Impulsados principalmente al calor de las disputas y los fracasos electorales, los proyectos de división de la Provincia y el Conurbano han surgido en distintos momentos de la historia reciente. En esta nueva nota para Cordón, desde The Walking Conurban proponen un debate sensato y analizan cómo estas intenciones divisionistas, que suelen basarse en el pretexto de que el territorio bonaerense es ingobernable, suelen omitir su peso específico y su relación con la estructura económica, migratoria y política del país.  

Por The Walking Conurban*

 

 

Cuando Elbridge Gerry modificó las circunscripciones electorales de Massachusetts en 1812, no sabía que le estaba dando el nombre moderno a la máxima maquiavélica “divide et impera”. Llegado este punto de la lectura (sí, al primer párrafo), usted se estará preguntando qué tienen que ver un ignoto gobernador estadounidense del siglo XIX, Maquiavelo y el título y tema de esta nota. Aparentemente nada, a menos que despleguemos el intento de dividir el territorio en el Conurbano bonaerense.

Conocido en la Ciencia Política como Gerrymandering, verbigracia del Gerry antes nombrado, el término se refiere a la acción de modificar las competencias electorales de una región con el objetivo de mejorar los resultados de un oficialismo en una zona determinada o en los comicios en general y, por ende, de modificar la correlación de fuerzas al interior de ese territorio. En la historia de la región, podemos encontrar muchos ejemplos: la federalización de la Ciudad de Buenos Aires en 1880, la división del partido de Avellaneda en 1944 que dio lugar a la creación del partido de Lanús y, más acá en el tiempo, la división de los municipios de Morón y General Sarmiento en unidades administrativas más pequeñas.

Todos estos eventos tuvieron como finalidad licuar el poder político de un adversario, o incluso de un aliado, que crecía electoralmente y vislumbraba un futuro de disputas internas. En el caso de la Ciudad de Buenos Aires, la intención fue despojar a la Provincia de su ventaja comparativa con el resto del país: el puerto y sus ingresos. La división de Avellaneda respondió al intento del gobierno de Edelmiro Farrell de menoscabar el poder de Alberto Barceló y del Partido Conservador de la Provincia de Buenos Aires. Algo parecido sucedió con Morón y General Sarmiento. El primero, para debilitar la hegemonía de Alberto Rousselot, quedó separado de Hurlingham e Ituzaingó, mientras que General Sarmiento, so pretexto del ritmo vertiginoso de crecimiento demográfico, fue dividido en los partidos de José C. Paz, Malvinas Argentinas y San Miguel, en el marco del comienzo de la disputa por el liderazgo del PJ entre los entonces presidente, Carlos Menem, y el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde.

Entre las causas comúnmente aludidas que dinamizan los proyectos divisionistas, generalmente encontramos referencias al tamaño creciente de la población hacinada en municipios que no pueden dar solución a las demandas de sus ciudadanos y, particularmente, la diferencia de asignación de recursos que existe entre los centros de los cascos urbanos y sus periferias.  Sin embargo, subyace en este tipo de proyectos, exitosos o no, la frustración de un sector por no poder imponerse electoralmente en un territorio y, por ende, la proyección de esa frustración hacia las conductas del electorado. Decimos esto porque, generalmente, los proyectos surgen como ráfagas repentinas ante adversidades electorales, la incomprensión de un territorio y la negativa del electorado a acompañar proyectos políticos que suelen ser desmesuradamente lejanos a los trabajadores y trabajadoras, por lo que sus anhelos son recodificados bajo lecturas arbitrarias y antojadizas que intentan reestructurar el territorio para paliar ciertas imposibilidades y frustraciones.

En la política, como en casi todas las actividades de la vida, la frustración promueve respuestas irracionales, poco sensatas, arranques iracundos. Un coqueteo con la ridiculez que solamente es posible ocultar con el beneplácito de una claqué de personas que viven en un estado de frustración semejante. Frustración de muchos, consuelo de tontos.

 

Federales para los reclamos, unitarios para las responsabilidades

La relativa imposibilidad de las fuerzas políticas anti o no peronistas para imponerse en la Provincia de Buenos Aires en general y en el Conurbano en particular, es el motivo finalísimo e inconfesable de una multiplicidad de proyectos de división del territorio provincial, so pretexto de la inviabilidad de la vida en la región, dada la extrema concentración demográfica, la necesidad de descentralizar la administración pública, el macrocefalismo de la región metropolitana. Si bien es cierto que la disputa por la ubicación de la capital existe desde la misma formación del Estado nacional y que las primeras conversaciones sobre  proyectos de traslado comenzaron en tiempos de la proscripción del peronismo (1972, para ser más precisos), el problema es que, ni antes ni ahora, se tomó al Conurbano bonaerense como variable de ese traslado. El origen de ese problema está en la división política de la Ciudad de Buenos Aires del Conurbano, desde la federalización de la ciudad, en 1881, hasta su autonomía, en 1994.

