La frase se hizo célebre en el disco que empezó a moldear el sonido característico del grupo Divididos. Pero, al mismo tiempo, sintetiza parte de la urbe rockera que, desde los inicios del movimiento en la Argentina, tuvo y tiene lugar en esa zona del Conurbano bonaerense. Acá, un repaso por esa historia.

Por Sergio Secchi

La irrupción de Luca Prodan en el rock venáculo es un eje digno de ser analizado en cualquier enciclopedia del tema. Si bien este personaje europeo tiene raíces porteñas en el Abasto y también acumuló aire de las sierras cordobesas en sus pulmones, con su banda ya instaurada en la metrópoli, el camino lo llevó al oeste del Gran Buenos Aires, donde se lo ubica ensayando en un sótano cerca de la estación de El Palomar. Años después, ese sería el reducto primario de Ricardo Mollo y Diego Arnedo para su nueva banda tras la desintegración de Sumo.

Eran fines de los prolíficos años ‘80 cuando la dupla formó Divididos junto con Gustavo Collado. Ese primer baterista de la banda, a su vez, provenía de otra, La Sobrecarga, que se formó en Trenque Lauquen y había compartido escenarios con Sumo. La relación de ambas bandas comenzó en un festival en Olavarría. A los integrantes de La Sobrecarga los sorprendió la capacidad escénica de Luca y se hicieron amigos rápidamente, a tal punto que Prodan les abrió la posibilidad de tocar en pubs de moda, como Einstein, y pronto se mudaron a La Paternal. Las invitaciones fueron recíprocas y así Sumo, con su primera formación, hizo al menos dos shows en Trenque Lauquen. En uno de ellos, también compartieron escena con los Alphonso S’Entrega, precursores del ska y el reggae en estas tierras.

La frase que da título a esta nota y que se dispara inicialmente en su tema “El 38”, abre el segundo disco de Divididos, cuando ya Collado había sido reemplazado en los parches por Federico Gil Solá. Sin embargo, Gustavo recuerda el momento en que surgió mientras componían en la sala de ensayo. “Cuando me uní al grupo, ellos ya habían compuesto casi todo el primer disco con una máquina en lugar de batería y yo sólo toco en ‘Los hombres huecos’, que surgió improvisando en el estudio. Casi todos los temas incluidos en ‘Acariciando lo áspero’  los tocábamos en vivo antes de grabarlos, pero la frase ‘En el Oeste está el agite’ surgió como toda la letra, que fue un rompecabezas de oraciones lanzadas arriba de la música que Ricardo trajo. Por ejemplo, el tipo que no paraba de hablar en la radio se refiere a Lalo Mir”, revela.

En esa primera época, tocaron mucho en vivo y sumaron cerca de 180 shows por varios reductos y lugares. No sólo en el Oeste. De hecho, llegaron a La Costa, donde compartieron escenario con unos jóvenes que se hacían llamar Los Piojos.

Los creadores de esa frase que aunó a la movida artística de Morón y sus alrededores también fueron bautizados como “La aplanadora del Oeste”. Según cuenta la leyenda de los ‘90, nació de un afiche creado para dos recitales puntuales con una idea aportada por el manager de turno que, después, también hizo su carrera como empresario de recitales.

Por entonces, el circuito del Oeste incluía a “El Galpón” y “La fuente”, en Hurlingham, mientras que, en Haedo, estaba “Mocambo”, donde el grupo Árbol hizo sus primeras apariciones, y “Mamá Crazy”, donde los domingos era un clásico escuchar a Los Robertones, liderados por el legendario baterista Black Amaya con Yalo López, de Durazno de Gala, y Yosué Marchi, más otros músicos vinculados a Pappo en su faceta blusera. También, los bluseros de esos lares recuerdan a Fandango, que tenía en sus filas al tecladista de Memphis La Blusera.

En esos años, también, en la Plaza del Aviador de El Palomar, podía verse a Los Piojos en su primera fase compartiendo tiempo y lugares con Los Caballeros de la Quema, quienes hacen referencia al barrio en sus primeros discos. “Vuelvo a Morón” y “A lo de Garú” ilustran su ADN conurbano y un bar que frecuentaban. Y si hablamos de Morón, no caben dudas de que Los Caballeros fue la banda que se consagró en toda la gran movida de artistas surgidos en esa década, ya que la banda de Ciro experimentó una escalada meteórica a la popularidad.

Los caminos del rock y su huella en el Oeste

En términos de territorio, Morón fue uno de los grandes municipios del Oeste hasta su división en 1995, cuando nacieron Hurlingham e Ituzaingó como distritos separados. Seguramente, por eso, Morón es sinónimo o capital de toda esa gran cuna de artistas que empezó, quizás en los ‘60, con Color Humano y Gustavo Santaolalla.

