Argentina será el primer país latinoamericano en fabricar la vacuna Sputnik V, una de las más eficaces y seguras del mundo contra el coronavirus. La fabricación estará a cargo de la farmacéutica Richmond, que sumará otra planta a la que ya tiene en el partido bonaerense de Pilar para abastecer la demanda local e internacional de vacunas para frenar la pandemia.
La noticia llegó como un gol de desempate en un partido reñido. La segunda ola de la pandemia de COVID-19 sigue batiendo récords diarios de casos positivos, camas de unidad intensiva ocupadas y fallecidos, mientras las vacunas, ese bien escaso y desigualmente distribuido por el mundo, llegan al territorio por goteo. En las semanas más críticas de la pandemia a nivel local, el anuncio ponía entre paréntesis la angustia, para dar una señal de esperanza: en su planta del partido bonaerense de Pilar, el laboratorio Richmond fabricó su primer lote de 21.000 dosis de la vacuna Sputnik V para convertir a la Argentina en el primer país de América Latina en producirla con la proyección de abastecer la demanda local y continental de cara al futuro.
La farmacéutica, cuya planta fue inaugurada en el año 2011 por la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, contó con la transferencia tecnológica del Fondo Ruso de Inversión Directa y de una financiación pública de 30 millones de pesos con los que optimizó sus instalaciones para cumplir con la tarea. Ahora, el Instituto Gamaleya de Rusia testea la calidad de las dosis argentinas y, si todo sale como se espera, en junio se podría comenzar a fabricar vacunas a razón de un millón de dosis por mes, trepando escalonadamente a cinco millones de dosis mensuales. Para el año que viene, se espera superar esas cifras gracias a la construcción de una planta especial para tal fin, también en Pilar, que estaría lista para junio.
“Vamos a poder contar con una producción local de una de las mejores vacunas del mundo. Esto es importante en el corto plazo porque puede resolver problemas en esta instancia, pero también lo es en el largo plazo porque lo más probable es que debamos seguir vacunando contra esta enfermedad, entonces sirve tener producción local en los próximos años”, explica a Cordón el profesor y divulgador científico Nicolás Olszevicki.
El acuerdo entre el laboratorio de capitales nacionales Richmond y el Fondo Ruso de Inversión Directa se dio a instancias del Estado argentino, que facilitó financiamiento para este acuerdo comercial, pero también para toda una inmensa batería de investigaciones y desarrollos en distintos campos para paliar la contingencia que disparó el contexto pandémico. En esa línea, en lo que va desde diciembre de 2019 en adelante, la cartera de Producción de la Nación destinó 2.800 millones de pesos en materia de reconversión productiva para combatir los efectos sanitarios, sociales y económicos de la pandemia.
En el caso de Richmond, la colaboración financiera estatal continuará con una asistencia de 13 millones de pesos para la compra de equipamiento, a través la Subsecretaría de Economía del Conocimiento, que depende de la Secretaría de Industria, Economía del Conocimiento y Gestión Comercial Externa dentro del Programa Soluciona. El lazo con distintas áreas del Estado para la optimización de la empresa farmacéutica lleva más de una década. Una de esas áreas es, por ejemplo, la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i), que comenzó su vínculo con el laboratorio Richmond con el objetivo de automatizar ciertos procesos en la línea de producción, mejorar el control de variables críticas, facilitar el manejo de stocks y tiempos productivos y darle mayor rapidez a la evaluación de datos históricos. Vale decir que, detrás de muchas de las inversiones privadas en ciencia y tecnología, se acumulan los esfuerzos públicos en formación de recursos humanos, inversión en investigación y financiamiento de proyectos que, más tarde, pueden llegar a aplicarse en desarrollos concretos.
Con todo este recorrido, la infraestructura de la futura planta bonaerense de la farmacéutica tendrá la capacidad de fabricar dosis de esta y otras formulaciones vacunales por una cantidad superior a los cinco millones de dosis mensuales. Para Olszevicki, este caso dio pruebas de que la cooperación entre Estado y privados es central para encauzar las respuestas no solo a este problema de salud pública, sino para pensar en el crecimiento y desarrollo local.
“Lo que ha mostrado esta pandemia de manera tajante –continúa el investigador- es que, por un lado, no se puede confiar en los desarrollos científico-tecnológicos de los países centrales para abastecer a los países periféricos y, por otro lado, tenemos que alcanzar la soberanía en este aspecto tanto como sea posible. Eso se logra con la colaboración público-privada”.
Te salva el Conurbano: un antídoto contra el estigma neoliberal
Que la posibilidad de abastecer a los países latinoamericanos con una de las vacunas más eficientes y seguras contra la COVID-19 tenga lugar en el Conurbano bonaerense no es un dato menor. De hecho, da cuenta del historial productivo de esta región, tantas veces golpeada por políticas económicas neoliberales de retracción y especulación.
De alguna manera, la noticia también responde a un imaginario fuertemente discriminatorio de sectores dominantes que, hace algunas semanas, quedó condensado en un tuit del economista y exvicepresidente del Banco Central durante la gestión Cambiemos, Lucas Llach, en el que se preguntaba cuáles serían los bienes o servicios exportables al país o al mundo del Conurbano, y que ubicaba en esa lista el trabajo de obreros de la construcción y de empleadas domésticas, a quienes agrede y denosta.
Frente a la discriminación y la ignorancia, el poder simbólico de la noticia opera doblemente: las recetas liberales de desprecio por la intervención estatal dejaron en claro su nula capacidad de injerencia en contextos de emergencia de todo tipo, y es ahí cuando las políticas públicas de desarrollo y de inclusión –pasadas y presentes- hacen la diferencia, incluso en contextos de crisis. En otras palabras, lo que nos salva es el territorio, intervenido por un Estado presente y soberano. “Acá tenemos un muy buen ejemplo de las potencialidades del Conurbano: podemos llegar a ser uno de los principales proveedores latinoamericanos de una de las mejores vacunas del mundo en este contexto de pandemia”, concluye Olszevicki.
Carolina Vespasiano es licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de La Matanza y periodista científica en la Agencia CTyS-UNLaM. Tímidamente, pero a paso firme, también incursiona en la ilustración digital.
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