Mujeres, lesbianas, travestis y trans se organizaron en la que se convirtió en la toma más grande de la Provincia para exigir respuestas a su situación habitacional y, también, dispositivos para atender las violencias cotidianas que deben enfrentar. En articulación con colectivas locales y de todo el país, aguardan que se frene el desalojo pautado para esta semana.

Ahora que estamos juntas
Ahora que sí nos ven
Acceso a la vivienda
Que sea ley
Que sea ley

Cántico de las mujeres e identidades LGBTTTI+ de la toma de Guernica

Vivienda digna. Trabajo. No al desalojo. Resistencia. Cuidados. Las palabras resuenan sobre la tierra seca y los pastos cortantes, en lo que se conoce como la toma de Guernica, que se extiende a lo largo de cien hectáreas en el municipio bonaerense de Presidente Perón. Esas palabras se escuchan en la asamblea feminista o en el medio del lote asignado a cada familia, en donde un par de palos y un nylon negro hacen de casa. Se repiten en el llamado a las organizaciones y en las exigencias al Estado para que dé respuestas ante la urgencia a la que lxs han empujado la marginalidad histórica y las restricciones impuestas en el contexto de pandemia: no tienen trabajo ni casa.

Mujeres, lesbianas, travestis y trans alzan la voz desde el tercer cordón del Conurbano para advertir que “no tener vivienda, también es violencia”. Desde allí, tejen redes para conseguir el sueño de la vivienda digna libre de violencias en ese territorio que ocupan 2.500 familias -unas 10.000 personas- desde hace dos meses.

Cronología tomada del estudio “El conflicto por la tierra en Guernica”, realizado por el Equipo de Investigación Política (EdIPo)

El escenario

El terreno es áspero. El sol y el frío arden en el cuerpo. El viento, además de sentirse, se escucha en el silbido del campo abierto y en el ruido que hace cuando choca con las chapas o embolsa en el proyecto de casa. Cuando llueve, simplemente se inunda. Los árboles que se ven a lo lejos marcan al barrio privado Parque de las Naciones y, en el otro lateral, el Country Club San Cirano. En el medio, el terreno loteado con hilo sisal y palos que dividen el espacio y permite imaginar dónde se ubicará cada vivienda, la plaza, la calle y la intersección de cada uno de los cuatro barrios que se conformaron desde el 20 de julio hasta esta fecha: 20 de julio, La Unión, La Lucha y Nuevo San Martín.

Están organizadxs con delegadxs por manzana y por barrio, cuya asamblea general reúne unxs 50 representantes. Hay comedores comunitarios que preparan el almuerzo o la cena y la merienda para más de 3.000 niñxs. Para este lunes por la tarde, aguardan una audiencia con el dispositivo interministerial -conformado por Desarrollo de la Comunidad, Justicia y Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual del Gobierno bonaerense- convocada por el juez de Garantías de Cañuelas, Martín Rizzo. Allí, se verán las propuestas y lxs vecinxs esperan también la posibilidad de suspensión del desalojo pautado por el magistrado para el miércoles, jueves y viernes de esta semana.

Según el estudio “El conflicto por la tierra en Guernica”, realizado por el Equipo de Investigación Política (EdIPo) que viene trabajando en la toma, entre quienes reclaman las tierras se encuentran: El Bellaco SA, Liorsel SA, además de Nidia Edith Desplats y su hijo, Guido Giana, concejal de Presidente Perón por Juntos por el Cambio. Un dato: El Bellaco SA no paga el Impuesto Inmobiliario desde hace dos años y registra deudas ante la Agencia de Recaudación de Buenos Aires (ARBA) por 970.959 pesos.

Imagen tomada del estudio “El conflicto por la tierra en Guernica”, realizado por el Equipo de Investigación Política (EdIPo)

El llamado

El 9 de septiembre mujeres y disidencias de la toma hicieron pública una carta a las ministras de las Mujeres, Géneros y Diversidad Elizabeth Gómez Alcorta y Estela Díaz, de Nación y Provincia respectivamente. Esa fue la alerta que, con el reclamo de “Ni Una Menos Sin Vivienda”, llamó a las organizaciones a asistir al territorio.

