Por Gabriela Granata*

 

El peronismo se acostumbró en las últimas dos décadas a moverse con la centralidad del kirchnerismo. Primero fue Néstor, luego Cristina; o los dos al mismo tiempo. Hombres y mujeres a cargo de gobernaciones, intendencias, bancas legislativas y deliberativas; conducción de agrupaciones, movimientos sociales… todo se definía por cercanía y oposición al kirchnerismo. Se aprendió a leer el significado de las palabras y, más aún, de los silencios de Cristina.

La decisión de Cristina Kirchner de no participar en las elecciones como candidata deja sin el eje pivot al oficialismo, con reacciones que, si no fuera por el momento dramático que vive el país, serían risibles. El presidente Alberto Fernández pasó de sus pulseadas en el vacío con Cristina –ese diálogo asincrónico por el uso de la “lapicera”, por caso- a disputar ahora con el ministro más poderoso de su Gabinete, Sergio Massa, a quien le acaba de atribuir que negocia con el Fondo Monetario con las mismas armas que Martín Guzmán. No es probable que recordar públicamente daños autoinfligidos, como la renuncia del ministro- signifique una buena forma de fortalecerse.

Una pregunta que puede ser válida en este momento es qué está disputando internamente el Frente de Todos. Sin duda, no es el liderazgo que, con candidatura o sin ella, sigue ostentando Cristina. Tampoco el rumbo económico, convalidado por los tres protagonistas de la coalición: Cristina, Alberto y Massa, aunque con algunas variantes.

La vicepresidenta suele mencionar la necesidad de alinear tarifas con salarios y con tipo de cambio. Esto es, que si tiene que aumentar algo lo haga en paralelo de modo de limitar la pérdida del poder adquisitivo. Ni siquiera con la presión del kirchnerismo se pudo llegar a un punto de inflexión que convierta la caída de los ingresos en al menos, un moderado empate general.

 

Pobres pero trabajadores

El poder adquisitivo del salario en términos generales perdió cerca de 20 puntos porcentuales durante el gobierno de Mauricio Macri.  En 2020 la incipiente recuperación se trocó con la pandemia. De allí, todo fue empatar o perder. Si hay una brecha conocida entre ricos y pobres, ahora hay que mirar “la brecha de la brecha”: entre enero y marzo de 2023 los salarios privados registrados subieron 20,6%. Los públicos subieron 25,5%. En  mismo período, la inflación  acumulada fue de 21,7% por lo que los públicos quedaron por encima de la suba del Índice de Precios al Consumidor. Y esto sin haber mencionado lo que sería una suerte de “la brecha de la brecha de la brecha”: quienes tienen ingresos pero no están registrados.

Un reconocimiento de la crisis de ingresos lo planteó también Cristina en su carta: “Acabada la Democracia económica se degrada la Democracia social y el paradigma peronista de la movilidad social ascendente. Por primera vez en la Argentina observamos como convive un bajo índice de desocupación (6,3%) con un alto nivel pobreza (40%). De esta manera, encontramos trabajadores en relación de dependencia que son pobres y el surgimiento de una sociedad dual, donde una parte accede a todos los bienes y servicios y la otra, mayoritaria, ve notablemente reducidas sus posibilidades de progreso o, directamente, carece de ellas”. ¿Fue una crítica o una autocrítica?

 

 

Con Cristina ¿no alcanza? Sin Cristina, ¿se puede?

La decisión de Cristina, por esperada, no fue esclarecedora. Llegó sin manual de instrucciones. Se refirió, sí, a la necesidad de construir un programa de gobierno “que vuelva a enamorar a los argentinos y argentinas” pero no planteó líneas de acción, ni bastones de mariscal  para empoderarse ni lapiceras para escribir contra los poderes concentrados.

Los roles aún no están claros. Los formales, por supuesto. Alberto Fernández es presidente y no es candidato. Cristina es vicepresidenta y no es candidata. Daniel Scioli es embajador en Brasil y precandidato. Sergio Massa es ministro de Economía pero no se sabe si es candidato. El ministro del Interior, Wado De Pedro puede ser el candidato designado por el espacio cristinista. O puede ser Axel Kicillof – si se piensa que hay chances de ganar la Presidencia- y no apostar a que lidere un “refugio” bonaerense para rearmar fuerzas.

En un escenario de dispersión pre Frente de Todos, puede ser que el sello que le dio la victoria en 2019 ya no signifique nada. En ese caso, se recuperan las individualidades y vuelve a pesar el liderazgo. Y otra vez, el nombre de Cristina: no es candidata pero, ¿va a ser jefa de la campaña de la coalición que se presente este año o se prepara para ser jefa de la oposición en un hipotético triunfo de otra fuerza?

