Encontrarse con la necesidad de hacer música desde el Conurbano es una acción que se desarrolla desde el sur hacia el norte y desde el este hacia el oeste del mismo, para contar lo que nos pasa. Cantar las angustias, las desigualdades, las tristezas. Así como también musicalizar las alegrías, las victorias, los encuentros y las conquistas.      

Crisol de géneros unido muchas veces por el contenido de sus letras, la música del Conurbano, en cualquiera de sus expresiones, se ve marcada por lo que cabría preguntarnos si es nuestra propia “identidad conurbana”. Identidad que es multidimensional: habitada por espacios de resistencia, prácticas culturales (y contra-culturales), luchas y tensiones.         

El Conurbano comienza a analizarse como una geografía con identidad propia algunos años después de 1990. Según explica José Natanson en Empezar por el conurbano (2015), el conurbano adquiere soberanía recién cuando comienza a hacerse evidente lo que Adrián Gorelik llama el fin de la ciudad expansiva, es decir, el fin de la capacidad de la ciudad para integrar en condiciones dignas tanto nuevos espacios como nuevos contingentes poblacionales. Asimismo, continúa Natanson, esto se ve reflejado en los movimientos culturales: en la explosión del rock barrial y el género tropical, por citar dos ejemplos.

En lo que a los movimientos musicales respecta, cabe realizar una conceptualización. En tanto conjunciones idiomáticas que terminan por castellanizarse y adoptarse desde el inglés para la comunicación cotidiana, sin necesidad de traducción (es decir, anglicismos), para conocer algo más sobre el desenvolvimiento de la música conurbana es posible retomar dos conceptos: mainstream y underground

Algunos lograron establecerse en el mainstream, en la corriente principal. Corriente principal o dominante entendida como aquella que logra desarrollarse en todos los espacios de comercialización más grandes, que alcanza un mayor número de personas y que logra, así, más reconocimiento.

El underground que ha surgido como un movimiento de resistencia, se presenta hoy como una expresión contracultural, alternativa. Hay algo de distinto, especial, que sucede con aquellas expresiones de la música que se desenvuelven en lo que, devenido del concepto anterior, se ha dado por llamar under.

En este sentido, algunas bandas, integrantes, solistas y músicxs sesionistas de diferentes puntos del Conurbano bonaerense hablaron con Cordón para comprender un poco más sobre esta movida y si es que existe alguna relación entre ésta y el conurbano. Entre ellos: Mirilla, Daniela Sol “Solecito” Gago, Julián Jorquera, guitarrista y corista de Tacho Groove, Marcos e Ignacio Gómez Garnero, armonicista.

El movimiento under en el Conurbano se presenta como un momento de origen. Hay quienes lo consideran como un inicio de “algo más grande” y hay quienes creen que es un sector en sí mismo, que debe ser explotado, experimentado y sostenido, independientemente de los consumos del mainstream.

“La verdad que no sé si me consideraría del under o no. ¿Hay algo antes del under?  No sé si me consideraría parte porque si bien a la gente veo que le gusta lo que hago, todavía no soy así como conocida del barrio y todo eso”, cuenta Sol, cantante solista de 23 años, oriunda de Temperley. Ella, entonces, considera que el under es “algo más” que sólo aquello que no es masivo, lo describe imprimiéndole un contenido de arraigo barrial y de reconocimiento.

Para Ignacio, el under está fuertemente conectado con los inicios de las bandas “especialmente en el conurbano”, dice. “La gran mayoría de bandas del under comienzan con amigos que quieren empezar a tocar y eso también se ve plasmado en los shows, mostrando otra conexión entre ellos que hace que el público también se sienta parte y pueda acercarse un poco más”, continúa. Sin embargo, al igual que Sol, le otorga un componente distintivo al movimiento: “no hay que confundir el under con las bandas chicas o con poca convocatoria. Yo creo que el under de a poco se está combinando con lo independiente. Podes tener buena convocatoria pero seguir definiéndote como under ya que no sos parte de un gran sello discográfico”.

Niñez musical

Hay algo que comparten todxs lxs músicxs entrevistadxs y es que todxs cantan y hacen música desde muy pequeñxs. Ignacio a los 4 años en su casa de Banfield se acercó por primera vez a las guitarras y armónicas (que le robaba a sus hermanos), y es hasta hoy, a sus 27, que sigue su profesionalización en la música en la Escuela de Música Popular de Avellaneda. Sol, a los 9, cuando se dio cuenta que Operación Triunfo era algo más que un programa de tele, aprendió a vocalizar. Ambos consideran a la música como la totalidad, como un cable a tierray un mecanismo de expresióncuando las emociones desbordan.

