En medio de la carrera electoral, se habla bastante de la derechización del electorado y poco de la profunda disonancia entre lo que los candidatos de derecha proponen y las creencias de sus propios votantes. Disonancia que se da en un contexto de dispersión del discurso político de los partidos mayoritarios y de cambios en la estructura social: quizás la clave esté en quiénes estén mostrando más ocupados en hablarle a la gente que a dirimir sus internas políticas.

Por Julieta Waisgold*
Foto: Erica Canepa (Bloomberg)

 

A juzgar por el crecimiento del candidato libertario Javier Milei y el posicionamiento electoral de Juntos en las encuestas, en Argentina parece haber una sociedad corrida hacia la derecha del tablero político. Sin embargo, hay algunos datos que permiten ponerle un signo de interrogación a esa idea.

Según una encuesta de Alaska/Trespuntozero de febrero de este año, el 45% de los votantes posibles de Milei cree que el Estado debe tener un rol más activo en la economía, alrededor del 30% cree que el Estado debería proteger a la industria nacional de la competencia extranjera, y un porcentaje similar considera que la gratuidad universitaria es un derecho básico. Algo parecido, pero en proporciones todavía mayores, pasa con las posiciones de los votantes de Juntos.

Si un candidato dice una cosa y la gente que va a votarlo piensa la contraria, pueden pasar dos cosas: o esa gente no está al tanto de las propuestas de su candidato, o las propuestas de su candidato no son tan importantes para la definición de su voto.

 

Dispersión del discurso y cambios sociales

La figura de Milei crece mientras el discurso político de las dos grandes coaliciones -Juntos y el Frente de Todos- se dispersa.

Más allá de la voz potente de Cristina Kirchner, el FdT como gobierno no pudo construir una voz que lo defienda y, en un contexto de incertidumbre, no tiene quien alumbre el camino. Y si bien la coalición oficialista sigue siendo la única opción competitiva dentro del ancho campo del progresismo, hoy parece haber un núcleo duro dispuesto a defenderlo que después de 4 años de gobierno necesita argumentos nuevos, y un sector de su propio electorado de 2019, el menos ideologizado y más alejado de ese núcleo duro, que no tiene quien le escriba.

Juntos está transitando hace ya algunos años un cambio en su posicionamiento público. Camino a las elecciones generales de 2019 y frente a la apertura discursiva al centro del Frente de Todos, el entonces presidente Mauricio Macri, ya sin resto político para seguir expresando sus posturas ideológicas a través del barniz de la gestión y la eficiencia, empezó a antagonizar de forma más radical con el kirchnerismo y a intentar cargar de tinte ideológico su propio discurso político.

El ex presidente emprendía así un camino que hoy tiene sus ramificaciones en la candidatura de la “halcona” Patricia Bullrich, quien dirime su interna con el heredero de la marca original de Cambiemos, Horacio Rodríguez Larreta. De una forma zigzagueante, el jefe de Gobierno porteño intenta reforzar, en el tono y en las formas, el tinte desideologizado de los comienzos de la fuerza opositora. Además del contexto, la diferencia con la etapa iniciática es que aquel Cambiemos ya tuvo su turno en la escena nacional.

 

 

El calendario electoral parece estar llegando en medio de este mar de discursos y contradiscursos múltiples, y a esta escena de fragmentación política se le suma que los sujetos políticos organizados parecen haber sido reemplazados por públicos objetivos.

El peronismo ya no puede hablarles a los trabajadores a los que les habló Perón, porque hoy muchos de esos trabajadores, que antes estaban organizados, están precarizados, alejados del sistema, y en muchos casos descreyendo de las organizaciones que canalizaban sus angustias, padecimientos y necesidades.

En esta época de cambios sociales hay, como dice François Doubet, desigualdades múltiples. Se multiplicaron las formas de la desigualdad y las razones para explicarlas. Florecen las políticas públicas que dan respuestas, y frente a los discursos de especialistas que intentan proyectar nuevos futuros mejores mientras se alejan de las pasiones y los afectos políticos del presente, surgen los discursos macizos de las (ya no tan) nuevas derechas, que parecen tener todas las respuestas y que sirven como canal de los desencantos.

Discursos políticos sin sujeto organizado y con público objetivo. Del “pueblo trabajador” a “los desencantados”. Identidades como todo, como bloque, en lugar de organización como grupos. Con un campo de discurso político inestable y una base social confusa y dispersa, figuras como Milei vienen a proponer una construcción de fijación de sentido y explicaciones únicas. A través de la estridencia, vienen a dar respuesta a identidades en diáspora.

Más parecido a Jair Bolsonaro en Brasil que a otros fenómenos del ascenso de las derechas radicales en el Europa y Estados Unidos, en este contexto, Milei sería algo así como aquello que cubre el agujero negro en el espacio de la representación política argentina.

No se trata de no tener diferencias políticas, ni de silenciarlas. Se trata de que mientras las dos grandes coaliciones parecen estar dirimiendo sus diferencias arriba del escenario, esas diferencias políticas son leídas socialmente como algo ruidoso y no del todo decodificable, alimentando una dinámica de distanciamiento con la representación política. Dicho de otro modo: con los dos grandes partidos abocados a discutir internamente, parece que ganará camino el que parezca ocupado en hablarle a la gente. No el que diga que le está hablando, tampoco el que se muestre preocupado, sino el que efectivamente lo haga.


*Es periodista de TEA, abogada de la UBA y diplomada y maestranda en Comunicación Política de la Universidad Austral.

Siempre le gustó la política y hace más de 15 años empezó a trabajar en comunicación buscando conocer y entender el detrás de escena. Sus primeros pasos fueron en el Congreso de la Nación y más tarde se desempeñó como asesora y coordinó equipos en distintas áreas del Estado Nacional. Trabajó en el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, en ACUMAR y en el Ministerio de Salud de la Nación.

En 2019, coordinó el equipo de discurso de la campaña presidencial de Alberto Fernández.

Hace ya algunos, junto a dos socios, creó Alaska, una consultora especializada en Comunicación Política, donde trabajan con distintos clientes del ámbito público y tercer sector en el diseño de estrategias de comunicación, comunicación de crisis y riesgo.

De manera autodidacta, en los últimos años se formó en lecturas sobre populismo y nuevas derechas. Y fueron esas lecturas las que la llevaron a hacer un curso de posgrado sobre teorías sociales y políticas posestructuralistas en Flacso. Está en desarrollo de su tesis de maestría.

Además, fue ponente en distintos congresos de Comunicación Política, como el de la Asociación Latinoamericana de Investigación en Campañas Electorales (ALICE) y la Cumbre Mundial de Comunicación Política. Escribe con cierta periodicidad en distintos medios nacionales, como Perfil y Página 12.

Los que no la conocen suelen preguntarle si es politóloga. Ella contesta que es poeta y justiciera.