Cristina ya lo hizo. En 2017, cuando promediaba el gobierno de Mauricio Macri y Juntos por el Cambio, lanzó Unidad Ciudadana desde la cancha de Arsenal de Sarandí. Planteó entonces la idea del movimiento, una organización por fuera del Partido Justicialista que ella nunca presidió aun pudiendo hacerlo. Alberto Fernández ostenta el sello del presidente del PJ. Pero no alcanza solo con el cargo. El mismo día en que se reunía el Congreso Nacional del PJ para definir la estrategia electoral, un espacio propicio para que refrende el titular del partido, Cristina lanzó su proclama cerrando la puerta a una candidatura y Alberto se quedó en la Casa Rosada.

“Resulta imprescindible -más que nunca- la construcción de un programa de gobierno que vuelva a enamorar a los argentinos y las argentinas, y convencerlos de que un país mejor no sólo es posible sino que, además, es deseable”, postuló entonces la vicepresidenta del Gobierno nacional. Sin las estridencias de las viejas cartas de los dos primeros años de gestión, Cristina nunca olvida las diferencias con Alberto.

 

Números primos

El Frente de Todos ha reforzado su capacidad de dividirse internamente. Como los números primos, son divisibles por sí mismos y por uno. O por una.

Los números abundaron en la última presentación pública de Cristina, en La Plata: deuda, déficit, inflación, emisión monetaria fueron ejemplos que utilizó y recordó a la época de sus actos en la Casa Rosada como presidenta donde los datos eran la base para la explicación de las políticas públicas.

Ahora, los datos del presente solo sirven para la desolación. Aun si se tiene en cuenta el dato de desempleo bajísimo que se mencionaba más arriba, la mirada cualitativa desarma cualquier optimismo: más monotributismo, ingresos a la baja y la acumulación de bocas de ingreso para poder cubrir los gastos mínimos. La Canasta Básica Total de abril se ubicó por encima de los 200.000 pesos para una familia tipo. Según el informe Distribución del Ingreso publicado por el Indec para el último semestre de 2022, un asalariado registrado gana en promedio 100.506 pesos.

Los empleos que se están generando son mayormente cuentapropistas e informales. No solo la calidad, sino el salario. Es un salario que en promedio en los últimos años cayó 20%. El ajuste que no se hace en cantidades en el mercado laboral, se hace por precios”, analizó el economista de Ecolatina Santiago Manoukian en una entrevista con radio Milenium.

Alta inflación, ingresos en baja, aumento de las brechas, falta de anclas para sostener el tipo de cambio, exportaciones en retroceso, acortamiento de las negociaciones de precios y salarios que alimentan la dinámica inflacionaria y una deuda enorme con el principal financiador multilteral que encorseta las decisiones, el Fondo Monetario Internacional, son parte de la explicación de la crisis de confianza hacia el Gobierno que se completa con las disputas internas que llevan casi dos años y que aún no se saldaron. Sergio Massa, que apareció como una bisagra para reunificar el espacio y darle mayor espalda política tiene poco tiempo, pocas herramientas y un plan de corto plazo que se van venciendo. La idea de un ministro de Economía candidato factible en un contexto de crecimiento, desarrollo y recuperación de ingresos solo se sostiene por la astucia política del equipo económico para mostrar un porvenir que no está llegando.

En ese escenario, el oficialismo –su todo o sus partes- se enfrenta a un escenario electoral con la paradoja de que la economía sigue teniendo centralidad a pesar de que el debate de las medidas reales – no las disparatadas ideas de volar todo por los aires-  todavía no fueron enunciadas tampoco por la oposición que teme decir algo inconveniente que le haga perder puntos. Es cierto, faltan las primarias para definir los candidatos que lleven adelante las propuestas. También sobran candidatos. También sobran urgencias para evitar que una lenta pendiente lesione los derechos básicos de los ciudadanos.


 

 

 

 

Gabriela Granata es Licenciada en Periodismo de la Universidad de Lomas de Zamora y cursa una Maestría en Comunicación Digital e Interactiva en la Universidad de Rosario. Es docente de las materias de Taller de Redacción Periodística (UNLZ) y de Periodismo Político, Introducción al Periodismo y Prácticas profesionales en las Universidades Católica Argentina (UCA) y de Belgrano (UB). Realizó cursos de posgrado en Comunicación Política en Flacso.

Se desempeñó como redactora y editora en agencias de noticias NA y Télam, en el diario Crítica, dirigió la revista de actualidad Veintitrés, y actualmente es la directora Periodística del diario especializado en economía  BAE Negocios baenegocios.com