En esta nueva sección de Revista Cordón, el reconocido escritor y sociólogo argentino comienza a desandar el camino a Qatar 2022. A esta altura, ya nadie recuerda siquiera los resultados de otros equipos en el Mundial de fútbol que ya ocurrió, pero esta vez el segundo semestre será decididamente deportivo y futbolero. Y ya comienza a palpitarse con el álbum de figuritas.
Por Pablo Alabarces*
- Entre noviembre y diciembre nunca pasa nada.
- Hasta que, en un diciembre hace ya más de veinte años, se incendió el Conurbano, explotaron los saqueos, los presidentes se sucedieron uno tras otro. Luego de eso, el periodismo se pregunta todos los diciembres si hay indicios de saqueos, si habrá movilizaciones, piquetes, demostraciones, ocupaciones. Siempre, siempre, el territorio preocupante es el Conurbano bonaerense. Chaco puede incendiarse en silencio. Una vez se incendió Córdoba y también hubo un poco de horror mediático. Un poco: quedaba lejos.
- Pero, normalmente, no pasa gran cosa. A veces, asume un presidente o una presidenta, y al poco tiempo se cancelan las expectativas. Metáfora va, metáfora viene, es como las Copas del Mundo: ocurre cada cuatro años y perdemos siempre.
Hay algo, sí, de agitación deportiva. Todos los diciembres, un equipo sale campeón del fútbol de primera, y lo festejan sus partidarios; otros tres clubes pueden campeonar en sus divisiones y ascender, con algo menos de ruido. Ya no se va ninguno al descenso. Jamás se juegan Mundiales de nada: ni de fútbol ni de hockey sobre patines. Cada cuatro años, a esta altura, ya nadie recuerda siquiera los resultados de otros equipos en el Mundial de fútbol que ya ocurrió -ya debió haber ocurrido- hace más de un mes. ¿Jugó Nigeria? ¿Pasó Uruguay? ¿Cómo estará ese férreo defensor coreano que se fracturó contra Irán? Según el resultado de Argentina, en cambio, la conversación se prolonga más o menos. En 2014, para Navidad todavía seguíamos proponiendo que era por abajo. En 2018, en cambio, nadie recordaba muy bien cuántos goles (nos) había hecho Francia.
El exitismo futbolero argentino es inenarrable.
- Nuestro próximo fin de año, en cambio, será decididamente deportivo y, para colmo, futbolero. Por primera vez en la historia, un Mundial se jugará entre noviembre y diciembre. (Hay que reconocerle a la FIFA su capacidad de innovación. Alguna vez fue el primer Mundial en África. Éste es, simultáneamente, el primero en Medio Oriente y el primero en jugarse en nuestro verano, en el invierno septentrional sin el cual este Mundial no se jugaría en Qatar, sino en el mero infierno. La temperatura en Doha, en este preciso momento en que escribo, mientras ya es plena noche catarí, es de 34°. Más temprano hizo 41°, a la sombra. La térmica fue de 45°. Mañana serán 42°, pero parece que ya comenzó a bajar y serán 39° la semana próxima. La fresca, digamos).
Innovación a todo trapo: en el próximo Mundial, en 2026, jugarán 48 equipos, y la sede serán tres países a la vez. Para 2030 se han candidateado en conjunto Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay. (Esas eliminatorias sudamericanas serán divertidísimas.) Pero ambos Mundiales serán en junio-julio, como marca la ley, la costumbre, la Biblia, la Torá y el Corán.
- El Mundial Masculino de Fútbol (en realidad, las finales: se supone que el Mundial incluye las eliminatorias que ya se disputaron, justamente para clasificar países a esas finales) es una ficción gigantesca según la cual once señores vestidos con remeras que más o menos remedan o imaginan los colores de sus banderas nacionales representan a sus países en un torneo de un mes, del cual emerge un único triunfador, que generalmente es Alemania o Brasil (nueve veces sobre veintiún posibilidades: un porcentaje elevado). Lo más maravilloso de esa ficción es que todo el mundo en todo el mundo sabe que es una ficción, así como sabe que casi siempre ganan Alemania o Brasil. Sin embargo, a fines de diciembre, más de veinte mil millones de personas en el orbe habrán visto alguno de los partidos.
- Antes de la Navidad habremos visto un nuevo Mundial. Pero tenía que ser antes de nuestras vacaciones de invierno. Si sumamos este desaguisado a los dos años pandémicos, entenderemos por qué nos sentimos tan mal, tan fuera de tiempo y de lugar. Nada es como corresponde o correspondía. A esta altura del año, ya hubiéramos podido volver a discutir la grieta y la inflación.
