogo con el jefe de Gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta. Los vínculos fueron prósperos, más aún luego de superar la tensión que se generó cuando Yacobitti salió en defensa del diputado Alejandro Cacace quien, en 2022, se había adelantado a la iniciativa de Javier Milei con su remake de una dolarización cool y desde un sector de la UCR, referenciado en el Gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, querían taparle la banca con diario.

Esta fue la alianza que terminó por germinar dentro del partido centenario, en el que a figuras como Facundo Manes le coparon el terreno como si debajo de su propuesta pudiese haber litio. No es un dato menor que el neurocientífico venía de hacer una muy buena elección en las PASO de 2021 en la interna contra el exvicejefe de Gobierno porteño, Diego Santilli. Curiosamente, Juntos por el Cambio ahora prescindió del radical. El acuerdo entre el PRO y un sector de la UCR no dejó alternativas para intentar nuevas líneas editoriales dentro de la alianza, mucho menos en el caso de Manes que quería ir por la presidencia. Hasta ahí llegó el amor por la neurociencia, por lo que Manes debe postergar su proyecto de centro popular con el que ya había tentado, incluso, a movimientos sociales con un éxito para nada menor.

El flamante armado entre Larreta y este sector de la UCR que integran Morales y Lousteau estructuró un nuevo balance que, además, podría alterar la ecuación de poder en caso de dar el batacazo. Según un informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal, la CABA fue el distrito que más consiguió ensanchar su porción de la torta de la coparticipación en detrimento de las provincias. Entre 1993 y 2022, creció 548 por ciento. Ahora, la UCR va por la gallina de los huevos de oro: el bastión del PRO.

No son pocos los correligionarios que, lejos de la luz roja del grabador, afirman que ofrecerle una PASO competitiva al radicalismo de la CABA era una forma de conservar la estructura de ese matrimonio en el que una de las partes era la única que salía los fines de semana. Y cerraba las listas.

Sin embargo, el ala del PRO que Rodríguez Larreta no consiguió retener, y que responde al expresidente de Boca – y por propiedad transitoria a Bullrich-, se ilusiona con que aquellos 200 kilómetros retornen a la familia.

Macri, consciente de los números que en las encuestas lo dejaban en un cómodo tercer lugar, por detrás de Bullrich y Rodríguez Larreta, prefirió no aguardar las nuevas buenas que podrían traer consigo el segundo semestre. Ni siquiera le alcanzó para dilatar el misterio y en marzo se bajó de la carrera presidencial, aunque pocos creían que en algún momento se había subido. Sin embargo, evitó descuidar el directorio del bastión amarillo. Reflejos del ámbito privado, tal vez. Tan fuerte fue el espaldarazo que le dio a su primo Jorge que lo arrancó de Vicente López y lo hizo cruzar la General Paz.

Además de la obvia portación de apellido, Jorge es parte fundamental del PRO. Junto al boquense creó la fundación Creer y Crecer en el 2001. En 2005, se convirtió en el primer diputado provincial. Fue premiado con la presidencia del partido en la Provincia, en 2006. Fue reelecto como legislador en 2009. Fue electo intendente en 2011, con el 38 por ciento de los sufragios. En 2015, cosechó 54 por ciento, lo que le permitió materializar sus anhelos de reelección. Y, en 2019, con el 64 por ciento, volvió a revalidar su conducción por un nuevo mandato. Ahora, está de licencia para hacer campaña en la Ciudad mientras que delegó la gestión en el partido bonaerense.

Con el nombre como marca en las boletas, Jorge Macri buscará retener (o recuperar) el bastión de un armado que se construyó como una alternativa vecinalista y que consiguió instalarse como un fenómeno nacional usando a la gestión quirúrgica de un segmento del centro de la Ciudad, la vidriera que representa y la billetera que nutre continuamente la desbalanceada coparticipación, de igual modo.

 

El lado amarillo de la Provincia

El debate bonaerense no es menos bullicioso. Allí, Rodríguez Larreta vio parcialmente frustrada su estrategia. Su alfil, Diego Santilli, polariza con el Gobernador Axel Kicillof pero evita hacer referencias a la gestión de (la ahora repatriada a la CABA) María Eugenia Vidal. Sin recuperar la experiencia reciente del paso de la fuerza por el territorio bonaerense, Santilli apunta contra el exministro de Economía, quien busca su segundo mandato repitiendo fórmula con la exintendenta de La Matanza, Verónica Magario.