Federico Righetti es guitarrista y formó hace ya varios años Errante Suburbano, banda con la que grabó varios discos. Tuvo una precuela con La Blusarda, entre 1996 y 2010, y cuando dejaron esencialmente el blues y el soul, cambiaron el nombre de la banda para hacer más rock and roll. Él recuerda al bajista Alejandro Medina como el gran representante de la zona Oeste. Medina nació y residió en la zona sur del municipio y es ciudadano ilustre de Morón. Este eximio músico empezó su carrera en los albores del rock y fue uno de los pilares de Manal.

Righetti concluye que el circuito siempre fue bastante rockero en todo su espectro. Dentro de los denominados “más crudos”, recuerda a M.A.M., la banda de Omar Mollo que se fundó en los ‘70, y a Saúl Blanch, el primer cantante de Rata Blanca con su banda Plus. También, al poeta Matu Cosen con su banda DMente Caracol. Pasando por otro género como el reggae, Righetti hace mención a aquellas semillas sembradas por Sumo y a cómo, en el Oeste, se formaron, años más tarde, bandas de roots como Los Umbanda y Yambala.

Tampoco se puede dejar de mencionar a dos grandes cantantes que nacieron en el Oeste. Desde Ramos Mejía, Claudia Puyó sorprendió con su voz en bluses y rocanroles hasta que también se hizo más masiva en la banda de Fito Paéz. Para muchos, es la Janis Joplin argenta. Como si ese crédito fuera poco, en Ituzaingó, nació y se crió en Viviana Scaliza, una de las integrantes del cuarteto Blacanblus que además puso coros en Los Redondos y La Mississippi. Podríamos agregar a Celeste Carballo, que si bien nació en Coronel Pringles está afincada desde hace bastante en Moreno.

Sobre sus largos años como oyente de bandas en la zona, Righetti recuerda: “Había un bar en Ramos Mejía, sobre la avenida Gaona, que se llamaba  ‘City Pop’ y ahora es ‘Santana’, pero en los ‘90 fue un reducto para muchas bandas nuevas. Tocaban Los Auténticos Decadentes y eran tantos en un escenario tan chico que algunos quedaban al mismo nivel del público. Si eras menor, la Policía te echaba mediante las razzias de esa época. En ese lugar también se dieron los primeros pasos de La Bersuit. Los cantantes actuales de la banda que alguna vez produjo Santaolalla también son de Morón”.

Otro artista nacido y criado en Morón sur es Damián “el Árabe” Ramil, quien hace sus canciones con la banda Los Naranjos y además se destaca en el elenco radial de Elizabeth Vernaci en su programa, “La Negra Pop”. También fue parte de la Rock and Pop y de los programas del periodista Roberto Caballero. “El Árabe” fundó su banda a fines de los ‘90, pero en su casa pasaron muchas cosas como, por ejemplo, que ensayen Los Caballeros de la Quema. Es que para la presentación de “Perros, perros y perros” y “La paciencia de la araña”, él les diseñó la escenografía.

“Acá, en los ‘90, hubo un estado de ebullición cultural permanente. En las plazas, cada fin de semana tenías un recital al aire libre con una grilla de bandas muy importantes, como Demente Caracol o los desprendimientos de Sumo tras la muerte de Luca (el “Bocha” Sokol siempre fue de Hurlingham y los Divididos tuvieron como primer escenario a “City Pop”), o desde ‘la república separatista’ de Haedo, el grupo Árbol. El Oeste sigue teniendo en su paisaje a pibes jugando a la pelota, pero también ves a otros en bici con una guitarra al hombro. En cada cuadra brota una banda”, resume el prolífico humorista y cantante, que debutó en Cemento, el 24 de mayo de 1998, en un festival de bandas del Oeste que cerraron Los Pérez García, que nacieron en Aldo Bonzi, en La Matanza.

Y hablando de historias detrás de las letras de Divididos, Ramil revive la frase “y la virgen pasó haciendo ala delta”, que describe a una imagen que había en una parrilla que estaba al lado de “City Pop”.

En esa fase muy previa a la tragedia de Cromañón, casi cualquier lugar del Oeste servía para que las bandas mostraran su repertorio. Sótanos, bares sin escenario, clubes o colegios. “Si te ponés a pensar de dónde vienen los formatos de las primeras bandas argentinas en la época post dictadura, es cuando empieza la consolidación de bandas grandes y multitudinarias. El rock tiene siempre una vía de contención y lenguaje para expresarse, como los otros ritmos que han llegado después, y el Oeste conserva ese latido curioso”, concluye este narrador de anécdotas imperdibles como escenográfo, músico o seguidor que es “El Árabe”.

En todas las áreas del Conurbano bonaerense, el rock ha mostrado sus múltiples caras en todas las décadas. Pero, sin dudarlo, el Oeste dejó un legado preciado en los años ‘90 que, aún hoy, hace que esta porción de su territorio respire agitado.


Sergio Secchi es Licenciado en Periodismo de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. En Radio Nacional realizó tareas como cronista, columnista y corresponsal para la AM 870 y conductor en Nacional Rock 93.7. Actualmente conduce «Ensayo Abierto» por Radio Conurbana.