Ana Sicilia es Licenciada en Comunicación Social (Universidad Nacional de Quilmes), tallerista carcelaria y modelo publicitaria. En esta entrevista dialogamos acerca de la iniciativa literaria que lleva adelante en las cárceles bonaerenses.
– ¿Cómo fueron tus primeros trabajos en unidades carcelarias?
– Comencé en la Unidad 9 de La Plata gracias a Julián Maradeo, la primera persona que me invita a contar mi experiencia con la escritura. Julián estaba a cargo desde hacía ocho años del taller autogestionado “El Ágora”. Mi historia comienza con la lectura de mi blog “Reinventadas” por parte de Julián y así fue que me convocó para conocer su espacio con los chicos privados de su libertad. Me pareció muy interesante porque media década atrás había querido hacer una tesis sobre cómo los hombres y mujeres privados de su libertad analizan los medios de comunicación. Como comunicadora veía que siempre había una visión peyorativa, sesgada, sobre los presos y las presas y siempre me preguntaba qué les pasaba cuando veían una noticia policial, qué mirarían. Por cuestiones laborales dejé la maestría que sostenía esta hipótesis. Siete años después volví a tener contacto con “El Ágora” y les conté a los chicos del penal que tenía un blog. Había transitado un momento difícil de mi vida, duelos y cuestiones personales que me llevaron a refugiarme en la escritura y en mi búsqueda personal. Estaba en un momento de reinvención. Armé el blog y empecé a escribir sobre mujeres que se reinventaron, que se fueron a vivir afuera y en esa búsqueda personal se encontraron con eso que les hace bien al alma. Y así surgió el blog y fui a la Unidad a contar sobre esa experiencia. Conté que en mi momento de oscuridad me abracé a la escritura. Creo que es una buena herramienta para transitar también situaciones de contextos de encierro. Les conté sobre “Reinventadas” y les pedí que me contaran cómo les gustaría reinventarse a ellos al salir del penal. Algunos no tenían idea de lo que era la palabra, el concepto. Lo explicamos y realizamos la actividad. Me llevé las hojas a casa y ahí aparecieron cosas hermosas. Al poco tiempo volví a Santiago de Chile, donde estaba viviendo. Un día, muy cerquita del municipio de Providencia, me encontré con una muestra, una intervención artística de ex detenidas y detenidos del penal de San Joaquín. La muestra consistía en un alambrado instalado en la pared del municipio del que colgaban cientos de cartas y varias fotografías de mujeres donde contaban una historia. Eran diez ex detenidas que habían sido fotografiadas durante sus primeros diez días en libertad. La muestra me pareció muy interesante y tomé algunas réplicas de esas cartas que se podían llevar a modo de souvenir y me las guardé. A fines de 2017 me volvió a escribir Julián Maradeo para ver si quería repetir la experiencia en el penal de La Plata porque los chicos se habían entusiasmado con mi visita. Por supuesto, acepté. Llevé las cartas que había traído de Chile y les conté lo que pasaba del otro lado de la cordillera. Les propuse escribir sobre las mujeres más importantes de su vida. Y ahí todos bajaron la guardia, se generó empatía. Escribieron relatos hermosos, algunos hablando de su esposa, de sus hijas, la mayoría de sus madres y todos lloramos, aplaudimos, nos reímos. Ese segundo encuentro selló lo que iba a venir. En 2018 me instalé en Argentina y me propusieron ser parte del taller, me hicieron el permiso para poder ir todos los martes al penal. Así se inició todo.
– ¿Cómo nació la idea de crear una biblioteca?
– Al tiempo de estar en “El Ágora” me di cuenta de que no había libros, que había un hueco en la pared con tres estantes, que figuraba como una biblioteca con unos 8 libros llenos de humedad. Les dije a los chicos que no íbamos a poder escribir si no teníamos libros, si no leíamos. Y se me ocurrió pedir libros en las redes sociales para armar una buena biblioteca. La convocatoria fue muy grande y logré ingresar como 350 libros. Armamos la biblioteca y ya hace dos años que estoy con los chicos. A los pocos meses me habían hecho una nota en un portal que luego subieron al Facebook de “El Ágora” y un preso de la unidad de González Catán leyó la nota, me contactó y me contó que iban a donar el Martín Fierro pasado al sistema braille a una escuela de La Matanza, además de pizarrones y mesitas que habían hecho en el taller de carpintería. Participé de ese acto en la Unidad 43. Conozco al director del penal y a algunas autoridades, quienes me comentaron que no había taller de escritura y me propusieron crear uno allí. Arrancamos en 2019. Tampoco había biblioteca y les propuse a los chicos armar una. Volví a pedir donaciones y conseguí más de 300 libros. Lo curioso fue que armamos la biblioteca en el pabellón y la inauguramos. La primera clase la di allí, rodeada de las celdas y con ellos, en su territorio. Fue muy simbólico e interesante. Luego, por cuestiones de seguridad y condiciones del Servicio Penitenciario, las clases que doy un miércoles al mes las hacemos en el salón de visitas. A los meses de comenzar el taller hubo un problema en el pabellón y la persona que lo impulsó fue derivada a un sector de máxima seguridad y se perdía de las clases. Entonces se nos ocurrió armar otra biblioteca en el pabellón de máxima seguridad y lo logramos. La armamos con un mueble que fabricaron ellos en el taller de carpintería y tuve el honor de que le pusieran mi nombre, así que la tercera biblioteca inaugurada tuvo este plus. El mueble tiene rueditas para que la biblioteca vaya circulando y llegue a los chicos que están en el “buzón” de castigo, para que por esa ventanita entre un libro.
– ¿Cómo es tu metodología de trabajo?
