Por Gabriela Granata* 

 

Sergio Massa se subió al escenario festivo montado en el centro de campaña de Unión por la Patria. Subió solo, en un estrado imponente con el fondo de los colores patrios y la intermitencia del resultado que confirmaba una y otra vez la remontada electoral, luego de que se hubieran acallado los ecos de los candidatos relegados por la decisión de los ciudadanos. “La grieta se murió y empieza una nueva etapa”, postuló, con un tono enérgico pero medido. Es el mismo tono que le había pedido a los dirigentes del oficialismo que se acercaron eufóricos al Complejo C, en Chacarita el domingo por la tarde, con los primeros resultados en sus celulares, antes de que en forma oficial, se dieran a conocer los datos. “Vengo a pedirles dos cosas, la primera, desde mañana el doble de humildad frente a los que nos atacan, frente a los que nos agreden, frente a los que nos insultan, ponemos la otra mejilla, frente al odio, amor por Argentina”, le dijo a los militantes y a las cámaras que estaban ya todas atentas al discurso del ganador.

Empezaba allí la nueva etapa del plan de campaña. Gobernadores, dirigentes políticos electos o en funciones, sindicales, organizaciones económicas afines comenzarían a inundar de declaraciones optimistas las chances de construcción de una mayoría para el balotaje del 19 de noviembre. 

Sergio Massa hizo subir a su esposa y sus hijos y a la familia de su compañero de fórmula, Agustín Rossi.

Sergio Massa hizo subir a su esposa y sus hijos y a la familia de su compañero de fórmula, Agustín Rossi.

 

Qué pasó después de las PASO 

Desde el 13 de agosto, cuando se realizaron las elecciones primarias, Massa fue construyendo un nuevo escenario electoral. Cerró filas con los gobernadores e intendentes del Partido Justicialista. En lugar de cancelarlos por subutilizar sus capacidades de movilización -evidentes en la pérdida de votos en provincias y municipios- abrió una línea con los mandatarios y con los jefes comunales bonaerense, vía Axel Kicillof. El premio era mucho y una segunda derrota, gravosa para sus distritos porque podrían perder el control de la intendencia y de los concejos deliberante o parlamentos locales. 

Con la situación económica deteriorada, Massa hizo acción de las palabras que pronunció en forma reiterada en los últimos meses la vicepresidenta Cristina Kirchner: alinear precios, salarios y tipo de cambio. Los precios iniciaron una de las escaladas más pronunciadas de los últimos tiempos y marcaron dos meses consecutivos por encima del 12%, un poco producto de la devaluación que impuso el gobierno (bah, el ministerio de Economía, o sea Massa) y un poco por la incertidumbre que generó que un dirigente como Milei con alto impacto en las PASO donde sorprendió con un primer puesto con casi 30% de los votos, pudiera seguir escalando. El dato numérico hay que atarlo a otras dos variables: el mileísmo prometió dolarizar  devaluando aún más el peso del Peso, y se impusieron las dudas sobre la “gobernabilidad” en caso de que se fortaleciera su postulación presidencial y tomara ventaja en las generales del 22 de octubre.  

Milei hizo de la campaña contra el peso su fortaleza, pero pudo esconder también su debilidad 

Milei hizo de la campaña contra el peso su fortaleza, pero pudo esconder también su debilidad


Explicando a Milei, o qué dicen los libertarios cuando hablan 

«Hoy los argentinos estamos concurriendo a las elecciones más importantes de las últimas décadas. Decidiremos si queremos volver a construir una Argentina potencia o convertirnos en la villa miseria más grande del mundo», dijo Javier Milei después de votar el domingo. Marcó así que no había espacio para más de una oposición. Él contra el Gobierno.

Durante los meses de campaña previos al 22 de octubre, Milei se cansó de agredir a Juntos por el Cambio. Acusó a la candidata Patricia Bullrich de “poner bombas en los jardines de infantes” durante su juventud,  tildó de “nefasto” al dirigente radical Leandro Santoro, candidato a jefe de gobierno porteño de Unión por la Patria, y fue muy duro con los gobernadores radicales que participaron en un acto con beneficios a las provincias del norte que encabezó Massa en su carácter de ministro de Economía. Allí estuvieron Gerardo Morales, mandatario de Jujuy y presidente de la UCR, y Gustavo Valdés, gobernador de Corrientes a quien se menciona como sucesor de Morales en la jefatura de la UCR a partir de fin de año. «Morales y Valdés son dos gobernadores de Juntos por el Cambio sumándose a Massa. Los radicales llamando a votar en Capital a Santoro, los radicales proponiendo irse con Massa… ¿De qué estamos hablando?« , se enfureció Milei. 