Durante un buen tiempo, el nombre que estuvo en danza para matchear en una misma fórmula con Santilli fue el del presidente de la UCR Buenos Aires, Maximiliano Abad. El problema fue que el dirigente también era seducido con la misma insistencia por el ala de Patricia Bullrich, con quien finalmente cerró su acuerdo. El radical fichó como precandidato a senador bonaerense en el equipo de la exministra de la Alianza.

 

UP: la estrategia para poner arriba al exFdT

En Unión por la Patria, la designación del ministro de Economía, Sergio Massa, como precandidato de unidad (al menos en lo que respecta al plano discursivo que más consiguió instalarse y que termina por ubicar a Juan Grabois, prácticamente, como una oferta testimonial) colaboró en un parcial ordenamiento de la coalición (al menos hacia afuera). Es que fueron tantas las grietas internas que terminó por oxidarse lo que debió haber sido una aceitada gestión. De forma paralela, el dirigente del MTE suma adhesiones que, de cara a octubre, serán centrales para manifestar su apoyo a quien hoy lleva la delantera en las encuestas: el líder del Frente Renovador. Apoyo que tendrá un costo. Ese costo estará dado marcado por la demanda electoral. Cuanto mejor sea la performance de Grabois, mayor será el margen para intentar colar, en alguna parte del programa, su agenda.

El pasado 9 de julio, Massa inició su campaña. El expresidente de la Cámara de Diputados (que le dejó el cargo a Cecilia Moreau para agarrar el detonado Ministerio de Economía, luego de que Martín Guzmán se rajara con lo puesto durante un discurso de CFK), deberá copiar los movimientos de la cintura de Ortega para gambetear los argumentos de que su propuesta no tiene el más mínimo perfume a “reelección”. Por el momento, los respaldos en la cancha son firmes.

Pese a contar con el apoyo del Presidente, la vicepresidenta Cristina Fernández y el precandidato se encargaron de marcar la diferencia con Alberto Fernández. Sobre todo por la insistente idea de “ir para adelante”, una virtud que el kirchnerismo creyó haber encontrado en la figura del amo de Dylan.

Una de las pruebas de fuego para Massa fue su viaje a China. De ese modo pudo mostrar que su caja tenía más herramientas que resortes con el FMI. Con distintos alfiles en puntos estratégicos y una comunicación que pondera al streaming y los nuevos generadores de opinión de igual modo que los medios tradicionales, consiguió moldear el escenario a su medida. Massa es, ante todo, un generador de escenarios.

La inclinación de la balanza hacia Massa consiguió derramar solo hasta el territorio bonaerense, donde la ministra de Desarrollo Social de la Nación, Victoria Tolosa Paz, debió levantar sus petates para que Kicillof consiga transitar por segunda vez su camino a la victoria. Claro que para contener hubo que conceder. No se trata de soplar y hacer globos. Las tensiones generaron cortocircuitos en armados sólidos, como la alianza entre movimientos sociales conocida popularmente como Los Cayetanos (integrada por Barrios de Pie, el Movimiento Evita y la CCC), que en 2019 respaldaron al Frente de Todos conjuntamente. Cada espacio buscó su lugar en las listas o, como es el caso del Evita, consiguió presentar sus propias nóminas para lo que serán las PASO en distintos puntos del territorio bonaerense. Son los otros bastiones que también están en pugna y que despiertan preocupación en los oficialismos en los que UP retiene los municipios, puesto que la demanda de alternancia llega desde adentro. No solo se trata del debate de cara al 13 de agosto, sino de estructuras que demandan mayor participación y cuya construcción no solo se ciñe al debate electoralista. Los distritos en cuestión son: La Matanza, Tres de Febrero, Moreno (donde Mariel Fernández irá por la reelección), San Martín, Lanús, Navarro, Marcos Paz y Lobos.

 

La Matanza, en disputa

El caso más emblemático de este nuevo escenario es el de La Matanza. El bastión peronista por excelencia. Allí, son tres las listas que, dentro de Unión por la Patria, buscan quedarse con la conducción del destino de 1.837.774 de matanceros. La terna que conforma la competencia de UP: Fernando Espinoza (que va por su reelección), María Laura Ramírez (funcionaria del Ministerio de Desarrollo de la Nación y alineada con Victoria Tolosa Paz) y la referente local del Movimiento Evita, Patricia Cubría.

