La vicepresidenta sumó épica y unidad a su centralidad política. Fue con ayuda de la militancia contenida, pero también con el pedido de prisión y proscripción de Luciani y Mola. El ajuste de Massa y la posibilidad de soñar con un 2023.

Por Pablo Lapuente*

 

Sin buscarlo, Cristina logró en algunas noches de vigilia militante en su casa sumarle la épica y la unidad perdida del peronismo a la centralidad política que siempre tuvo en el campo nacional y popular. Tres variables que le permiten a ella y a la coalición oficialista que ayudó a engendrar ilusionarse otra vez con la posibilidad de sobrevida política más allá del 10 de diciembre del 2023. Todo eso, pese al persistente ajuste que ordenó Sergio Massa casi en silencio, en un contexto aún más aciago para las clases trabajadoras, signado por una inflación descontrolada, la más alta en las últimas décadas, y una caída real del salario devastadora, de las peores en comparación con otros países de la región.

En principio, su 17 de Octubre reversionado – sin estar detenida en la Isla Martín García como Juan Domingo Perón pero con un pedido de condena judicial a 12 años de prisión y proscripción perpetua que ella cree escrita desde hace tiempo – se iba a dar en las principales plazas, sindicatos, sociedades de fomento, sedes partidarias y clubes de barrio del país, sobre todo del conurbano bonaerense, pero la decisión intempestiva del jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, de vallar su casa y aislarla modificó la iniciativa por completo: se desactivaron las movilizaciones divididas y se concentraron todas las estructuras en la puerta de su casa en Recoleta, el búnker por excelencia de la oligarquía nacional que siempre la odió.

Desde el sábado temprano, cientos de seguidores, militantes y también funcionarios de todas las escalas políticas comenzaron a llegar. En su mayoría ingresaron por la calle Paraná, y se concentraron en la esquina Juncal. El punto de la convocatoria central estaba a tan sólo 100 metros del departamento de la vicepresidenta, en ese momento sitiado por numerosas vallas, carros hidrantes y efectivos de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires. Estuvieron ahí desde temprano el ministro de Desarrollo de la Comunidad y uno de los líderes de La Cámpora, Andrés Larroque, junto al ex legislador Lauro Grande; y también grupos de distintos distritos, como Lomas de Zamora, con el presidente de la Cámara de Diputados provincial, Federico Otermín, la ministra de Ambiente bonaerense Daniela Vilar y el senador provincial Adrián Santarelli; al igual que Quilmes, con distintas personas cercanas a la intendenta Mayra Mendoza.

El gobernador, Axel Kicillof, llegó pasadas las 18, después de haber aparecido de manera sorpresiva unas horas antes en la Plaza Moreno, de La Plata, para convocar a la militancia a movilizar a Recoleta. «Estas plazas son para juntarse, encontrase, para reflexionar. Pero hoy vengo a convocarlos porque ustedes saben que en otra provocación absolutamente desmesurada y desesperada, porque no saben qué hacer con el pueblo cuando ganan la calle, sitiaron la casa de Cristina Kirchner”, dijo y agregó: «Vine a convocarlos a que vayamos con ella en nombre de la democracia en Argentina”.

El respaldo y solidaridad llegó incluso de algunos de sus viejos detractores, como el canciller Santiago Cafiero y la secretaria Legal y Técnica, Vilma Ibarra, que alguna vez se esperanzaron con la creación del albertismo. Lo mismo Victoria Tolosa Paz, que desde la tarde estuvo junto a su esposo, el empresario Enrique Albistur. La diputada nacional también logró capitalizar la movilización, y entre abrazos y fotografías con la militancia retomó el brillo perdido después de la derrota electoral del 2021.

Así, el cristinismo, contenido primero por la pandemia, y después por la dificultad de defender a un presidente que siempre creyó ineficiente, volvió a ganar la calle y soñar con la posibilidad de trascender más allá de 2023. Ayudaron a conciliar ese sueño los propios fiscales Diego Luciani y Sergio Mola, pero también los principales líderes de la oposición amarilla, que sobreactuaron su anticristinismo para medir sus carreras internas de cara a las elecciones presidenciales que, hay que decir, todavía tienen chances de ganar.

Con esa posibilidad lejana pero real, el peronismo advierte desde hace meses un intento de impedir que la ex presidenta se presente como candidata nuevamente el próximo año. Más allá de eso, y luego de la represión policial del último sábado y las tensiones posteriores, algunos dirigentes salieron a pedir por la seguridad de Cristina. “Solicito con todo respeto al señor presidente que evalúe ya poner en funcionamiento El Protocolo de Organización del Servicio de Protección de Estado y Custodia. Está en riesgo la seguridad del vicepresidente y su familia. Está rodeada por una fuerza armada hostil”, escribió el exsenador del sciolismo Alberto de Fazio, un dirigente bonaerense que hoy trabaja en el gabinete quilmeño.

Desorientado, recluido en una agenda liviana de gestión en medio de la crisis, y algunas participaciones fallidas en medios de comunicación, es poco probable que el presidente tome ahora decisiones difíciles de las que siempre rehuyó. Algunos dicen que esta pasividad, que otros catalogan de tibieza, es la que exaspera a su vice y, en definitiva, a la multitud que aún hoy la acompaña en las inmediaciones de las coquetas calles porteñas.

Hacia adelante, el Partido Justicialista bonaerense, que se reunió el jueves pasado en su sede platense, fijó fecha de su próximo congreso partidario el 3 de septiembre, en el que definirán una estrategia orgánica de respaldo. Con un acto en Merlo, el mismo distrito en el que el Frente de Todos cerró su campaña electoral, se espera la presencia de Cristina. A nivel nacional, el sello que fundó Perón también se reunirá este martes en la histórica sede de la calle Matheu.

En paralelo, la efervescencia militante, que hace emerger nuevamente el clamor por Cristina y una suerte de nueva consigna sobre que hay 2023 – similar a la que popularizó Alberto Rodríguez Saá durante la última etapa de la decadencia macrista – se da en un marco silencioso de ajuste del ministro de Economía. Por ahora lo lleva adelante con la justificación de la herencia que le dejó Alfonso Prat Gay, Nicolás Dujovne y Hernán Lacunza, pero también Martín Guzmán y Silvina Batakis. Veremos cuánto tiempo más podrá hacerlo, en un contexto de crisis que no da para más recortes.

Pocos lo dicen pero esas medidas, entre las que se incluye un recorte equivalente al 0,3% del PBI en partidas subejecutadas en las carteras de Educación, Salud, Obras Públicas, Desarrollo Productivo y Desarrollo Territorial, hacen mella en las posibilidades reeleccionistas del amplio espectro peronista. Eso, a menos que, en el corto plazo, se logre recomponer en algo la capacidad de compra de los trabajadores, y contener la suba descontrolada de los precios. Aun así, el final sigue abierto.


Pablo Lapuente es redactor acreditado en la Legislatura de la provincia Buenos Aires. Licenciado en Periodismo (UNLZ), productor en radio y televisión. Trabajó en medios de comunicación bonaerenses y nacionales.