Para Julián, quilmeño de 22 años que empezó a tocar la guitarra a los 16, la música también lo es todo: “la música es algo que ocupa la mayor parte de mi forma de ser, es casi todo mi mundo, mi manera de expresar, lo que me acompaña a dónde vaya”.

Los integrantes de Mirilla, por su parte, cuentan que comenzaron a tocar porque ‘lo sentían”, describiéndolo como algo que sucede sin mucha explicación: “tenés ganas de salir a tocar y salís, dice Pipen, el cantante. Por herencia familiar, por fanatismo musical, por cercanía con amigos músicos, son muchas las razones por las cuales lxs músicxs deciden comenzar.

Existe otra coincidencia muy fuerte entre todxs ellxs y es que buscan vivir de la música. Pero, con proyectos que apuntaban a la profesionalización o simplemente como un pasatiempo, todos empezaron tocando entre amigos. Sin embargo, hoy ya no somos esos pibes que sólo se juntan a hacer fiesta. Estamos ingresando en el circuito under y el proyecto es más profundo, atravesado por un compartir que le da vida a la banda”, explican los integrantes de Mirilla.

Con el sello conurbano

Lxs músicxs que provienen del under conurbano muestran una distinción barrial mucho más marcada, reflejan un sentimiento de pertenencia, de resistencia y componentes de lucha que se plasman en lo musical así como también en la poética de las letras. “Contar la jugada con empatía sobre el que vive en el mismo lugar que vos y retratar de algún modo sus problemáticas y sus alegrías, también, ¿por qué no?”, sostiene Marcos, ex integrante de una banda de rock under del sur del Conurbano. Además, según Julián, se desarrollan distintos mecanismos solidarios y de complicidad entre bandas, que no se ve tanto en otros sectores. “Es un espacio creado por y para nosotros”, afirma.

Lxs músicxs consideran que nos encontramos en tiempos turbulentos en lo que respecta a la cultura y el espacio que se les da a los centros culturales en nuestro territorio y, en ellos, a la música under, que es un reflejo de lo que sucede a nivel nacional. “En la música, el under es el que más recibe los golpes de una economía desastrosa y una situación de malestar general en el país. Las bandas no tienen que pagar para tocar. Tendría que haber centros culturales en muchos lugares y un Estado que fomente la cultura que es, al fin y al cabo, una de las mejores formas de cultivar la mente”, afirma Marcos.  En este terreno de precarización y descenso de inversión en cultura, las mujeres que hacen música llevan las peores condiciones. Lxs músicxs se encuentran en lucha constante por incorporar mayor heterogeneidad en el armado de festivales o en la organización de ‘fechas’ de diferentes bandas. Y, excepto en algunos contextos, las bandas conformadas enteramente por mujeres no son tan visibilizadas o tenidas en cuenta como aquellas comprendidas por varones. Sol dice a este respecto que el cupo de mujeres en festivales de música tendría que ser un derecho intrínseco en la sociedad: “es algo lógico. Me parece una estupidez que haya que llegar al punto de pedir ‘por favor, permitime tocar’”.  Respecto al rol de la mujer en el ambiente musical, asegura: “los hombres de por sí van con una cierta confianza extra a favor, siempre. Desde el hecho de salir a la calle y poder caminar tranquilos hasta lo que sea. Entonces siento que por eso un hombre al agarrar una guitarra y ponerse a tocar va con esa confianza. La mujer tiene que vencer un poco más. Para mí es que hay que animarse a salir a tocar.”

La expresión under nos da algunas pautas pero no refleja en su totalidad la composición, la expresión y el contenido de lo que conocemos como música under en Argentina realmente. Si bien trasciende la literalidad del concepto y refleja el ser algo que no está sobre las grandes vistas, sobre el consumo principal, masivo y más comercial, a su vez, deja por fuera el gran contenido socio-cultural de esta movida en nuestro país, que está fuertemente marcado por nuestra identidad latinoamericana (además de nuestra identidad conurbana): una identidad colectiva que puede reflejarse en el contenido de las letras de las bandas y solistas presentados aquí y no solamente en sus componentes de autogestión e independencia. Hay algo más que eso. Nos hace falta hacer mención, entonces, sobre nuestro componente latinoamericano.     
Podríamos, en este sentido, re-pensar el concepto para darle una vuelta de tuerca. Podríamos quizás hablar de un “hacer música under desde el Sur”, retomando a Carla Wainsztok en El derecho y el anhelo a conocer nuestras historias (2015), a todxs nosotrxs haciendo música desde el sur del continente, desde, dirá José Martí, Nuestramérica Latina.