No hay dudas de que el jefe de Gobierno porteño y la exministra de Seguridad se encaminan a una interna en todos los niveles. El dilema del ajuste con consenso, o el ajuste blindado con los incondicionales. El rol de Macri, los resultados provinciales y el fantasma de la ruptura.

Por Pablo Lapuente*

 

 

Las encuestas privadas que ambos consultan, y los movimientos políticos de las últimas semanas, animan tanto al jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, como a la exministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, a ir hacia una interna inevitable en todos los niveles. Es decir, tener competencia en las PASO, tanto en la presidencial que se disputan, como en la provincia de Buenos Aires y la enorme mayoría de sus 135 distritos.Quizás la excepción, aún no confirmada, es que sólo dos de los 22 intendentes que hoy tiene el partido amarillo se podrían salvar de una interna local por parte de alguno de los sectores que arman para Bullrich o Larreta. Se trata de Soledad Martínez, la única jefa comunal que tiene este espacio y que administra Vicente López desde que Jorge Macri renunció para competir por la jefatura de Gobierno porteña; y Guillermo Montenegro, el intendente de General Pueyrredón que dio numerosas muestras de ecuanimidad electoral para evitarse el mal trance en los comicios del 13 de agosto próximo.

Un tercer jefe comunal que da muestras de equilibrio entre las partes en disputa es Julio Garro, de La Plata, que inició todo un operativo para intentar contentar tanto al líder de los moderados amarillos, con quien se alineó desde el inicio, como a la jefa de los halcones, a quien se acercó con algunas declaraciones. “Patricia es también mi candidata”, le dijo Garro a este cronista, quizás atento al avance de Bullrich sobre su territorio a través de la candidatura local del senador provincial Juan Pablo Allan.

Pero en todas las demás instancias, sobre todo la nacional, la guerra está librada a cielo abierto. Muchos especulan, con cierta certeza, que detrás de la fortaleza política que consiguió Bullrich en los últimos meses, que se traduce en el crecimiento de su intención de voto y en el de su estructura bonaerense, se esconden las operaciones de Mauricio Macri, el expresidente que dejó sus ambiciones de retomar el poder en 2023 y se dedicó en buena medida a desgastar a su ex alfil político.

Algunos marcan que las diferencias comenzaron después de la catastrófica derrota que sufrió Macri en 2019, aunque quedaron explícitas este año, cuando Larreta decidió armar una estrategia electoral a su medida en la Ciudad de Buenos Aires. ¿En qué consistió? En convocar a comicios concurrentes, en los que en un mismo cuarto oscuro se ubican dos urnas, una para la votación de categorías nacionales y otra para la categoría local. Una movida que, en principio, beneficia a todas luces a su aliado radical, Martín Lousteau, que no tiene un referente nacional potente que arrastre hacia arriba su boleta, y perjudica a Jorge Macri, el primo del expresidente que se convirtió en el candidato único en la Ciudad.

Por supuesto, mucho antes de eso también estuvo la fotografía que el jefe de Gobierno porteño se tomó con el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, y con Lousteau en un acto en el predio de Costa Salguero en octubre del año pasado, que ya indicaba la alianza política sólida que tenían en ese momento. Pero, sin dudas, el comunicado conjunto que firmaron este mismo lunes para pedir la ampliación de Juntos por el Cambio e incorporar nuevos aliados, que el ala dura resiste, fue un punto determinante.

Con ese documento -que también tuvo las firmas de Elisa Carrió, Maximiliano Ferraro y Maricel Etchecoin Moro, de la Coalición Cívica; Miguel Ángel Pichetto, del peronismo no kirchnerista; Margarita Stolbizer, del GEN; el liberal José Luis Espert; y el gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés- los mencionados Larreta, Morales y Lousteau buscaron diferenciarse del otro sector de la coalición opositora. Principalmente porque están a favor de la ampliación de Juntos por el Cambio y, en mayor o menor medida, de incorporar al gobernador cordobés Juan Schiaretti a la coalición.

«Algunos marcan que las diferencias comenzaron después de la catastrófica derrota que sufrió Macri en 2019, aunque quedaron explícitas este año, cuando Larreta decidió armar una estrategia electoral a su medida en la Ciudad de Buenos Aires. ¿En qué consistió? En convocar a comicios concurrentes, en los que en un mismo cuarto oscuro se ubican dos urnas, una para la votación de categorías nacionales y otra para la categoría local».

Por el contrario, los más duros que siguen a Bullrich quieren concentrar sus esfuerzos en persuadir a los incondicionales que, estiman, les darán las fuerzas para aplicar las políticas de shock y ajuste que pretenden. La intransigencia se debe, también, a que sospechan que el larretismo quiere nuevas incorporaciones auspiciadas por ellos mismos para quitarles votos en las primarias, y para sumar poder de fuego en un eventual nuevo gobierno del PRO y generar el consenso que Macri no tuvo, también para aplicar un ajuste profundo.

A escasos días de la fecha límite para presentar candidatos y candidatas -prevista para el 24 de junio próximo- estos indicios dan cuenta de la conformación de fórmulas mixtas entre el PRO y la UCR. De un lado Bullrich, con los escoltas del denominado Grupo Malbec, dirigentes radicales que se autodenominan así por una reunión conjunta que tuvieron en la Fiesta Nacional de la Vendimia el verano pasado; y, del otro, Larreta, que tiene el respaldo de Morales, Lousteau y el nuevo aliado, el correntino Gustavo Valdés.

Las elecciones provinciales de este domingo también mostraron esta grieta interna que atraviesa el PRO dentro de Juntos por el Cambio: Larreta estuvo en San Luis y en Corrientes festejando las victorias no peronistas y aprovechó para insistir con la ampliación de la alianza, rodeado por el radicalismo. Bullrich eligió acompañar al senador Alfredo Cornejo, ganador en la interna de Mendoza, aunque con una victoria menos contundente que la esperada.

Como sea, todos los movimientos de estas últimas semanas ratifican el límite con el que están jugando los socios mayoritarios de JxC, por momentos rayando la ruptura, y la incógnita que se abre es el efecto que eso puede tener ante un electorado desencantado, que tampoco se verá motivado por las peleas internas que tienen más ocupados a las y los candidatos que en hablarles de cómo proponen resolver sus problemas.

 


Pablo Lapuente es redactor acreditado en la Legislatura de la provincia Buenos Aires. Licenciado en Periodismo (UNLZ), productor en radio y televisión. Trabajó en medios de comunicación bonaerenses y nacionales.