“Detrás de las tomas de tierras –multiplicadas en los últimos meses– hay hambre, abandono, pobreza y violencia, pero también hay fortaleza para buscar alternativas. Por eso, defendemos el acceso a la tierra para vivir, producir y criar. Derecho que no puede ser equiparado a la propiedad privada y a la especulación inmobiliaria y financiera”, escribieron en el documento que difundieron en la semana, con cientos de adhesiones encabezadas por Norita Cortiñas, referente de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, más organizaciones feministas, populares y de derechos humanos.

Tierra para vivir, feminismos para habitar

“Si llegamos a ganar, vamos a tener un hogar para la familia”, dice Andrea, de 34 años. acompañada por su hijo, sus primos y un vecino. Su beba duerme, por eso -cuenta-, mirará desde donde está la segunda asamblea feminista que el sábado 19 de septiembre, cerca de las 15.30, se levantó en el espacio asignado para una plaza en el barrio La Unión.

En esa jornada, desde la mañana, se realizaron actividades con la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), que también acercó donaciones; y con Yo No Fui y Editorial Reunión, quienes editaron un libro urgente con voces desde la toma. Para después del mediodía, las organizaciones se multiplican y prácticamente todas las colectivas locales están presentes. Desde la Campaña contra las Violencias, Mujeres Andando, Potencia Sur y Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP), entre muchas otras más.

“Abrazar a quienes tomaron esas tierras es abrazar la posibilidad de vivir más dignamente”, dice a Revista Cordón Adriana “Tana” Pascielli, referenta histórica, participante de la primera asamblea de Mujeres en el Puente Pueyrredón, en 2003, y ahora militante en la Colectiva Tatagua.

Camila, delegada de la manzana 11 en el barrio 20 de julio, abre la asamblea: avisa que ya se articularon colectivos de comunicadorxs para dar voz sin criminalizar, informa sobre el acompañamiento a mujeres y disidencias en situaciones de violencia machista y en asistencia para trámites en ANSES o cambio de identidad. También, cuenta sobre el censo que llevó a cabo durante dos días el dispositivo interministerial, que por primera vez alcanzó agua y alimentos. “Llegamos acá solas, pero nos felicito porque se sintió el acompañamiento en el barrio. Si pasamos el desalojo, necesitamos que sigan con nosotras”, dice.

En este caso, el eje son niñeces y ancianes, qué hacer con ellxs ante la presencia de la Policía en las fechas de desalojo, qué cuidados tomar y con qué acciones visibilizar lo que suceda. La voz de una integrante del barrio La Unión irrumpe para decir que ella no quiere que sus hijxs vean cómo destruyen su casa, que ya vivió otros desalojos. Y otras más se suman: “Nos tenemos que mantener unidas, no salir corriendo ni dejar a nadie solo”, plantean.


Ximena, del 20 de julio, pide a las organizaciones asistencia legal para ese día. More, con angustia, asegura a este medio que “si se desaloja, va a ser una masacre horrible”. Una referenta del Frente Popular Darío Santillán, educadora y trabajadora con niñeces, sugiere organizarse por manzanas. Daniela, de Pan y Rosas, determina que esto tiene que ser “causa nacional” y anuncia una acción en las redes sociales.

Desde la UTT se sienten hermanadas: “Si el Estado no está, nosotras podemos ser el Estado. La tierra es para quien la trabaja, y yo la trabajo”, arenga Zulma Molloja, agricultora de La Plata. Adriana, delegada trans del 20 de julio e integrante de Organizaciones Libres del Pueblo, informa que este lunes movilizarán al Obelisco. Otras colectivas, como la Red Potencia Sur, se ponen a disposición para seguir visibilizando el conflicto en los medios y acompañar en las decisiones que tomen.

Abrir la palabra

Aunque en esta ocasión los puntos giraron en torno a qué hacer en caso de desalojo, hubo otras historias que corrieron durante la jornada. El haber abierto un espacio de escucha y reconocer las violencias durante la primera asamblea, una semana antes, generó que otras tantas quisieran hablar y denunciar.

Aquella vez, quedó en evidencia que los cuerpos también son territorio de disputa: ese mismo día, dos varones atacaron a Ágatha, una chica trans. Sus compañeras la asistieron y, luego, junto con las organizaciones, empezaron a tramitar su DNI con su identidad autopercibida. En la semana, se supo que los agresores tienen causas por abuso sexual a una niña que también habitaba en la toma. Hicieron una asamblea de todos los barrios y lograron expulsarlos.

