Apuntes sobre un discurso político para el peronismo

Por Julieta Waisgold*

 

La elección de 2023 no la ganó el espacio que había sido oposición al kirchnerismo durante la última década, sino una opción que llevó a la práctica las mismas ideas, pero irrumpió en la escena con una oferta política nueva, más agresiva y radical.

La Libertad Avanza pareció recordarle a Juntos por el Cambio -y a todo el sistema político- la idea de que en un escenario político polarizado no hay mirada política distinta sin contraste, pero que sin embargo oponerse no es lo mismo que ser una oferta política distinta.

Pareció recordar que, así como el discurso político no es un reflejo exacto de la realidad, el contraste tampoco es un juego especular de suma cero. No alcanza con ubicarse enfrente: hay que enunciar desde otro lugar.

Con el mileísmo, el discurso cambió el eje y el público. Donde principalmente había antikirchnerismo y sectores de clase media/alta, pasó a haber “casta” y también sectores populares.

Si antes había un solo antagonista político, con el mileísmo el antagonista empezó a ser un blanco móvil: el kirchnerismo, los sindicatos, los empleados públicos, los docentes, los ensobrados. Si antes no había “voto Uber”, el “voto Uber” emergió y no fue porque hubiese propuestas específicas para los choferes de aplicaciones.

En política se habla en contexto. Se habla entrando en una trama y reconociendo el campo de juego.  Sabiendo no sólo quiénes están del lado de enfrente, sino también quiénes no lo están y también se habla suponiendo nuevas tramas. Interpretando cómo, dentro de un mismo norte, se puede ir haciendo para encajar las piezas de la sociedad en movimiento.

Tal vez, entender cuál es esa nueva trama en la que está hablando es uno de los mayores desafíos que tiene el peronismo hoy.

Si se mira lo que pasó en el mundo, los juegos especulares de posiciones fueron una de las respuestas a las derechas radicales. En el caso de Estados Unidos, por ejemplo, frente a los niveles altos de violencia discursiva de Trump, se planteó como contraste la moderación de la mano de una opción centrista del Partido Demócrata.

Con la figura de Biden, el Partido Demócrata no pareció hacer una relectura de lo que estaba pasando en la sociedad, no replanteó la trama, sino que optó por construir con la moderación un camino en contra.

El viraje moderado y el alto contenido valórico del discurso que fue eficiente para el recambio en 2020 y para la elección de medio término, pareció agotarse con el alejamiento de sectores populares y los problemas de liderazgo de Biden y, finalmente, el Partido Demócrata no tuvo más opción que entrar en un período de revisión interna.

Así como el caso de Estados Unidos parece ser un ejemplo de que la moderación como sendero recto no asegura un camino, en nuestro país la radicalización sin más, espejada, posiblemente tampoco, porque el campo del debate público radicalizado hoy está siendo catalizado de modo más o menos eficiente por el color violeta de La Libertad Avanza.

Frente a la pregunta de qué debería hacer el peronismo en el juego de posiciones, la agresividad política y discursiva del gobierno de Milei parecen abrir una vía directa para una oposición que denuncie o condene, es decir, para que vaya en contra. El lugar está disponible: pararse enfrente, responder los ataques, resistir.

Más allá de ese camino, cuando se piensa en cómo cimentar el propio se habla de la necesidad de tener propuestas o un programa o conjunto ordenado de ideas para el país. Sin embargo, para evitar cualquier juego especular y rearticular una oferta política, tal vez el desafío del peronismo sea menos exigente, pero no por eso menos preciso.

Se trata, quizá, de volver a pensar la trama acercándose y agarrándole la mano a la gente.  Es decir, pensando, concretamente, qué puede hacer el peronismo hoy para mejorarle su posición en la vida.


*Es periodista de TEA, abogada de la UBA y diplomada y maestranda en Comunicación Política de la Universidad Austral.
Siempre le gustó la política y hace más de 15 años empezó a trabajar en comunicación buscando conocer y entender el detrás de escena. Sus primeros pasos fueron en el Congreso de la Nación y más tarde se desempeñó como asesora y coordinó equipos en distintas áreas del Estado Nacional. Trabajó en el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, en ACUMAR y en el Ministerio de Salud de la Nación.
En 2019, coordinó el equipo de discurso de la campaña presidencial de Alberto Fernández.
De manera autodidacta, en los últimos años se formó en lecturas sobre populismo y nuevas derechas. Y fueron esas lecturas las que la llevaron a hacer un curso de posgrado sobre teorías sociales y políticas posestructuralistas en Flacso. Está en desarrollo de su tesis de maestría.
Además, fue ponente en distintos congresos de Comunicación Política, como el de la Asociación Latinoamericana de Investigación en Campañas Electorales (ALICE) y la Cumbre Mundial de Comunicación Política. Escribe con cierta periodicidad en distintos medios nacionales, como Perfil y Página 12.
Los que no la conocen suelen preguntarle si es politóloga. Ella contesta que es poeta y justiciera.