Escenario donde las transformaciones que el país atravesó en el último siglo se vivieron con mayor intensidad, esta porción del territorio bonaerense aparece retratado en el cancionero popular al ritmo de sus propias mutaciones y de las que le fue imprimiendo el devenir histórico nacional. Desde The Walking Conurban, bucean en sus continuidades y rupturas, en un ejercicio que también implica desandar nuestra historia reciente.

Por The Walking Conurban*
Foto: @nico.no.no.no

La representación del Conurbano en la cultura popular es un tema bastante desarrollado, particularmente en el cine. Dos aspectos se conjugan para ello. Por un lado, la narrativa del llamado “nuevo cine argentino”, vinculada a las transformaciones sociales, con historias de personajes cotidianos, el tránsito por el mundo de la marginalidad y la crisis que se plantea entre los valores morales del mundo occidental cuando es atravesado y redefinido por el individualismo y el consumismo, propios del capitalismo financiero neoconservador en los años ’90. Y, por otro, la constitución del Conurbano bonaerense en el locus que sintetiza la crisis social y que será uno de los escenarios privilegiados para el desarrollo de estas historias. Así, películas como “Made in Lanús”, “Polaquito”, “El Bonaerense”, “Carancho”, “Pizza, birra, faso”, “Mundo Grúa” y “Bolivia”, entre otras, son no solo objeto de análisis en muchos trabajos académicos, sino también representaciones de escenas de la vida sobre el filo del nuevo milenio.

Por el contrario, menos abordado es el tema en la música popular, a pesar de que el Conurbano es objeto de mención y desarrollo de las letras de muchísimas canciones desde la segunda mitad del siglo XX a esta parte. Si bien hay una abundante bibliografía producida sobre períodos históricos o géneros específicos, la concepción de la música popular del área metropolitana de Buenos Aires como una unidad que trasciende al estilo musical no suele manifestarse y, en cierta forma, conspira a la hora de encontrar continuidades y rupturas en la forma en la que el Conurbano aparece retratado en el cancionero popular. Por ejemplo: a diferencia de la aparición del Conurbano en el cine, cuyo debut podemos rastrearlo hasta 1958, en la película “Detrás de un largo muro”, de Lucas De Mare, la primera mención en una canción no es una referencia directa sino la alusión a una otredad, como algo que está más allá de la frontera y no como un lugar, sino como un evento con tintes de catástrofe.

Pompeya y más allá la inundación”. “Sur”. Homero Manzi (1948).

La inundación a la que Homero Manzi se refiere es Valentín Alsina, que, si bien ya para principios de siglo era una de las zonas más industrializadas del Conurbano, es la representación de aquello que pasa lejos de la urbe. Un terraplén, para los ojos crecidos en el centro. Obviamente prima el recurso poético en la necesidad de describir el lamento por el paisaje que está desapareciendo, la pesadumbre de los barrios que han cambiado y la amargura del sueño que murió. Cuarenta y seis años más tarde, Valentín Alsina volverá a ser nombrada en una canción, pero ya como entidad propia y con características bien definidas.

Los obreros caminando/ Rumbo al yugo diario/ Van con sus bolsos al hombro/ Y sus caras de cansado/ Barrio obrero, Valentín Alsina”. “Valentín Alsina”. 2 Minutos (1994).

En esos casi cincuenta años, el Conurbano se convierte en el polo industrial del país y de nombrarlo al pasar como “la inundación”, el cancionero y la lírica se tornan descriptivos y detallados. Cobra relevancia el paisaje urbano y su interacción con el trabajo y la labor diaria. No es un canto a la belleza del entorno, como puede ser “La cuesta del Portezuelo” o “Qué lindo mi pago”, sino que hay una relación dialéctica entre el paisaje y el habitante. Sin obreros no hay barrio industrial. La alienación de la vida en un loop de rutina en el que no hay diferencias entre ayer, hoy y mañana.

Sur y aceite/ Barriles en el barro, galpón abandonado/ Charco sucio/ El agua va pudriendo un zapato olvidado…Sur/ Un trozo de este siglo/ Barrio industrial. “Avellaneda Blues”. Manal (1970).
El hombre suburbano sigue su rutina/ Sin saber que su vida terminará”. “Hombre suburbano”. Pappo’s Blues (1971).

Asimismo y como vía de escape a lo alienante de la vida urbana, en el Conurbano se presentan tres posibilidades: el retorno al verde y al entorno bucólico, el abandono de la vida laboral, o la locura.

“Un jardín y mis amigos/ No se pueden comparar/ Con el ruido infernal/ De esta guerra de ambición/ Para lograr, o conseguir/ Prestigio en la ciudad”. “Una casa con diez pinos”. Manal (1970).  
“Yo soy el mendigo del Dock Sud, uoh-oh/ Y conozco el fin del Riachuelo/ Ahí donde comienza el aceite estancado/ La civilización”. “El mendigo de Dock Sud”. Moris (1974).
Ahí va el capitán Beto /Por el espacio/ En su nave de fibra/ Hecha en Haedo”. “El anillo del capitán Beto”. Invisible (1976).