Según contaron desde Panambí, que se puso a disposición para acompañar estas situaciones, habilitar el diálogo ayudó, incluso, a identificar situaciones de abuso sexual infantil, sobre las que accionaron. La preocupación mayor está en que si sucede el desalojo, se dificultará el seguimiento de asistencia a quienes lx precisen.

El trabajo, además, lo articulan con Médicos del Mundo, que tiene una posta sanitaria desde la primera semana y cuenta con psicólogxs, médicxs generalistas, pediatras, clínicxs, obstetras y ginecólogxs. Entre ellxs, se encuentra Natalia, enfermera y estudiante de medicina de Guernica. “Acá, la pandemia pasa a ser la segunda mano porque hay otras necesidades: la desnutrición, personas hipertensas y que tienen que estar con tratamiento y el Estado no se los está brindando”, cuenta.

Los cuidados

La carta a las ministras fue clara: “Hay, entre nosotras, trabajadoras de casas particulares, que fuimos echadas de nuestros trabajos durante la pandemia”. La mayoría de las que allí se encuentran son parte de ese sector al que, pareciera, la prohibición de no despedir no llegó. Según un Informe de la Unión de Trabajadores Domésticos y Afines (UTDA), el 18,5 por ciento fueron cesanteadas y el 70 por ciento no está registradx.

“El tema de los cuidados es lo que generó el movimiento de los desocupados. Cada 100 personas, 70 son mujeres siempre, en cualquier lugar del país, porque ahí está la carga del cuidado, de la reproducción de la vida cotidiana. Antes, no tenía un nombre, ahora lo tiene y lo visibilizamos”, dice Pascielli al repasar el surgimiento del movimiento piquetero y el lugar de las mujeres en esos espacios.

Una diferencia que rescata respecto de aquellos tiempos es “la actitud” del activo feminista local “de trayectoria histórica en el Conurbano” que se articuló y se hizo presente: “Son zonas muy hostiles, donde el poder político es el mismo de siempre. Es un lugar que está impregnado por los barones del Conurbano, aunque sean mujeres, como (Blanca) Cantero, la intendenta de Presidente Perón”.

-Este tema de los cuidados está presente en la retórica oficial de los ministerios, cuya existencia fue impulsada desde los feminismos y, ahora, desde esta toma, exigen respuestas. ¿Hay un diálogo desde las instituciones con las organizaciones?-, le pregunta Revista Cordón.

-Siento que no hay un diálogo. No alcanza con sacar políticas públicas que después no se pueden implementar. Si hay recursos, que los activen y acabemos con los censos…Es una falta de respeto al feminismo que nos digan cuántas son las mujeres violentadas. Todas y todos sabemos el porcentaje de mujeres que sufrimos violencias y abusos de diverso tipo y modalidad a lo largo de nuestra vida. No hace falta que a una feminista le digamos que la compañera que no tiene trabajo sufre violencia económica. Todas esas mujeres han sufrido violencia simbólica, económica y patrimonial, física y psicológica. Además, son cuerpos racializados. Toda esa cruza entre capitalismo, patriarcado y colonialismo está ahí, en el poco acceso a la tierra, en la súper explotación, en ser la mano de obra de las ricas.  

En la segunda asamblea, hubo nuevos intercambios de experiencias que dejaron muchas tareas por hacer los próximos días. Se cierra la tarde y Gladys, a cargo de un comedor, avisa que va a preparar la copa de leche para 76 niñes, de La Lucha. Hace frío. Antes de que alguien más se mueva, integrantes de Muralismo Nómade en Resistencia levantan la bandera que hicieron. “Tierra para vivir, feminismos para habitar”, exclama. Las que todavía quedan, se amuchan detrás de la consigna, con puños en alto y gritos de guerra. Un grito que, esperan, se escuche antes del desalojo.

Carla Perelló es Periodista y comunicadora feminista, conurbana y latinoamericana. Licenciada en Periodismo de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y maestranda en Relaciones Internacionales de la Universidad del Salvador (USAL). Trabaja hace más de diez años en distintos medios locales, nacionales e internacionales. En los últimos cinco años se especializó en América Latina y el Caribe y en cuestiones de géneros con la intención de dar a conocer los hechos políticos y sociales de la región con las voces de sus protagonistas.