Eva Analía de Jesús que, en 2016, se había defendido de una violación correctiva grupal, fue absuelta de la acusación de homicidio simple por la que estuvo ocho meses detenida. La lucha colectiva logró el final esperado, pero el intento de abuso nunca fue investigado, ni tampoco otras agresiones que ella había sufrido a lo largo de su vida. Las deudas de la Justicia con respecto a la violencia machista.

Por Jésica Rivero*  

 

Esta semana, a sus 47 años, Higui se sentó en el banquillo de los acusados y triunfó. Con un aguante en la calle que nunca la abandonó, Eva Analía de Jesús -“la mejor de nosotras” como dice la periodista, militante feminista y lesbiana Adriana Carrasco- se enfrentó a un juicio oral, acusada por el homicidio simple de Cristian Espósito por defenderse de una violación correctiva, y logró su absolución. Desde 2016, los transfeminismos la acompañaron pidiendo, primero, su liberación y, luego, una campaña instaló en la agenda de las mujeres y LGBTIQ+ la necesidad de que fuera absuelta.

En Twitter, la ministra de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires, Estela Díaz, celebró la noticia y consideró que el veredicto reconoció el contexto de violencia de género en el que Higui se defendió. “Se hizo justicia” afirmó. «Finalmente y luego de un proceso largo y doloroso, absolución para Higui. Se defendió de la violencia machista y así lo reconoció el Poder Judicial”, se plegó la ministra de las Mujeres, Género y Diversidad nacional, Elizabeth Gómez Alcorta.

Las celebraciones son incipientes y todavía queda mucho por saber, en detalle, sobre la argumentación de los jueces para llegar a tal veredicto, pero ya no hay dudas de que ella actuó en defensa propia. Pasaron casi seis años desde los golpes, la cárcel, el temor y la revictimización, pero finalmente Higui triunfó.

En 2016, Higui fue acusada de homicidio por defenderse de una violación correctiva sobre la que, en principio, nadie le creyó. “¿Quién te va a querer violar a vos, negra gorda?”, le dijeron los oficiales de la Policía que la levantaron casi desmayada del piso. Para ellos, como para muchos otros, una lesbiana pobre del Conurbano no podía ser objeto de una violación ni del deseo. ”Es un debate duro pero esperamos que se resuelva de acuerdo a lo que pasó: Higui recibió un ataque y se defendió. Esperamos que la Justicia pueda ver eso”, le había dicho a Cordón la reconocida activista por los derechos humanos Gabriela “Chiqui” Conder, su abogada, durante los primeros días del juicio. Aún ni ella ni Higui sabían que los alegatos se adelantarían al jueves. La absolución era una posibilidad, pero también había temor.

El juicio se iba a desarrollar en cuatro jornadas que terminarían el martes próximo en el Tribunal Oral en lo Criminal N° 7 de San Martín, pero este jueves por la tarde los mensajes circularon velozmente: el veredicto se adelantó y un día que iba a ser tranquilo se llenó de incertidumbre. A lo largo de la semana, Higui se enfrentó a los mismos que durante todos estos años no le creyeron, pero no estuvo sola. El movimiento LGBTQI+ y los feminismos que desde 2016 agitaron su liberación, que se logró ocho meses después de su detención,  hoy levantan la bandera de su absolución. No hay dudas: todxs nos hubiéramos defendido como Higui.

 

Legítima defensa

El 16 de octubre de 2016, Higui, visitaba a su hermana en el barrio Lomas de Mariló, de Bella Vista, por el Día de la Madre. Habían pasado la tarde comiendo y compartiendo la mesa en familia. Cuando se iba para su casa, atravesó el pasillo que la llevaba a la calle, pero nunca llegó. Un grupo de tres varones, incluido uno que recientemente había sido echado del barrio, se le fue encima a trompadas. “Te voy a hacer sentir mujer, forra lesbiana”, fue el grito que Higui escuchó. Después, todo fueron golpes, patadas y varios varones al ataque sobre su cuerpo. Le desgarraron el pantalón. “Te voy a hacer sentir mujer”, fue la amenaza repetida. La acción concreta fue el intento de abusarla. Higui se defendió: en medio de los golpes, agarró como pudo un cuchillo que llevaba. Unos meses antes, otros hombres le habían quemado la casa. Otro le había matado al perro.

Defenderse no fue una opción. Fue una necesidad. Fue legítima defensa.