Hay una infinidad de propuestas de división, tanto de la Provincia como del Conurbano, y muchos menos de unificación de la Ciudad con el Conurbano, o de la Ciudad con la Provincia. Someramente, podemos enumerar el Plan Patagonia durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Quizás el más complejo y seriamente tratado, implicaba trasladar la capital a Viedma y transformar el Gran Buenos Aires en la Provincia del Río de La Plata. Un poco más acá en el tiempo, en 2015, una de las propuestas de campaña del binomio Sanz-Llach en la disputa interna de las elecciones de Cambiemos fue dividir la Provincia en tres. Y, recientemente, ante otro fracaso electoral, Llach prosiguió con su verborragia twittera a tal punto de casi sugerir una relación entre voto y superficie, mientras que el ex senador nacional por la Provincia Esteban Bullrich presentó otro proyecto para dividir el territorio bonaerense en cinco provincias. Como siempre, los fundamentos fueron la desproporción, el desbalance, lo ingobernable.

Pero la tentación divisionista no es atribuible a un solo sector político. En 2016, un año después de que el Frente para la Victoria perdiera las elecciones en territorio bonaerense,  el entonces diputado José Ottavis proponía dividirla en tres. Bajo el repetido justificativo de la inviabilidad y la ingobernabilidad, planteaba una modificación administrativa y territorial argumentado que la reforma significaría una mejora en el equilibrio fiscal y la coparticipación atraería nuevas inversiones y desarrollos. Además, argumentaba que la división de la Provincia coartaría el poder de la Policía bonaerense y sus habitus corruptos, así como también los del Poder Judicial, a través de la conformación de una nueva Policía y un nuevo aparato de Justicia con nuevos tribunales. Parece ciertamente inocente pensar que las nuevas instituciones, simplemente por ser nuevas, no arrastrarían viejos vicios.

Pensémoslo al revés: ¿por qué no dividir CABA en tres o cuatro unidades administrativas más pequeñas, si 2.800.000 personas viven en una superficie de 200 km2? Es el doble de la población de La Matanza viviendo en dos tercios de su superficie. El pretexto de la población hacinada se cumple con creces en este caso. Claro, para proponer esto deberíamos dejar de lado el carácter utilitario que ha tenido el Conurbano para la solución de tensiones distributivas y problemas estructurales, tanto de la Ciudad de Buenos Aires como del resto del país.

La profusa literatura divisionista tiene como defecto de origen la peculiar concepción del federalismo que se utiliza en Argentina: federales para los reclamos, unitarios para las responsabilidades. Buena parte de sus promotores son aquello que Hirschman llama “pseudo-creadores”, es decir, personas que proponen la solución de un problema anteponiendo su percepción de la gravedad de ese problema al conocimiento cabal y fundamentado de sus verdaderas causas y dimensiones. Para ello, es necesario cuantificar algunos datos sobre el peso específico, tanto de la Provincia como del Conurbano, y su relación con la estructura económica, migratoria y política del país.

 

PBA y Conurbano, en cifras

En la Provincia de Buenos Aires viven 15 millones de habitantes, de los cuales 10 millones se han asentado en los partidos que conforman el Conurbano bonaerense. Esto implica que allí vive el 64% de la población provincial y el 25% de la población nacional. Si bien la tendencia demográfica creciente de esta parte del territorio bonaerense siempre fue elevada, se volvió un crecimiento exponencial desde mediados del siglo XX, precisamente el momento en el que la población de la Ciudad de Buenos Aires se estabilizó y comenzó a tener una leve pendiente negativa.

Intercensalmente, la tasa de crecimiento medio anual se ubicó sobre los 20 nuevos habitantes cada 1.000 hasta la década del ‘80, decreció hacia finales de siglo y tomó impulso nuevamente entre los censos de 2001 y 2010, lo que habla de los procesos de expansión y contracción de la economía productiva, y de la expansión y segregación de la economía financiera.

 

AÑO POBLACIÓN TASA DE CRECIMIENTO MEDIA ANUAL (X 1.000) PERÍODO INTERCENSAL (AÑOS)
1904 243.100
1914 486.281 65 9
1938 1.203.687 25 24
1947 1.785.500 30 9
1960 3.897.476 27 13
1970 5.380.447 22 10
1980 6.843.201 24,2 10
1991 7.969.324 14,5 11
2001 8.684.437 8,2 10
2010 9.916.715 14,9 9

 

Las explicaciones del movimiento migratorio son muchas y variadas a lo largo de los 100 años analizados, como así también el origen de esa migración y las zonas de asentamiento. Por ejemplo, la región metropolitana no presentaba las mismas condiciones espaciales y económicas durante las migraciones del período de entreguerras, que las que presentaría durante el último cuarto de siglo XX. Una cosa es transversal: todos los migrantes, equivocados o no, parten hacia un lugar en el que creen que van a vivir mejor de lo que viven en el lugar del que se van. Con todo, el desarrollo demográfico del Conurbano está, a nuestro entender, ligado a tres condiciones estructurales del país:

