Los libros, los juegos, la música y los dibujos animados son parte de la recreación de las personas, pero a través de ellos también circulan ideas que refuerzan los estereotipos que nos constituyen como personas. En esta nota, Jésica Rivero nos propone un recorrido por proyectos autogestivos inclusivos, con perspectiva de género y sobre la Educación Sexual Integral, que demuestran que otro mundo es posible.

Por Jésica Rivero
Ilustración: Marisa Cuello

Lo rosa y lo celeste. El autito y la muñeca. Los cuentos de piratas y los de princesas. El mundo les ofrece a las infancias un binarismo estructural desde que nacen. Desde los colores que les corresponden según el sexo asignado al nacer, a los juguetes que “deben” usar y los libros que “pueden” leer. Estas ideas parecen muy lejanas y propias del siglo pasado. Es cierto. En Argentina las infancias cuentan desde el año 2006 con la Ley de Educación Sexual Integral que establece el derecho de niñes y adolescentes (también es un derecho de les adultes, pero de eso se habla mucho menos) a acceder a una educación que genere saberes y habilidades en relación con el cuidado del propio cuerpo, las relaciones interpersonales, el ejercicio de la sexualidad y la apropiación de todos sus derechos. La ESI, como se la conoce en el ámbito educativo, articula aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos. Esas nociones amplias sobre la educación sexual hacen que se la entienda de forma integral. Dentro de sus objetivos está el de procurar igualdad de trato y oportunidades para varones y mujeres, aspecto que con el paso de los años y los debates de los feminismos se fue convirtiendo en el reconocimiento de identidades diversas y el respeto que merecen. 

Decía antes que las ideas del rosa y el celeste, el autito y la muñeca parecen ideas del siglo pasado y lo son. Son ideas que no salen de un repollo y que están asentadas en la sociedad patriarcal en la que vivimos. Desde la perspectiva de género se entiende al patriarcado como el sistema social, político, cultural y económico que ordena nuestras vidas y para esto se basa en la supremacía y el privilegio de los varones y su capacidad de ejercicio del poder como autoridad. Esta forma de organización social reproduce un modelo en el que los varones son ubicados en posiciones de privilegio respecto de las mujeres y otras identidades sexo-genéricas. 

Quizás “lo celeste y lo rosa” sea una idea que se empieza a desconfigurar en las crianzas de les niñes, pero el patriarcado sigue estando. Aun los varones se encuentran en la punta de la pirámide y ese privilegio los beneficia sobre otras/otros/es. Aún hay injusticia y desigualdad. Aun este orden está naturalizado y socialmente legitimado. Dice la escritora Chimamanda Ngozi Adichie que el problema del género es que “prescribe cómo tenemos que ser, en vez de reconocer cómo somos realmente. Imagínense lo felices que seriamos, lo libres que seriamos siendo quienes somos en realidad, sin sufrir la carga de las expectativas de género”.

¿Me lo contas como si fuera un cuentito?

El empuje de la ESI y la conquista de la Ley de Identidad de Género y el Matrimonio Igualitario se suman a la reciente ley de Promoción del Acceso al Empleo formal para personas travestis, transexuales y transgénero “Diana Sacayán – Lohana Berkins”, y al decreto que les otorga a las personas con identidades no binarias el derecho de acceder a un DNI y a un pasaporte en el que se respete su identidad de género autopercibida. 

Todas estas leyes, todos estos derechos ¿cómo traducirlos para el uso cotidiano? ¿cómo incorporar sus alcances para que sean de fácil acceso y entendimiento? ¿Cómo promover que las infancias puedan ejercer sus derechos si no se generan las herramientas para que los conozcan?

Visibles y reales

“En realidad toda la vida uno siente su identidad y el desapego a la heteronorma. Uno desacata las órdenes, de manera involuntaria por supuesto. Todo eso incluso sin tener acceso a la ESI como en mi caso”, dice Astor V. Ortiz, que se presenta como una trans masculinidad y me replica “persona somos todxs y no lo aclaramos” cuando le pregunto si la conjugación sería “persona trans masculina”. Para Astor es notable que incluso en los dibujos animados empiezan a aparecer personajes trans y “esa visibilidad empieza a tener un carácter real, porque deja de estar en el plano del juego, del secreto y el chiste”. 

Los libros, así como los juegos, la música y los dibujos animados son parte de la recreación de las personas, pero a través de ellos también circulan ideas que refuerzan los estereotipos que nos constituyen como personas y que muchas veces justifican o naturalizan las violencias.