Esto último, claro, es una exageración: la grieta, la inflación, la desocupación, la catástrofe educativa o el precio del dólar ocupa y ocupará nuestra conversación, se juegue en diciembre, o en junio, o en febrero, en Carnaval. Lo que los seres humanos más o menos futboleros hacemos en y con los Mundiales es otra ficción; así como la FIFA hace de cuenta que los países juegan entre sí, el mundo futbolero hace de cuenta que se lo cree y que le importa muchísimo, mucho más que la vida, o la muerte, o la economía. Es mentira, pero nos sale tan bien que, a veces, creemos que es cierto: que no hay nada más importante que Messi.
Pero este desplazamiento del calendario nos ha desacomodado. E implica un riesgo enorme: que alguien suponga que, si la Selección argentina no pasa la primera ronda o incluso si pierde antes de las semifinales, el país caerá en una profunda crisis económica, social y política, el dólar trepará por encima de los $700 y las masas populares invadirán los countries y las plazas públicas para ajusticiar a los políticos. Incluso a Milei, sí. Ya pasó una vez. Ustedes son chicos y no lo recuerdan, pero hace veinte años el ex gobernador de Santa Fe, el automovilista Carlos Reutemann, afirmó que si Argentina caía en la primera ronda del campeonato de Corea-Japón el país estallaría en una guerra civil. Hasta donde se sabe, eso no ocurrió. (Es posible que, si eso hubiera ocurrido, el Lole Reutemann habría sufrido algún castigo por el asesinato del Pocho Lepratti).
- Que alguien suponga que: la otra cara de esa ficción inventada por la FIFA y creída mundialmente por miles de millones de feligreses es que las dirigencias políticas –por lo menos en toda América Latina, pero no sólo en ella– creen religiosamente que los éxitos deportivos garantizan los éxitos políticos y que las derrotas futboleras desencadenan las catástrofes electorales. Nada de eso es cierto, y sin embargo lo creen. Dirigentes populistas o conservadores o autodenominados “republicanos”, más izquierdosos o más derechosos: cuando se trata de las relaciones entre fútbol y política, son todos populistas que comparten un inmenso desprecio por sus pueblos cuando piensan que el sonido de una pelota de fútbol y los gritos del Pollo Vignolo “distraen” a las masas de sus preocupaciones cotidianas, económicas, sociales o políticas.
- Nada de eso: apenas se trata de fútbol.
- En noviembre comienza un Mundial, y los futboleros y futboleras estamos con las expectativas a punto de caramelo. Más bien: los ritmos vitales nos dicen que eso ya debió haber ocurrido, por lo que nuestras expectativas se desmesuran y agigantan. Vamos a ver todas las ligas europeas por la tele para analizar al cuatro de Polonia y al centrojás de Alemania, al arquero de Inglaterra y al nueve de Italia. (Ah, no, al nueve de Italia no lo vamos a analizar). Tendremos nuestra agenda organizada con todos los partidos marcados, para no caer en la tontería de hacer una cita el día en que juegan Senegal y Países Bajos (el lunes 21 de noviembre a las 13 horas) o invitar a alguien a almorzar el día en que juegan Canadá y Marruecos (el jueves 1 de diciembre a la misma hora). La única discusión, por ahora, debe ser con los que ya se pasan de rosca y anuncian que Messi la va a traer, y que vamo’a salir campeones como en el ‘86. Ningún futbolero puede anunciar eso seriamente, so pena de quebrar todas las cábalas habidas y por haber.
En la literatura científica, eso se llama “vender la piel del oso antes de cazarlo”, y da mucha mala suerte. Pero de eso hablaremos el mes próximo.
- Por eso, por ahora, algo más importante, decisivo: ¿saben dónde conseguir el álbum de figuritas?
*Pablo Alabarces (Buenos Aires, 1961) es Licenciado en Letras (UBA), Magister en Sociología de la Cultura (IDAES-UNSAM) y Doctor en Sociología (University of Brighton, Inglaterra). Es Profesor Titular de Cultura Popular en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e Investigador Superior del CONICET. Sus investigaciones incluyen estudios sobre música popular, culturas juveniles y culturas futbolísticas. Es considerado uno de los fundadores de la sociología del deporte latinoamericana. Entre sus libros publicados se cuentan Fútbol y Patria (2002, publicado en Alemania por Surkamp en 2010); Crónicas del aguante (2004); Hinchadas (2005); Resistencias y mediaciones. Estudios sobre cultura popular (2008, compilador); Peronistas, populistas y plebeyos (2011); Héroes, machos y patriotas. El fútbol entre la violencia y los medios (2014), que obtuvo el Segundo Premio Nacional de Ensayo Sociológico en 2018; Historia Mínima del fútbol en América Latina (2018, publicado por El Colegio de México); Pospopulares. Las culturas populares después de la hibridación (2020), publicado simultáneamente en México, Argentina y Alemania; y su flamante Un muchacho como aquel. Una historia política cantada por el Rey (2021, en colaboración con Abel Gilbert).
Comentarios recientes