Las divisiones inferiores en el fútbol argentino son un ámbito cruzado por muchas aristas: ilusiones, presiones, intereses, botines, libros, risas y llantos. Entre cientos de pibes que se presentan, pocos lograrán ser profesionales y menos todavía hacerlo en un nivel de élite. En esta nota, analizamos el rol social de las residencias y pensiones juveniles, de la mano de profesionales de la región.

Por Patricio Insua*
Foto: @banfieldjuvenil

 

Soñar con ser futbolista es, muchas veces, dormir lejos de casa. Y ese sueño no siempre es apacible. Una transformación es la que marca la pauta: cuando la pelota deja de ser un juguete y se convierte en una herramienta de trabajo. Ese camino es largo y sinuoso. Muchos lo transitan pero pocos llegan a completarlo. Las divisiones inferiores son un ámbito cruzado por muchas aristas: ilusiones, presiones, intereses, botines, libros, risas y llantos. Hay familias que acompañan y padres que depositan frustraciones en sus hijos, técnicos que forman y otros que persiguen resultados, dirigentes que proporcionas ámbitos fraternos y otros que solo miden costos y beneficios. En ese amplio océano de vientos cambiantes navegan los miles de chicos que solo parirán a un reducido número de futbolistas.

Los clubes, asociaciones civiles sin fines de lucro, son el ámbito en el que conviven chicos que se forman para ser futbolistas, entrenadores, preparadores físicos, psicólogos, dirigentes, empleados, padres, madres y representantes. Ese es el contexto que debe contener a jóvenes que en su mayoría verán frustrado su anhelo, porque la estadística es cruel: pocos lograrán ser profesionales y menos todavía hacerlo en un nivel de élite. La salvación económica futura es lo excepcional. Ante esa realidad el desafío de las instituciones deportivas es preparar a los chicos que se quedarán en el camino del fútbol para aportarles las herramientas para una formación integral.

Generar ámbitos aireados y no de asfixia por presiones que se trasladan desde los mayores y se encarnan en los chicos, es lo deseado en lo que muchas veces se ve como una fábrica de talentos que reditúe en billetes. En este sentido, Pablo Aimar, entrenador del seleccionado argentino Sub-17, propone un circuito que debe retroalimentar para generar un círculo virtuoso: “El fútbol es mucho de sensaciones y de imaginación. Hay que favorecer entornos creativos. Si a una edad formativa jugamos solo tácticamente, algo va a fallar. Si estamos ante niños que juegan al fútbol, hay que permitirles equivocarse”.

Los clubes son mucho más que infraestructura deportiva y actividad física; se convierten, en algunos casos, en un hogar colectivo de adolescentes que se trasladan cientos de kilómetros para establecerse en ciudades desconocidas. Atrás quedan la casa familiar, los amigos, la escuela, las calles del barrio. Entonces los enfoques multidisciplinarios resultan indispensables. Fernando Langenauer es licenciado en Ciencias de la Educación y trabajó 8 años en divisiones inferiores de Vélez e Independiente, donde fue clave para sacar a la superficie un entramado de abusos sexuales. Durante casi una década abocado al fútbol amateur diseñó una articulación pedagógica que tenía como principal objetivo la contención de los chicos que vivían en las pensiones de los clubes. «Se requiere de un equipo interdisciplinario con psicólogos, de la educación y del fútbol que acompañe a los chicos y los ayude en el tránsito», explica.

La pensión de Banfield tiene hace varios años nombre propio. En la entrada principal del edificio, pegado a la concentración del plantel profesional, un cartel da la bienvenida a la «Residencia juvenil Darío Cvitanich». Hace dos décadas, el ídolo del Taladro se instaló en Luis Guillón, lejos de su familia, sus amigos y sus días en Baradero. En Radio Conurbana, la emisora de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, contó que, lejos de habérsele hecho rutina, siempre le da “cosquillas en la panza” ese reconocimiento con el nombre del lugar en el que pasó años de su adolescencia. “Ver a los chicos ahí con la misma ilusión que tenía yo a esa edad es especial, sabiendo que los fines de semana se quedan en sus cuartos con ilusión y tristeza a la vez, como me pasaba a mí porque no poder ir a mi casa a tantos kilómetros”. A los 37 años, Cvitanich asegura que una de las motivaciones que encuentra en el tramo final de una exitosa carrera, es el contacto con los jóvenes: “Tienen la necesidad de que se los escuche, una ansiedad propia de estos tiempos que es contraproducente. Porque las dudas aparecen cuando te estás formando como futbolista. Nosotros nos jugamos un pleno sin ninguna garantía a los 13 o 14 años. Por eso hoy hay que hacer hincapié en que estudien y se formen en paralelo con el fútbol”.

