Al menos 22 mujeres embarazadas estuvieron secuestradas en el centro clandestino que funcionó en la dependencia policial de Vernet y Siciliano y que fue un eslabón clave en el plan sistemático de apropiación de niñas y niños. Las Abuelas encontraron a seis bebés que nacieron ahí, pero la búsqueda sigue.
Unas mariposas vuelan, parecen tomar relieve, en la placa que acaban de colocar en la entrada del espacio de memoria en el que se convirtió el lugar que pasó a la historia como el Pozo de Banfield. Es en memoria de las mujeres trabajadoras, militantes y luchadoras que sufrieron violencia por su condición de género en ese centro clandestino del llamado “Circuito Camps”, que tiene la particularidad de haber funcionado como el destacamento policial que registró el mayor paso de mujeres embarazadas y de nacimientos en cautiverio de la provincia de Buenos Aires. A 45 años del golpe genocida, y mientras se juzgan los crímenes allí cometidos, recuperar las memorias de esas mujeres y encontrar a sus hijos e hijas nacidos en ese campo de concentración sigue siendo una urgencia que marca el paso del tiempo.
El 11 de marzo pasado, funcionarios y funcionarias del Municipio, la provincia de Buenos Aires y el Gobierno nacional llegaron a la exdependencia policial, ubicada en la intersección de las calles Siciliano y Vernet, para colocar una placa en conmemoración de las mujeres trabajadoras y militantes que sufrieron el cautiverio en ese centro clandestino. Muchas de las que por allí pasaron estaban embarazadas y dieron a luz a sus hijos e hijos en condiciones inimaginables.
Desde el 27 de octubre, el Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata juzga lo sucedido en el Pozo de Banfield, el Pozo de Quilmes y la Brigada de Investigaciones de Lanús, más conocida como El Infierno. La causa abarca lo sucedido a 442 personas que estuvieron secuestradas en esos centros clandestinos, como informa el blog de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), que actualiza semana a semana lo que pasa en las audiencias. En ese universo de víctimas, la causa incluye a 18 mujeres embarazadas que también estuvieron secuestradas en los tres centros clandestinos, 16 de ellas en el Pozo de Banfield.
“El juicio es de una importancia muy destacada para la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, sobre todo, porque el Pozo de Banfield fue la maternidad clandestina más grande que tuvo a su cargo la policía de la provincia de Buenos Aires”, dice Emanuel Lovelli, coordinador del equipo legal del organismo, quien, junto con su colega Colleen Torre, representa a la organización en los tribunales platenses. “Es muy importante probar judicialmente el funcionamiento de este lugar como una maternidad clandestina”, destaca.
Dar a luz en la oscuridad
El Pozo de Banfield empezó a funcionar como centro clandestino mucho antes del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Para fines de 1974, ya se registraban secuestrados, entre los que había, al menos, cuatro embarazadas.
Una de ellas es la mamá de Alejandrina Barry, la legisladora porteña por el PTS- FIT que declaró en la audiencia del 16 de marzo pasado. Se estima que Susana Beatriz Mata, militante gremial docente e integrante de Montoneros, estuvo secuestrada desde noviembre de 1974. “La fecha precisa no sé decirla por la clandestinidad”, explicó Alejandrina en la audiencia ante el TOF1 de La Plata. Cuando Susana estaba por parir, la trasladaron a la cárcel de Olmos y, a los meses, recuperó la libertad. Ella y su compañero fueron asesinados en un operativo conjunto de la Armada y las fuerzas uruguayas en diciembre de 1977. La imagen de Alejandrina sería usada por distintas publicaciones de la Editorial Atlántida como parte de la campaña de acción psicológica de la dictadura, retratándola como una niña abandonada por sus padres “subversivos”.
El mayor número de mujeres embarazadas se registró entre 1976 y 1978 en el Pozo de Banfield. El testimonio de Adriana Calvo, una de las dos mujeres que lograron sobrevivir junto a sus hijos, fue clave para entender cómo funcionaba la mecánica en ese centro clandestino. Ella dio a luz en un auto mientras la trasladaban desde la comisaría V de La Plata hasta el Pozo de Banfield. Cuando el auto ingresó por el portón, quisieron subirla en una chapa hasta el primer piso, donde había una cocina de cerámicas blancas y una mesada amplia que hacía de enfermería. Apenas el médico policial Jorge Bergés le arrancó la placenta de un único apretón, le dieron un balde para que limpiara el lugar.
