El Río Matanza-Riachuelo se extiende a lo largo de 64 kilómetros, desde su nacimiento, en la Provincia de Buenos Aires, hasta llegar a su desembocadura, en el Río de la Plata y sobre el barrio porteño de La Boca. “El Matanza”, como se le dice del lado bonaerense, o “Riachuelo”, como se lo conoce después de la Avenida General Paz, se nutre de decenas de arroyos que llegan hasta él y, en su largo camino, atraviesa 14 municipios bonaerenses y 9 comunas porteñas.
Su cuenca, ubicada al noreste de la provincia de Buenos Aires, es una de las más importantes del país: en sus 2.047 km², viven más de cuatro millones y medio de personas, alrededor del 10% de la población total, y se estima que allí se produce el 30% del PBI nacional. Recorrerla permite ver la diversidad de su paisaje: a lo largo del camino, las zonas rurales bonaerenses van convirtiéndose, poco a poco, en el área más industrializada y poblada de la Argentina.
Sus aguas hablan y cuentan historias: la alta densidad poblacional que se fue generando, primero, con la instalación de mataderos, curtiembres y saladeros a inicios del Siglo XIX, y luego, con el proceso de industrialización del Conurbano y la Capital Federal, con millones de personas que fueron construyendo sus vidas repartidas en una porción menor del territorio, fueron dejando su huella.
Desechos industriales sin tratar, basura domiciliaria sin recolección, aguas servidas como consecuencia de la falta de redes cloacales lo convirtieron en el río más contaminado del país e hicieron que su paisaje fuera mutando: este río, que supo ser un lugar de ocio donde alguna vez se pudo nadar, pescar y disfrutar, se convirtió en uno de los principales conflictos ambientales de Argentina.
En 2006, luego de que la Corte Suprema obligara al Estado a asignar recursos y elaborar un programa de saneamiento, se creó la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR), un ente tripartito y autónomo en el que confluyen el Gobierno Nacional, la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para llevar adelante la reconversión de industrias, la relocalización de la población que se fue asentando en sus márgenes y la ampliación de los servicios de saneamiento. Sin embargo, para desandar el daño que llevan sus aguas a cuestas queda un largo camino por recorrer: al día de hoy, la cobertura de agua alcanza al 81,9% de quienes habitan su cuenca y la de red cloacal, tan solo al 53%.
El Matanza-Riachuelo condensa, de algún modo, la historia del último siglo de esta parte del territorio. Una historia compleja, no exenta de contradicciones, que hoy intenta reescribirse para que se abra la posibilidad de un futuro diferente. Para que este río vuelva a ser el río de nuestras vidas.
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