Trabajadores y trabajadoras de la salud enfrentan la pandemia en el Conurbano Bonaerense. El miedo a contagiar a sus familias, la falta de recursos y la relación con la comunidad son los ejes que atraviesan sus relatos. Revista Cordón se contactó con ellos vía WhatsApp para conocer sus testimonios en primera persona.

“Ver, escuchar, tocar, grabar, puede ser, si se hace con cuidado y sensibilidad, actos de fraternidad y hermandad, actos de solidaridad. Sobre todo, son obra de reconocimiento. No mirar, no tocar, no grabar, puede ser el acto hostil, el acto de indiferencia y de alejamiento”. Esta frase pertenece al libro “La muerte sin llanto”, de la reconocida antropóloga estadounidense Nancy Scheper-Hughes.

En el Conurbano Bonaerense, para los y las trabajadoras y trabajadores de la salud mental los actos de hermandad en los sectores más vulnerables escriben su historia día a día. La gran mayoría con las que hablamos son mujeres con hijes y, en este momento, muchas de ellas son el sostén de hogar. Acompañan a la comunidad y a sus colegas, los que están en la “primera  línea”.

Según datos de 2018 del Observatorio del Conurbano Bonaerense de la Universidad Nacional de General Sarmiento, el 36,4% de la población del Conurbano no está cubierta por obra social o plan médico. ¿Qué pasa con la salud mental de los sectores más castigados? ¿Quiénes asisten a una población en riesgo permanente? En Revista Cordón le damos la palabra a algunos y algunas que se acercaron en tiempos de aislamiento.

C. conforma un equipo de salud mental que depende del servicio de medicina familiar en Boulogne

Desde que esto empezó se fue modificando semana a semana. Fuimos reduciendo  nuestro horario de trabajo presencial. Estamos organizando guardias, nos turnamos para ir un día cada una de las psicólogas e intentamos ir con algún compañero o compañera que tenga auto para evitar el transporte público.

Nos cuidamos mucho. La idea es que si hay algún paciente considerado de riesgo sólo lo revise una de las médicas que cuenta con los equipos de protección e inmediatamente se derive al hospital de San Isidro, que es el que está preparado para atender este tipo de casos. Suspendimos todo lo que es atención de pacientes; solamente se sostiene lo que es vacunación, consultas por métodos anticonceptivos. Todo lo que es la atención de salud mental es telefónica.

El equipo de salud está pensando permanentemente cómo seguir en contacto con la comunidad para no cerrarse, para acompañar este contexto que para nuestro barrio sobre todo conlleva a otros problemas, como la organización de entregas de alimentos. Se está notando mucho el hambre, que preexistía, pero que ahora está exacerbado porque hay gente que no puede ir a trabajar. Es todo muy dinámico; nos acomodamos semana a semana y cada día hay una novedad. Así que estamos viendo cómo aprender a ir trabajando en la urgencia y sin que eso implique caos.

D.es  psicóloga en hospitales públicos de Quilmes y de San Francisco Solano

Trabajo en dos hospitales públicos del Conurbano. En uno nos dan algunas cosas si insistimos. En el otro cuesta aún más. Lo que tenemos es porque lo compramos.

No tengo miedo de contagiarme, sino de contagiar a mi familia. Tomo todas las medidas que puedo. Me lavo mucho las manos y estoy siempre con alcohol en gel cuando estoy en los hospitales. Por ahora nos cuidamos con barbijo porque estamos trabajando más con el personal de salud que con pacientes.

J. es psicóloga del Hospital Materno Infantil José Equiza de González Catán

Desde el principio organicé a todos mis pacientes para continuar con la atención en forma telefónica y/o videollamada para sostener lo más posible los encuadres de los tratamientos.

Cada vez hay más recursos relacionados a insumos de protección e higiene. Hay barbijos, guantes y alcohol en gel. También nos entregaron las máscaras de plástico. Nos haría falta repelente de mosquitos y que se continúen realizando las fumigaciones y cortes de pasto. El tema del dengue nos preocupa y mucho.

Hay algunos compañeros mas asustados que otros. Cuando los recursos no son un problema, el miedo de los profesionales y trabajadores de salud disminuye. Tenemos guardias semanales de 10 horas en el hospital. Empezamos a asistir dos veces por semana a las salas y un día fijo (a veces dos). También atiendo en casa por videollamada o teléfono o me siento a hacer tareas administrativas –informes, reuniones virtuales– u otras cosas que surjan.

No nos pagan horas extras, pero tampoco nos descontaron plata cuando todo esto empezó y los horarios eran más flexibles.

I. es psicóloga y trabaja en La Matanza

Sigo yendo a trabajar los mismos días y horarios que siempre. De hecho no estamos reduciendo la jornada. No se nos permite tomar ningún tipo de licencia a no ser que sea estrictamente justificada. Los recursos son pocos y están destinados a los sectores que van a estar en contacto más estrecho con pacientes con COVID-19, que son guardia, internación, terapia intensiva. Aun así para esos sectores los recursos son escasos y se están guardando más que nada para el momento más álgido.

¿Cómo nos protegemos? Todo lo que es barbijos, guantes, alcohol en gel, todo eso lo fuimos comprando nosotres. No recibimos casi nada por parte del Estado, excepto unas máscaras de las que se hacen en 3D. Fue una donación que gestionamos también nosotres.

Si vos hablás con cualquier persona que trabaje en salud, te va a decir que lo que más le preocupa es contagiar a sus seres queridos. Conozco muchos casos de profesionales que están viviendo en otros lugares, que no viven en sus casas por el temor al contagio a sus parejas, a sus hijes.

