Despedida a Diego, amo del Conurbano

En medio de la tormenta brilló un rayo de sol. Eran las 12 del mediodía. Alguno que otro levantó la vista. En Buenos Aires, la gente seguía con sus cosas: el tráfico medio trabado, los transeúntes con barbijos, la realidad extraña del año de la pandemia. La luz me llamó la atención y levanté los ojos casi llegando al trabajo, sobre la Avenida Callao. Siempre es lindo ver ese fenómeno. Podría haberse nublado de nuevo; quizás la luz se había filtrado por algún huequito de la tormenta, pero seguro en un rato el clima continuaría su ciclo natural. El pronóstico anunciaba más lluvia. Pero no. De pronto el cielo se despejó a toda velocidad, como si arriba abrieran el paso para el ascenso de un alma importante.

– Qué tiempo loco.

¿Se casaba alguien o se moría alguien? La Biblia lo cuenta al revés. Dicen que cuando Jesús murió, el aire se puso negro y los rayos pegaron contra las paredes del templo. En cambio, ahora el cielo se ponía blanco, brillante como una pelota de fútbol; los rayos eran de luz solar y rebotaban contra las paredes de la Bombonera.

Entonces me acordé de la frase de Juan Moreira antes de batirse a duelo final en la película de Leonardo Favio.

— Con este sol.

Si lo mirabas, te quedabas ciego, como un inglés bajo la tarde resplandeciente de los aztecas.

Pero a nadie se le podía ocurrir lo que estaba pasando. En una fracción de segundo, la realidad se paralizó. La gente no lograba subir ni bajar de los colectivos, de los subtes, de los taxis. Todo estaba quieto como en una foto. En el tiempo de Dios, como en el cuento de Borges “El milagro secreto”, ese instante podría haber durado el año completo, un año de repetición: veinte, veinte.

— Venite, venite —los ángeles dijeron el anagrama del año de la pesadilla, mientras preparaban los potreros del cielo.

Y allá debe estar jugando de nuevo.

En la plaza de Plumerillo y Chivilcoy gambetea chicos más grandes que él y hace un gol justo al mediodía. Sus hermanos lo llaman desde el costado del campito.

— Pelusa, te llama mamá, te llama papá.

En el tiempo del reloj, un corazón se detiene y un país se convierte en el hombre de hojalata del Mago de Oz. Tiene sentimientos, pero ya no tiene corazón.


Juan Diego Incardona nació en Buenos Aires en 1971. Dirigió la revista El interpretador. Publicó Objetos maravillosos (2007), Villa Celina (2008), El campito (2009), Rock barrial (2010), Amor bajo cero (2013), Melancolía I (2015), Las estrellas federales (2016) y cuentos en distintas antologías, diarios y revistas