 La foto que enfureció a Milei. Massa con gobernadores radicales entre ellos Morales y Valdés

La foto que enfureció a Milei. Massa con gobernadores radicales entre ellos Morales y Valdés

Después de los ataques de ira, Milei tuvo varios traspiés. Quince días antes de las elecciones generales, uno de sus hombre de confianza y armador de espacios con empresarios, Juan Napoli (Banco de Valores) organizó un almuerzo en Mar del Plata con medio centenar de hombres de negocios y dueños de firmas en lo que iba a ser una presentación y charla cara a cara con el candidato libertario y a la vez, un desplante al Coloquio de IDEA que se hacía el mismo día y a la misma hora, a 30 cuadras de la cita libertaria. 

El encuentro fue un fracaso. Los empresarios no pudieron intercambiar más que un saludo con Milei que se dedicó a recitar las mismas declaraciones que hace públicamente, tuvo dos momentos de iracundia cuando se cruzó con el ex HSBC Gabriel Martino porque “vos trabajaste para Horacio Rodríguez Larreta” y cuando sonó un teléfono celular que lo desconcentró de su discurso.

A partir de allí se desencadenó una sucesión de desaciertos: los alegatos contra las posiciones financieras en pesos desestabilizaron a un mercado débil, que provocó una minicorrida contra la moneda nacional. El presidente Alberto Fernández, silencioso en la campaña por pedido de Massa, denunció a Milei por “intimidación pública” y el libertario, para defenderse, convocó a una conferencia de prensa en la que se peleó con periodistas. 

Massa dejó trascender su molestia con Alberto Fernández por la denuncia contra Milei. Tal vez haya sido útil para que no volviera a dispararse una variable que lleva inevitablemente a perjudicar a quienes tienen ingresos fijos y bajos y a perjudicar a quienes especulan con las finanzas. Quién sabe.

Además del hito de su pelea contra el Papa, la dirigente Lilia Lemoine sumó otro escándalo al proponer la posibilidad de que los hombres “puedan renunciar a su paternidad”, un dislate de tal tamaño que hasta su compañera de partido, Carolina Píparo, que pasó del Pro a la ultraderecha, la salió a cruzar. 

Un ítem más. El ahora ex candidato a jefe de gobierno porteño, Ramiro Marra, efectivo con las redes, tuvo la imprudencia -o la sinceridad- de difundir un paper donde se hablaban de una “hiperinflación de 45 a 60 días” cuando se aplicara el plan de dolarización, como si se pudiera prever ese alcance y como si no tuviera un impacto empobrecedor letal.  Todos capítulos que muestran diferentes caras de un proyecto central que es reducir al mínimo el Estado sin importar lo que suceda alrededor de esa decisión, abriendo frente para los negocios. 

 

Juntos por el Cambio, víctimas de “Las fuerzas del cielo” 

“Muchos, aunque quieran usar el rótulo del cambio solo lo hacen desde las formas pero no quieren cambiar. A esos les pregunto qué país quieren, el de la decadencia o el de la libertad. O como yo lo  planteo ¿Ustedes creen que un país es posible con los mismos de siempre? Pero esos que dicen que tienen miedo al cambio, quieren seguir con este sistema empobrecedor». Esta frase pertenece a uno de los últimos actos de campaña de Milei.

Dicho así podría pasar por un desafío, un posicionamiento o un mero discurso de campaña. Pero se insertó en una crisis larvada dentro de Juntos por el Cambio, herida primero por la interna entre Patricia Bullrich -bien Pro macrista- contra Horacio Rodríguez Larreta, partidario de ampliar el espectro de JxC, darle más espacio al radicalismo y limitar la influencia de Mauricio Macri.

El propio Macri, fundador del Pro, constructor de la alianza Juntos por el Cambio, había comenzado a dinamitar las bases de su criatura. Despreció a Rodríguez Larreta quien podría ser su sucesor, se acercó a Milei en plena campaña dañando a Patricia Bullrich y luego sugirió que había que buscar coincidencias con los libertarios, mientras cuestionaba a los radicales. El tercer lugar al que quedó sumido JxC anticipa una implosión de la cual la propia Bullrich no es inocente. En su discurso de derrota, se negó a reconocer el triunfo de Massa y dijo que nunca estaría a favor del “populismo”, para que se infiera que no llamará a votar contra Milei en el balotaje. 

Tal vez más que víctima, podría pensarse en un camino de complicidad con la derecha más rancia cerca del poder. Y la disputa del 19 de noviembre no será solo de dos modelos económicos sino de la vigencia de la democracia y, en definitiva, de la construcción de un país solidario.


 

Gabriela Granata es Licenciada en Periodismo de la Universidad de Lomas de Zamora y cursa una Maestría en Comunicación Digital e Interactiva en la Universidad de Rosario. Es docente de las materias de Taller de Redacción Periodística (UNLZ) y de Periodismo Político, Introducción al Periodismo y Prácticas profesionales en las Universidades Católica Argentina (UCA) y de Belgrano (UB). Realizó cursos de posgrado en Comunicación Política en Flacso.

Se desempeñó como redactora y editora en agencias de noticias NA y Télam, en el diario Crítica, dirigió la revista de actualidad Veintitrés, y actualmente es la directora Periodística del diario especializado en economía BAE Negocios baenegocios.com