Uno de los datos que más llamó la atención sobre las organizaciones barriales de finales de los ´90 fue su auto denominación: Movimientos de Trabajadores Desocupados. Para muchos, esos últimos dos términos resultaban contradictorios entre sí.

Muy lejos de cualquier equívoco, era justamente el mensaje que las organizaciones querían dar: reivindicar su pertenencia histórica al grupo de personas que ‘viven de su trabajo’, al tiempo que denunciar la condición transitoria de su desocupación, producto de la larga década neoliberal.

Las organizaciones sociales están acostumbradas al ejercicio de la imaginación política. Están conformadas por personas que -relegadas por la economía dominante-, tuvieron que “inventarse su propio trabajo”, como suele decir Emilio Pérsico, líder del Movimiento Evita. Son changarines y changarinas, precarizadas, cooperativistas, cocineras de comedores comunitarios y personas dedicadas a tareas de cuidado; forman parte de un universo laboral que en Argentina abarca aproximadamente a 5 millones de personas

Estas organizaciones dieron un salto en sus elaboraciones políticas cuando, allá por 2011, empezaron a hablar de la ‘Economía Popular’. Este nuevo concepto fue forjado ‘desde abajo’, y tuvo la virtud de ubicar una discusión central: si millones de personas no estaban siendo absorbidas por el empleo privado ni público -siquiera en tiempos de crecimiento económico-, ¿en qué economía se las debería incluir?

En diciembre de 2019 marcaron otro hito: en un micro estadio repleto de la Ciudad de Buenos Aires fundaron la Unión de Trabajadores/as de la Economía Popular (UTEP). La UTEP busca ser la herramienta gremial que aglutina a quienes desarrollan su actividad laboral al interior del mundo de la Economía Popular. El arco ideológico de organizaciones que la componen es muy variado: hay peronistas, guevaristas, maoístas, de la izquierda autonomista, y también organizaciones más afincadas en el catolicismo de base.

Como corresponde a un sector que, como vemos, siempre reivindicó su pertenencia al mundo de las y los trabajadores, el 1° de mayo no es para ellos/as una fecha más. De hecho, dos de las fechas más importantes en sus calendarios de movilizaciones son el Día internacional de los trabajadores/as y el 7 de agosto, día de San Cayetano.

Sus jornadas de protesta en esas fechas fueron, junto a las de los feminismos, algunas de las movilizaciones más emblemáticas de las que impugnaron al gobierno de Mauricio Macri durante los últimos cuatro años. El 1° de mayo de 2018, por ejemplo, aglutinaron casi 200 mil personas en el monumento al trabajo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, precedido de una jornada con ollas populares en todo el país. Ese mismo año cientos de miles marcharon el 7 de agosto, desde el santuario de San Cayetano hasta el centro porteño, exigiendo “pan y trabajo”.

Un grupo de curas villeros, quienes también realizan un destacado trabajo contra el hambre en las barriadas, eligió el primero de mayo del año pasado para publicar una carta. Allí conmemoraban la fecha que recuerda a los mártires de Chicago y reclamaba al gobierno: “sería muy bueno plantear propuestas para la economía popular, en la cual se mueven muchos de los vecinos y vecinas de nuestros barrios”.

Como se ve, esta fecha es ocasión para pronunciamientos, movilizaciones y para la toma de la palabra en el ámbito público. Actualmente, evocar el primero de mayo en nuestro país, obliga entonces a tomar en cuenta al mundo de la Economía Popular.

Esperanza, desde Caraza hasta Pacheco

En las barriadas populares el primero de mayo suele ser un día de descanso y de juntadas familiares. Hay además tres feriados del calendario del Conurbano en los que comer locro se ha vuelto un ritual: el 1° de mayo, el 25 de ese mismo mes y el 9 de julio. 

Algunas rotiserías, que en su menú cotidiano jamás lo incluyen, para esas fechas sí se dedican a esa antigua receta criolla. También hay casas de familia que esos días convierten sus cocinas en restoranes improvisados, para vender locro a sus vecinos. Muchos encargan previamente las porciones; otros aparecen de forma espontánea para llevarse alguna porción, siempre calculada según el tamaño de grandes cucharones tamaño comedor comunitario. 