María Victoria Pereyra Rozas es narradora argentina y autora de relatos para las infancias con perspectiva de género. En el año 2009 desde la Librería de las Mujeres, espacio del que forma parte, comenzó a escribir cuentos y a generar contenidos literarios con perspectiva de géneros y que “reconocieran la igualdad entre mujeres y varones”, cuenta a Cordón. En esa primera producción literaria, se propuso representar la historia de seis mujeres en oficios y trabajos culturalmente identificados como “masculinos”. Así fue que lanzaron desde la Editorial Librería de Mujeres Editoras la Colección «Yo soy igual», que está compuesta por seis cuentos que recogen la experiencia de niñas y niños cuyas mamás ejercen oficios o profesiones históricamente asignadas a los hombres. “En su momento tuvo mucha repercusión la salida de estos cuentos y fue inesperado que nos reprocharan por qué habíamos puesto mujeres en esos lugares. Y nosotras decíamos ¡Porque existen! Sabíamos que esas mujeres eran reales y queríamos que algunas familias se vieran reflejadas en las literaturas que se compartían en las aulas”. María Victoria recuerda que en ese momento se dieron cuenta que habían tocado una fibra sensible y “este tipo de relatos interpelaba a una sociedad que estaba estructurada en la binariedad y en las cosas exclusivas para varones y exclusivas para mujeres”. Esos cuentos contaron la historia de distintos tipos de familia: con dos mamás, dos papás, ensambladas y con abueles a cargo entre otras.

La escritora recupera todo el camino que las llevó hasta la actualidad. La colección de sexualidad que realizaron junto a Liliana Pauluzzi, la psicóloga rosarina que “nos habló de la ESI antes de que existiera”, reconoce Pereyra Rozas. Pauluzzi le acercó la idea de que la sexualidad eran todas las formas de relacionarse con el mundo y que no se trataba de algo atado a la genitalidad de forma exclusiva. “Me explicó que la sexualidad y el conocimiento del cuerpo también era una forma de encontrar nuestro lugar en el mundo”. A la colección sobre sexualidad le siguió otra sobre discriminación que articularon con el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI). “Esto es lo que necesitamos”, recuerda la narradora que le decían lxs docentes, “llevar libros al aula que cuestionen, que muestren la diversidad, que habiliten a otres niñes a contar sus realidades porque empiezan a encontrarse en esas historias”.

Pereyra Rozas piensa que la literatura es “la posibilidad de imaginarlo todo”. Dentro de sus últimos cuentos están: Inti y Eider, el primer cuento no binario con lenguaje inclusivo que se presenta como “un cuento sin estereotipos, sin géneros asignados, sin modelos a seguir; tan solo una aventura posible entre dos personas que se quieren, se respetan y se valoran tal como son”, y la Muñeca de Juan, que relata los vaivenes de un niño que no logra que le regalen una muñeca en sus cumpleaños.

“El impacto que percibimos de parte de lxs docentxs que llevan estas historias a las aulas es muy positivo. Les genera una gran sorpresa ver que surgen a partir de la lectura los relatos de niñes que estaban ocultos. Empiezan a contar cómo son sus familias, que quieren dejar de usar disfraces o qué quieren ser cuando sean grandes. Es buenísima la devolución que recibimos y notamos que estos cuentos empiezan a diversificar las bibliotecas”. Para ella todavía queda mucho por producir y que la de ella, es solo una propuesta de muchas que hacen falta para “contar este maravilloso mundo diverso”. 

La librería de las mujeres editoras es un proyecto que se inició en 1995. En ese entonces, Piera Oria y Carola Caride, socias fundadoras del Taller Permanente de la Mujer, deciden llevar adelante este proyecto para aportar a la lucha contra la discriminación de la mujer. La Librería de Mujeres es “una de las 62 librerías del mundo especializada en libros y publicaciones escritos ‘por y para las mujeres’”, como indica la presentación en su página web. María Victoria recuerda los inicios de ese emprendimiento en el Paseo La Plaza, en la Ciudad de Buenos Aires. “Eran los 90 y ahí circulaban proyectos autogestivos en medio del furor de las importaciones, muy fuera de lo usual”. Les decían “de todo”. Ellas estaban “con las madres, con las abuelas, las lesbianas, apoyábamos el derecho al aborto en ese momento ya. Imagínate que éramos unas bichas” dice y se ríe. 

Con la explosión del Ni Una Menos llegó el reconocimiento de todo ese camino. “La librería tiene una historia militante muy importante. Yo no puedo ser objetiva porque mi mamá es su fundadora y la mitad de mi vida sucedió ahí”, cuenta Vicky como le dicen allí. Espacio abierto a todo el arco feminista local, “el mayor triunfo es que se sostiene en pie, y nuestro orgullo es ser libreras feministas y estar incentivando que seamos muchas más las que escribamos las historias y las vidas que necesitamos conocer”.