– Presenté a las autoridades un proyecto de diez clases, una clase por mes y con temáticas específicas, pero en la práctica se improvisa bastante. A veces leemos algún relato deportivo, otras un cuento, les pido que repliquen algo parecido a lo que leímos, alguna reflexión. Otras veces llevo los diarios y tomamos mate y les propongo que elijan la nota que más los interpela, la lean y la comentamos. Las clases son muy variadas. Tengo en cuenta su estado emocional de ese día. En una oportunidad les propuse una especie de viaje interno al lugar donde les gustaría ir o que eligieran un lugar, todo esto mediante una meditación guiada y una respiración consciente con los ojos cerrados. Después les pedí que “bajasen” todo ese viaje al papel. Otra vez, cuando veo que les cuesta agarrar un libro, les pido de una clase para la otra, es decir para dentro de un mes, que elijan un libro de la biblioteca, lo lean completo, hagan un resumen y luego lo charlamos en clase.
Me propuse que un libro no sea imposible para nadie.
– ¿Cuáles son tus desafíos?
– Me toca mucho lo emocional. Cuando era chica, en mi casa no había libros, no podíamos comprarlos, iba a estudiar a la biblioteca en bicicleta porque muchas veces no tenía plata para el bondi. Los libros eran un bien que me hubiese gustado adquirir y no los podía tener. Les pedía un manual a los vecinos para hacer la tarea del colegio; hoy que puedo comprar mis propios ejemplares me parece un sueño cumplido. Me propuse que un libro no sea imposible para nadie. Entrar al lugar donde muchos no tocaron jamás un libro con cajas y bolsas me parece un gran desafío. Soy bastante utópica y soñadora. Tomo como ejemplo a César González, un ex privado de su libertad que se convirtió en escritor y director de cine – según su relato- a partir del encuentro de un libro en la cárcel mientras cumplía su condena. Me abrazo a esos ejemplos de reinvención, no pretendo que todos mis alumnos privados de su libertad sean poetas, escritores o cineastas, pero sí que un libro los interpele, les muestre otra realidad y eso me genera esperanza.
– ¿Cómo se puede transmitir la idea de futuro en estos espacios de encierro?
– En las dos unidades en las que doy talleres comencé a preguntar qué quieren hacer o ser cuando salgan de ahí. Empecé a hacer mucho énfasis en eso: a veces no leemos, a veces no escribimos, solo charlamos y les propongo que se interpelen. Al principio me sorprendía cada vez que hacía esa pregunta, ahora ya no. Antes se quedaban todos callados. Entendí esta carencia de soñar, nunca se preguntaron qué querían ser o qué querían hacer. Y creo en el libro como herramienta para abrir la mente, inspirar el alma, potenciar los espíritus es un gran aliado. El año pasado estuve indagando sobre sus ganas y caminé a la par, diciéndoles “vos podés ser lo que quieras, pero tenés que proponértelo y soñar”. Si peco de autoayuda no me importa. Entendí que en la cárcel hay muchos seres humanos que están ahí porque nunca tuvieron un sueño, un objetivo, una utopía para caminar tras ella y sí tuvieron un arma o un contexto de violencia, de delincuencia cercana y eso es lo único que vieron. Hay otro mundo que no es fácil, pero que se puede soñar.
Mi propósito es el de generar el hábito de lectura y vamos despacio. Es un proyecto a largo plazo.
– ¿Qué lecturas les resultan más atractivas?
– Cuando hago la propuesta de lectura y escritura me encuentro con que hay muchas personas que nunca leyeron un libro en su vida y quizás tienen treinta o cuarenta años. Después están los que leyeron bastante pero te cuentan que escriben mal o sienten que tienen “mala letra”. A veces digo que para agarrar un arma o “salir de caño” no tienen miedo, o tal vez sí, no lo sé… pero noté que tenían miedo de agarrar el libro. Para algunos leer también es aburrido, hay fantasmas y eso me genera un desafío gigante y me da adrenalina que me digan “nunca leí un libro y no sé si me interesa hacerlo”. Para mí es un desafío al que contesto: “dale, vamos a leer”. Pienso que mientras estoy ahí voy a despertar las ganas de leer, eso me motoriza a seguir. Ellos prefieren lecturas cortas y los cuentos son una buena opción. También les propongo leer poemas para tratar de “engancharlos”. A veces llevo un libro y leemos fragmentos. No hay temas específicos que quieran leer. Mi propósito es el de generar el hábito de lectura y vamos despacio. Es un proyecto a largo plazo.
– ¿Cómo será la “Biblioteca feminista” en la cárcel de mujeres de Lomas de Zamora? Contanos un poco acerca de eso.
– Este año quería renovar y reinventarme un poco en este proyecto de construcción de bibliotecas en los pabellones. El año pasado pretendía cerrar el proyecto en una cárcel de mujeres pero no llegué por los tiempos. Me propuse que el 2020 lo comenzaría en una unidad de mujeres. La idea es llegar en febrero a la Unidad 40 en Lomas de Zamora, al pabellón 4, que según me cuentan es el “revoltoso”. Pero pretendo sacar esos estigmas, esas etiquetas. En medio de la búsqueda de libros, me llega el dato de que ellas tienen una biblioteca. Pienso llevarles libros de mujeres, autoras feministas que hayan publicado en este último tiempo, mujeres destacadas de nuestra literatura, de la investigación. Hice el pedido en las redes sociales y se me fue de las manos. Entre otras, Claudia Piñeiro y Malena Pichot me dieron sus libros y Julieta Venegas me entregó un paquete con libros nuevos elegidos por ella. Se está armando todo y la idea es ingresar en febrero y, como el lema que hago circular, “empezar por las últimas para llegar a todas”.
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