Higui, una conurbana del oeste, lesbiana, futbolera y pobre, fue acusada de inmediato cuando el abusador herido por su cuchillo murió. Los oficiales de la comisaría de Bella Vista la levantaron casi inconsciente de aquel pasillo de Mariló y la metieron en un calabozo sin mayor explicación. Cuando pudo reaccionar, con todo el cuerpo moretoneado y otras muestras evidentes de los golpes, quiso explicar lo que había pasado. Nadie la escuchó.

“En el juicio, declaró la primera psicóloga que atendió a Higui durante su detención, quien intervino porque ella estaba muy mal. También declaró su psicóloga actual, Raquel Disenfeld, y explicó que padece estrés post traumático, algo en lo que coinciden todos los peritos psicológicos y psiquiátricos de la causa”, explicó Conder.

“Los testigos de la fiscalía eran todos parientes del atacante fallecido y obviamente acusaron a Higui de ser violenta. Para ella, fue muy difícil escuchar todo esto”, planteó la abogada y agregó: “Todos la acusan de haber matado a una persona, algo que era esperable que dijeran porque los atacantes de Higui son familiares de quienes declararon como testigos. Fue un debate duro”.

Higui frente al Congreso. 2018. Foto: Jésica Rivero

Higui frente al Congreso. 2018. Foto: Jésica Rivero

Conder es la abogada de Higui y se la pudo ver al lado de ella en cada convocatoria que pedía su absolución. En los picaditos frente al Congreso de la Nación (en aquel 2018 en que debía haber sucedido el juicio, suspendido varias veces), o en marchas y charlas, siempre andaba a los abrazos con su defendida. Desde hace años planteaba lo mismo: el cuerpo de Higui tenía pruebas del ataque de aquel grupo de varones y pese a que ella en su primera declaración lo denunció, la fiscalía no lo tuvo en cuenta. “Las cuestiones de clase que vimos en estas jornadas fueron muy claras. A los jueces y fiscales les costaba entender lo que decían los testigos o lo que planteamos nosotros. Parecen no tener contacto con la gente de los barrios”, había dicho desde la puerta del TOC 7 al cierre del primer día de juicio.

Poco antes de que se cerrara la investigación, la defensa de Higui pudo ampliar con pruebas y testimonios los ataques que había sufrido. En ese momento, Conder dijo que “si Higui hubiera sido un varón, hubiesen puesto ‘muerte en riña’, que es un delito de menos años”.

 

Si gritamos todas juntas, quizás nos escuchan

El juicio oral que terminó con la absolución de Higui la tenía a ella como acusada. No a los varones que intentaron abusarla. Tampoco se sentaron en el banquillo quienes le prendieron fuego la casa, ni el vecino que le mató al perro. La Justicia tampoco conoció a los distintos varones que abusaron de ella en su infancia, una realidad que pudo contar públicamente hace muy poco tiempo.

Ella tuvo que defenderse como lo hizo aquel Día de la Madre de 2016, pero esta vez no estuvo sola. Desde que se conoció su detención, el apoyo de los transfeminismos fue rodeándola poquito a poco. El primer logro fue recuperar su libertad y, ahora, el reclamo era que finalmente la Justicia escuchara lo que en su momento no quiso. Higui se defendió, como lo tuvo que hacer gran parte de su vida, y la única posibilidad de justicia era su absolución. Rodeada de todas esas pibas y pibis, como suele decir ella, durante toda la semana los Tribunales de San Martín fueron testigos de una defensa colectiva que fue comunicada a través de las redes de la Campaña Absolución Para Higui.

Mayra Gómez es una de lxs 12 hijxs de Nancy Montiel, una referente del Barrio Raffo de General Rodríguez que está detenida desde el  23 de septiembre de 2020. En aquel entonces, dos oficiales de la Dirección Distrital de Investigaciones (DDI) llegaron hasta su casa para decirle que había novedades en la denuncia que ella había realizado contra dos varones por el abuso sexual de su hijo adolescente. Nancy se puso contenta, pero cuando llegó a la comisaría la encerraron en un calabozo. Entre gritos y amenazas, le dijeron que confesara. Uno de los acusados por el abuso de su hijo había sido encontrado muerto y una llamada anónima la señaló. Durante 24 horas, Nancy y su hijo menor de edad estuvieron detenidos sin saber qué había pasado. Después de algunos días, el allanamiento realizado en su hogar arrojó el hallazgo de tres palas. Son todas las pruebas físicas que sostienen su detención.