Cuando una organización encarna genuinamente en el mundo popular, sus prácticas suelen replicar también algunas costumbres barriales. En sus territorios, las organizaciones de la Economía Popular también ‘inventaron’ sus propias maneras de conmemorar cada 1° de mayo: algunas se movilizan al centro porteño; otras realizan actos más pequeños en sus localidades; están las que eligen abrir los comedores como si fuera un día normal. Algunas también se suman a la abundante oferta barrial de locro, pero a precios solidarios o en forma gratuita.

En el año de la pandemia de Coronavirus, el 1° de mayo de la Economía Popular será sin movilizaciones masivas por obvias razones. Dada la dramática situación que se vive en las barriadas del Conurbano, ¿cómo piensan atravesar una fecha tan emblemática?

“Para nosotros esta fecha va a ser una oportunidad de reivindicar los derechos históricos, pero sobretodo el rol que estamos cumpliendo hoy con la pandemia los laburantes de la primera línea: nosotros en los barrios, pero también los trabajadores y trabajadoras de la salud en las salitas y los hospitales”, dice Ricardo, militante del Frente Darío Santillán y de la UTEP del barrio Costa Esperanza, partido de San Martín.

Para Ricardo no será un primero de mayo más: “creo que va a ser muy raro. El tema es que en el barrio hoy aquellos trabajadores y trabajadoras que durante tanto tiempo fueron, digamos difamados por ciertos sectores de la sociedad y del poder político, como que son vagos, así, hoy son los que salen a recorrer y a llevarle los tupper con comida a los abuelos que no pueden salir”. Para Ricardo, dentro de la situación angustiante eso lleva a una reivindicación del trabajo que siempre realizaron, y que ahora “se valora más” en el barrio. 

Ya desde el año 2019, con el agravamiento de los índices de pobreza e indigencia que dejaba la aplicación de las políticas de Cambiemos, con varios colegas sostuvimos que, si las organizaciones sociales no hubiesen estado, la crisis hubiese sido mucho peor. Esa reflexión cobra más certidumbre en el contexto actual: ¿alguien puede imaginar la magnitud mucho más trágica que implicaría este aislamiento sin el rol cotidiano y capilar que cumplen las organizaciones de la Economía Popular, brindando alimento y cuidado?

Lógicamente las necesidades aumentaron desde que se declaró el aislamiento obligatorio: ¿cómo se supone sino que deben subsistir las personas que viven de las changas, inhabilitadas de trabajar? A ello se suma el necesario autocuidado de los miembros de las organizaciones, que deben utilizar tapabocas y desinfectar cada alimento mientras brindan asistencia y contención. Por todo esto, la conmemoración de este 1° de mayo será con mucha más audacia que recetas; con más inventiva que manual.

Aun con estas dificultades: “la mayoría de los vecinos cumple la cuarentena, pero como puede. El feriante no puede hacer la changa, el vendedor ambulante no vende”, cuenta Cristina del Movimiento Evita de Villa Caraza, Lanús. “A pesar de todo, para este feriado vamos a hacer locro en algunos barrios, como podamos pero lo vamos a hacer”, agrega. 

En muchos rincones del Conurbano hay pocas certezas sobre el futuro: “los vecinos están bastante preocupados por lo que vendrá más adelante. Se vive un clima de mucha incertidumbre, pero a veces la solidaridad brota de los vecinos en los momentos difíciles”, dice Luz, una joven militante de la UTEP de General Pacheco, Tigre. Cuenta además que, para este 1° de mayo, desde su organización están pensando en hacerles un homenaje a “las compañeras que están bancando la olla con toda esta situación. Vamos a hacer un locro solidario y al final les vamos a leer unas palabras que escribimos en reconocimiento”. 

Fue justamente en una panadería comunitaria de Tigre, una década atrás, donde registré unas imágenes significativas. De una pared colgaban: una antigua foto en blanco y negro de los panaderos anarquistas de La Boca, tomada a finales del siglo XIX; una estampita de San Cayetano; y varias cintas rojas alusivas al Gauchito Gil. Pensando en esas imágenes recordé unas palabras de la antropóloga Julieta Quirós: “mientras en la academia hacemos tipologías, en la realidad aparece todo mezclado”.

Este 1° de mayo en las barriadas del Conurbano ‘aparecerán mezclados’ los locros con los barbijos; el cuidado comunitario con los pedidos a San Cayetano por más trabajo; la labor de los curas villeros con la memoria de los mártires de Chicago.

Lo que unifica a todo ese collage diversos de representaciones culturales, políticas y religiosas, es nada menos que la voluntad colectiva de paliar esta crisis, y de proyectar una vida mejor.