 

  • La incapacidad de las provincias de recomponer sus modelos productivos luego de la desaparición del modelo agroexportador, en la década del ‘20. De esta forma, el interior del país solucionará sus tensiones distributivas expulsando gente.
  • La constitución del área metropolitana como principal generadora de empleos durante buena parte del siglo XX, debido a que en buena parte del Conurbano se sentaron las bases del modelo de sustitución de importaciones en la década del ‘30.
  • El cierre de la Ciudad de Buenos Aires sobre sí misma, reteniendo los privilegios de la urbe y expulsando, ya sea por motivos económicos o étnicos, a parte de su población, cargando sobre el Conurbano los costos de su modernización.

 

Sobre el último punto es preciso extenderse un poco más. Durante el período 1976-1983, la Ciudad de Buenos Aires expulsó aproximadamente a 500.000 ciudadanos de bajos recursos hacia el Conurbano. El cambio en la ley de alquileres, las expropiaciones para la construcción de las autopistas interurbanas y el plan de erradicación de villas miseria, fueron las causas de una migración forzada que explica buena parte del crecimiento demográfico intercensal y también el origen del fenómeno de las tomas de tierras para la creación de asentamientos y barrios populares, a partir de 1981. El acceso al espacio urbano como disciplinador se resume en la frase de quien fuera intendente de la Ciudad entre 1982 y 1983, Guillermo del Cioppo: “Hay que merecer la Ciudad”. De este modo, los argumentos divisionistas suelen omitir parte de las causas que explican las consecuencias generadas por un territorio rico y expulsivo, frente a otro desigual y receptivo.

Así y todo, el Conurbano es la región económica más dinámica del país. Casi un cuarto del PBI nacional y dos terceras partes del ingreso provincial se explican por su actividad económica. Asimismo, aporta uno de cada dos trabajadores activos en la Ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, también es la región más desigual del país, algo que se explica por la distribución inequitativa tanto de la coparticipación del PBI, ya que la Provincia aporta el 35% y sólo recibe el 19% de los ingresos coparticipables, como de la representación política. La composición de la Cámara de Diputados se mantiene invariable desde el censo de 1980. De modificarse según la proporción que dicta la Constitución Nacional (un diputado cada 114.000 habitantes), la Provincia debería pasar de 70 a 104 diputados. De esta forma, el equilibrio, tanto económico como de correlación de fuerzas nacionales, se sostiene únicamente en base a un trato inconveniente para con el Conurbano que, mientras que ha sido el principal receptor de migraciones internas y externas, se lo ha desprovisto de los recursos para contener y mejorar la calidad de vida de sus habitantes, al mismo tiempo que su peso relativo para participar en las decisiones de la vida política nacional es menor, debido a la subrepresentación que tiene en el ámbito legislativo.

REGIÓN Producto Bruto Geográfico (PBG) 2020

(en millones de pesos de 2004)

PARTICIPACIÓN EN PBG de PBA PARTICIPACIÓN EN PBI NACIONAL
24 PARTIDOS GBA 91.436 50% 17,5%
40 PARTIDOS CONURBANO 121.136 66% 23,2%
INTERIOR 61.884 33% 11,9%
TOTAL PBA 183.020 100% 35,1%
TOTAL NACIÓN 521.412 100%

De prosperar los proyectos divisionistas, tanto de la Provincia como del Conurbano, nos encontraríamos con enormes territorios vacíos incapaces de hacerle frente a sus necesidades estructurales y dos áreas metropolitanas con menor capacidad de acción para responder a las necesidades territoriales, locales y nacionales, con la única intención de separar la producción agropecuaria de la pampa húmeda de potenciales gobiernos peronistas.

Quizás tenga sentido y sea necesaria una discusión sensata acerca de la composición de la Provincia y cómo poder mejorar la gestión a través de proyectos divisionistas. Pero entendemos que bajo ningún punto de vista estas iniciativas deben elaborarse bajo la ceguera de la frustración electoralista, ni bajo el manto de la estigmatización que una y otra vez recae sobre el Conurbano y sus habitantes. Tampoco bajo la desinformación producto de imaginarios tendenciosos que se dislocan de la realidad.


*The Walking Conurban es una cuenta en Instagram y Twitter que crearon Diego Flores, Guillermo Galeano, Angel Lucarini y Ariel Palmiero, cuatro amigos de Berazategui que la iniciaron como una dinámica interna del grupo y se terminó convirtiendo en un suceso virtual que, hoy, recibe más de 50 fotos por día de sus seguidores para pintar, colectivamente, el Conurbano bonaerense.