Langenaur puntualiza en la dificultad de iniciar la formación en una profesión de manera prematura: «En líneas generales, un joven decide qué camino quiere seguir en su vida en los últimos años de la secundaria, pero el que quiere ser futbolista lo hace de manera mucho más prematura y llega a un club a los 12 años o, muchas veces, antes. La pregunta clave es si alguien a esa edad tiene la capacidad psíquica para tomar esa decisión. Y la respuesta es no, por una cuestión de maduración. Por más que un chico de 12 años se sienta convencido de querer ser futbolista, internamente lo esperan un montón de complejidades».

Hugo Donato es el coordinador del fútbol juvenil de Banfield y el entrenador de la reserva. Asegura que su tarea solamente puede llevarse adelante desde una perspectiva paternalista. “Hay que mirar a los chicos a la cara y captar si son felices con lo que están haciendo. No podemos pensar en un jugador que se moldea sin las inquietudes o los problemas que tienen los chicos. Además es un proceso que se retroalimenta, porque no se puede transitar este camino de manera satisfactoria si no se está bien. La angustia perjudica a una persona en todos los aspectos de su vida, y en la adolescencia eso puede ser más fuerte todavía”. En el mismo sentido, Langenauer también se refiere a la importancia de los sentimientos: «Es clave detectar cuando un chico no está bien, cuando no es feliz con lo que está haciendo. Y hay que estar muy atento a esas cosas, que la mayoría de las veces no se expresan abiertamente sino que se detectan por indicios, posiciones corporales y conductas determinadas. No es fácil de detectar y es esencial la confianza de los chicos en los mayores».

Crecer, madurar y comprender aspectos de la vida suele ser un proceso que lleva más tiempo que la vorágine que implica el fútbol. En este desajuste difícil de equilibrar, para Donato “no se deben perder de vista los sacrificios que hacen chicos que ya están desarrollándose en su profesión a la edad en que la mayoría solo se dedica al estudio, los juegos y divertirse con amigos los fines de semana”. “Preparamos a chicos para que sean futbolistas pero sin perder de vista que pocos lo van a conseguir. Entonces, lo que hacemos tiene que ser más abarcativo y tiene que ser una preparación para la vida. Se vuelve muy importante trabajar psicológicamente para esto y ayudarlos a que asuman obligaciones y responsabilidad. En Banfield hacemos mucho hincapié en el estudio, en el desempeño en la escuela y los alentamos a que después también sigan formándose, porque incluso es un aspecto importante para los que lleguen a ser jugadores profesionales”, explica.

Hugo Donato.

Hugo Donato.

En el universo de las divisiones inferiores de un club hay más de 200 jugadores y la interacción entre técnicos, preparadores físicos, psicólogos, trabajadores sociales y educadores se desarrolla cada vez más, aunque sigue habiendo lugares a los que no se llega.

Las divisiones inferiores son un tamiz muy difícil de atravesar. Por cada jugador que finalmente tiene como destino el fútbol profesional son decenas los chicos que ven frustrado ese proyecto y deben re direccionar su vida. El rol social de las instituciones necesita ir a la par de los proyectos deportivos para que en un camino que se angosta, los que quedan al margen puedan orientarse para transitar en otra dirección para que el fútbol siga siendo un sueño y nunca se convierta en una pesadilla.


*Patricio Insua es Licenciado en Periodismo y docente de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Actualmente, trabaja en el canal de noticias IP y en DeporTV. Es autor del libro “Aunque ganes o pierdas”, donde repasa la historia de diez partidos inolvidables de Argentina en los Mundiales.