Al pesimismo de la rutina y la competencia urbana se le contrapone la libertad de vivir sin el ritmo marcado por los horarios de fábrica y oficina, en visiones un poco románticas de lo que implica vivir por fuera del mundo del trabajo en un país que, por aquel entonces, orillaba el pleno empleo. La casa con diez pinos, ubicada en Monte Grande, hacía las veces de refugio natural para huir de “la vida infernal” que propone la ciudad y que, dicho sea de paso, era el entorno en el que todas las bandas de rock de la época realizaban sus recitales. De más está decir que no existían tales cosas como los festivales organizados por localidades del interior o marcas de cerveza, pero también es cierto que, a pesar de que dos de las bandas más importantes de este período, Manal y Vox Dei, son oriundas de la zona sur del Conurbano, el espacio de consumo de recitales y bandas fuera del ámbito de la Capital Federal era más que escaso.

Foto: Instagram TWC

Foto: Instagram TWC

 

El paso de la dictadura como primera experiencia neoliberal y el comienzo del proceso de desindustrialización implican la transformación del Conurbano como locus fabril a locus de crisis social. Si bien en la segunda mitad de la década del ‘70 y a lo largo de la década del ‘80 el Conurbano no será un tema preponderante en el contenido de las canciones, es el momento en el que se constituyen las condiciones macrosociales que serán tanto letra como movimientos culturales en las décadas siguientes. El paisaje se transforma en el entorno, particularmente en un entorno sórdido, y el habitante del Conurbano en un ser furtivo que transita la noche y la adicción como vía de escape a (y no de) una vida sin futuro.

“Todo es oscuridad/ Alguien se aproxima a mi/ No puedo ver si es evangelista o policía”. “Desde el Oeste”. Hermética (1991).
Reformatorios policiales son el sitio/ Donde condenan al menor no reclamado/ La sociedad lo adopta como hijo de puta/ Hoy se escapa de la yuta cuando duerme la ciudad”. “Cuando duerme la ciudad”. Hermética (1994).
Pasame la bolsita de Poxi-Ran/ Prefiero flashear y no ver más esto/ Y después que digan/ Que vos te dopás/ Vos te matás solo/ Sin llevarte al resto”. “Puente La Noria”. Viejas Locas (1997).

Las referencias a la violencia y al desinterés de ese territorio marginal se encarnan en referencias a la presencia policial o la bienvenida del gatillo fácil.

Que se maten nomás/ que se maten nomás/ que se maten nomás/ En el Gran Buenos Aires/ En la parte de atrás/ Háganse su ghetto/ Quédense en su barrio/ Y que no se ajuste el cinturón de Rosario/ Santiago del Estero/ Peleando su dinero/ Pongamos policías/ Que se maten nomás/ que se maten nomás”. “Pistolas”. Los Piojos (1994).
“Yo vi a la villa marchar/ En reclamo de tu cuerpo/ Muerto por balas pagadas/ Con lo pagado de impuestos”. “Niño jefe”. Almafuerte (1998).

Por otra parte, vivir en ese contexto áspero y complejo se convierte en una cucarda. Una forma de vida que se lleva como una medalla. Vivir en el Conurbano implica tener “aguante”.

En el oeste está el agite/ El líder manda, pero vos, vos te quebrás”. “El 38”. Divididos (1991). 

Así como el Conurbano se convierte en sinónimo de marginalidad y peligro, la zona oeste se convierte en su sinónimo y el tren, la estación y aledaños en el único paisaje estable posible.

Abejas con ombú/ Viajando en el panal/ Va la timba en el furgón”. “Paisano de Hurlingham”. Divididos (1995).

La imagen del trabajador que viaja en el tren como abeja con overol Ombú, apretado como en un panal, también se modifica sobre todo en la década del ‘90. La segunda experiencia neoliberal acaecida con el menemismo, la desregulación de los servicios, la desmovilización de los trabajadores a medida que aumenta el desempleo y se flexibilizan las condiciones laborales, modifican la narrativa de un trabajador casi combativo en uno que solo quiere desconectarse del mundo.

 De Pacheco a La Paternal/ De Dock Sud a Tres de Febrero/ Mil amigos con el corazón/ Esperan esta canción/ Para atravesar/ El trago amargo de este mal momento/ Mientras el mundo, policía y ladrón/ Me bautizan sonriendo, gil trabajador”. “Gil Trabajador”. Hermética (1991).
Homero está cansado/ Come y se quiere acostar/ Vuelve a amanecer y entre diario y mates se pregunta/ ¿Cuánto más?… Y es así. La vida del obrero es así/ Aprendemos a ser felices así/ La vida del obrero es así/ Y pocos son los que van a zafar”. “Homero”. Viejas Locas (1999).

