Gabriela Granata*
Faltan pocos días para tener la respuesta acerca del impacto del último debate entre los dos candidatos presidenciales que disputarán el balotaje. La coincidencia generalizada acerca de que los debates televisados son más propios del mundo del espectáculo –al fin y al cabo, “el medio es el mensaje”- se desarticula un poco por dos motivos centrales: Argentina sigue teniendo una fuerte impronta de liderazgos unívocos para ejercer el poder y la fragmentación parlamentaria que acompañará al próximo presidente de la Nación tendrá que tener canales de diálogo multidireccionales. Esos dos aspectos convivieron con el despliegue escenográfico, los gestos y las consignas que enmarcaron la disputa de ideas entre Sergio Massa (Unión por la Patria) y Javier Milei (La Libertad Avanza).
En el debate del domingo previo a las elecciones definitorias, Sergio Massa dominó la escena y la agenda ante un Javier Milei que se esperaba más contundente. Mirado desde afuera de las fronteras argentinas, un candidato oficialista y, en forma simultánea, ministro de Economía de un país preocupado por la inflación, agobiado por la pobreza y cansado por demandas insatisfechas debería estar a la defensiva. En cambio, se preparó para tomar la delantera desde el primer minuto forzando a Javier Milei a dar definiciones con alguna que otra chicana vinculada con su reciente sociedad con Juntos por el Cambio y apelando la ciudadanía para que “busquen en Google lo que dijo Milei” sobre media docena de temas sobre los que hubo contradicciones de fondo o de tiempos: dolarización, seguridad, comercio exterior, educación, venta de armas o mercado de órganos humanos.
No fueron sólo aciertos de Massa. También hubo errores de Javier Milei que llevaron a una comparación sobre la actuación asimétrica con su candidata a vicepresidenta Victoria Villarruel. La candidata a vice tuvo una posición activa, estudió letra y hasta los eslóganes con los cuales arremeter contra Agustín Rossi. Nada de eso se repitió con Milei que estuvo poco convincente cada vez que le dijo a Massa “no mientas”. No quedaba claro sobre qué sugería que versaba la mentira.
Milei tuvo dos momentos en los cuales Massa pareció acusar el impacto: fue cuando, en plena defensa de la universidad pública, el libertario le tiró: “pero vos te recibiste en una universidad privada” y el segundo, en momentos en que se cruzaron sobre “fracasos” cerró el tema diciendo: “Se ve, Sergio, que vos no aprendiste nada, porque volviste con el kirchnerismo”.
Del espectáculo a la política
No es lo mismo un debate que formular propuestas que entusiasmen a los ciudadanos. Milei se jactó de haber presentado una plataforma electoral ante la Justicia. Pero esa misma letra lo dejó luego encorsetado ante la alianza post primera vuelta con Mauricio Macri, Patricia Bullrich y un sector del PRO.
Así, tuvo que suavizar opciones: la “motosierra” podría llegar a asustar a parte del electorado un poco más de centro, un poco más conservador, un poco más preocupado por la pérdida de derechos a pesar de que tiene muchos cuestionamientos con el gobierno actual. Eso le quitó margen de maniobra y lo obligó a retractarse, a abjurar y predicar la fe de los (un poco) conversos. Ser la cara de la nueva derecha argentina tiene sus costos.
Se busca un líder a la derecha
Mauricio Macri es el artífice de la detonación de Juntos por el Cambio y la apuesta a rodear a Javier Milei para construir una nueva derecha –más a la derecha- para el tiempo que viene, en el Gobierno o en la oposición. Podría haber dejado que la carrera electoral la siguiera Horacio Rodríguez Larreta para construir una derecha más moderada, más moderna y dialoguista. Larreta le hubiera reconocido que había sido su mentor. En cambio, al mejor estilo de Carlos Menem con la Ferrrari Testa Rossa “solo mía, mía”, Macri estimó que el PRO era solo suyo y lo llevó al borde de la línea institucional, al roce con el autoritarismo y la reivindicación de la dictadura.