Allí, donde el peronismo gobierna desde el retorno de la democracia, el intendente Fernando Espinoza heredó el armado de Alberto Balestrini, quien supo construir un sólido puente con Néstor Kirchner además de contar con resortes en las cámaras y líneas directas con figuras de peso en el peronismo. Tuvo un rol central en La Matanza durante la crisis del 2001. En el distrito, la crisis se ensañó. Las rutas se poblaron con desocupados, las ollas populares buscaron calmar el hambre y los dirigentes comenzaron a ganar más lugar en la agenda haciéndole grietas al discurso hegemónico. Ante la fractura del sistema productivo, los debates políticos fueron rajados (o cesanteados) de las empresas, al igual que los trabajadores, y se trasladaron a los cortes. Carlos Alderete, líder histórico de la CCC y hoy diputado nacional por el oficialismo y José Luis D’Elía, precandidato a gobernador por Principios y Valores, transitaron esta forma.

La preocupación por el bastión no es menor y por eso es una novedad que el peronismo bonaerense haya habilitado competencia interna para Espinoza. Es que en 2021, el Frente de Todos consiguió el apoyo del 47,76 por ciento del electorado. Sin embargo, en las elecciones de 2019, el Frente de Todos había arrasado con el 67,65 por ciento. A esto se le suman otros problemas al oficialismo local. Pero el primero está en la interna. Paso a paso.

Desde su primera intendencia en 2005, Espinoza orbita en el centro de la escena política matancera de forma permanente. Por dentro del peronismo y con una narrativa que pone en el norte a la renovación, Cubría avanza en su construcción. Las adhesiones que sumó, luego de materializarse la interna, crecieron a la par que los números en las encuestas. La preocupación en el oficialismo radica, sobre todo, en la imagen negativa. Cubría, en cambio, al igual que Ramírez (y el armado de Tolosa Paz, que fue aprobado sobre la hora pese a haber presentado 16 avales) conocerán su techo en las últimas horas del 13 de agosto.

 

¿De qué forma orbitará CFK en este universo?

La asunción presidencial de Alberto Fernández estuvo también acompañada por el acceso a lo más alto en el organigrama del PJ. De esa manera, habían hecho saber desde su entorno, se buscaba “modernizar el partido” y “agilizar” la estructura. Como todos los objetivos ambiciosos y abstractos, difícilmente pueda darse cuenta del cumplimiento de aquellas metas. Lo que sí es cierto es que la experiencia colaboró con el retorno de lo que, desde el albertismo, señalaban como una “tradición no escrita” a la de darle la presidencia del partido al Presidente. Ahora bien, con la salida de Fernández, el 10 de diciembre, la falta de argumentos para sostenerlo será evidente. Si busca que prospere su propuesta, Massa –atado al Frente Renovador- necesitará de ese apoyo. El escenario empieza a adquirir la forma de la vicepresidenta. Su presencia se ajusta a la representatividad que perdió el partido en estos cuatro años. El cargo, además, podría ser también una salida del laberinto de la fragmentación. En caso de un triunfo de JxC, aquel lugar también garantiza un lugar protagónico. Y que, por sobre todo, tendrá la misión de ordenar a la oposición.

Por último, un dato para nada menor tiene que ver con la cantidad de figuras que avanzan en su carrera electoral y que han tenido a la crisis del 2001 como su experiencia fundante. Desde funcionarios manos de tijera hasta militantes que crecieron al lado del fuego de las ollas populares intentando calor en medio de la larga noche neoliberal. Paralelamente, un diccionario que parecía olvidado retorna: FMI, default, riesgo país. A su vez, existe un confort en la idea que busca instalarse acerca del eterno retorno de la historia, como si lo malo conocido fuese, de alguna manera, menos malo. Es entendible, la incertidumbre no ordena en política. Mientras, otras muchas variables determinantes (como la guerra o el cambio climático -solo hace falta ver la situación de Uruguay-) pueden cambiar el paisaje sensiblemente. Los movimientos tectónicos de la política, ya dejan ver las bases de posibles nuevos mapas.