La ESI como una puerta de entrada

Guadalupe Malamud es diseñadora de Imagen y sonido, docente y especialista en Educación Sexual Integral, género y diversidad. Durante la pandemia se le ocurrió empezar con el proyecto “Hablemos de ESI para decidir”, porque había muchxs docentes que le preguntaban acerca de la ESI. Entonces armó una página en Instagram donde fue poniendo información sobre efemérides en relación al tema y recursos en articulación con los medios de comunicación y las artes. Guadalupe cuenta a Cordón que el sitio fue tomando forma y se hizo constante. “De ser algo que no tenía un objetivo claro pasó a ser un trabajo. Comencé a organizar conversatorios donde articulé con la literatura, el cine y la ilustración los distintos ejes que abarca la ley”. La respuesta en la red fue muy positiva: cuenta con más de 10 mil seguidores y trabaja en red con otras cuentas que también buscan acercar información sobre educación sexual integral desde distintos lenguajes. 

“Comencé a organizar talleres y se acercan docentxs, profesionalxs que trabajan con niñxs y adolescentes, pero también gente que no se dedica a esto y también se interesa. Porque la idea es comunicar que la ESI nos interpela a todxs.” cuenta Malamud. Para ella la ESI es “la puerta de entrada a pensar en uno mismo y en cómo fue nuestra educación sexual. Durante años el Estado silenció los distintos planos de esta educación y la ley viene a revertir eso desde la integralidad”.

Malamud afirma que “la literatura es fundamental para trabajar la ley. El poder de la imagen, los colores y las ilustraciones es interesante porque permite trabajar también con quienes no están alfabetizadxs”. En ese sentido, asegura que es importante “repensar las literaturas que no tienen perspectiva de género y derechos, no desecharlas y reemplazarlas. Esas literaturas nos sirven para trabajar la importancia de los contextos en los que se inscriben. No cancelar sino repensar lo que dicen, cómo y con quiénes lo dicen. Revisar esos lenguajes y discursos nos van a traer al debate y la reflexión. Si solo vamos a trabajar con materiales que fueron pensados desde la perspectiva de la ESI, nos vamos a limitar y no aprovechamos lo interesante de esta propuesta que nos invita a mirar todo desde la transversalidad”.

Literatura y Estado, ¿asunto separado?

Para la escritora María Victoria Pereyra Rozas aún no hay de parte del Estado “mucho compromiso con la producción de literatura infantil que celebre la diversidad. De hecho todos los emprendimientos en este sentido son experiencias autogestivas y las grandes editoriales ingresan muy pocas producciones con esta mirada, aunque hay algunas re ediciones de autoras como María Elena Walsh y Adela Bach que claro son muy importantes, porque sus miradas en los contextos en los que escribieron nos permiten hacer una relectura desde la actualidad”. En ese sentido, asegura que si bien “a las bibliotecas no hay que desarmarlas y reemplazar todo” es necesario que las editoriales “salgan del lugar seguro” y apuesten por producciones con miradas fuera de la norma.

Su experiencia a cargo de la editorial de la Librería de Mujeres le permitió imprimir los cuentos y libros que las grandes cadenas no aceptan. “Todo con mucho esfuerzo”, cuenta. “Hay una esperanza que con la creación de la Editorial del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad haya algún tipo de edición de estas nuevas literaturas, pero aún no hay novedades sobre eso”.

Argentina creó en el año 2010 PAKAPAKA, el primer canal infantil público. Pensado como un espacio de juego e imaginación y, sobre todo, de descubrimiento, Pakapaka está enfocado en la generación de contenidos para las infancias desde el reconocimiento de su lugar como ciudadanxs, sujetos de derechos, constructores y pensadores de su realidad. La señal se hizo conocida entre las familias y les niñes a través de Zamba, el niño que cuenta ¡y participa! de sucesos históricos poniendo en debate, también, la construcción de la memoria y la historia como un discurso que tiene distintas miradas y elaboraciones. 

Pakapaka fue nominado hace pocos días en los Premios Emmy Kids 2021 en la categoría Animación por la serie Petit, que sigue a un niño curioso cuyas preguntas abren mundos posibles y alternativos que nadie había imaginado antes. 

Mundos posibles y alternativos son los escenarios de las nuevas narrativas para las infancias y también, por qué no, para les adultes. La responsabilidad en la formación de ciudadanías libres, diversas y con derechos no corresponde exclusivamente al ámbito privado. Los Estados tienen un rol allí, tanto por acción como por omisión. Quizás esos mundos que habitan Petit, Inti y Eider puedan ser el impulso necesario para que los derechos sean claramente contados y efectivamente practicados.


Jésica Rivero es periodista feminista y estudiante avanzada de la Licenciatura en Periodismo de la Universidad Nacional de Avellaneda. Integra la Red Par (Periodistas de Argentina por una comunicación no sexista) y trabaja en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, donde desde hace 15 años hace trabajo territorial en articulación entre distintas temáticas: comunicación comunitaria, salud mental y géneros. Fue parte del equipo de asesoras de la Secretaría de Políticas de Igualdad y Diversidad del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación y colabora en medios como Cosecha Roja, Tiempo Argentino y LatFem.