Yo tengo un cargo de 48 horas semanales, que cumplo todos los días. Hago horario distinto entre 6, 8 y 12 horas, depende el día, y no nos pagan horas extras.

M. coordina diferentes dispositivos de salud mental en el Conurbano

Estoy trabajando en días y horarios habituales. Me levanto temprano y alrededor de las 9 estoy en la Secretaría de Salud hasta las 15 o 15.30.

Tengo hijos dos adolescentes de 13 y 16 años; por lo tanto, se me hace más fácil porque pueden quedarse solos. Realmente después del trabajo vuelvo a casa, y ya no salgo.

En mi lugar de trabajo tenemos los recursos necesarios. Pero de todas maneras es difícil cambiar hábitos y costumbres. Creo que todos hacemos un esfuerzo para esto.Tenemos alcohol en gel, y agua y jabón. Los barbijos los llevamos cada uno. El miedo al contagio está siempre presente, pero no nos paraliza. Sabemos que es necesario estar en ese lugar en este momento y tratamos de ponerle lo mejor y dar lo mejor, porque son momentos en que si pensamos acciones en equipo la tarea va a salir mejor

Estoy seis horas en el trabajo –pueden ser más–, pero mi tarea requiere de una actividad durante todo el día. Coordinar los diferentes dispositivos en las guardias de los hospitales municipales y la contención  telefónica, como también la continuidad de la atención prioritaria en la red municipal de salud mental, requiere mucho tiempo extra al que estoy en la oficina de la Secretaría de Salud.

S. trabaja en Quilmes. Lleva adelante la Consejería de ILE (interrupción legal del embarazo)

En este momento me encuentro ejerciendo funciones en un CIC (Centros Integradores Comunitarios) y en un call center psicológico del municipio. Vivo con mi marido que en este momento no está dentro de los exceptuados, está dentro de una categoría del monotributo que no fue abarcada por los subsidios. Así que estamos un poco preocupados por la falta de un ingreso. Tenemos un hijo de seis años.

Temor hay, es el temor por el contagio propio porque la mayoría de los profesionales de la salud trabajan en otros lugares, hospitales generales, en clínicas… Hay bastante temor por no solo la gente que atendemos, sino por el contagio entre nosotros mismos, entre los mismos profesionales de la salud. En general, por los salarios que percibimos que son bastante bajos, tenemos que trabajar en más de un lugar. Hay insumos que nos proveen y otros que llevamos nosotros. El miedo es contagiar a nuestra familia.

Necesitamos más insumos para protegernos y la cantidad necesaria de barbijos y de máscaras protectoras, que están en resguardo para ser usadas en caso de que aparezca un caso positivo.

La demanda en la Consejería aumentó. Uno puede pensar que en un contexto de aislamiento y de cuarentena obligatoria las mujeres podrían llamar y no concurrir, pero no. Llamativamente, hay bastante demanda, se abrieron más consejerías en el municipio, salitas, CAPS (Los Centros de Atención Primaria de la Salud) y CICs del municipio de Quilmes. Ahí aflojó un poco porque se empezó a distribuir, pero igual la demanda es bastante y todas las mujeres que consultan concurren, no faltan a ninguna entrevista, ni a la primera, donde se solicitan los análisis pertinentes, ni a la entrega de medicación ni a la posterior para ver si se puede dar un alta o no. Como sea, pero llegan. Acá no hay ausentismo porque cada semana corre y es importante el tratamiento que se puede hacer hasta la semana 12 de gestación en forma ambulatoria en la casa de las mujeres, de acuerdo con el tratamiento indicado por la médica. Eso hace que no falten a ninguna entrevista.

Silvia Sisto es licenciada en Psicología. Trabaja en Moreno

Me formé en psicoanálisis y trabajo con niños desde hace muchos años y últimamente con niños en situaciones de alta vulnerabilidad. Hice una diplomatura en emergencias psicosocial, desastres y catástrofes que me brindó muchas herramientas porque en los barrios del conurbano se vive en permanente emergencia psicosocial.

Moreno es un enorme municipio con un trabajo en el área de salud mental muy interesante y absolutamente territorial. Hay colegas distribuidos en todas las regiones y yo trabajo con la región de la zona de Trujui que es la zona donde explotó la escuela 49. El equipo que intervino en la explosión donde murieron Sandra y Rubén es el equipo que está formado por colegas de distintas salitas de la zona que se reúnen conmigo a trabajar y a pensar las estrategias. Salud mental de Moreno trabaja en modo red con Educación y con otros dispositivos de la provincia en el área de salud.

Mi otra actividad territorial es un trabajo voluntario donde atiendo a la población, formo parte de un equipo interdisciplinario de médicos, trabajadores sociales, gente del barrio, voluntarios que se organizan en relación a la salud. Es una organización solidaria que se llama “PROPUESTA TATU” que tiene su origen en médicos egresados de Cuba, ahora hay médicos de la UBA y otros países de latinoamericanos. Hacemos trabajo de escucha en el sentido territorial, qué le pasa a la gente, qué construcción de identidad de barrio hay  ya que es una toma de tierras convertida en barrio.

En este momento hacemos atención telefónica y la cuarentena en el  barrio es “dentro del barrio”. Los fines de semana se están organizando en las plazas ollas populares para combatir el hambre por la falta de trabajo.

La cuarentena es activa, no hay recursos pero tratamos de pensar entre todos.