La golosina característica de nuestro país demuestra ser algo más que un simple alimento para la tarde. La cantidad de valores que se le atribuyen la convierte en un verdadero ícono, que se vuelve más fuerte en algunos lugares especiales.

Argentina es un país con innumerables íconos culturales que la caracterizan. Quizás el fútbol y el tango son los más reconocidos en el exterior. Pero hay un elemento característico que se les suele escapar, y que incluso a nosotros mismos se nos puede pasar por alto si nos propusiéramos describir nuestra propia cultura. Desde nuestra infancia hasta la vida adulta, en los desayunos y meriendas, tanto en el norte como en el sur, los alfajores son parte esencial de la vida de cualquier argentino. Pero, ¿qué pasa cuando esta golosina trasciende en la vida de una sociedad y se vuelve algo más que un simple alimento? La respuesta se ve claramente en nuestro conurbano.

Basta con preguntarle a cualquier vecino o vecina qué cosas identifican a la zona sur del Gran Buenos Aires. Alguno mencionará su club favorito, otros dirán el tren que atraviesa a las principales localidades, pero pocos pasarán por alto al Capitán del Espacio. El mítico alfajor quilmeño se volvió hace unos cuantos años un estandarte que más de uno menciona con orgullo. ¿Es por su sabor? ¿Es por su precio? ¿Es por ser un producto local? Analizarlo no es una tarea sencilla, pero por suerte existe alguien que dedica largas horas de esfuerzo a analizar y comparar marcas, estilos y sabores: Facundo Calabró es el Catador de Alfajores y hace tres años comenzó con un sencillo blog en el que opinaba sobre esta golosina, lo que hoy se volvió un verdadero estilo de vida.

“En los ‘80, prácticamente no existía el Capitán del Espacio. Y eso que Ángel De Pascalis lo creó en 1962. Coincide que en los ‘90 hubo una especie de efervescencia de lo barrial. Ese fenómeno es el que englobó a este alfajor convirtiéndolo en un ícono que se prolongó hasta abarcar gran parte del conurbano”, analizó en primera instancia Calabró. Sin embargo, un fenómeno de tal magnitud no podría tener una única explicación.

Entre los grandes polos alfajoreros de nuestro país, podemos destacar a Córdoba, Mar del Plata o Santa Fe, pero por esos pagos no existe una exacerbación por este producto. Algo que sí sucede en las localidades sureñas del Gran Buenos Aires. Por el contrario, solemos relacionar a los productos de estos lugares como un buen regalo para traer de regreso de un viaje.

Todo aquel que se encargue de defender al alfajor quilmeño dirá también que fue el que solía comer en su infancia. Nadie puede escaparle. Es por eso que marcas como Fulbito o Jorgito suelen ganarse un preciado lugar en los corazones de estos comensales.

Pero, a diferencia de los Guaymallén o los Jorgito, el Capitán del Espacio sólo puede conseguirse en el conurbano sur de Buenos Aires. Su distribución se limita a las localidades cercanas a Quilmes. Incluso, su llegada a la Ciudad de Buenos Aires es acotada. De esta forma, lograron instalarse muy bien en una zona donde la producción de alfajores es escasa. Apenas existen recuerdos de los alfajores Quintín, los cuales se fabricaban en Lanús Oeste, pero pocos registros hay de ellos. Su llegada fue mucho menor y su precio, en comparación, era más alto. Sin embargo, Calabró considera que “el orgullo regional que se siente por el Capitán no es un fenómeno privativo”, por lo que estima que “si hubiera una empresa similar en el sur podría surgir algo igual”.

A la hora de manejar sus redes sociales, el Catador de Alfajores nota claramente cómo “el público que más se interesa es el de la zona sur, y no sólo cuando se trata del Capitán del Espacio”. Es ahí donde vale la pena atender la cuestión. Si bien existe la intención de mucha gente de enarbolar la bandera del explorador galáctico surgido en Quilmes, no se trata de un fanatismo que lleve a que se consuma pura y exclusivamente esa marca. Ni tampoco que no se valoren las demás. Se trata, más bien, de un ícono que viene a representar a toda una golosina en general que es tan bien valorada por el país entero, pero arraigada en lo nuestro, en lo local, en la esencia de lo conurbano, algo que es muy difícil de definir.

Esto trae consigo grandes tensiones con los actores menos pensados. Por un lado, se encuentran los fieles seguidores de la marca que le atribuyen una gran cantidad de características y valores; por el otro, los dueños de una empresa que trabajan con una marca, la cual tiene una imagen que quieren salvaguardar. No cuentan con redes sociales y más de una vez han salido a desligarse de la utilización que se hace de marca en internet. Incluso, sus dueños (quienes no son los que originalmente fundaron la empresa) son un tanto reacios a dar entrevistas.

Este detalle no es menor. La impronta que la marca tiene fue desarrollada pura y exclusivamente a través de sus seguidores, quienes poco a poco comenzaron a atribuirle una gran mochila de sentidos que, a pesar de generar un gran tráfico en redes sociales, es criticado por quienes podrían sacar provecho de esta situación en varios aspectos. Pero el Catador de Alfajores critica que “los que hoy están a cargo de la empresa son súper amargos, y se creen que tienen alguna potestad sobre la imagen del capitán, aunque legalmente la tengan, pero ya es algo que los trasciende por mucho”.


Sus más fervientes adeptos son capaces de llevarlo hasta en la piel

El Capitán del Espacio termina siendo un conjunto de valores que por sí solos fundamentan por qué se convirtió en el símbolo que es hoy. Por un lado, la localidad. Es de las pocas empresas que producen esta golosina en la zona sur del conurbano. Por el otro, el componente de la infancia. Sumado a todo eso, el precio accesible, en comparación a otras marcas. No podemos dejar de lado su inconfundible sabor. El resultado trasciende a lo que es la propia golosina en sí. Sus más fervientes adeptos son capaces de llevarlo hasta en la piel, pero nadie es 100% fundamentalista. Cualquier fanático de esta marca es fanático del alfajor en general. El característico cosmonauta sureño voló tan alto que convirtió a toda una sociedad en grandes catadores de alfajores.