Según los registros judiciales, entre 1976 y 1980, Bergés fue uno de los oficiales que revistaban en la Dirección General de Investigaciones, que dependía de Miguel Osvaldo Etchecolatz. Bergés actuó en el “Circuito Camps” y guarda los secretos sobre qué pasó con los bebés que robaron hace más de 40 años. Incluso, entregaba a los niños nacidos en cautiverio a través de una clínica que dirigía en Quilmes.
El control de las embarazadas quedaba en manos de Bergés o de sus propios compañeros. Hay otros casos, como el de María Eloísa Castellini, a quien ni siquiera trasladaron a la “enfermería”. Dio a luz a su bebita Victoria en el pasillo de los calabozos, asistida por una compañera de cautiverio. Desde entonces, Clara, su hermana, la busca.
Probar que el Pozo de Banfield fue un eslabón clave en el plan sistemático de apropiación de niñas y niños en la provincia de Buenos Aires es parte de la tarea del TOF1, que preside Ricardo Basílico y tiene que analizar lo sucedido con 16 mujeres embarazadas que estuvieron en ese lugar: Cristina Navajas, Gabriela Carriquiriborde, Gladis Pujol, María Eloísa Castellini, Silvia Muñoz, María Adela Garín, Cristina Marrocco, Mónica Grinspon, Liliana Ross, Stella Maris Montesano, Mónica Lemos, Aída Sanz, Yolanda Casco, María Asunción Artigas y Liliana Acuña. Junto a ellas, se cuenta también el caso de Silvia Isabella Valenzi, una chica de 20 años secuestrada en diciembre de 1976, que pasó inicialmente por la Comisaría V de La Plata y a quien llevaron a parir al Hospital Municipal de Quilmes, donde dio a luz a una beba a la que llamó Rosa. Silvia les dijo a la enfermera y a la partera que la atendieron que estaba secuestrada y les pidió que avisaran a su familia. Al día siguiente, Bergés la llevó al Pozo de Banfield. A las dos mujeres que la habían asistido las secuestraron y fueron vistas en el centro clandestino conocido como El Vesubio, en La Matanza.
Seguir la búsqueda
De los bebés nacidos en el Pozo de Banfield, seis recuperaron su identidad: Victoria Moyano Artigas, Carlos D’Elía Casco, Martín Ogando Montesano, María José Lavalle Lemos, Carmen Gallo Saiz y Valeria Gutiérrez Acuña. Son aproximadamente doce los hombres y mujeres que aún resta encontrar. Y el tiempo corre.
A finales de 2019, el Club Atlético Banfield (CAB) firmó un convenio con Abuelas de Plaza de Mayo para colaborar con esa búsqueda. Si bien los tiempos se estiraron por la pandemia, la decisión de acompañar la tarea sigue firme y desde el Departamento de Derechos Humanos del CAB trabajan en el lanzamiento de una campaña.
“Decimos que banfileños y banfileñas no sólo son los hinchas de Banfield y los que viven ahí, sino también quienes nacieron en Banfield. Allí están los nacidos en el Pozo”, dice Sergio “Cherco” Smietniansky, referente de Banfield por los Derechos Humanos y uno de los impulsores de las acciones para que la Policía bonaerense fuera desafectada de la dependencia de Siciliano y Vernet en 2006. “La idea es lanzar campañas que digan que ellos y ellas son banfileños. Y los están buscando”, explica.
A 45 años del golpe, se cuentan por centenas las preguntas que todavía buscan sus respuestas.
Luciana Bertoia estudió periodismo en TEA y Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Tiene una maestría en Derechos Humanos y Democratización en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Trabajó en redacciones como el Buenos Aires Herald y El Cohete a la Luna, donde se ha dedicado a los temas judiciales y derechos humanos, especialmente, a aquellos vinculados a la memoria. Actualmente, trabaja en Página/12 y es docente en la Universidad Nacional de Lanús (UNLa).
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