Entrevista a Juan Diego Incardona

El escritor de ADN matancero y prosa conurbana presenta su nuevo libro de relatos al que llegó, según cuenta, después de la parálisis inicial que le provocó el coronavirus y con el que encontró “una pluma más íntima”.

Si algo nos enseñó el 2020 es que, a veces, la realidad supera a la ficción. Pandemias, aislamientos, el temor al fin del mundo: estamos acostumbrados a verlo en el cine y a leerlo en los libros, pero vivirlo es otra cosa. “Muchas veces, la literatura se anticipa a las realidades, es muy loco cómo la vida imita al arte”, nos dice el escritor Juan Diego Incardona. Así, nos zambulle en “La culpa fue de la noche”, su nuevo libro de Ediciones FutuRöck, que escribió durante el año de la peste.

¿Cómo fue el proceso de escribir en pandemia? ¿Con qué aspectos del escritor te encontraste?

El proceso fue in crescendo porque, apenas arrancó todo, me paralicé, no podía escribir. Eran raros los días de marzo, abril, mayo. Estar viviendo una realidad inesperada que parecía de película. ¿Cómo voy a escribir ficción si la realidad en la que estamos metidos se convirtió en una ficción? Creo que a otros escritores les pasó lo mismo. Estábamos todos prendidos al noticiero, salir a la calle era toda una aventura, la gente del chino de acá a la vuelta usaba un casco de soldador. Mucho silencio, había miedo.

Lo que me sirvió fue el sitio del Centro Cultural Kirchner, donde empezaron un proyecto literario que convocaba a cinco escritores que escribían un diario de pandemia por mes. Me ayudó a escribir algo autobiográfico, algo de crónica, con tono literario. Tenía en la cabeza libros muy fin del mundo -como “Soy leyenda” o “La guerra de los mundos”– pero todo en una crónica más urbana, con trasfondo distópico.

Me encontré con una pluma más íntima. Vengo escribiendo una saga más conurbana, la mayoría de mis libros trabajan mucho en la comunidad de La Matanza, y en este diario y otros relatos del libro “La culpa fue de la noche”, hay más de amor y recuerdos personales.

El nuevo libro de Incardona, el octavo que edita después de otras obras que lo consagraron, como Villa Celina, El campito y Las estrellas federales, tiene cuatro partes. Cada una de ellas cuenta con una apertura y cierre a partir del diario que escribió para el CCK. Además, hay 18 cuentos en los que el autor hace un repaso de su infancia, sus amores, sus primeros trabajos y se aventura a un futuro pospandemia.

El libro tiene una colección de cuentos cortos, cada uno con su estilo: diferentes voces, escrituras. ¿Cómo llegaste a eso?

Hay muchos relatos cortos, otros medianos, la mayoría los tenía escritos de los últimos dos o tres años. Pero me puse a trabajar en textos antiguos. En la reescritura hay un trabajo de actualización que implica una escritura del presente. Hay un cuento que tenía 20 años y lo empecé a laburar y lo terminé cambiando todo.

En este libro, hay una especie de presente de la narración, que es este diario que había mantenido con el CCK, que abre y cierra cada sublibro, y en el medio hay otros relatos de barrio, urbanos, oníricos, que funcionan como recuerdos introspectivos.

¿Qué tanto de realidad y de ficción hay en cada línea?

En todos mis libros hay realidad y ficción mezcladas, incluso cuando me pongo autobiográfico siempre se filtra algo de la imaginación. En la literatura no está la rigurosidad del periodismo, donde hay que ser fiel a los hechos, a lo que pasó. Está lo que pasó y lo que podría haber pasado, y lo que va a pasar algún día. La literatura es misteriosa.

Hay un marco de realidad vinculado a la pandemia, a los recuerdos vitales, pero también hay cuentos fantasiosos, de ciencia ficción, que se van mezclando.

En la primera y en la última parte, hacés referencia a Maradona en dos cuentos. ¿Qué significó para vos escribirlos en el año de su fallecimiento?

Yo soy muy maradoniano, siempre lo fui, fue como mi gran ídolo desde chiquito. Me golpeó mucho su muerte, me conmovió, fui al velorio trunco, lloré varios días, escribí un texto para la Revista Cordón “Villa Fiorito, Villa Cielito” y justo estaba cerrando el libro y lo incluimos.

En la primera parte, aparece porque es un relato de la primera vez que fui a la cancha de Boca, en 1981. Fue un partido importante donde Boca ganó una especie de final anticipada con un gol casi al final del partido, que desató una avalancha gigantesca que se conoce como ‘la madre de las avalanchas’. Hay algún video donde se puede ver, y yo estaba ahí, en mi primer día en una cancha.

Sin mucho spoiler, te aventurás a un futuro pospandemia de película. ¿Cómo se refleja eso en la literatura? ¿Cómo influyó el 2020 en las publicaciones y qué futuro se viene?

A mí me gusta mucho la ciencia ficción y las distopías en general, en mis libros anteriores – “El campito” y “Las estrellas federales”- hay climas muy fin del mundo, apocalípticos.

Estamos viviendo esto, es difícil saber cómo va a seguir. La humanidad ha vivido muchas pestes y las ha superado. Hoy, parece difícil sacarse el barbijo o volver a abrazarnos o compartir un mate, pero supongo que, de acá a unos años, esto quedará como un recuerdo triste y muy original para nuestras vidas. Nadie imaginó vivir algo así, lo que tuvimos como punto de comparación fue el cine. Muchas veces, la literatura se anticipa a las realidades, es muy loco cómo la vida imita al arte, como decía Oscar Wilde.


Camila Jáuregui es Licenciada en Comunicación Social de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Estudiante de la Especialización en Gestión de las Comunicaciones (UNLZ). Se desempeña en el área de Prensa y Comunicación Institucional de la Secretaría de Coordinación Institucional de la UNLZ. Redactora sobre Literatura Conurbana en Revista Cordón.