Entrados ya en el nuevo milenio y con las consecuencias del estallido de diciembre de 2001 todavía expuestas, sobre la representación del mundo del trabajo en el Conurbano aparecen el desempleado y el trabajador informal como nuevos actores. No visto ya como aquel que pudo escapar del yugo alienante de la vida fabril, sino como un despojo del capitalismo que deambula por la ciudad, hurgando en la basura.

“Ellos siguen caminando/ Revolviendo la basura y los recuerdos/ Ellos siguen caminando/ A ningún lugar”. “Postal”. Kapanga (2004).
“En la calle yo me recibí, en el arte de sobrevivir/ Revolviendo basura, juntando lo que este sistema dejó para mí/ Y a los que manejan el país, a esa gente le quiero decir/ Les propongo se cambien de lado un momento/ Y a ver si se bancan vivir mi vida de cartonero”. “Cartonero”. Attaque 77 (2007).

La profundización de la crisis social y económica hacia principios del siglo XXI implica también la intensificación del Conurbano como ground zero de esa crisis. Esto genera que ya no la referencia al paisaje o a sus habitantes sean los disparadores de sentido, sino que simplemente el sonido de una base rítmica y un teclado hagan todo por nosotros. Si bien el fenómeno conocido como “Rock Chabón”, mote puesto para denominar a las bandas de rock and roll, fue fuerte durante estos años y tuvo como epicentro al Conurbano, es la cumbia villera la que se convertirá en la banda de sonido inequívoca de este período.

Llegado este punto hay que decir que verdaderamente ya no importó la georreferencia, sino que el mero componente musical dentro de cualquier estándar de cumbia villera fue utilizado y funcionó como una sinécdoque del Conurbano. La suma de todas las violencias, de todas las carencias y de todos los miedos se expresaban en la forma en la que era utilizada la cadencia percusiva de la intro de una canción de “Pibes Chorros”, “Mala Fama” o “Meta Guacha” en los novedosos programas de “TV realidad” que se popularizaron a comienzos del siglo XXI.

Foto: Eladio Rey - TWC

Foto: Eladio Rey – TWC

 

No nos interesa mucho abundar en la elección de los nombres de las bandas, ni en por qué el producto alcanzó la masividad que tuvo, pero sí, en cambio, mencionar que la cumbia villera puede ser considerada continuadora en muchas de las temáticas de las letras de otros géneros de música popular urbana. La referencia a las drogas puede rastrearse hasta la época en la que el tango era solamente una música instrumental, del mismo modo que la referencia a la vida delictiva y el poco afecto por la figura policial se repite en toda la música popular occidental. Por eso, NWA cantaba “Fuck the police” y no “Fuck the firefighters”. Lo novedoso para el caso, como también lo fue para el rock barrial, era el acceso de las clases medias y bajas, de los barrios periféricos del Conurbano, al centro de la escena musical.

El encantamiento duró poco. Si el tango pudo ser la música de las clases bajas urbanas que se volvieron clases medias y el rock fue la música de las clases medias urbanas que se suburbanizaron, la cumbia se estandarizó como la música de las clases bajas a las que no les llegó el ascenso social. Por otra parte, el incendio de Cromañón en diciembre de 2004 y sus 194 víctimas marcaron el final de una etapa en la que el rock podía experimentarse en entornos tanto under como precarios. El paso del tiempo y la conjunción entre el recambio generacional y la “gerontización” del ambiente del rock, hicieron que el público fuera interpelado por otros géneros, aunque no necesariamente por otras temáticas.

Soy negro por pobre, ya no te importa el color/ Te gusta mi cultura, pero nunca verme en la estación/ Sin embargo, también viajás en tren, también te preocupás/ Cuando llega el fin de mes y no tenés para comer/ ”¿Qué tiene que ver?”, me dirá aquel que no lo quiera comprender/ Y es que todos somos el negro de mierda de un burgués/ Compa no te compliqués, tu argumento es más precario/ Que los barrios que desconocés”. “Sobrevivo”. Willy Bronca (2020). 

Si las tardecitas de Buenos Aires tienen “ese qué sé yo, ¿viste?” y su noche es mágica, el Conurbano permite huir de la racionalidad de la ciudad liberal donde todo es eficiente y delimitado, hacia un espacio más laxo y permisivo. Al mismo tiempo, las representaciones sobre el Conurbano oscilan entre la posibilidad de acceder al “descontrol” y un lugar muy propenso para sufrir tanto la represión encarnada en la figura de la autoridad, como los efectos de los vaivenes económico-sociales de la historia del país. Quizás, porque es este el lugar donde han repercutido con más fuerza las transformaciones del último siglo.


 

*The Walking Conurban es una cuenta en Instagram y Twitter que crearon Diego Flores, Guillermo Galeano, Ángel Lucarini y Ariel Palmiero, cuatro amigos de Berazategui que la iniciaron como una dinámica interna del grupo y se terminó convirtiendo en un suceso virtual que, hoy, recibe más de 50 fotos por día de sus seguidores para pintar, colectivamente, el Conurbano bonaerense.