En el espacio oficialista, Cristina Kirchner hizo todo lo contrario y mostró lucidez para intervenir en la sucesión de un Gobierno que se va el 10 diciembre y cuya fórmula, que integra como vicepresidente, no disputó la reelección. Cristina optó por un esquema en el cual tensionó a todas las partes de la alianza Unión por la Patria para consolidar una candidatura en nombre de Sergio Massa. Está claro que Massa tiene en el espacio de La Cámpora un aliado y lo explica el segundo plano que tomaron sus dirigentes para cederle el centro de la escena solo a Massa.
Los que los y las votantes quieren
Los encuestadores dedicaron en los últimos días parte del tiempo de exposición pública a explicar una especie de “lado B” de los resultados que reflejan los sondeos. La consultora brasileña Atlas Intel, que trabaja para los equipos de Massa, envió su sondeo previo al balotaje con una preferencia de 4 puntos porcentuales en favor de Milei. En el detallado desglose que acompaña el dato simple de intención de voto, marcó hacia dónde podrían inclinarse los votos de quienes tomaron otras opciones en primera vuelta. Contra el análisis general, la opción de los votantes de Juan Schiaretti es por Massa, ya que más de la mitad asegura que lo votará. Y también contra lo que se podía intuir, muy pocos votantes de Juntos por el Cambio definirán a favor de Unión por la Patria (12%).
Otra consultora, CELAG que lidera Alfredo Serrano Mancilla tiene también datos con Milei mejor posicionado pero con una incidencia de Sergio Massa como el dirigente que la mayoría piensa que será el próximo presidente.
Argentina y las cosas
“Demasiado énfasis y poca precisión. Hay que ir a las cosas, sin más.” Cayendo en la tentación de parafrasear a José Ortega y Gasset, el debate mostró un amplio manejo escénico integral – pausas, tonos, gestos, miradas- por parte de Massa ante un Milei poco conectado con el fondo de los temas que Massa le propuso. Fue así porque el libertario no escapó nunca a la agenda que le planteó Massa y tuvo pocas réplicas filosas.
También un alto desconocimiento. Puede haber sido risible que no supiera que es el “gede” que en realidad es el GDE, el sistema de Gestión Documental Electrónica que utiliza el Estado. Pero no lo es que no pueda explicar la circulación del comercio exterior cuando Argentina depende fundamentalmente de la exportación de productos primarios. Un dato más, Brasil y China son los principales socios comerciales de Argentina, una relación que requiere cuidado, negociación y reglas de juego en las que los Gobierno son parte central de los entendimientos.
También se cruzaron respecto del sistema de salud público. Milei tuvo que reconocer que, como es un esquema descentralizado, poco podrá hacer desde un poder central. Y algo similar sucedió cuando se abordó la Educación. Milei no se animó a extenderse sobre la propuesta de “vouchers” sino que aportó una pequeña chicana cuando le recordó a Massa que él se había recibido de abogado en una universidad privada. Massa dudó en la respuesta pero hay una realidad básica: las universidades privadas conviven con el sistema de educación superior pública, inclusiva y accesible, que le permitió a miles de jóvenes ser primera generación de universitarios en su familia (incluida quien firma esta nota). Y a otros tantos miles, optar si van al sistema de gestión estatal o privada. No es personal, es político.
Gabriela Granata es Licenciada en Periodismo de la Universidad de Lomas de Zamora y cursa una Maestría en Comunicación Digital e Interactiva en la Universidad de Rosario. Es docente de las materias de Taller de Redacción Periodística (UNLZ) y de Periodismo Político, Introducción al Periodismo y Prácticas profesionales en las Universidades Católica Argentina (UCA) y de Belgrano (UB). Realizó cursos de posgrado en Comunicación Política en Flacso.
Se desempeñó como redactora y editora en agencias de noticias NA y Télam, en el diario Crítica, dirigió la revista de actualidad Veintitrés, y actualmente es la directora Periodística del diario especializado en economía BAE Negocios baenegocios.com
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