Polka se animó a salir de las historias de mujeres ricas que venían copando sus producciones desde hace varios años. Sin embargo, su representación de la vida en un barrio popular desató varios debates. En esta nota, la autora se anima a afrontar uno de los más complejos: ¿Dónde estaba ubicada la villa?

Por Juana Groisman*

 

Yayo Guridi recorre los pasillos de una villa. Una joven lo frena, le dice que se le cortó el agua y que necesita que él lo arregle. Él asiente, dice que se va a hacer cargo, que ahora habla con “la muni”. Esta escena, apócrifa pero verosímil, solía repetirse cada dos o tres episodios en la novela La 1-5 18, el último estreno de Polka y una de las primeras ficciones nacionales rodadas en pandemia. La función de la escena era simple: recordarle al espectador que Guridi cumple el rol de puntero del barrio “La Peñaloza”, como lo bautizaron los vecinos en el primer episodio.

Nunca termina de quedar claro si Guridi es un chanta o no. Su preocupación por el barrio parece honesta, aunque de vez en cuando deja alguna que otra promesa sin cumplir. No parecería tener aspiraciones políticas, aunque la política partidaria directamente no aparece en toda la ficción. Así como tampoco aparece alguna referencia geográfica que pueda ser útil para ubicar al barrio en algún lugar del país. La pregunta que el guion dejó sin resolver es: ¿Dónde quedaba la 1-5 18?

Al igual que ocurre con Los Simpson, que hicieron de la ubicación de Springfield un misterio y luego un chiste recurrente, la localización de la 1-5 18 no es un dato que se comparta de forma concreta en ningún momento de la ficción. Sin embargo, a lo largo de los episodios se fueron dejando varias pistas que, para sorpresa de nadie, son terriblemente contradictorias.

 

El drone

En Polka se compraron un drone y le están sacando el jugo todo lo posible. Por eso, la mayoría de los episodios arrancan con una toma aérea del Barrio 31, ubicado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. No termina de quedar claro si se trata de una decisión arbitraria o si es una maniobra publicitaria brillante del gobierno de CABA, ya que las imágenes muestran la parte más urbanizada de la villa.

Como si esto fuera poco, algunas escenas de la novela fueron grabadas precisamente en el Barrio 31 y uno de los personajes suele ir a ver pasar los micros a la estación… ¿de Retiro?

Todo esto llevaría a pensar que la 1-5 18 es el nombre ficticio que le pusieron a la 31. No precisamente. El set de filmación, armado en los estudios Baires en Don Torcuato, no incluye la autopista Illia que atraviesa la villa real. Esa es la primera señal de que no se trata de una recreación del Barrio 31. Pero hay otras señales.

 

Los ricos no dicen donde viven

Como en toda telenovela que busca retratar la vida de un grupo de personas de clase baja, en La 1-5 18 también había personajes ricos. Más precisamente, una familia de clase media alta, que mandaba a su hijo a una escuela privada, viajaba al exterior y tenían empleada doméstica.

¿Dónde viven estas familias? Luego de la pandemia, muchas decidieron mudarse a un country de zona norte. Pero todavía quedan algunas en Palermo, Belgrano, Villa Urquiza, Devoto. El problema es que la familia de la telenovela no vive en ninguno de esos lugares.

Su casa está emplazada en lo que parecería ser un barrio de los suburbios de esos que se muestran en las películas estadounidenses. No es un country, no es un barrio céntrico, las casas que rodean a la suya parecen del mismo nivel económico. Lo que es aún más confuso, el barrio parecería estar muy cerca de la villa donde viven los protagonistas de la tira. En general, el viaje en auto de un lado al otro no toma más de 10 minutos.

¿Dónde podría ocurrir algo así? Quizás en determinadas zonas del conurbano bonaerense, como el límite entre Villa La Cava y Martínez. La cercanía entre barrios privilegiados y barrios populares o villa es un fenómeno que se estudia hace varios años y trae diferentes consecuencias a los vecinos de un lado y del otro, aunque en la ficción se lo saltan y pasan directamente a los conflictos amorosos. Que posiblemente sean mucho más entretenidos que un análisis sociológico sobre la zona norte del AMBA, en ese sentido no podemos culpar a los guionistas.

 

“La muni”

Ya analizamos dos posibilidades de locación: la 1-5 18 se encuentra en la Ciudad de Buenos Aires, como nos muestra el drone, o en la zona norte del conurbano bonaerense, como nos permiten pensar las tomas de los ricos. A esta segunda opción se le suma otro argumento a favor: el uso del término “la muni” (si es una municipalidad, seguramente estemos por fuera de CABA) para hacer la única referencia al Estado en toda la telenovela.