Nancy Montiel

Nancy Montiel

Durante cinco meses, Nancy estuvo detenida e incomunicada en la Comisaría de la Mujer 1º de Ituzaingó. Según el Código de Procedimiento Penal, una incomunicación durante tanto tiempo está fuera de la ley. A ella y a su familia la Justicia tampoco los escuchó, como le pasó a Higui.

Esta semana, casi en simultáneo con el inicio del juicio contra Higui, la Campaña Libertad para Nancy se movilizó a los Tribunales de Mercedes para presentar por cuarta vez el pedido de prisión domiciliaria. En tres ocasiones, la Justicia desestimó este pedido, pese a que Nancy tiene derechos y sustento para lograrlo: en su casa, la esperan sus hijos menores que hoy están al cuidado de su hija Mayra, incluida una adolescente de 16 años con retraso madurativo. Los primeros meses separada de su mamá, la niña adelgazó y lloraba todo el día. Pese a que la defensa de Montiel, a cargo del abogado Ariel Rodríguez Petersen, presentó informes médicos en la causa contando los problemas de salud su hija, la prisión domiciliaria le fue denegada.

En sus estados de Whatsapp, Mayra siempre comparte fotos de su mamá. Algunas son de otras épocas más felices. Otras, muestran a Nancy en el penal de Los Hornos haciendo manualidades o recibiendo alguna de las pocas visitas que su familia puede realizar por la distancia que los separa. Esta semana, una de esas fotos fue la de Nancy con un cartel en el que pedía la absolución de Higui.

 

Las deudas de la Justicia

¿Qué une a Nancy con Higui? A ninguna el Poder Judicial termina de creerles. Parece fácil para un sistema dominado por los estereotipos y prejuicios de clase y género asumir que una lesbiana pobre y conurbana no puede ser objeto de una violación, y que una mujer pobre y militante barrial hizo justicia por mano propia.

La administración de Justicia no ve otras cosas en sus historias: no ve las violencias que acumuló Higui a lo largo de su vida, ni las veces que en lugar de defenderse se fue corriendo de los lugares donde la atacaban.

Los integrantes del poder más elitista de todos tampoco ven que el otro abusador del hijo de Nancy está libre y amenazando a sus hijxs, quienes temen ya no solo por su mamá, sino también por ellos mismxs: a Claudio Montiel la Justicia lo encontró inimputable. Fue liberado en abril del año pasado porque su defensa alegó que, como consecuencia del trastorno psiquiátrico que padece, no era consciente al momento de cometer el delito. La familia de Nancy vive a 15 cuadras de él y, hace pocas semanas, otra de sus hijas se animó, después de las numerosas amenazas que recibe a diario, a denunciar los abusos sexuales que Montiel cometió contra ella cuando era una niña

Higui después de la absolución. Foto: Télam

Higui después de la absolución. Foto: Télam

¿Qué une a Higui con Nancy? ¿Qué nos une a mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries con ellas? A todxs nos cuesta que nos crean. Que nos escuchen. Que haya justicia.

La absolución de Higui abre un camino y sienta un precedente, pero la historia no se agota en ella. “Vamos a sacar las pibas, vamos a sacar a las chicas trans, los chicos gays de la cárcel. Nos necesitan. ¿Dónde está Tehuel? Justicia, justicia para todas las pibas trans. ¡Los chicos trans que están injustamente en la cárcel, los chicos de barrio, gatillo fácil, que aparezcan los nietos! ¡Basta!”, fue una de las primeras cosas que dijo anoche, tras lograr su absolución. La escucharon las cientos de personas que se acercaron a acompañarla, ¿lo hará la Justicia?


Jésica Rivero es periodista feminista y estudiante avanzada de la Licenciatura en Periodismo de la Universidad Nacional de Avellaneda. Integra la Red Par (Periodistas de Argentina por una comunicación no sexista) y trabaja en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, donde desde hace 15 años hace trabajo territorial en articulación entre distintas temáticas: comunicación comunitaria, salud mental y géneros. Fue parte del equipo de asesoras de la Secretaría de Políticas de Igualdad y Diversidad del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación y colabora en medios como Cosecha Roja, Tiempo Argentino y LatFem.