En La 1-5 18 no existe el Estado. La ficción de Polka parecía estar seteada en un universo paralelo donde en Argentina jamás existió el peronismo ni nada cercano al Estado de bienestar. De hecho, parecería tratarse de una dimensión donde Weber tuvo que dedicarse a algún oficio manual: el Estado, directamente, no existe. No hay hospitales públicos, se puede abrir una escuela con solo fuerza de voluntad, nadie cobra planes sociales. La policía aparece solo para llevarse detenido a alguien y la cárcel se maneja cual comisaría de un spaghetti western de los 60. La salita del barrio la funda un médico copado, que parece tener todo el tiempo del mundo disponible para velar por la salud de los vecinos de la villa sin ver un peso.

La ausencia del Estado en La 1-5 18 responde, posiblemente, a una cuestión de guión. No era el objetivo de Suar reflejar los pormenores verosímiles de la vida de un barrio popular, para eso crearon El Puntero. La villa es tan solo el escenario donde se desarrollan historias de amor que bien podrían ocurrir en otro ámbito socioeconómico. No solo los pobres se enamoran de curas, de sus hermanastros, del padre adoptivo de su hijo biológico.

Por eso, la ausencia del Estado tiene como objetivo no contaminar con política algo que tiene otro espíritu. Si la telenovela fuese realista, más de la mitad de las tramas secundarias hubiesen desaparecido: el médico tendría que responder a algún tipo de autoridad a la hora de poner una salita en el barrio, Agustina Cherri no podría fundar una escuela sin ningún tipo de habilitación, la empleada doméstica debería estar registrada y contar con derechos laborales.

Como no hay Estado, tampoco hay partidos políticos. Nadie tiene una foto de Evita en la cocina, no hay afiches de Juntos por el Cambio colgados en las paredes, no existe el Partido Obrero. Lo único que hay son buenas intenciones, solidaridad, el feminismo que supieron construir y adolescentes rapeando.

La 1-5 18 fue una de las primeras ficciones rodadas en pandemia y eso merece ser festejado. Emanuel Villamayor es actor, locutor y fanático de La 1-5 18. En diálogo con Cordón, analizó la telenovela y planteó: “Fue una esperanza después del abrupto final de Separadas y justo en el momento en el que estamos viendo cómo las ficciones pasan a estar solamente en las plataformas y no en los canales de aire, que son tan necesarios porque son los más democráticos, cualquiera puede hacer con una antena por lo menos en la zona del AMBA”.

Pero, además de haber sido una fuente de trabajo para cientos de personas, también nos recordó que se puede hacer tiras que no tengan como protagonista a integrantes de una clase media alta que no existe. Y que el trabajo social también puede ser una perspectiva a tener en cuenta cuando escribimos ficción.

“Uno de los aciertos de la novela fue el espíritu colectivo para solucionar los problemas, ese fue un gran mensaje. En contraposición a la individualidad/espiritualidad que se pregona en las redes sociales, la autoayuda, algo que solamente nos saca a nosotros mismos de los problemas…, la novela se puede ver que en equipo, y en solidaridad con nuestros compañeros de clase, también se puede salir”, explicó Emanuel.

Después de infinidad de telenovelas donde mujeres blancas con trabajos profesionales se pelean entre ellas por motivos insólitos y usan ropa que ninguna argentina de esa clase social usaría, La 1-5 18 desempolvó el realismo en la producción de arte. La decoración de las casas, el vestuario, el set: en cada detalle se nota que hubo trabajo, investigación, ganas de hacer algo bien.

Y el esfuerzo también se notó en el elenco actoral. “Agustina Cherri es una de las grandes protagonistas del género telenovela, más allá de cualquier crítica posible, es eficiente para el rubro y lo ha demostrado con su carrera. Se notó que es una gran líder y que otras figuras, como por ejemplo Ángela Leiva, se pudieran lucir de otra manera. Si este país no fuera tan clasista, Ángela Leiva hoy sería una gran figura con mucha proyección”, afirmó Villamayor.

No sabemos dónde quedaba La 1-5 18, pero sí sabemos que hacía tiempo la ficción nacional diaria no retrataba a las y los pobres. ¿Será tan solo una excepción? ¿Podremos seguir viendo tiras que nos muestren más que la vida de los ricos? Solo el futuro, y los productores, lo dirán.


Juana Groisman es periodista, estudia Psicología y pasa varias horas al día exponiendo sus pensamientos en Twitter. Escribió para sitios como La Agenda y Revista Kunst, además de ser redactora en Pronto. Nació en 1996, tiene algunos recuerdos del menemismo y abolló una flanera durante los cacerolazos del 2001. Vivió toda su vida en la Ciudad de Buenos Aires, le gusta cocinar aunque no siempre tiene éxito y su hobbie es mirar por la ventana para espiar a sus vecinos.